"IVAN VALAREZO" <
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> Sábado, 17 de febrero, año 2007 de Nuestro Salvador
> Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica
>
>
> (Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)
>
>
> EN TRANQUILIDAD ALABAMOS A NUESTRO DIOS
>
> Ciertamente en la perfecta tranquilidad de nuestros corazones
> y de nuestros espíritus humanos hemos de llegar a ver y a
> conocer a nuestro Padre Celestial que está en los cielos.
> Porque el mismo Señor Jesucristo nos guiara más allá del
> cielo, como del reino de los ángeles, por ejemplo, para
> encontrarnos con nuestro Padre Celestial, para conocernos y
> para abrazarnos como Padre a hijos e hijas, en la tierra más
> sagrada del cielo.
>
> Y en éste día, Dios mismo nos espera ver con gran ansiedad de
> su corazón sagrado y todos nosotros llenos de su Espíritu
> Santo para jamás volvernos a separar por culpa del pecado, en
> la eternidad venidera. Porque tanto como nuestro Padre
> Celestial y cada uno de nosotros, en nuestros millares,
> descendientes de Adán, somos para la paz y la tranquilidad de
> la eternidad venidera, para gozarnos juntos por siempre de la
> llenura de la felicidad y del amor sobrenatural del Espíritu
> Santo y del Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!
>
> Y hasta aquellos días gloriosos largos y eternos del nuevo
> reino de Dios, entonces tenemos que vivir y amar a nuestro
> Padre Celestial, sólo por medio de su Hijo amado, el Señor
> Jesucristo. Porque es éste amor sobrenatural de Padre a Hijo
> es el que realmente nos ha de unir, hoy en día, como en los
> días de la eternidad venidera, pero con mayor fuerza
> sobrenatural que antes, por los poderes del Espíritu de Dios,
> en el paraíso y en el reino de los cielos alabar y honrar a
> nuestro Dios Eterno. Por eso, mi estimado hermano y mi
> estimada hermana ama a Dios en toda la tierra, sólo por el
> amor sobrenatural de su fruto de vida eterna, su Hijo amado y
> único salvador de tu vida, ¡el Señor Jesucristo!
>
> Trata, pues, de llevarte bien con tu Padre Celestial que está
> en su trono santo, a pesar de tu manera de vivir, cualquiera
> que sea ella, en estos días de tu vida por la tierra, porque
> esto te traerá mucho bien a tu corazón día y noche y hasta la
> eternidad venidera del nuevo reino de Dios y de su
> Jesucristo. Por lo tanto, reconcíliate con Él, lo más pronto
> posible, como hoy mismo, por ejemplo, y por ello te vendrá
> prosperidad, desde lo muy alto del cielo, desde su mismo
> trono celestial, como desde su Árbol de vida eterna, su Hijo
> amado, ¡el Señor Jesucristo!
>
> Ya que, Dios sólo puede bendecir al hombre de la creación de
> sus manos santos, por medio de su Árbol de vida, su
> Jesucristo de la antigüedad y de toda la vida, también. Por
> lo tanto, hoy en día, Dios desea bendecirte, como desde mucho
> antes que te liberase de las profundas tinieblas de la
> tierra, cuando la sustancia de todo tu ser, sólo era lado y
> tierra, en sus manos muy santas y gloriosas, por cierto, para
> darte vida y en abundancia en Él y en su Hijo Santo, el Señor
> Jesucristo.
>
> Y de estas bendiciones que nuestro Padre Celestial desea
> llenar tu vida, son de las mismas bendiciones de vida y de
> salud de su Árbol de vida eterna, su Hijo amado, el Señor
> Jesucristo, de las cuales sus ángeles santos gozan día y
> noche de cada una de ellas, desde la antigüedad y hasta
> nuestros días, también, por ejemplo. Porque los ángeles del
> cielo sólo han conocido en sus corazones: la paz y la
> tranquilidad perfecta de amar, honrar y de exaltar el nombre
> de su Dios, sólo por medio de su fruto de vida eterna, su
> Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
>
> (Y si alguno de los ángeles se parara delante de ti, hoy en
> día, por ejemplo, entonces te hablaría sólo del Señor
> Jesucristo día y noche e incansablemente. Porque eso es todo
> lo que los ángeles saben de sus vidas, en el reino de los
> cielos. Y, además, los ángeles le conocen como a su propio
> corazón, como a su propia vida, desde el día de su creación y
> hasta nuestros días, en el cielo y en todo el firmamento más
> profundo y remoto para nuestros ojos, como en el más allá de
> todas las cosas de Dios y de su Espíritu Santo, por ejemplo.)
>
> Entonces no esperes más y has que la tranquilidad de Dios y
> la alabanza del espíritu de su Árbol de vida sea solo paz y
> alabanza para tu corazón, para que entonces así comiences ya
> a crecer en su Espíritu de vida y de salud eterna, ¡el
> Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera! Porque sólo
> el Señor Jesucristo es la paz, la tranquilidad y la alabanza
> perfecta de tu corazón y de toda tu vida ante Dios, en el
> paraíso y en la tierra de en hoy y de siempre, a la vez.
