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(IVÁN): PACIENCIA

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Elio Valarezo

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Jan 16, 2007, 9:22:54 AM1/16/07
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Sábado, 13 de enero, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil,
Ecuador - Iberoamérica


(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)

PACIENCIA

Nuestra paciencia ha descendido de nuestro Padre Celestial para ser parte
de nuestro carácter humano, ya que hemos sido formados en su imagen y
conforme a su semejanza divina, por ejemplo. Por lo tanto, es una de
nuestras mejores virtudes como hombres, mujeres, niños y niñas de toda la
tierra, para poderla usar junto con el espíritu de fe, del nombre sagrado
de nuestro Señor Jesucristo, para comunicarnos siempre con nuestro Dios que
está en los cielos y así nunca perder ninguna de sus ricas bendiciones.

Por esta razón, es muy bueno aprender a esperar en nuestro Dios, para
recibir diariamente cada una de las cosas que necesitemos en nuestras
vidas, ya que sólo él es dueño del cielo y de la tierra. Por lo tanto, sólo
Él es "el soberano" de todas las cosas que están en ellos, para bien de sus
criaturas y para finalmente glorificar su nombre santo cada vez más y más,
delante de su presencia santa en toda su creación infinita.

A través de los tiempos, de la vida de la humanidad entera sobre la tierra,
podemos ver que Dios siempre ha sido paciente para con todos nosotros: no
juzgándonos por nuestros pecados inmediatamente de haberlos cometido, para
entregarnos al juicio final de la muerte en el infierno, por ejemplo, sino
todo lo contrario. Nuestro Dios nos ha enseñado por su palabra: la
importancia de esperar en él, por todas las cosas, grandes o pequeñas, en
su espíritu de virtud divina, para engrandecer el espíritu de fe, de su
nombre sobrenatural, el de su Hijo amado, en nuestros corazones y en
nuestras almas eternas, también.

Porque es importante para nuestros corazones aprender por siempre a cumplir
con la verdad y con la justicia redentora para nuestras almas viviente de
nuestro Padre Celestial que está en los cielos, por medio del espíritu de
la sangre de su pacto eterno, de su Hijo amado, Jesucristo, para cada uno
de nosotros, en toda la vida de la tierra. Por eso, hemos sido sufridos,
tolerando toda adversidad del enemigo eterno, Lucifer, en nuestras vidas,
para no tanto lamentarnos de nuestros males, sino para vencerlo día tras
día con la victoria infinita de nuestro salvador celestial, ¡el Señor
Jesucristo!

Porque el Señor Jesucristo ya venció al enemigo de Dios y a cada uno de sus
secuaces en su altar eterno, en las afueras de Jerusalén, en Israel, al
derramar su vida santísima sobre la cruz de la vida seca del hombre, como
Adán y como cada uno de sus descendientes, por ejemplo, en toda la tierra.
Por lo tanto, el Señor Jesucristo derramo su sangre santa gota a gota, sin
que nadie se la quitase sino que la dio por amor a nosotros, llena de vida
para la humanidad entera, en esta vida y en la venidera, también, para que
aprendamos a vivir con nuestro Dios, libre de los males eternos del pecado
original.

Por ello, todo lo que Dios nos ha prometido en su paciencia celestial para
con todos nosotros, en toda la tierra, entonces lo ha escrito por amor a la
paciencia infinita de la gracia de su Jesucristo, para bien de la humanidad
entera, como hoy en día contigo y con los tuyos, también, mi estimado
hermano y mi estimada hermana. Porque nuestro Dios nos ha amado desde
siempre, con el espíritu de su paciencia divina, siendo misericordioso con
nosotros, siendo fiel con nosotros, siendo amoroso con nosotros, cuando
realmente caminábamos cada vez más lejos de su fruto de vida eterna, su
Hijo amado, el Señor Jesucristo, como Adán y Eva, en el paraíso, por
ejemplo.

Pero Dios nos amo, como nuestro único Padre Celestial que tenemos en los
cielos, porque en nosotros está su imagen y su semejanza santa, para vivir
su vida, la de su Hijo amado, la de su Árbol de vida y de salud eterna, el
Señor Jesucristo. Y por esta razón más que ninguna otra, nuestro Dios ha
sido por siempre paciente para con cada uno de todos nosotros en toda la
tierra, sin perder jamás la esperanza en su corazón santo de volvernos a
ver, en el cielo, en el paraíso otra vez, pero esta vez para quedarnos con
él y con su Árbol de vida.

Viviendo en su vida celestial y perfecta juntos con él y con sus huestes
celestiales en el más allá o en su nuevo reino celestial, como La Nueva
Jerusalén Santa e Infinita del cielo, por ejemplo. Y por esta razón, su
palabra y su amor infinito se mantienen permanentes, fuertes, fieles hacia
cada uno de nosotros, su virtud cristiana, en nuestros millares, en toda la
tierra, como en el principio de todas las cosas, por ejemplo, de los que
esperamos en Él y en su nueva vida celestial, del nuevo reino de los
cielos.

Puesto que, todo lo que ha sido escrito en el cielo por Dios mismo,
realmente, ha sido para el bien de sus hijos e hijas de la humanidad
entera, para que ellos tengan por escrito cada una de sus promesas de
perdón, bendición y de salvación, para sus almas, en la tierra y en el
cielo, también, hoy y siempre. Además, para que sus hijos e hijas de todas
las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos del mundo entero,
siempre tengan por entendido en sus corazones, de que su Dios ha de estar
en cada momento de sus vidas, para ayudarlos a salir bien, en las buenas y
en las malas.

Es decir, para bendecirlos siempre, a cada uno de ellos, en sus millares,
por toda la tierra, perdonando sus pecados y sanando sus almas y sus
cuerpos, de todos los males del pecado, por medio de la vida y del espíritu
glorioso y sobrenatural, del nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor
Jesucristo. Y aquí, Dios desea encontrarse contigo, mi estimado hermano y
mi estimada hermana, para que entiendas en tu corazón eterno, de que tu
Dios te ama con gran paciencia, en lo profundo de su corazón, por amor al
espíritu de la sangre bendita, de su Árbol de vida eterna, en el cielo y en
la tierra, también.

Y así entonces Él mismo entregarte sus muchos dones de su Espíritu, llenos
de milagros, de maravillas y de prodigios celestiales y terrenales, de los
que han de enriquecer tu vida, para que la vivas cada vez mejor que antes,
ante Él y ante sus huestes de ángeles gloriosos, del reino de los cielos,
por ejemplo. Porque su nombre santo verdaderamente está en juego aquí, de
gloria y de pureza eterna, en tu corazón y en tu alma viviente, también,
para que sea por siempre honrado, en la tierra y en el cielo, con todos sus
ángeles santos y eternos, del más allá.

Por lo tanto, tú eres muy importante y hasta quizás mucho más importante
que todos los ángeles del reino de los cielos, en el más allá. Porque Dios
jamás envió a su Hijo amado, en la paciencia de su Espíritu Santo, ha vivir
la vida de Israel, para luego entonces morir por los ángeles sobre la roca
eterna, de su altar infinito, sino que lo hizo por ti y por todos los
descendientes de Adán del paraíso, comenzando con la misma Casa de Israel,
por ejemplo. Porque la gran paciencia de Dios y de su Espíritu Santo se ha
manifestado en gran medida espiritual, en la vida de los descendientes, de
Abraham, Isaac y de Jacobo, por ejemplo, para que la humanidad entera
conozca de su amor supremo y de su gran paciencia, de amor y de salvación
eterna, de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Es por esta razón, de que Dios ha escrito mucho de su amor eterno para con
su Hijo amado y su Espíritu Santo de antemano, mucho antes de que crease al
hombre de la tierra. Y nuestro Dios realmente ha escrito todas y cada una
de sus muchas promesas de vida y de felicidad eterna, sin dejar a ninguna
de ellas, fuera de sus libros santos, no para los ángeles del reino de los
cielos, aunque ellos también tienen sus libros escritos por Dios para el
bien de sus vidas, sino para ti, hoy mismo.

Si, para ti, mi estimado hermano y mi estimada hermana, en toda la tierra,
Dios ha escrito muchas promesas de vida y de salud infinita, para que en la
paciencia de su Espíritu, entonces tú aprendas a confiar en Él, como el
único Dios de tu vida infinita, en la tierra y en el paraíso, hoy y por
siempre. Para que te bendiga y te ayude por siempre en la vida misma de su
Hijo, el Señor Jesucristo, porque nuestro Dios no tiene "otro modo o manera
de perdonar" tus pecados, de sanar tu alma y de hacer tu corazón feliz, en
al tierra y en el paraíso, sino no es por medio de su fruto de vida
infinita.

Y éste fruto de vida eterna, el cual Dios se lo presento (o predico) a
Adán, es su Hijo amado, el Cristo de Israel y de la humanidad entera, hoy
en día y por siempre, en su nueva vida celestial con el hombre y con su
humanidad infinita de siempre, por ejemplo. Y es por eso, que hoy más que
nunca, tú (y así como los tuyos, también) necesitas del perdón de Dios y de
las muchas y ricas sanidades sobrenaturales, de los dones de su Espíritu
Santo y de su Hijo amado, el Señor Jesucristo.

