Para los estadounidenses, australianos, británicos, canadienses y europeos occidentales, el conflicto mundial de 1939-1945 siempre ha sido la guerra de Hitler. Dependiendo del gusto, la historia comienza con el Tratado de Versalles de 1919, o con la llegada al poder de Hitler en 1933 basada en el resentimiento alemán por ese tratado, o con la remilitarización alemana de Renania en 1936, o con la conferencia de Múnich de 1938, o con la Noche de los Cristales Rotos en noviembre de 1938, o con la invasión de la Checoslovaquia en marzo de 1939 y la garantía británica a Polonia o, en la versión más literal, con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. Pero siempre se centra en Hitler como el villano que da sentido a la lucha. En la cultura popular, los nazis son los eternos protagonistas de una secuencia ininterrumpida de películas, desde las producidas durante la propia guerra, como Casablanca (1942), hasta las modernas, como Malditos bastardos (2009). En política, los nazis son garrotes utilizados para golpear a los oponentes políticos: comparar a alguien con Hitler es el insulto definitivo. En realidad, nadie defiende a la Alemania hitleriana, fuera de parodias como la de Los productores (1967) de Mel Brooks, pero Hitler sigue rondando nuestras pesadillas como hombre del saco para todo, y el recuerdo de los horrores que desató nos une en la denuncia del fascismo, el antisemitismo, el racismo y otros males del nazismo.
Los lectores fieles de Antony Beevor tienen ante sí un reto monumental: La segunda guerra mundial (Pasado & Presente). Ya no el relato de episodios como Stalingrado, Berlín, Creta, la liberación de París o el Día D sino todo esto y más. Más de 1.200 páginas en que el historiador-narrador británico consigue seguir explicando historias tan vivas como en sus anterior libros al mismo tiempo que dibuja el panorama general del conflicto y penetra en nuevos territorios, como las campañas del Pacífico y, sobre todo, China. Pero, por qué otra historia de esa guerra, otra vez más? Una cita del periodista soviético Vasili Grossman sobre Treblinka, que Beevor recoge en su libro, quizá da una respuesta: La obligación del escritor es explicar esta terrible verdad, y la obligación cívil del lector es conocerla. Beevor, en Madrid para presentar su libro, se explica perfectamente la fascinación, incluso entre las jóvenes generaciones, que no ha desaparecido. En la guerra, y en aquella más que en ninguna otra, se tienen que hacer elecciones de índole moral, y esas decisiones son el drama humano.
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LA ÚLTIMA GUERRA JUSTA? / Fue la segunda guerra mundial la última guerra justa, o una demostración de realpolik? La guerra es por definición injusta, responde, realista, este antiguo oficial del 11º de Húsares, discípulo del historiador John Keegan, que dejó la carrera militar por la literatura. Hablando de elecciones morales, para Beevor son comparables de alguna manera las matanzas de Stalin y el Holocausto, los bombardeos sobre civiles de alemanes, británicos o norteamericanos? Siempre hay el debate entre Hitler y Stalin...
ESTE Y OESTE / En el inicio de su libro, Beevor señala como un episodio crucial los combates entre chinos y soviéticos en Khalkhin-Gol en la primavera de 1939. Por qué no el incidente del puente de Marco Polo de 1937, como señalan otros autores? Beevor utiliza este incidente para explicar hasta que punto los distintos teatros de guerra estaban interrelacionados, al igual que rescata la figura del pobre Yang Kyoungjong, un coreano que fue hecho prisionero y reclutado sucesivamente por japoneses, soviéticos, alemanes y estadounidenses. Es el punto de inicio del libro, no de la guerra. Es difícil llegar a decir que la guerra empezó en 1937 en China en lugar de en 1939 en Polonia, es un conflicto que se convirtió en parte de la segunda guerra mundial, pero que podría haber existido sin la segunda guerra mundial. Es la primera vez que Beevor escribe sobre la guerra en Asia. Pero el principal rasgo distintivo de su libro, más que la guerra en el Pacífico, es la integración del teatro de guerra chino en el cuadro general. Fue una parte importante de la segunda guerra mundial, pero también lo es hoy. No podemos entender China y la proyección de su poder hacia el mundo sin el resentimiento de China hacia las potencias occidentales durante todo el siglo XX. En su anterior libro, El día D, Beevor fue criticado por equiparar la letalidad de los combates en Normandía y en el frente ruso. Se trata de equilibrar, porque en el pasado tendimos a infravalorar los combates entre Normandía y París. Pero evidentemente el 90% de la guerra contra Alemania se ganó en Rusia, precisa el historiador.
Para ahondar en este tema recomiendo a todos la lectura de Lost Victories de Erich Von Manstein, que contiene un capítulo muy extenso sobre Stalingrado y con reflexiones del, para mi, mejor general Aleman de la segunda guerra mundial, sobre las causas del fracaso en el frente ruso.
Lamentablemente no se si el libro está publicado en castellano, quizás alguno de los múltiples entendidos de esta página pueda ayudar en eso.
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