>
> Y nada, por más sublime que sea ante tus ojos y los ojos de
> aquellos que habitan en las bóvedas celestiales, como los
> ángeles, por ejemplo, no podrá jamás superar la paz, la
> tranquilidad y la gloria de alabar a tu Dios, como sólo el
> Señor Jesucristo lo puede hacer, desde la antigüedad y por
> siempre en la eternidad celestial, también. Entonces todo
> hombre, mujer, niño y niña, ha sido formado en la imagen y
> conforme la semejanza divina, para que crezca como Él y como
> su Hijo, el Señor Jesucristo, en la tierra y en el paraíso
> también, para honrar en paz y en tranquilidad perfecta de su
> corazón y de su alma viviente a su Creador, eternamente y
> para siempre.
>
> Ahora, si hemos sido creados para la gloria y para la honra
> eterna de su nombre santo, entonces tenemos que ser como Él,
> en vida, en amor y en santidad perfecta e infinita, desde hoy
> mismo y para siempre, sólo en los poderes sobrenaturales de
> su espíritu de vida y de justicia celestial, su Hijo amado,
> el Señor Jesucristo. Y es precisamente por estas razones
> sobrenaturales, que nuestro Padre Celestial nos ha creado a
> cada uno de todos nosotros, en nuestros millares, de todas
> las razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra,
> comenzando con Adán en el paraíso, por ejemplo.
>
> En vista de que, para nosotros verdaderamente amar, alabar,
> honrar y exaltar a nuestro Dios, en la paz y en la
> tranquilidad infinita de su alabanza perfecta, su Hijo amado,
> entonces se necesita millares de ángeles y (millares) de
> hombres, mujeres, niños y niñas, también, como nosotros
> mismos, hoy en día, en toda la tierra, por ejemplo. Y sólo
> así entonces hemos de alcanzar paz, glorias, santidades,
> honras y tranquilidades celestiales de nuestros espíritus
> humanos, jamás alcanzadas por los corazones de los ángeles ni
> de los hombres de toda la tierra, como tú y yo hoy en día, mi
> estimado hermano y mi estimada hermana, desde la antigüedad y
> hasta nuestros días, también, por ejemplo.
>
> Es por eso, que el Señor Jesucristo ha sido la unión perfecta
> para el corazón de todo hombre, mujer, niño y niña de la
> humanidad entera, comenzado con Adán, en el paraíso, por
> ejemplo, delante de Dios y de sus huestes angelicales, en el
> reino de los cielos y en toda la tierra, de nuestros días,
> también. Porque de otra manera, jamás podremos estar bien con
> Él y con su Espíritu Santo, en el paraíso o en la tierra, de
> nuestros días, ni menos en su nuevo reino celestial, a no ser
> que verdaderamente nos transformemos en su imagen y conforme
> a su semejanza perfecta, por medio de los poderes
> sobrenaturales de su Árbol de vida eterna.
>
> Puesto que, fue por esta razón, que Dios mismo llama a Adán a
> comer de su fruto de vida, de su Hijo amado, el Señor
> Jesucristo, para que él sea como Él mismo, en espíritu y en
> verdad infinita, en el paraíso y en toda su creación
> celestial, también, eternamente y para siempre. Porque la
> verdad es que Dios no desea ver a nadie más, en su vida santa
> del reino de reino, que no sea su Árbol de vida, su Hijo
> amado, el Señor Jesucristo; es más, es por eso, que cada uno
> de los ángeles del cielo es como el mismo Señor Jesucristo,
> delante de Él y de su Espíritu santo.
>
> Y aunque los ángeles realmente jamás podrían ser como el
> Señor Jesucristo, pero aun así lo intentan delante de Dios y
> de su Espíritu Santo, para agradar a sus corazones y a sus
> almas santas, en toda la gloria infinita del reino celestial.
> Es por eso, que nosotros estamos llamados por Dios mismo,
> desde el día que nos crea en sus manos santas, ha ser tal
> como Él es, en el espíritu y en la vida santísima, en la
> imagen y en la semejanza perfecta, de su Árbol de vida
> eterna, su Hijo amado, el Señor Jesucristo, ni más ni menos.
>
> Porque así Dios nos quiere ver vivir siempre, delante de su
> presencia sagrada, no tanto como los ángeles del cielo
> (porque ellos ya intentan diariamente a ser como el Señor
> Jesucristo), pero a nosotros si; es decir, que Dios si desea
> vernos a todos nosotros ser y vivir como su Hijo amado, en el
> paraíso y en toda la tierra. Porque nosotros hemos sido
> creados en su imagen y conforme a su semejanza santa, para
> ser exactamente, ni más ni menos, cada uno de nosotros, en
> nuestros millares, de todas las razas, pueblos, linajes,
> tribus y reinos de la tierra, exactamente como su mismo Árbol
> de vida, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
>
> Y esto tiene que ser así en cada uno de nosotros, en vida, en
> carne, en huesos, en espíritu, en amor, en santidad, en paz,
> en tranquilidad y en alabanza perfecta de gloria y de honra
> para la eternidad venidera del nuevo reino celestial, tal
> como el Señor Jesucristo es (y ha de ser) por siempre delante
> de Dios. Por lo tanto, debemos de creer en Él, sólo por medio
> de su Espíritu de vida y de salud infinita, de su Árbol de
> vida, el Señor Jesucristo, para poder entonces complacerlo en
> toda su verdad y en toda su justicia, en la tierra y en el
> cielo, también, desde hoy mismo y para siempre.