Sanidades sobrenaturales de la vida santa del mismo reino de los cielos, no
tanto de ángeles sino de los hombres y mujeres de Dios, de las cuales ya
han descendido en el nacimiento y en la vida santa de nuestro salvador
eterno, para obrar día y noche en nuestras vidas, en la tierra y en el
paraíso, también, para siempre. Porque así como el enemigo jamás se cansa
de trabajar en contra de nosotros, para atacarnos incansablemente, hasta
hacernos tanto daño que nos hace perder muchas cosas en nuestras vidas y
hasta nuestras mismas vidas, a veces, entonces nuestro Dios es constante y
paciente, también, para con nosotros, para ayudarnos en todo y sin jamás
alejarse de nosotros por nada.

Entonces si esperamos por lo que no vemos (y hasta por lo que no conocemos)
en cada momento de nuestras vidas, entonces Dios nos va a bendecir, desde
ya, con grandes poderes sobrenaturales de su vida santa y de su Árbol de
vida eterna, su Hijo, para concedernos en gran medida espiritual, cada uno
de los "deseos" de nuestros corazones. Puesto que, Dios ha enviado a su
Hijo, en el espíritu de su paciencia infinita, porque para nuestro Dios
lidiar con cada uno de nosotros, entonces se necesita paciencia divina y
sobrenatural, por razones de nuestros pecados y por nuestra manera de
pensar y de proceder en nuestras vidas, también, sin el pleno conocimiento
de Jesucristo, como debería ser siempre.

Ya que, la verdad es que no conocemos a Jesucristo en nuestros corazones,
como deberíamos, en su luz y en su sabiduría perfecta (o deidad infinita).
Y si no conocemos a Jesucristo en nuestros corazones y en nuestras vidas,
pues entonces menos vamos a conocer a nuestro Dios y Padre Celestial que
está en los cielos. Es más, jamás podremos conocer nada de nada, de lo que
es de Dios ni de ninguna de sus cosas gloriosas o de sus muchas promesas de
vida y de salud infinita, de los dones sobrenaturales de su Espíritu Santo,
obrando en el paraíso y en toda la tierra para bien nuestro.

Es decir, de los dones milagrosos, maravillosos y prodigios para enriquecer
nuestros corazones y para dar vida en abundancia a nuestras almas, en la
tierra y en el más allá en su nueva vida infinita, de su nuevo reino
celestial, de su Espíritu Santo y de sus huestes de ángeles celestiales,
viviendo por siempre de su Árbol de vida infinita. En realidad, jamás
conoceremos a nuestro Padre Celestial, "si no invocamos la paciencia
infinita" del espíritu de vida eterna, de la sangre del Señor Jesucristo,
para que sature nuestros corazones y nuestras vidas cotidianas, en la
tierra y de nuevo en nuestras nuevas vidas celestiales, del paraíso o de su
nuevo reino celestial, como su Nueva Jerusalén Celestial, por ejemplo.

En donde, sólo han de entrar a la vida celestial, de su Árbol de vida,
Jesucristo, los que han esperado pacientemente por el amor de Dios y de sus
muchas y ricas bendiciones de perdón, paz, amor, felicidad y de salud
infinita, para sus corazones y para sus almas, en la tierra y en el cielo,
también, para siempre. De otro modo, los que jamás han gustado de usar el
espíritu de la paciencia de Dios y de su Jesucristo en sus corazones,
entonces su lugar eterno es, en el más allá, en el mundo de los muertos, el
infierno candente y eternamente tormentoso: en donde abundan el fuego y el
azufre, y el gusano que nunca muere.

Es por eso, que es bueno que todo hombre, mujer, niño y niña de la tierra,
como los ángeles del reino, por ejemplo, caminen por siempre en el espíritu
de amor y de la paciencia infinita de Jesucristo en sus corazones y así
dejar que los dones del Espíritu hagan todas las maravillas, milagros y
prodigios, para alimentar sus vidas. Dar de comer del cielo a sus vidas y a
sus almas eternas, para que crezcan día y noche sanamente, sólo en los
poderes sobrenaturales, del espíritu del nombre sagrado de nuestro único
salvador terrenal y celestial, ¡el Señor Jesucristo!

Porque el Señor Jesucristo fue el salvador celestial para Adán y para cada
uno de sus descendientes en el paraíso, comenzando con Eva, por ejemplo, su
esposa. Pero también luego el Señor Jesucristo se manifestó como el
salvador del mundo, no sólo para ponerle fin al pecado y al ángel de la
muerte, sino para darle vida en abundancia a cada hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, en el espíritu de la paciencia divina de
nuestro Padre Celestial, para que los dones se manifiesten.

Para que los dones del Espíritu de Dios, los cuales son muchos y muy
poderosos en Cristo Jesús, Señor nuestro, por ejemplo, en nuestros
corazones y nuestras vidas, además de los corazones y de las vidas de
nuestros familiares y amigos y (hermanos y hermanas) en todas las naciones
de la tierra, entonces hagan sus obras eternas en nosotros. Porque cada uno
de ellos, es un testigo fiel a Dios, del amor y de las grandes obras
sobrenaturales, de los dones del Espíritu Santo, en la palabra de la Ley y
del evangelio, de nuestro gran rey Mesías, en la vida de cada uno de
nosotros, en nuestros millares de todas las familias, razas y reinos del
mundo entero.

Es por eso, que los dones del Espíritu de Dios han descendido en la vida
del Señor Jesucristo no sólo para enriquecer nuestras vidas día y noche y
por siempre, en la eternidad venidera del nuevo reino celestial, sino
también para manifestar las grandes señales de Dios ante una nube tan
grande de testigos oculares, en toda la tierra. Porque nuestro Dios tiene
que ser glorificados por ellos, por todo lo que han vivido con sus
corazones y visto con sus ojos, para testimonio de glorias infinitas y de
honras incalculables de la tierra y del cielo, porque son eternas, para
nuestro Padre Celestial que está sentado en su trono santo, en el cielo más
alto que los ángeles.

SON MUCHOS LOS TESTIGOS QUE NOS VEN

Entonces nosotros también, teniendo en nuestros entornos de gran tamaño
descomunal nube de testigos oculares, despojémonos de todo peso del pecado
que tan fácilmente nos enreda en su mal, y corramos con perseverancia la
carrera que tenemos por delante, porque Dios nos ha llamado a su misma
paciencia bendita, la de su Jesucristo, en el cielo y en el paraíso. Porque
la carrera que nuestro Dios nos ha entregado a sido la de su mismo Hijo
amado, porque como la de él no hay otra igual, en el cielo ni menos en toda
la tierra, la cual puede complacer su corazón y su alma santa, día a día y
por siempre, en la eternidad venidera.

Ya que, en el reino de los cielos, Dios no quiere ver a ningún rebelde a la
palabra de su Ley ni a la vida santa de su Árbol de vida eterna, su Hijo
amado, el Señor Jesucristo, el único "Cordero de Dios" que quita el pecado
del mundo y de su humanidad infinita. Porque suficiente ha tenido con la
rebelión de Lucifer, de parte de los ángeles y de la humanidad entera de
parte de Adán y Eva, por ejemplo, al rehusar comer del fruto de vida
eterna, su Hijo amado, el Señor Jesucristo. Por lo tanto, esta carrera de
Dios es santa para con cada uno de nosotros, en todos los lugares de la
tierra, comenzando en el paraíso, por ejemplo, con sus ángeles santos y el
hombre, como Adán y Eva (como lo menciones anteriormente), en toda la
tierra, de nuestros tiempos y de siempre.

Además, sin ésta carrera santa en nuestras vidas, verdaderamente, jamás
hemos de ver ni memos conocer a nuestro Dios y Padre Celestial que está en
los cielos, tal como él siempre ha sido (y ha de ser), por los siglos de
los siglos, para con cada uno de sus seres creados, como ángeles del cielo
y hombres de la tierra. Porque la verdad es que Dios nos ha creado en sus
manos santas, en su imagen y conforme a su semejanza, para que caminemos
por sus caminos, en el paraíso y en todos los lugares del mundo y así jamás
nos alejemos de él ni de ninguna de sus bendiciones, para nuestros
corazones y para nuestros espíritus humanos.

Y para nosotros poder dotarnos de todos sus benditos beneficios de vida y
de salud infinita, para nuestros corazones y para nuestros cuerpos humanos
e espirituales, entonces nos ha preparado de antemano, en el día de nuestra
creación, para por siempre recibir, de su espíritu de paciencia día a día y
por siempre, en la eternidad venidera. De su espíritu de paciencia, del
cual hemos de necesitar siempre en nuestras vidas, para poder alcanzar
bendiciones terrenales y celestiales, de las cuales jamás han sido
alcanzadas por ningún ángel del cielo, ni menos por los hombres de la
tierra, como Adán, en el paraíso o alguno de sus descendientes, por
ejemplo, salvo el hijo del hombre, el Cristo.

Porque Adán y Eva fueron creados, para que por siempre reciban de su
espíritu de paciencia en sus corazones y en sus almas vivientes y así se
acostumbren a esperar en su Dios y a los dones sobrenaturales de su
Espíritu Santo, para hacer milagros, maravillas y prodigios en sus vidas,
con sólo la invocación de su Hijo amado, Jesucristo. En realidad, para que
los dones sobrenaturales del Espíritu de Dios se manifiesten en la vida del
hombre, entonces tiene que tener su corazón y su espíritu humano paciencia
y sólo así se verán milagros, maravillas y prodigios, en los cielos y en la
tierra, para bien de su vida y la de sus descendientes, también, por
doquier.

Y toda esta gran obra celestial e infinita en el corazón del hombre,
realmente toma mucho del espíritu de paciencia de nuestro Padre Celestial,
para que llegue a su vida día y noche y por siempre en su nueva vida
celestial de Dios y de su Jesucristo, en toda la tierra. Además, éste
espíritu de la paciencia divina de Dios sólo puede llegar a nuestras vidas,
si tan sólo le somos fieles a él, en la vida y en el nombre sagrado de su
Hijo amado, el Señor Jesucristo. Porque sólo en "la invocación" del Señor
Jesucristo es que verdaderamente "se abre el corazón" de Dios y de las
ventanas del reino de los cielos, para que sus muchas bendiciones vengan a
nosotros, una tras la otra y sin cesar en nuestras vidas terrenales y en
nuestras nuevas vidas infinitas, en el nuevo reino de los cielos, por
ejemplo.

De otra manera, no podremos jamás tener paciencia para hacer las cosas de
Dios que nos ha mandado a cumplir, en nuestras vidas en la tierra, ni menos
en el más allá, en nuestro nuevo lugar eterno, en el reino de los cielos,
por ejemplo. Es por eso, que nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra ha
enseñarnos y, a la vez, ha entregarnos mucho de su espíritu de paciencia
celestial, de parte de nuestro Padre Celestial, para entonces nosotros
mismos poder recibir de su Espíritu Santo y de sus grandes bendiciones
sobrenaturales.

Bendiciones de sus dones sobrenaturales, de los cuales nos ayudaran a
crecer día y noche y por siempre, en nuestros corazones y en nuestros
espíritus humanos, en todas las cosas de las cuales nos ha llamado desde
las tinieblas, para que entremos en su luz de vida y de salud divina, de su
nueva vida infinita, en el cielo. Es decir, de su nueva vida infinita, en
donde sólo la paz, el amor y la felicidad celestial moran, como en su nuevo
reino celestial, La Gran Jerusalén Santa e Infinita, por ejemplo, de su
gran rey Mesías, ¡el Señor Jesucristo!

Pues entonces así como nuestro Padre Celestial ha sido paciente para con
cada uno de nosotros, que cuando estábamos hundidos en nuestros delitos y
pecados, por haber transgredido a su Ley Santa, entonces espero
pacientemente por cada uno de nosotros que nos arrepintamos de nuestros
pecados, para entonces no morir sino sólo ver la vida. Es decir,
arrepentirnos de nuestros pecados eternamente y para siempre, sólo posible
en nosotros: Al recibir en nuestros corazones a su Hijo amado y a su gran
obra sobrenatural, la cual lleva acabo sobre la cima de la roca eterna, en
las afueras de Jerusalén, para bien de Israel y de la humanidad entera. Y
esto el Señor Jesucristo lo ha alcanzado con su gran espíritu de paciencia
y de amor por cada uno de nosotros, en toda la tierra, comenzando con Adán
y Eva, en el paraíso, por ejemplo, para volvernos a dar vida en abundancia,
hoy y siempre.

Por lo tanto, ha sido éste mismo espíritu de paciencia de Dios y de su
Espíritu Santo que ha venido a cada uno de nosotros, por medio de la vida y
del nombre sagrado del Señor Jesucristo. Porque sólo la vida del Señor
Jesucristo ha cumplido toda la Ley de Dios y le ha puesto fin a nuestras
vidas de pecado, al ponerle fin al poder del pecado, para que entonces y al
instante, sin más demora alguna, darnos vida en abundancia, en esta vida y
en nuestras nuevas vidas celestiales, en su nuevo reino del cielo.

Además, Dios desea que siempre "seamos la luz del mundo", representando su
nombre santo y la vida gloriosa y sumamente honrada de su Hijo amado, en
toda la tierra, para que los ojos de todos los hombres, mujeres, niños y
niñas de la humanidad entera, conozcan su verdad absoluta. Es decir, para
que ellos, en sus millares, de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y
reinos de la tierra, entonces "sólo vean" la luz de Dios y de su gran
sacrificio sobrenatural, en sus corazones y en sus espíritus humanos, hoy
por siempre, en la eternidad, y más no las tinieblas de nuestros males y
pecados mortales, por ejemplo.

Dado que, es la luz de la vida santa de su Árbol de vida, el Señor
Jesucristo, que salva a Adán y a cada uno de sus descendientes, en todos
los lugares de la tierra, para ser perdonados de sus pecados, desde el
momento que creen y por siempre en la eternidad venidera, de su nuevo reino
celestial. Y sólo así entonces puedan cada uno de ellos regresar a su lugar
eterno, en el más allá, en el paraíso y a su nueva vida infinita, en el
nuevo reino de Dios y de su Árbol de vida inmortal, su Hijo amado, ¡el
Señor Jesucristo!

Por ello, toda esta gran obra celestial de Dios y de su Árbol de vida en
Adán y como en cada uno de sus descendientes, en el paraíso o en todos los
lugares de la tierra, requiere de la asistencia de la presencia constante,
del espíritu de su paciencia divina, en la tierra y en el paraíso, también,
para siempre. Porque de otra manera, ninguna de las bendiciones celestiales
de nuestro Dios, si no todas pudiesen jamás llegar a nuestros corazones y a
nuestras vidas, en la tierra y en el paraíso, para siempre. Es por eso, que
el Señor Jesucristo es nuestro único camino de regreso a Dios y nuestras
vidas infinitas del servicio al nombre santo de Dios en el paraíso y en su
nuevo reino celestial, por ejemplo.

Es por eso, también, que cada uno de nosotros necesitamos de Dios y de su
Espíritu Santo día y noche para entonces poder crecer pacientemente, en el
espíritu y en la verdad sobrenatural de su Hijo amado, nuestro salvador
Jesucristo. Y toda ésta paciencia divina y del corazón santo de nuestro
Padre Celestial ya ha de está en nuestros corazones y en nuestros espíritus
humanos, si tan sólo se lo pedimos a Él, en oración y en el nombre sagrado
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, hoy en día y siempre, en la
eternidad venidera, para que se active.

Para entonces poder vencer el mal del enemigo que siempre venga en contra
de nosotros, en donde sea que estemos en toda la tierra, hoy en día y
siempre. Porque nuestro Dios es fiel y muy paciente para con cada uno de
nosotros, de los que le amamos a Él, sólo en su espíritu sobrenatural de
amor y de crecimiento divino de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, ¡el
Santo de Israel y de la humanidad entera! Porque mayor amor que éste Adán
no le pudo manifestar a su Dios en el paraíso y así también ningún hombre
en toda la tierra, si no hace que Jesucristo entre en su corazón y en toda
su vida también para la eternidad venidera, del nuevo reino celestial.

Porque nuestro Dios no ha de conocer ningún otro amor, que el mismo amor de
su Hijo, en su corazón santo, para Adán en el paraíso y para sus
descendientes en todos los rincones de la tierra, eternamente y para
siempre y en la nueva vida infinita, para su nueva humanidad celestial,
también, por ejemplo. Por esta razón, todos necesitamos de Cristo hoy en la
tierra y mañana en nuestra nueva vida celestial, en el paraíso o en La
Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo, que ha esperado ansiosamente
por recibirnos en sus tierras santas para vivir la vida perfecta y
sumamente gloriosa de su Árbol de vida, el Hijo de David, el Cristo.

ES DEBER DEL SIERVO DE DIOS: GANAR A LOS QUE SE PIERDEN PARA LA VIDA ETERNA

Puesto que, el siervo del SEÑOR no debe ser buscapleitos, sino sociable y
sobretodo paciente para con todos, competente para enseñar y sufrido;
corrigiendo con paz a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que
se arrepientan para comprender "la verdad", y escapen de la trampa del
ángel de tinieblas, quien los tiene cautivos a su maldad. En verdad, el que
ha nacido del espíritu de Dios, entonces "ha nacido con los dones
sobrenaturales" de vida y de salud infinita, para su corazón y para su alma
viviente. Y esto es para gozar por siempre, de la nueva vida de Dios y de
su Árbol de vida eterna, en la tierra, en el paraíso y en su Nueva Ciudad
Celestial, La Jerusalén Santa del más allá, del nuevo reino de los cielos.