>
> Entonces cada uno de nosotros, hemos de ser transformados en
> un abrir y cerrar de ojos, en la perfecta imagen y semejanza
> gloriosa del Árbol de vida eterna, su Hijo amado, el Señor
> Jesucristo, en el día del SEÑOR de toda la tierra, para
> comenzar su nueva vida celestial, en la tierra y en el más
> allá, también. Porque la voluntad perfecta de nuestro Dios ha
> de ser hecha en la tierra con el Señor Jesucristo con cada
> hombre, mujer, niño y niña, así como es hecha en el cielo con
> cada uno de sus ángeles, arcángeles, querubines, serafines
> del Espíritu Santo y del Señor Jesucristo, para que sólo
> reine la paz, la tranquilidad y la alabanza celestial.
>
> Por lo tanto, la gloria venidera de Dios y de su Hijo amado,
> el Señor Jesucristo, ha de ser mayor con los hombres de la
> humanidad entera, que la del antiguo reino de los cielos y de
> sus millares de ángeles celestiales del más allá. Entonces
> siempre ha sido muy importante para la vida de todo hombre,
> mujer, niño y niña, el nombre del Señor Jesucristo viviendo
> en sus corazones delante de Dios y de su Espíritu Santo, para
> cumplir toda verdad y justicia de la voluntad perfecta de
> nuestro Dios, en la tierra y en el paraíso, también, hoy en
> día y para siempre.
>
> Porque si no empiezas hoy mismo a creer en el SEÑOR, de
> acuerdo a su voluntad santa, por medio de la vida sagrada de
> su Hijo amado, entonces jamás podrás tener comunión con Él,
> en esta vida ni menos en la nueva vida venidera del más allá,
> del nuevo reino de los cielos. Y esta comunión con Dios, por
> medio de su Hijo amado, es de suma importancia para nuestros
> corazones y para toda nuestra vida terrenal y celestial,
> también, para vivir como debe de ser delante de su presencia
> santa: libres del mal y limpios de contaminación del pecado
> de la mentira y de la muerte del fuego del infierno, por
> ejemplo.
>
> Dado que, sólo los ángeles caídos, los mentirosos, los viles,
> los engañadores, los odiosos de lo bueno y de la buena vida,
> son los que realmente son enemigos de Dios, en esta vida y en
> el más allá, también, como en el fuego eterno del infierno,
> por ejemplo. Porque sólo se puede vivir con nuestro Dios, con
> la verdad, la justicia y la vida perfecta de su Árbol de vida
> eterna, el Señor Jesucristo; de otra manera, no se podrá
> vivir con Él, en el espíritu de su comunión eterna, para
> crecer y para prosperar en las cosas de nuestras vidas, en la
> tierra y en el paraíso, también.
>
> Entonces si no podemos vivir con Dios, con el espíritu y el
> nombre sagrado de su Hijo en nuestros corazones, pues, hemos
> de ser simplemente rechazados una y otra vez por Él y por el
> paraíso, como le sucedió a Adán en sus días celestiales del
> cielo, por ejemplo, para descender a vivir y a morir
> finalmente en la tierra. Y esto ha de ser realmente así con
> cada uno de sus descendientes, en sus millares, en la tierra,
> hasta que puedan regresar a sus vidas normales y celestiales,
> por las cuales, fueron creados en las manos de Dios, para
> vivirlas en el paraíso con Él y con su Espíritu Santo,
> rodeado eternamente de las dichosas huestes angelicales, por
> ejemplo.
>
> Es por eso, que es bueno comenzar a llevarse bien con Dios,
> desde ya, ni importando jamás cuán pecador vil o pecadora
> terrible seas en tu vida terrenal, mucho antes de entrar a la
> vida eterna, la cual puede suceder en cualquier momento del
> día, en la vida de cualquier hombre, mujer, niño o niña de la
> humanidad entera. Porque el que no se lleva bien con su Dios,
> en esta vida, y aun cuando estamos viviendo los últimos días,
> de acuerdo a las escrituras y profecías de los antiguos, por
> ejemplo, entonces ha de ser porque aun no ha vuelto a nacer.
>
> Y esto no es de volver a nacer de la carne de sus
> progenitores, sino de la carne y del espíritu de vida del
> Árbol viviente, su fruto de vida y de salud eterna, el Señor
> Jesucristo, en el paraíso y en toda la tierra, también, hoy y
> por siempre, en la eternidad venidera del nuevo reino de los
> cielos. Porque la nueva vida que Dios ha creado, con nuevas
> tierras y con nuevos cielos, es sólo para todos los hombres,
> mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, de los que han
> vuelto a nacer del Espíritu Santo de Dios y de su Árbol de
> vida eterna, el único Cristo posible de Israel y de la
> humanidad entera.