Por lo tanto, éste corazón del hombre es paciente para con sus hermanos y
para con sus hermanas, en todos los lugares de la tierra y, además, jamás
pierde la paciencia para ayudarles y así glorificar y honrar por siempre:
el nombre sagrado de nuestro Dios y Padre Celestial que está en los cielos.
Porque nuestro Dios nos ha llamado a ser llenos de su espíritu de vida y de
salud eterna, cada momento de nuestros días por la tierra, para hacer
grandes cosas para su nombre sumamente glorioso y eternamente honrado, en
el corazón de todos los ángeles del cielo y de los hombres de buena fe y de
buena voluntad, también.

Para entonces poder ayudar con gran paciencia en sus corazones a muchos que
necesitan día y noche "de la mano poderosa de Dios", para tocar sus vidas y
cambiarlas de manera drástica cada día más y más hacia la perfección
gloriosa y preciosa de la vida santa de su Hijo amado, el Cristo de Israel
y de la humanidad entera. Es por eso, que el hombre para ser amable para
con los demás, entonces tiene que haber nacido de nuevo de su corazón y de
su alma viviente, en la paciencia infinita del espíritu del nombre, de Dios
y de su Jesucristo.

Por tanto, esto es sólo posible con el Espíritu Santo en su vida, para
entonces operar en los poderes sobrenaturales, de los dones de Dios, con
los cuales, el espíritu de paciencia obraría en su vida, para poder hacer
lo que normalmente no podría hacer con su espíritu humano e imperfecto, por
culpa del pecado del enemigo, en su sangre. En realidad, sin la presencia
de los dones de Dios, en el corazón del hombre de fe, entonces no le seria
posible jamás obrar para gloria y para honra de su nombre santo, en la vida
del pecador y de la pecadora, que aun no han llegado a recibir el nombre de
Jesucristo en sus corazones, para cambiar sus vidas. (Por esta razón, el
buscar del SEÑOR y de su Jesucristo, en todo momento de la vida del hombre,
es muy bueno, por cierto, para él y para los suyos, también, hoy y siempre
para la eternidad venidera.)

Es decir, también, para comenzar a cambiar sus vidas paso a paso (o de
golpe) de las tinieblas del enemigo a la luz más brillante que el sol, en
el nuevo nacimiento de la resurrección del Señor Jesucristo, para salud y
para vida eterna, en la tierra y en el cielo, hoy en día y para siempre.
Por ello, para el hombre comenzar a vivir su nueva vida en el Espíritu
Santo de Dios, señor nuestro, desde ahora mismo en al tierra, para entrar
luego en la eternidad venidera, del nuevo más allá de Dios y de su Árbol de
vida eterna, su Hijo amado, tiene que ser fiel y paciente con su Dios y sus
hermanos.

Por cuanto, el que tiene los dones del Espíritu de Dios en su vida,
entonces los milagros, maravillas y prodigios del cielo y de la tierra
comenzaran a manifestarse en su vida para el bien de muchos, ya sean de los
suyos, de sus familias, amigos y hasta de gentes lejanas, también. Porque
los dones del Espíritu de Dios son para todos los que creen en el nombre
bendito de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, en lo profundo de sus
corazones, estén lejos o cerca, para cumplir toda la verdad y toda la
justicia infinita, de la palabra bendita de su Ley, la Ley de Dios y de
Moisés, por ejemplo.

Dado que, esta palabra de la Ley de Dios tiene que ser honrada en el
corazón de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, para
alcanzar aun mayores glorias celestiales del más allá, que ni aun los
ángeles las alcanzado, pero el hombre lo ha de hacer pronto diariamente y
con gran paciencia para su vida eterna. Y es por eso, que el Señor
Jesucristo ha descendido del Padre, para con paciencia de su mismo Espíritu
Viviente y, además, con mucho amor en su corazón y en cada una de sus
palabras, para entonces entregárnosla a nosotros, en nuestros mismos
corazones: cumplida y eternamente honrada, sólo cuando le invocamos,
creyendo en su nombre santo y eternamente maravilloso.

Porque es la fe, del nombre bendito del Señor Jesucristo en nuestros
corazones: "la llave" que verdaderamente desata y, a la vez, pone en
operación permanente cada uno de los dones del Espíritu de Dios, para su
propio bien y para el bien de muchos en su familia y lejos de su familia,
también. Como amistades y personas de todas partes del mundo entero y hasta
del más allá, también, por ejemplo, que ama a su Dios, si fuese necesario
hacerlo así; porque nuestro Dios es Omnipotente y Todopoderoso, es decir,
que no hay nada imposible para Él y para su Hijo amado, en al tierra, ni
menos en el más allá.

Y nuestro Dios obra así "maravillosamente y milagrosamente" con cada uno de
sus hijos e hijas, en todos los lugares de la tierra, día y noche y sin
cesar, para que entonces los que no crean, pues entonces crean a su verdad
infinita, Jesucristo, su única posibilidad infinita para una vida mejor en
la tierra y en el cielo. Es decir, pues si no creen por su palabra,
entonces quizás han de creer por sus buenas obras en los corazones, en las
vidas y en los cuerpos de todos los necesitados, de todos los lugares del
mundo entero, en donde sea que su nombre bendito y eternamente honrado sea
entonces "invocado, honrado y glorificado".

Invocado, honrado y glorificado para satisfacer toda verdad y toda justicia
infinita de su Espíritu Santo y de su Hijo amado, en la tierra y en el
cielo, también, hoy en día y por siempre, en la eternidad venidera. Porque
toda verdad y toda justicia del corazón del hombre, de la mujer, del niño y
de la niña de la humanidad entera, tienen que ser buenas en la tierra y así
también en el cielo, para que entonces puedan tener derecho a la vida
eterna de su Creador y de su único redentor, el Árbol de la vida,
Jesucristo.

Es decir, para que cada uno de ellos entonces entre desde ya a la vida
celestial, como hijo legitimo o como hija legitima de Dios, en el más allá,
en el nuevo reino de los cielos, de Dios y de su Árbol de vida eterna, el
Señor Jesucristo. De otra manera, ningún hombre ni ninguna mujer ha de
poder jamás regresar al paraíso ni menos entrar a la nueva vida infinita,
sólo posible en el Señor Jesucristo, en la tierra y en el nuevo reino de
Dios, como La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del más allá, por ejemplo,
para sus ángeles y para su nueva humanidad celestial.

Ahora, si no han recibido al Señor Jesucristo como su único y suficiente
salvador de sus vidas, por las muchas buenas obras que ha hecho para el
bien de sus vidas y de las suyos, entonces ninguno de ellos podrá jamás ver
la vida eterna, por su incredulidad. En verdad, éste hombre ingenuo o ésta
mujer ingenua habrá caído en la trampa de su enemigo eterno, el ángel de
las tinieblas, para que jamás sean perdonados sus pecados ni así tampoco
pueda ver ni menos conocer a su Dios y Creador de su vida, en la tierra ni
menos en el más allá, para siempre.

Es decir, también, que todo aquel que jamás ha invocado al Señor Jesucristo
con sus labios, creyendo en su corazón para perdón de sus pecados y para
bendición de una nueva vida, en la tierra y en el paraíso, entonces ha de
morir en sus tinieblas para jamás ver ni menos conocer a su Dios y salvador
de su vida. Y esto es sumamente terrible para el corazón del hombre (y de
la mujer también), el cual ha sido creado todopoderoso, aun con mayores
glorias, de los corazones de los ángeles del cielo, para ver y conocer a su
único Dios y Creador de sus vidas eternas, en la tierra y en el paraíso,
también, para la nueva eternidad venidera.

Porque simplemente es totalmente imposible para el pecador o para la
pecadora de toda la tierra llegar a ver y conocer a su Dios y Creador de su
alma eterna, sin jamás haber recibido al Señor Jesucristo, en su corazón.
(Esto es eternamente impensable en el corazón santo de Dios, de su Espíritu
Santo y de sus ángeles del reino de los cielos.) Es por eso, que todo aquel
que muere en las tinieblas de su pecado, entonces ha caído en la trampa
eterna del ángel de la muerte. Es decir, que ha caído en las manos eternas
del ángel de las tinieblas, Lucifer, que ha preparado de antemano en los
labios de la serpiente antigua y en los labios de Eva, para que no sólo
Adán creyese en su maldad sino también sus descendientes eternos, para que
muriesen sin conocer a Jesucristo y a su único Dios Soberano.