>
> Y como el paraíso es vida y no muerte, entonces es muy bueno
> que el hombre, la mujer, el niño y la niña, aprenda desde ya
> ha vivir con su Árbol de vida, el Señor Jesucristo, para
> agradar a la perfecta voluntad de su Dios y único Fundador de
> su vida, el Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
> Porque ésta es la gloria infinita de Dios, de que los que
> crean en Él, por medio de su Hijo amado, entonces sean sus
> nombres escritos en "el libro de la vida".
>
> Para que cada uno de ellos, en sus millares, en toda la
> tierra, pueda entonces entrar a la nueva vida eterna del
> reino de los cielos: libre de toda contaminación del pecado y
> de sus enfermedades eternas, de su corazón y de su alma
> viviente, también, en toda la tierra, de hoy en día y de
> siempre, por ejemplo. Porque el reino de los cielos, así como
> el paraíso y La Nueva Jerusalén Santa e Infinita, es para los
> que aman la verdad, la justicia y la vida santa y libre de
> todo mal del enemigo, el Árbol de la vida, ¡el Señor
> Jesucristo!
>
> NUESTRO DIOS NO DARÁ SU GLORIA Y SU ALABANZA JAMÁS A LOS
> ÍDOLOS
>
> Los ídolos que tienes en tu casa échalos al tacho de basura,
> porque nunca han servido para nadad ni menos para el bien de
> nadie, sino todo lo contrario. Realmente, cada ídolo es una
> ofensa constante ante la presencia santa de Dios y de su Ley,
> la cual condena terminantemente la existencia de estos
> objetos falsos y mentirosos, que lo único que hacen es traer
> maldiciones, enfermedades y muertes a la vida del hombre y de
> la mujer que creen en ellos, cuando no hay nada de creer (en
> ellos).
>
> Porque la verdad ha sido siempre, desde la antigüedad y hasta
> nuestros días, por ejemplo, que el único que realmente cree
> de todo corazón en los ídolos es Satanás, sólo para destruir
> toda vida del hombre, buena o mala, en la tierra y en el
> paraíso, también, hoy en día y para siempre. Y la gente
> ingenua de toda la tierra no conoce ésta gran verdad
> celestial de sus corazones y de sus espíritus humanos, porque
> simplemente están sumergidos en las profundas tinieblas del
> pecado de su corazón de no conocer Los Diez Mandamientos de
> la Ley de Dios ni a su gran rey Mesías, ¡el Señor Jesucristo!
>
> Porque nuestro salvador es el Señor Jesucristo, desde tiempos
>inmemoriales y hasta nuestros días, por ejemplo; por ello,
> sólo éste es su nombre de bendición y de sanidad infinita
> para todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera,
> para honrar la Ley de Dios en la tierra y en el paraíso,
> también, por los siglos de los siglos. Porque fuera de el
> Señor Jesucristo no ha vida, no hay salvación, no hay
> sanidad, no hay paz, no hay tranquilidad, no hay alabanza, no
> hay honra, no hay prosperidad alguna para ningún ángel del
> cielo ni para ningún ser creado en toda la tierra.
>
> Por lo tanto, nuestro Dios no le dará su gloria a otros, ni
> su alabanza a los ídolos e imágenes de piedra, madera, papel,
> tela, metal, plástico y de muchos otros materiales, que las
> manos pecadoras de los hombres ingenuos suelen usar, para
> fabricarlas y adorarlas, como si fuesen dioses de sus vidas,
> cuando no lo son, ni lo serán jamás. Por esta razón, Dios ha
> buscado desde siempre a hombres, mujeres, niños y niñas, que
> le adoren a Él, sólo en el espíritu y en la verdad viviente
> de su Árbol de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor
> Jesucristo!
>
> Puesto que, sólo el Señor Jesucristo es la única y verdadera
> alabanza del corazón de los ángeles del cielo y así también
> de los hombres, mujeres, niños y niñas, del paraíso y de la
> tierra, de nuestros días y del nuevo reino venidero, por
> ejemplo, en el más allá, para la nueva creación de Dios y de
> su Árbol Viviente. Porque sólo en el Señor Jesucristo
> viviendo, en el corazón del ángel del cielo y así también en
> el corazón del hombre de la tierra, es que Dios siempre se ha
> de agradar de ellos, para perdonar sus pecados y sanar las
> heridas de sus corazones y de sus almas eternas, también.
>
> Por lo tanto, sólo nuestro Dios nos puede sanar nuestros
> corazones y nuestras vidas en la tierra y en el más allá,
> también, como en el paraíso, por ejemplo, por medio de su
> medicina perfecta, la alabanza de nuestras vidas eternas, ¡el
> Señor Jesucristo! Es por eso, que nuestro Dios nos ha
> entregado un nombre tan glorioso y tan honroso, el cual es
> sobre todo nombre que está en los cielos y en la tierra, sólo
> en el corazón del hombre y de la mujer de fe, para perdonar
> sus pecados y así entonces sanar las heridas eternas de sus
> vidas.
>
> Porque la verdad es que la herida del corazón y del alma del
> hombre es eterna, si no es tratada a tiempo con los poderes
> sobrenaturales y curativos del espíritu de alabanza y de
> honras infinitas del nombre sagrado del Señor Jesucristo, en
> sus corazones y en sus vidas de día a día, en la tierra y en
> el paraíso, también. Y la gente sufre mucho de sus males día
> y noche, habiendo tanta santidad, tanto poder sobrenatural de
> los milagros, maravillas y hasta prodigios del fruto y de las
> aguas de vida eterna del paraíso y de la tierra, porque no
> conoce la verdad salvadora de su Dios y su único salvador
> celestial, el Señor Jesucristo, como Adán, por ejemplo.
>
> Y es esto que causa la enfermedad y finalmente la muerte del
> corazón y del alma del hombre de toda la tierra, como en los
> días de la antigüedad, pues lo es así también hoy en día en
> todo hombre y mujer de toda la tierra, sin fe y sin Cristo en
> su vida. Porque si el nombre del Señor Jesucristo vive en el
> corazón del hombre, entonces muchos, si no todos, de los
> males de su vida serian inmediatamente eliminados, para que
> no le sigan haciendo mal alguno a ellos ni a los suyos,
> tampoco, desde hoy mismo y eternamente y para siempre, en la
> eternidad venidera.
>
> Es por eso, que el nombre del Señor Jesucristo es muy
> importante para su corazón, para su espíritu y para su alma
> eterna, también, en esta vida y en la venidera, en el nuevo
> reino de los cielos, en el más allá, para alabar y para
> honrar a nuestro Dios, en la paz y tranquilidad de su
> Espíritu Santo. Porque además de todo, el nombre del Señor
> Jesucristo, con todas sus bendiciones de paz, tranquilidad y
> de alabanzas y glorias al nombre sagrado de Dios, no es
> solamente para la vida del hombre en la tierra, sino también
> para la nueva eternidad venidera del nuevo reino de los
> cielos, en el más allá.
>
> Es decir, que una vez que el Señor Jesucristo entra en
> nuestras vidas, entonces jamás ha de dejar de ser en nuestros
> corazones y en nuestras almas, sino que ha de crecer cada vez
> más hacia la nueva eternidad celestial, para impartirnos poco
> a poco más de sus poderes y de sus muchas bendiciones, de
> parte de nuestro Dios. Es más, el Señor Jesucristo ha de ser
> nuestra continua alabanza y honra eterna de Dios y de su
> Espíritu Santo, para alcanzar mayores glorias y santidades
> perfectas, jamás alcanzadas por los ángeles del cielo, desde
> la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo.
>
> Entonces el nombre del Señor Jesucristo es nuestra única
> alabanza perfecta y eternamente honrada y gloriosa para
> exaltar a nuestro Dios en nuestros corazones, en la tierra y
> así también en el paraíso, cuando regresemos a Él, para nunca
> más volvernos alejar de su presencia, como sucedió con Adán,
> en el día que se alejo del Señor Jesucristo. En verdad, esta
> es la gloria del corazón y de la vida de cada hombre, mujer,
> niño y niña, que nuestro Dios siempre ha buscado en Adán y en
> Eva, desde los días de sus vidas celestiales, en el paraíso y
> hasta nuestros días, también, por ejemplo, como en tu misma
> vida de hoy en día, mi estimado hermano.
>
> Es decir, también, que nuestro Padre Celestial con su
> Espíritu Santo está hoy mismo buscando en tu corazón: ésta
> misma alabanza de gloria de honra infinita para su nombre
> santo, mi estimado hermano y mi estimada hermana, por medio
> del nombre sagrado de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Y
> si el Señor Jesucristo no está en tu corazón, entonces no hay
> manera posible para Dios gloriarse y honrar su nombre santo
> en tu vida, ni en la vida de ninguno de los tuyos, tampoco.
>
> Y esto es pecado mortal, así como lo fue para Adán y para Eva
> en el paraíso, entonces lo es también para ti y los tuyos en
> toda la tierra. En verdad, nuestro Dios no desea el mal de
> nadie jamás, sino todo lo contrario. Nuestro Dios sólo desea
> ver al hombre, mujer, niño y niña de toda la tierra, vivir
> por siempre en la tranquilidad de su verdad y de su justicia
> infinita, del espíritu de su palabra y de su nombre santo y
> eternamente salvador de su Árbol de vida, el Señor
> Jesucristo.
>
> Porque nuestro Dios ha buscado desde siempre su paz, su
> tranquilidad y su alabanza santa y honrada de su nombre
> sagrado, en la vida perfecta de su Árbol de vida, viviendo en
> el corazón de Adán y Eva, en el paraíso y así también en cada
> uno de sus descendientes, también, como tú y yo, hoy en día,
> por ejemplo. Y estos son de todos sus hijos e hijas, por sus
> millares, de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y
> reinos de toda la tierra, del ayer y de toda la vida,
> también.