DELÉITENSE EN LAS PUEBRAS, PORQUE DIOS LES DA LA VICTORIA

Por eso, mis estimados hermanos y mis estimadas hermanas, ténganlo por sumo
gozo cuando se encuentren en diversas pruebas de su vida cotidiana,
sabiendo siempre en sus corazones que la prueba de su fe produce paciencia,
para bien de sus propias vidas y de los demás, en su entorno y aun hasta
los que estén en lugares muy lejanos, también. Porque la paciencia y la fe
son poderosas en el corazón del hombre o en el corazón de la mujer que ama
a su Dios y a su salvador eterno, el Señor Jesucristo, para bendecir día a
día a muchos en todos los lugares de la tierra y hasta en el paraíso,
también. Porque la bendición de nuestro Dios es buena en la tierra y en el
cielo, también, hoy y por siempre, en la eternidad venidera.

Pero sobre todas las cosas, que la paciencia tenga su obra completa en sus
corazones, en el poder sobrenatural del Espíritu de Dios, para que sean
completos y detallistas en su manera de pensar y de proceder, también, ante
cualquier situación buena o mala, no quedando jamás atrás en nada ni por
ninguna razón. Porque en esto sé gloria su Padre Celestial que está en los
cielos, de que ustedes mismos sean llenos de su Espíritu en sus corazones y
en cada momento de sus vidas, para enfrentar cualquier situación, por muy
pequeña o por muy grande que sea, para que todo sea al fin gloria y honra
al salvador de sus almas vivientes.

Puesto que, esto es lo que Dios desea ver en ustedes, muchas buenas obras,
pequeñas y grandes, para que la vida de su Hijo amado sea engrandecida en
el corazón de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de toda la tierra,
como su único salvador eterno. Y éste salvador único de sus almas eternas
es su Hijo amado, ni más ni menos, en el paraíso y así también, en todos
los lugares de la tierra, para entrar a la nueva vida celestial, en el
nuevo reino de los cielos.

Dado que, sólo el Señor Jesucristo es el Árbol de la vida de Dios y de sus
criaturas celestiales, como ángeles y de sus criaturas terrenales como los
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, por ejemplo, además
de todas las especies de animales del aire, de la tierra y del mar,
también. En verdad, sólo el Señor Jesucristo es la vida de todo en todos,
sean grandes o pequeños en el cielo y en la tierra, también, hoy en día y
como siempre, en la eternidad venidera, en el más allá, en su nuevo reino
celestial, ¡La Gran Jerusalén Eterna e Infinita para sus huestes de ángeles
y su resucitada humanidad celestial!

Por esto, Dios desea que Jesucristo sea en el corazón de todos los hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, así como lo es en el
corazón, de cada ángel, arcángel, serafín, querubín y demás seres santos de
su reino celestial, por ejemplo, para glorificar su nombre en muchas de sus
buenas obras sobrenaturales, en todos ustedes mismos. Porque el espíritu
viviente del Señor Jesucristo les enseñara suprema paciencia, además de sus
muchos dones espirituales de vida, salud y de felicidad infinita, de tener
un corazón sumamente glorioso con los potenciales absolutos, de conocer a
nuestro Padre Celestial y todas sus cosas, en su nuevo reino celestial, hoy
en día y para siempre, en la eternidad venidera.

Es por eso, que gozoso es el corazón del hombre que ha recibido el nombre
glorioso de su gran salvador eterno, para poderles hacer frente a cada una
de todas las artimañas del enemigo. Artimañas eternas del enemigo de su
alma viviente, de las que se hayan levantado en contra de él y de los
suyos, también, porque sabe muy bien su corazón en Cristo Jesús, Señor
nuestro, que sus victorias sobre cada una de ellas ya han sido escritas en
el libro de Dios, en el cielo. Y sólo le falta a él (o a ella) creerlas en
su corazón, para que Dios obre como le gusta obrar en la vida del ángel del
cielo y en la vida del hombre de la tierra, en su espíritu de fe, lleno de
sus muchas y muy ricas bendiciones sobrenaturales y de grandes poderes del
reino celestial.

Por lo tanto, nuestra victoria, cada vez que el enemigo viene en contra de
nosotros, de una manera u otra, ya ha sido escrita en las Escrituras de
nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo, en el reino celestial, para
que se hagan realidad en cada una de nuestras vidas, hoy y siempre, en
nuestras vidas con Jesucristo. Porque la victoria que el Señor Jesucristo
ha alcanzado con el espíritu de su sangre santísima, sobre el altar de
sangre expiatoria y perfecta de Dios, en el cielo y en la tierra, ha sido
para con cada uno de nosotros, en nuestros millares, de todas las razas,
pueblos, tribus, linajes y reinos de la humanidad entera, para "salud
eterna".

Por esta razón, siempre tengan en gran gozo celestial en sus corazones,
cada vez que son atacados por el enemigo, en sus diferentes pruebas de sus
vidas cotidianas para hacerles daño y alejarlos de su fruto de vida eterna,
que sus espíritus humanos son más que vencedores en Cristo Jesús, salvador
nuestro. Porque la victoria sobre cada mal del enemigo en sus corazones y
en sus vidas ya ha sido escrita por la mano de Dios mismo, a favor de cada
uno de ustedes, mis estimados hermanos y mis estimadas hermanas, para
gloria y para honra eterna de la vida perfecta de nuestro único salvador, ¡
el Señor Jesucristo!, en toda la creación.

Es por eso, que con paciencia Dios mismos los ha amado, desde mucho antes
de la fundación del cielo y la tierra, para que en un día, como hoy por
ejemplo, entonces en ustedes también se manifieste cabalmente su espíritu
de paciencia, creyendo siempre en Él, sólo por medio del nombre sagrado de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Porque sin su espíritu de paciencia en
sus corazones y en sus vidas, entonces muchas de las bendiciones infinitas
de sus dones gloriosos no podrán manifestarse a tiempo (o fuera de tiempo),
para que la gran nube de testigos oculares en sus propias vidas pueda ver
la gloria de Dios manifestada en cada uno de ustedes, en el mundo entero.

Por esta razón, siempre sean pacientes con su Dios, así como Él mismo lo ha
sido con ustedes mismos, no llevándolos a juicio inmediatamente por causa
de sus pecados para destruir sus vidas pecadoras, sino todo lo contrario.
Pues con amor eterno se ha manifestado ante ustedes con gran paciencia en
su corazón y en su espíritu santísimo, para que las bendiciones de perdón y
de vida eterna con sus muchas bendiciones del cielo y de la tierra, en su
Jesucristo y en su Espíritu, entonces jamás le falten a ninguno de ustedes
jamás, en toda la tierra.

Porque grande en amor y en paciencia es el corazón de Dios y de nuestro
Señor Jesucristo para darnos mucho más de Él, día y noche, para que ningún
bien de los dones sobrenaturales de su Espíritu y de su sangre santísima
jamás nos falte, en esta vida ni en la venidera, hoy y por siempre en la
eternidad celestial. Es por esta razón, también, que nuestro Dios ha
escrito cada una de sus muchas promesas, para que todo lo que ha dicho con
sus labios, entonces sea verificada con la letra de su Escritura, en
nuestros corazones y con nuestros labios, también: al confesar de sus
muchas grandezas y misericordias infinitas hacia todos nosotros, en su
resucitada humanidad infinita.

LO ESCRITO POR DIOS HA SIDO PARA EL BIEN DE LA HUMANIDAD ENTERA

Pues todo lo que fue escrito primeramente entonces fue escrito para nuestra
enseñanza, de hoy y de siempre, en toda la tierra, a fin de que por la
firmeza y la dirección de las Escrituras tengamos esperanza, en nuestros
corazones y en nuestros espíritus humanos, para una vida mejor e infinita
con nuestro Dios que esta en los cielos. Y todo lo que ha sido escrito en
el libro de Dios, no fue nunca para recordarle a Dios de sus promesas, pues
él mismo las conoce muy bien cada una de ellas en su corazón santísimo y en
su sabiduría perfecta e infinita, sino por otras razones fueron escritas
sus palabras santas y vivas.

En realidad, todo fue escrito de antemano en el cielo, para bien de cada
uno de nosotros, en toda su gran creación, comenzando con Adán y Eva, por
ejemplo, para que nosotros le pidamos a Él, siempre en el nombre sagrado de
su Hijo amado: todas nuestras bendiciones de vida y de salud eterna para
con nosotros, hoy y siempre. Porque las bendiciones de vida y de felicidad
eterna son para con cada uno de nosotros, de parte de nuestro Padre
Celestial y de su Espíritu Santo, por medio de la vida santísima del Señor
Jesucristo, para que ningún bien eterno nos falte en la tierra, en el
cielo ni en la eternidad venidera de su nuevo reino celestial.

Pues grandes son la verdad y la misericordia infinita de nuestro Padre
Celestial hacia cada uno de nosotros, en toda la tierra, por medio de su
Hijo amado, para acordarse por siempre de nosotros, no importando jamás el
tiempo ni la distancia, en el paraíso, en la tierra ni menos en su nueva
vida infinita, de su reino celestial. Porque la verdad es que Dios nos ama
tanto, como a su Hijo amado y cada uno de sus ángeles santos, en el cielo,
ni más ni menos, para salud y para gloria infinita de nuestras mismas
vidas, en la tierra y en el paraíso, también, para la eternidad.

Y esto es algo, que el Espíritu de Dios lo tiene muy claro en su alma
santísima, por lo tanto, nos guarda día y noche para que nadie ni ningún
mal toque "la semejanza y la imagen" gloriosa que llevamos de parte de
nuestro Dios, en nuestros corazones y en nuestras almas eternas en la
tierra, para la eternidad venidera. Porque con gran paciencia Dios nos ha
formado en sus manos santas, para la vida eterna del nuevo más allá. Y con
gran paciencia infinita nos ha amado para que regresemos a Él, por sus
caminos santos, de los cuales el Señor Jesucristo se lo manifestó a sus
apóstoles y discípulos en sus días, asegurándoles de su amor, para con cada
uno de ellos, en sus millares, de todos los hombres, del principio y de
siempre, en la eternidad celestial.

Y entonces les dijo en su día: Sólo yo soy el camino, la verdad y la vida;
por tanto, nadie viene al Padre Celestial si no es por medio de mí,
solamente. Y esta es una Escritura santa, llena de verdad y de poderes
sobrenaturales, que si el corazón del hombre, de la mujer, del niño y de la
niña de toda la tierra, las creyesen en la plenitud de su valor espiritual,
entonces tendrá vida y salud eterna, en la tierra y en el cielo, desde hoy
mismo y para siempre. Y ninguno de los pecados del pasado (o de siempre) ha
de ser recordado jamás, sino que Dios los echara para siempre de su
presencia santa, para no volverlos a ver, como en el fondo de la mar, por
ejemplo: en donde sólo las profundas oscuridades prevalecen eternamente y
para siempre, y ninguna luz volverá a alumbrar sobre ellos.

Y no será así con cada una de las buenas obras de sus siervos y de sus
siervas de toda la tierra, porque permanecerán escritas en el libro del
SEÑOR, como en "el libro de la vida eterna", por ejemplo, en donde sus
nombres jamás han de ser borrados. Sus nombres no han de ser borrados,
porque están escritos con la imborrable sangre del espíritu de la misma
vida eterna, de su gran rey Mesías, el salvador de sus vidas, ¡el Señor
Jesucristo!

Por lo tanto, sus obras son eternas y les seguirán a cada uno de ellos, de
todos los hombres, mujeres, niños y niñas de toda la tierra, aun más allá
de su muerte en el paraíso o en La Nueva Jerusalén Celestial, para que
hablen de ellos delante de Dios y de su Espíritu con mayor claridad que su
lengua. Porque cada una de las obras de sus siervos y de sus siervas fieles
a su Dios y Creador de sus vidas, por medio de su Hijo amado, es para
gozarlas en la tierra y en el reino de los cielos día a día y para siempre,
en la eternidad venidera.

Porque todo lo que es hecho en el nombre de Jesucristo es para siempre,
para el infinito, en el alma del hombre del paraíso y de todos sus
descendientes en toda la tierra, también. Por ello, solamente el Señor
Jesucristo es eternamente y para siempre, el Santo de Israel y de la
humanidad entera, en el cielo y por toda la tierra, también, hoy en día y
para siempre, en el más allá, en el nuevo reino de los cielos, para gloria
de Dios y para el bien eterno de su nueva humanidad celestial.

Es por eso, que Dios ha escrito todo lo que ha escrito con su dedo santo,
como escribió su Ley Eterna, por ejemplo, para dársela a Moisés y a la
humanidad entera, como hoy en día se la ve en toda la tierra, para
enseñanza de sus corazones y de sus espíritus eternos, para gloria infinita
de su Creador. Y así no se olviden jamás de sus buenas y grandiosas obras,
para con cada uno de ellos, en todos los rincones de la tierra, de todas
las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos del mundo entero,
por ejemplo.

Con el fin de que cumplan por siempre con todo su amor de sus corazones en
sus vidas por la tierra y en el cielo también, como en el paraíso o como en
La Nueva Jerusalén Eterna e Infinita, sólo para su Dios y Creador de sus
vidas, ¡el Todopoderoso! Por eso, todo lo bueno de Dios es del hombre de
buena voluntad, lleno del espíritu de fe y de su paciencia celestial, en su
corazón y en toda su alma viviente, para que por siempre guste de sus
buenas palabras de vida y de salud eterna, en su alma infinita, en la
tierra y en el paraíso, para siempre.

SI SOMOS PACIENTES CON NUESTRO DIOS, ÉL NOS RECOMPENSARA

Por esta razón, si realmente esperamos pacientemente por lo que no vemos
día y noche y en cada momento de nuestras vidas, entonces Dios no nos va a
defraudar jamás, sino que nos concederá la petición de nuestros corazones,
porque hemos creído en su palabra y hemos esperado por su respuesta en su
Cristo, con gran perseverancia en nuestros corazones. Porque grande es el
amor de nuestro Dios, para con cada uno de nosotros, de los que esperamos
por siempre en su palabra y en el nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor
Jesucristo, viviendo en nuestros corazones, para gloria y para honra
infinita de su corazón santo, en el cielo y en la tierra, para siempre.

En vista de que, para nuestro Dios no hay mayor gloria que ver al hombre (o
a la mujer) que pacientemente espera por Él, en el nombre de su Jesucristo,
para que cada una de sus mentas (o deseos) de su corazón se cumplan en su
vida y hasta en la vida, de cada uno de los suyos, también. Porque nuestro
Dios es el único y suficiente proveedor de todos los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera; es más, sin nuestro Señor Jesucristo
entonces Dios no nos pudiese bendecir día y noche, como siempre lo ha
deseado hacer así, a través de los tiempos y hasta nuestros días, por
ejemplo.

Visto que, Dios nos desea ver a cada uno de nosotros bendecidos por siempre
con los poderosos dones, del espíritu de la sangre bendita, de su Árbol de
vida eterna y de los de su Espíritu Santo, obrando por siempre en nuestros
corazones, para bien de nuestras vidas y de los demás, también, en todos
los lugares de la tierra. Porque lo que Dios le ha entregado a un hombre,
ya sea la vida como Adán en el paraíso o su Ley Bendita, como a Moisés
sobre el Sinaí, etc., ha sido para el bien de todos, en toda la tierra.

En verdad, Dios jamás ha defraudado a ningún hombre ni a ninguna mujer,
como a Adán y a Eva, en el paraíso, por ejemplo, sino que ellos mismos se
defraudaron a sí mismos, por no obedecer a su palabra y a su llamado a
obedecerle a él y a su Hijo amado, su fruto de vida eterna, Jesucristo. Es
decir, que todo lo malo les sucedió, en el cielo, fue por no esperar en el
fruto del Señor Jesucristo que llegase a sus vidas y así comiesen y
bebiesen de él, para que no vuelvan a tener hambre ni sed sus almas
eternas, en el cielo ni en ningún otro lugar de toda la creación de Dios.

Pero como no esperaron con paciencia en sus corazones y en sus espíritus
humanos, a su salvador eterno de sus vidas en el paraíso, entonces optaron
por desobedecer, sin saber realmente que era lo que estaban haciendo con
sus vidas (y la de los suyos), al gustar y comer del árbol de la ciencia,
del bien y del mal. Pues así es el hombre de hoy y de siempre, en toda la
tierra, porque opta siempre por comer del fruto del mal, en vez, de comer
del fruto de vida y del bien eterno para su corazón y para su alma
viviente, el Señor Jesucristo, al sólo creer en la palabra de su Dios y
Creador de su vida.

Es decir, que en vez del hombre invocar el nombre de Jesucristo con sus
labios, creyendo en su corazón en su verdad y en su justicia infinita, para
que nuevos días de paz, como los días de vida eterna del cielo, lleguen a
su vida y a la vida de los suyos, también, entonces escoge el mal de
siempre. En otras palabras, vuelve el hombre a cometer una y otra vez, el
mismo error que Adán y Eva cometieron, por ejemplo, en el paraíso: al
gustar del fruto prohibido, para su corazón y para su alma eterna del árbol
de la ciencia, del bien y del mal. Y esto es inaceptable para nuestro Dios
y Creador de nuestras vidas, el Todopoderoso de Israel y de la humanidad
entera. Es más, éste terrible mal jamás se lo aceptado Dios a ninguno de
sus ángeles caídos ni a ningún hombre del paraíso, como Adán, por ejemplo.

Por lo tanto, Dios no desea ver al hombre como Adán o como Eva, por
ejemplo, impacientes en sus corazones, por comer del fruto de algún árbol
extraño, como estatuas, que no sea del Árbol de la vida, Jesucristo, porque
esto es un error terrible de gran maldición en sus vidas, en la tierra y en
el paraíso, también. Porque realmente esto es un error terrible para el
corazón y para la vida eterna del hombre y de la mujer, en la tierra y para
su nueva vida infinita, todo lo que sea él, en el más allá, como en el
infierno o como en el lago de fuego. Porque al cielo o al paraíso no
regresara jamás ninguno de ellos, con frutos extraños de imágenes,
estatuas, cuadros, ídolos etc., en su corazón y en todo su ser.