>
> Entonces para tú estar conectado al cielo, para hablar con tu
> Dios y recibir día y noche de sus más ricas bendiciones de
> perdón y de salud infinita, para tu corazón y para tu alma
> eterna, mi estimado hermano y mi estimada hermana, entonces
> el Señor Jesucristo tiene que ser parte de tu vida, así como
> lo es de los ángeles. Y esto puede ser así, en lo íntimo de
> tu corazón, sin que necesariamente otros conozcan de tu
> decisión o de tu intimidad con tu Dios, por medio de la vida
> gloriosa y eternamente honrada de su Hijo amado, ¡el Señor
> Jesucristo!
>
> Por lo tanto, puedes tener una comunicación de persona a
> persona, por medio de Jesucristo, con tu Dios para que
> crezcas cada vez más y saques por fin tu cabeza de las
> profundas tinieblas del más allá, de las cuales te tenían
> totalmente ciego, sin ver la luz del día o de Dios de tu vida
> eterna del cielo, por ejemplo. Porque nuestro Dios ha deseado
> desde siempre que veas la luz del cielo, la luz viviente de
> tu nueva vida celestial con Él y con su Árbol de vida y de
> salud infinita para tu alma viviente, ¡el Señor Jesucristo!
>
> Y así has de crecer por siempre delante de la presencia
> sagrada del Creador de tu vida, para alcanzar mayores
> bendiciones de grandes poderes y glorias para tu espíritu
> humano y para tu alma viviente, en esta vida y en la venidera
> también, del nuevo reino de Dios, como la gran ciudad
> celestial del gran rey Mesías, ¡el Señor Jesucristo! Porque
> la verdad es que fuera del Señor Jesucristo jamás has de
> alcanzar el conocimiento perfecto de tu paz, tranquilidad y
> alabanza a tu Dios y Creador de tu vida eterna, el
> Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera.
>
> NUESTRO DIOS BENDECIRA AL JUSTO SIEMPRE
>
> Entonces los que aman su nombre santo se regocijarán en su
> paz eterna, porque Él mismo, nuestro Dios, bendecirá al
> justo, como siempre lo ha hecho a través de los siglos y
> hasta nuestros días, también, por ejemplo; pues como un
> escudo lo rodeará con su favor y con su amor eterno, también,
> día y noche y por siempre. Porque sólo Él es el fuerte, el
> Todopoderoso de Israel y de las naciones. Y como Él no hay
> otro igual, en el cielo ni en la tierra para guardar del mal:
> el alma preciosa del hombre, de la mujer, del niño y de la
> niña de la fe viviente, del nombre sagrado de su Hijo amado,
> el Señor Jesucristo.
>
> Por ello, ningún mal jamás ha de tocar su morada, en esta
> vida ni menos en la venidera del más allá, cualquier que sea
> su vida eterna delante de Dios y de sus huestes angelicales
> del reino de los cielos. Porque nuestro Padre Celestial nos
> ama y, además de todo, sólo Él es el Dios del cielo y de la
> tierra, quien guarda día y noche su alma fiel a su nombre y a
> su palabra santa, para gloria y para honra infinita de su
> nombre santo, en la tierra y en el nuevo reino de los cielos,
> también.
>
> Porque ésta es la felicidad del corazón sagrado de nuestro
> Dios y de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, de velar por
> siempre por el bien de sus hijos e hijas de todas las
> naciones de la tierra. Es decir, de los que aman el nombre
> sagrado de su Hijo amado, entonces realmente le alegraran
> profundamente en su corazón sagrado y de su Espíritu Santo,
> también, junto con sus huestes de ángeles del cielo, en el
> más allá, por ejemplo.
>
> Por cuanto, no hay mayor gozo para el corazón de nuestro
> Dios, de sólo ver al hombre, a la mujer, al niño y a la niña
> de la humanidad entera, amar el nombre de su Hijo, quizás de
> la misma manera como él siempre lo ha amado a Él, desde la
> antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo. Porque su amor
> hacia su Hijo amado, el Señor Jesucristo, es aun mayor que
> toda la gloria infinita del reino celestial y de la tierra,
> también, aun con su universo inmenso, lleno de estrellas,
> planetas y sus lunas, por ejemplo.
>
> Y es preciso por éste amor mismo, por el cual Dios decidió
> formarnos en su imagen y conforme a su semejanza santa, en el
> paraíso, para que vivamos por Él y por su Árbol de vida
> eterna, su Hijo amado, en la eternidad venidera. Entonces el
> que le da gloria y honra a su nombre santo, en su corazón y
> en toda su vida también, pues lo ha de tener que hacer en el
> nombre sagrado de su fruto de vida eterna, Jesucristo, en el
> paraíso, en la tierra y por siempre otra vez, en su nueva
> vida infinita del nuevo reino celestial.
>
> Entonces la verdadera gloria del corazón del hombre ha de ser
> el Señor Jesucristo, en la tierra y así también en la nueva
> vida celestial del nuevo reino de los cielos, en donde sólo
> los que aman su nombre santo y comen y beben por siempre de
> su fruto de vida eterna, han de ver la vida eterna del cielo.
> Porque sólo esto es la felicidad infinita del nuevo reino de
> los cielos, como en el paraíso o como en su nueva ciudad
> celestial: La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del más allá,
> el Señor Jesucristo.