Además, Dios no desea ver este mal terrible para ninguno de sus hijos y de
sus hijas, como Adán y Eva, por ejemplo, en todos los lugares de la tierra,
sino todo lo contrario. Más bien, Dios desea que cada uno de ellos sea
paciente en su corazón para con su Dios y para con su Hijo amado, el Señor
Jesucristo y así espere por su perdón y por sus muchas y ricas bendiciones
de salud y de vida eterna, que vienen con el perdón de su Dios y de su
salvador eterno, Jesucristo.

Y así entonces coma y beba también con paciencia de su fruto de vida
eterna, el Señor Jesucristo, su único Verbo de vida y de salud infinita
para todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, en el paraíso
y en todos los lugares de la tierra, de hoy en día y por siempre, en la
eternidad venidera. Porque nuestro Padre Celestial no permitirá jamás otro
fruto extraño o prohibido que entré en su nueva vida celestial de su Nueva
Jerusalén Santa e Infinita del más allá, para sus hijos e hijas, obedientes
a su palabra, a su nombre y a su Jesucristo sobre todas las cosas, en la
tierra y en el cielo, para siempre.

TENEMOS TESTIGOS ETERNOS, DE QUE SOMOS LINAJE DE LA PACIENCIA DE DIOS Y DE
SU JESUCRISTO

Por eso, nosotros que hemos formado una nube inmensa de testigos videntes,
que nos han conocido desde los días que no teníamos a Cristo en nuestras
vidas y hasta el día que "comenzamos a vivir" por amor a su nombre y a su
gran obra sobrenatural, la cual vivió y murió por nosotros, para luego
resucitar en el Tercer Día. Y sólo así entonces Dios poder perdonar
nuestros pecados: porque nuestros pecados han sido muertos con el ángel de
la muerte en nuestras vidas pecadoras y en el más allá, también, como en el
infierno o el lago de fuego eterno, la segunda muerte del alma pecadora del
hombre de toda la tierra del ayer y de siempre, por ejemplo.

Porque esta es la obra redentora de la humanidad entera, la cual lleva
acabo sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de Jerusalén, nuestro
Jesucristo, y hoy vive en nuestros corazones, entonces despojemos de la
muerte del pecado, en un instante de oración y de fe, en su nombre sagrado,
para vivir sólo para la vida verdadera. (Porque la vida que hoy por hoy
cada uno de nosotros vive, desde el día que Adán descendió del paraíso, con
las palabras de mentira de Lucifer y con el gusto del fruto prohibido en su
boca, entonces nosotros hemos vivido la vida de la mentira y de la muerte.)
Es decir, que la vida que llevamos hoy en nuestros corazones, en nuestro
conocer, en nuestro sentir, en nuestros gustos de las cosa, como humanos
que somos, no es la vida del Árbol de vida, de Jesucristo ni de Dios, sino
del Árbol de la ciencia del bien y del mal, del mal de la mentira y de la
muerte.

Porque sólo para esto nuestro Dios nos ha creado, para vivir su misma vida
santa, en el paraíso y en su nuevo reino celestial; y hoy en día, nos
encontramos viviendo en la tierra, por la maldad de Lucifer y por el error
de Eva, por haberle creído a su palabra mentirosa, de comer del árbol
prohibido, por ejemplo. Y éste mal del pecado es el que nos arrastra
siempre día y noche para hacernos daño, delante de Dios y de su Árbol de
vida, pues entonces corramos con firmeza y con confianza en nuestros
corazones: la carrera que tenemos por delante, la cual es el camino de
regreso al paraíso, por medio de nuestra fe, centrada en Jesucristo.

Porque sólo en la paciencia de Dios podemos vencer realmente día a día el
mal del pecado en nuestras vidas; ya que nosotros mismos somos hijos de su
paciencia y de la pasión del Señor Jesucristo, hacia cada uno de nosotros,
en el cielo, en la tierra y de nuevo de regreso, al nuevo reino celestial
del más allá. Y esto es verdad en cada uno de nosotros, comenzando con
Adán, por ejemplo, de la misma manera que cuando nuestro Dios nos toma del
fango de la tierra, para comenzar a moldearnos en su imagen y conforme a su
semejanza santa, con gran paciencia en su corazón, sabiendo aun que
seriamos pecadores al fin.

En verdad, somos hijos del espíritu de la paciencia de Dios, por amor a su
Hijo amado, el Señor Jesucristo en nuestras vidas terrenales y celestiales,
también, en el paraíso y en el reino de los cielos. Para que en un día como
hoy, por ejemplo, nos arrepintamos de nuestros males eternos, y entonces
vivamos para él y más no para las profundas tinieblas de Lucifer y de su
mundo de los muertos, en el más allá, el cual es el infierno violento y
eternamente tormentoso, para nuestros corazones y para nuestras almas
eternas, también.

Es decir, que nuestro Dios nos ha comenzado a llamar en su espíritu de
paciencia, desde mucho antes que nos formase con sus manos, para que seamos
hijos eternos del espíritu de su paciencia y de la pasión infinita de
nuestro Señor Jesucristo, nuestro único posible redentor de nuestras vidas,
en la tierra y en el paraíso, para siempre. Porque nuestro Dios nos desea
ver siempre pacientes y en paz ante Él, esperando por Él, a pesar del peso
del mal, para que sus dones operen en nuestros corazones y en nuestras
vidas, para producir cada día más gloria y más honra para su nombre y aun
mayores glorias y honras que la de sus ángeles del reino celestial.

Porque para esto Dios nos ha entregado los dones sobrenaturales de su
Espíritu, mucho antes que formase los cielos y la tierra, y mucho antes que
formase toda vida humana, también, con el fin de que vivamos por siempre
por Él, perennemente confiando en sus dones sobrenaturales de su Espíritu,
para gloria y para honra infinita de su nombre. Por esta razón, el siervo y
la sierva de Dios no deben de ser querellantes ni polémicos con nadie ni
menos con su Dios y Creador de su vida, que está en los cielos, sino apto
siempre para obedecer al espíritu vivo de su nombre glorioso, el nombre de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Pues así podrán corregir con mansedumbre los que se desvían por el camino
del mal y de la mentira, por si quizás les conceda nuestro Dios mismo a que
se arrepientan de sus malas pasos y malas acciones en contra de ellos
mismos y de sus prójimos, como quererles destruir sus vidas para robarles
sus pertenencias, por ejemplo. Y Dios perdonara todo pecado; es más, Dios
perdonara a todo pecador, con el fin de que comprenda la verdad y la
justicia verdadera que ha caído en su vida, de una manera u otra, y está en
él (o en ella) la maldición constante del fruto prohibido de Adán, por no
conocer a su redentor del paraíso, a Jesucristo.

De hecho, esto es el mal eterno de la condena de muerte infinita del
infierno, por ejemplo, porque no conocen la verdad de nuestro Dios ni menos
la justicia infinita de la paciencia de su Hijo amado, el salvador de sus
vidas, el Señor Jesucristo. Por eso, Dios mismo llevara a juicio eterno a
su Tribunal Celestial a todo pecador y a toda pecadora de toda la tierra
que no le ame a Él, en el espíritu de la vida santa y sumamente honrada de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Porque, además, es que realmente cada uno de ellos es eternamente
responsable ante el Tribunal de Dios y de su Jesucristo, de cada una de sus
palabras y de cada una de sus acciones personales hacia los demás,
cualquiera que sean todas ellas, en la tierra y en el paraíso, también, hoy
en día y por siempre, en la eternidad. Porque libros han sido escritos día
y noche por el Espíritu de Dios y por los ángeles del cielo, también,
grabando en todo momento cada palabra y cada acción de todo hombre y mujer
de la humanidad entera, para su justo juicio final en la tierra y en el más
allá, también.

Para que en su día final entonces dé cuenta ante Dios, por cada uno de sus
pensamientos, por cada una de sus palabras y por cada una de sus obras,
sean buenas o malas, en el paraíso y en la tierra. Pues de todas ellas han
de dar cuentas ante el Tribunal Supremo y Juicio Final de todas las cosas
ante Dios, en el mismo lugar de su creación y de su vida eterna, en la
tierra santa del paraíso y del reino de los cielos, también, por ejemplo.

Porque el pecado del hombre ha de ser juzgado, en el mismo lugar en donde
empezó, en el corazón de Eva primero y luego en el corazón de Adán y de
cada uno de sus descendientes, como tú y yo, hoy en día, en la tierra, por
ejemplo, mi estimado hermano y mi estimada hermana, si no vivimos por
Cristo. Y el que fuese hallado sin Cristo en su corazón ni con su nombre
personal escrito en "el libro de la vida" en el paraíso, entonces no tendrá
más perdón de Dios, por sus malas acciones de su vida por la tierra, por lo
tanto, su fin ha de ser el lago de fuego.

Su segunda muerte final, en donde el azufre es abundante y eternamente
violento, y en donde el gusano jamás se cansa de morder y de comer pedazo a
pedazo del corazón y del alma rebelde a Dios y a su Ley Viviente, en la
tierra y en el cielo, hoy y para siempre, en la eternidad venidera. Y como
Dios jamás ha deseado este terrible mal para ningún hombre, mujer, niño o
niña de toda su creación, en el paraíso ni en toda la tierra de nuestros
días, entonces ha sido paciente para con cada uno de nosotros, dándonos de
su amor día y noche y, a la vez, cuidándonos y hasta mimándonos con su
Espíritu Santo.

Es decir, regalándonos: milagros, maravillas y muy ricas bendiciones de
sanidades y de muchas cosas más de la vida santa del más allá, con los
poderes sobrenaturales de los dones de su Espíritu Santo, para que vivan y
jamás vean el mal de la muerte en la tierra, ni menos en el más allá, como
en el infierno. Para que entonces se arrepientan de sus malas palabras y
de sus acciones en contra de toda vida, y sólo así puedan en su momento
recibir a su Dios y Creador de sus vidas en el espíritu vivo, de su
paciencia infinita hacia ellos, con sólo invocar el nombre sagrado de su
Hijo, el salvador del mundo, ¡el Señor Jesucristo!

Por esta razón, Dios ha deseado siempre que ninguno de sus siervos y
siervas sea contencioso en contra de nadie ni por ninguna razón, también,
sino por lo contrario: siempre amable en los poderes sobrenaturales, de los
dones de su Espíritu Santo, para bendecir su vida e enriquecerla para su
Dios y para su Hijo amado, el Señor Jesucristo. Para que entonces su alma
viva para su Dios y para su gran obra infinita, sólo posible en la vida
eterna y sumamente honrada de su Hijo amado, el Santo de Israel y de la
humanidad entera, ¡el Señor Jesucristo!

Pues para esto nuestro Dios ha trabajado desde siempre, desde los primeros
días de la antigüedad y hasta nuestros tiempos, por ejemplo, para que cada
uno de sus hijos e hijas, como todos los hombres, mujeres, niños y niñas de
toda la tierra, entonces sobrevivan sus males eternos, pero con su amor y
la pasión infinita de Jesucristo. Y así ninguno de ellos caiga en la trampa
del espíritu de error y de las malas acciones de Lucifer y de sus palabras,
llenas de mentira y de muertes eternas, como cayeron en su día Adán y Eva,
por ejemplo, en el paraíso, sino todo lo contrario.

Y esto es, que cada uno de ellos crea eternamente a su verdad y a su
justicia infinita, la de su Hijo, Jesucristo, para que vea su salud y su
vida eterna, desde ya, en sus días de vida por la tierra y hasta que entre
de lleno en su ultimo día a su nuevo lugar celestial, en el cielo. Por todo
ello, mis estimados hermanos y mis estimadas hermanas tengan por siempre
por su gozo infinito de sus corazones, cuando se encuentren ante la
presencia del enemigo que se acerca a ustedes con grandes maldades y
trampas eternas, de las profundas tinieblas de Lucifer y de sus ángeles
caídos, para hacerlos tropezar y así caigan en su mal eterno.

Pero Todopoderoso es nuestro Creador y las multifunciones de los poderes
sobrenaturales de sus dones celestiales, para salvaguardarlos de cada una
de las artimañas de nuestro enemigo eterno, por muy pequeñas o grandes que
sean todas ellas en contra de cada uno de nosotros, en la tierra y hasta en
el más allá, también. Realmente, Jesucristo ya las venció cada una de ellas
con su misma sangre santísima en su vida y sobre la cruz de los árboles
secos y sin vida de Adán y Eva, sobre la cima de la roca eterna, en las
afueras de Jerusalén, en Israel, por ejemplo, para que ningún mal jamás
triunfe eternamente en sus vidas.

Por esta razón, sean por siempre pacientes ante su Padre Celestial que está
en los cielos y que lo ve todo desde su trono, para enviar a tiempo su
ayuda hacia cada uno de ustedes en la tierra, con los poderes
sobrenaturales, de los dones de su Espíritu y las huestes poderosas en
batalla, de sus ángeles celestiales, por ejemplo. Es decir, que nuestro
Dios tiene toda clase de bendiciones y de ayudas sobrenaturales, para
defenderlos de los males del pecado, de Lucifer y del espíritu de error, en
la gente de mentira y de gran maldad infinita, y hasta también les ha de
salvaguardar de los poderes del infierno, el mundo de los muertos eternos,
el lago de fuego.

Es por eso, que es muy bueno que sus corazones esperen por su Dios, siempre
confiando en sus poderes y autoridades de gran poder de su Espíritu y de su
nombre glorioso, de gran amor y de salvación eterna, su Hijo, ¡el Señor
Jesucristo!, en sus corazones y en sus vidas de siempre, en la tierra y en
el paraíso. Sabiendo siempre en sus corazones que la prueba de su fe,
realmente, ha de producir paciencia en abundancia en su día y en su
momento, sin más demora alguna.

Porque ciertamente saben en sus espíritus humanos (y lo sienten así), de
que tienen un Dios Grande en batalla, y que jamás ha sido derrotado por la
gente de mentira ni por sus dioses de gran maldad del más allá, como
Lucifer y como sus huestes de las profundas tinieblas, del mundo de los
muertos, el infierno, por ejemplo. Es por eso, que con la paciencia del
Espíritu y de sus dones sobrenaturales obrando en cada momento de sus
vidas, por medio de sus corazones, en sus alabanzas, ruegos, suplicas,
intercesiones a Dios, por ustedes mismos o por los suyos, en el nombre de
Jesucristo, entonces Dios ha de responderles, aunque no se den cuenta de
nada, al momento.

En verdad, Dios mismo ha de obrar maravillas, milagros y grandes prodigios
en los cielos y en la tierra, para bendecir sus vidas a tiempo (y fuera de
tiempo), en nuestra virtud cristiana, para gloria y para honra infinita de
su nombre y de su gran redentor de sus almas eternas, su Árbol de vida, su
Hijo, ¡el Señor Jesucristo! Porque mayor gloria para el corazón de Dios,
como para el corazón de su Espíritu Santo y de sus ángeles, como los
corazones de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, también, no hay otra igual que no sea único salvador eterno, el
Hijo de David, el Cristo ¡el Señor Jesucristo!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo es
contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en el nombre del
Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras almas te adoran,
Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra
santa y sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para siempre,
Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo a la verdad
de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la
omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta
del Padre Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en
tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que el
fin de todos los males de los ídolos termine, cuando llegues al fin de tus
días. Pero esto no es verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te
seguirán atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios. En verdad, el
fin de todos estos males está aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el
Señor Jesucristo. Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe
en Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales
en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos también, en la eternidad
del reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada hermana, has
sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada palabra, cada oración,
cada tilde, cada categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor,
cada dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas bendiciones de la
tierra, del día de hoy y de la tierra santa del más allá, también, en el
reino de Dios y de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso
de Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu corazón,
para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la tierra y en el
cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde los días de la
antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que
esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de
la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy
Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre
los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman
y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios, porque
Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis
días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para
Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu
hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los cielos, la
tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día.
Por eso Jehová bendijo el día del sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se
prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la
mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna que sea de tu prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos estos males
en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos, también.
Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de Dios, en la
vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres
de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así, en ésta
hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos, también. Y tú tienes el
poder, para ayudarlos a ser libres de todos estos males, de los cuales han
llegado a ellos, desde los días de la antigüedad, para seguir destruyendo
sus vidas, en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos males
en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada
nación y en cada una de sus muchas familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor Jesucristo.
Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos juntos la siguiente
oración de Jesucristo delante de la presencia santa del Padre Celestial,
nuestro Dios y salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de tu
nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu reino, sea
hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan
nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos
los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre Celestial
también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y la
VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS
TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y su
MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer día
por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu vida y sea
tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL SEÑOR
SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un pecador y
necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y
ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo
a venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de una nueva
maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios, orando
todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El ESPÍRITU
SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en un Templo
donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros cristianos que
los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de Jesús te recomienden
leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su palabra sagrada, la
Biblia. Libros cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio, entonces visita a
las librerías cristianas con frecuencia, para ver que clase de libros están
a tu disposición, para que te ayuden a estudiar y entender las verdades de
Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que te
goces en la verdad del Padre Celestial y de su Hijo amado y así comiences a
crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de Jerusalén
día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es la tierra,
desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la tierra: todas
nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y nos
dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos los que te aman.
Haya paz dentro de tus murallas y tranquilidad en tus palacios, Jerusalén".
Por causa de mis hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti,
siempre Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en el
cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de Dios a
toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que respira,
alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de
toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo corazón, con su
voz tiene que rendirle el hombre: gloria y loor al nombre santo de Dios, en
la tierra y en las alturas, como antes y como siempre, por la eternidad.

http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?playertype=wm%20%
20///


http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx


http://radioalerta.com

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