>
> Y fuera del Señor Jesucristo, entonces no existe otra
> felicidad para Dios, ni para su Espíritu Santo ni para sus
> ángeles celestiales, pues así también para todo hombre,
> mujer, niño y niña de la humanidad entera. (Entonces la
> felicidad de tu corazón, que has estado buscando día a día en
> tu vida, mi estimado hermano y mi estimada hermana, es
> realmente el creer en tu Dios y Creador de tu vida por el
> Señor Jesucristo únicamente. De otra manera, tu corazón jamás
> ha de conocer la felicidad de la vida santa del reino de los
> cielos, en todos los días de tu vida por la tierra y así
> también, en el más allá, como en el infierno o en tu segunda
> muerte final, en el lago de fuego eterno, por ejemplo.)
>
> Por eso, nuestro Dios ama al justo de toda la tierra, porque
> su corazón está centrado en amar a su Hijo amado, el Señor
> Jesucristo. Y mayor amor que éste, el corazón del hombre, ni
> de la mujer, ni la del niño ni de la niña, ha de conocer en
> todos los días de su vida por la tierra, ni menos en el más
> allá. A no ser que éste entré a la vida eterna del nuevo
> reino de Dios: por esa verdad, por ese camino, por esa vida,
> que es sólo el Señor Jesucristo, su único y perfecto amor de
> alabanza eterna a su Dios y Creador de su vida, desde hoy
> mismo y por siempre, en la tierra y en la eternidad venidera.
>
> Y esto es gloria eterna para el corazón sagrado de nuestro
> Padre Celestial en la tierra y el cielo, también, lo cual nos
> bendice y nos llena de sus más ricos y gloriosos favores
> celestiales. Favores de su corazón santo del cielo, de su
> Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo, siempre llenos de
> milagros, maravillas y prodigios en los cielos y en la
> tierra, también, para edificar por siempre nuestras vidas
> humanas, tal como las vivimos hoy en día en todas las
> naciones de la tierra, por ejemplo.
>
> En la medida en que, el corazón, el espíritu y el alma del
> hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la humanidad
> entera, tiene que ser lleno del fruto de vida eterna, el
> Señor Jesucristo, para ver la vida eterna. Y esto es
> precisamente lo que nuestro Padre Celestial requirió de Adán
> y de sus descendientes, después de haberlos formado en sus
> manos santas del polvo de la tierra, para que vivan y jamás
> mueran, como Lucifer había muerto con sus ángeles caídos, en
> aquellos días, después de la gran rebelión celestial, por
> ejemplo, del más allá.
>
> Entonces nace una pregunta, en el corazón inquieto del hombre
> de la tierra: ¿qué es lo que le toma al corazón del hombre
> para ser justo ante su Dios? (Esto quizás se lo pregunto Adán
> a si mismo en su corazón en el paraíso, mucho antes de caer
> en su pecado mortal. Y la verdad fue simple en aquellos días
> del paraíso, como lo es hoy en día en toda la tierra,
> también: Sólo creer en el corazón y así confesar con las
> labios el nombre salvador de nuestra vida: ¡el Señor
> Jesucristo!
>
> Esta era (y ha de ser por siempre) la vida por la cual Díos
> había creado a Adán y a cada uno de sus descendientes, en el
> paraíso; y Adán jamás lo entendió así, hasta el mismo día que
> peca con su Esposa Eva, al comer del fruto prohibido del
> árbol de la ciencia del bien y del mal. Porque la respuesta a
> la pregunta del corazón del hombre de la tierra, siempre fue
> el Señor Jesucristo para Adán y para cada uno de sus
> descendientes, en el paraíso y por todos los días de nuestras
> vidas en la tierra, comenzando con Eva, por ejemplo, en el
> paraíso.
>
> Así pues, ni más ni menos, eso es todo lo que Dios requiere
> de todo hombre, mujer, niño y niña de toda la tierra, para
> ser visto por Él mismo con sus ojos santos, desde el cielo,
> desde su trono santo de gloria y de honra infinita, como
> justo, para su nueva vida celestial de su nuevo reino eterno.
> Es decir, para declararlos a cada uno de ellos, en sus
> millares, de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y
> reinos de la humanidad entera, como justo ante su presencia
> santa, no sólo por ese día o por un tiempo, sino para toda la
> vida, para la eternidad venidera de su nuevo reino infinito
> del más allá.
>
> Entonces la promesa de nuestro Padre Celestial ha de ser como
> siempre, para con el justo, de que lo ha de rodear con su
> espíritu de favores infinitos, para enriquecerlo por siempre,
> como enriquece la vida de los ángeles del reino de los
> cielos, desde el día de su creación y hasta nuestros días,
> por ejemplo. Y sólo así entonces edificar su vida día y noche
> delante de su presencia santa, para que ese corazón y esa
> alma sagrada para sus ojos y para su alma eterna, le sean por
> siempre útiles para su nombre eterno, en la tierra y en el
> cielo, también, eternamente y para siempre.
>
> Porque la verdad es que sólo para los que se regocijan en el
> nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, en sus
> corazones, son los que realmente han de gozar día y noche de
> la paz eterna de nuestro Dios y Padre Celestial que está en
> los cielos. Y ésta paz de nuestro Padre Celestial sólo se la
> puede encontrar en el cielo y aun en la tierra de nuestros
> días, también, si tan sólo le creemos a Él, como a nuestro
> Padre Celestial de nuestras vidas por amor al Señor
> Jesucristo, para que entonces su Espíritu Santo nos rodeé de
> sus favores divinos diariamente y sin cesar jamás.
>
> Y así Él mismo, nuestro Padre Celestial, librarnos de los
> poderes del pecado y de sus profundas tinieblas, para
> sanarnos y hacernos felices en nuestros corazones y listos
> para alabarlo y honrarlo a Él y a su nombre sagrado día y
> noche en nuestras almas, en nuestras vidas, en la tierra y
> hasta la eternidad venidera, también. Por lo tanto, es muy
> importante para nuestros corazones que el Señor Jesucristo
> éste en nosotros, para cumplir la perfecta voluntad de
> nuestro Dios y así entonces poder alabar y por siempre honrar
> a nuestro Dios que está en los cielos, como debió de ser
> desde el comienzo de nuestras vidas en el paraíso, por
> ejemplo, con Adán y Eva.
>
> Porque de otra manera, no podremos jamás hacer la voluntad de
> nuestro Dios, ni menos vamos a honrar y exaltar su nombre
> santo en nuestras vidas terrenales ni menos en el más allá,
> en nuestras nuevas vidas infinitas, como en su nueva ciudad
> celestial: La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo.
> Porque nuestro Dios jamás se ha de agradar de ninguno de
> nosotros, por ninguna razón, a no ser que esa razón sea su
> Jesucristo viviendo en nuestros corazones y en nuestro diario
> vivir, en la tierra y así también en el paraíso, para que su
> corazón esté por siempre tranquilo y alegre para con
> nosotros, en toda la tierra. Y esto es luz, luz eterna para
> nuestras vidas y la de los nuestros también, hoy en día y por
> siempre, en los días venideros, también.
>
> Pues entonces el corazón santo y eterno de nuestro Dios por
> siempre ha de estar alegre con cada uno de nosotros, en todo
> momento de su vida celestial, en la tierra y aun en el más
> allá, también, en nuestras nuevas vidas infinitas del nuevo
> reino de los cielos. Y si su corazón santo está realmente en
> paz y alegre con nosotros, entonces nuestros corazones y
> nuestras almas eternas han de estar en paz y en perfecta
> tranquilidad también, para honrarle y para servirle por
> siempre, en la tierra y en el paraíso, alabando su nombre
> santo día y noche y hasta el infinito, de la nueva eternidad
> venidera.
>
> El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
> Jesucristo es contigo.
>
>
> ¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
>
>
> Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
> el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
> Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
> almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
> sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
> siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
> Señor Jesucristo.
>
> LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
>
> Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
> a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
> tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
> tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
> Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
> fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
> pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
> termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
> verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
> atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
> del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
> Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
> contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
> Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
> Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
> de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
> espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
> los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
> en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
> exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
> ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
> hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
> cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
> bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
> cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
> vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
> bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
> del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
> amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
> las naciones!
>
> SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
>
> Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
> tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
> abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
> venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
> los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
>
> PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
>
> SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
> de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
> en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
> ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
> celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
> sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
> aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
> los que me aman y guardan mis mandamientos".
>
> TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
> tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
> en vano".
>
> CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
> santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
> el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
> ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
> siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
> dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
> cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
> reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
> sábado y lo santificó".
>
> QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
> tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
> da".
>
> SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
>
> SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
>
> OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
>
> NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
> tu prójimo".
>
> DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
> codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
> sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
> prójimo".
>
> Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
> estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
> de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
> amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
> tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
> ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
> en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
> también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
> todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
> los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
> en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
> males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
> abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
> familias, por toda la tierra.
>
> Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
> Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
> digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
> la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
> salvador de todas nuestras almas:
>
> ORACIÓN DEL PERDÓN
>
> Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
> memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
> amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
> cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
> dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
> nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
> tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
> poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
>
> Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
> Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
> perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
> vuestras ofensas.
>
> Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
> VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
> sino es POR MÍ". Juan 14:
>
> NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
>
> ¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
>
> MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
>
> YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
> TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
>
> - Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
> éste MUNDO y su MUERTE.
>
> Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
>
> Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
> tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
> entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
>
> QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
> DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
> Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
> Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
> pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
> venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
>
> ¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
> _____?
>
> ¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
>
> Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
> una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
>
> Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
> Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
> en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
> sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
> predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
> Cristo a los demás.
>
> Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
> cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
> evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
> más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
> cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
> temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
> entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
> para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
> te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
>
> Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
> para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
> Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
> hoy y para siempre.
>
> El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
> paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
> oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
> hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
> bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
> nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
> los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
> tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
> hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
> Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
> el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
>
> El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
> Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
> asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
> Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
> letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
> corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
> loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
> como antes y como siempre, por la eternidad.
>
>
>
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>
>
>
>
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>
>
>
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