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(IVAN): EL LEVANTAMIENTO AL PARAISO DE LA IGLESIA FIEL A JESUCRISTO

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IVAN VALAREZO

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May 3, 2007, 2:23:12 PM5/3/07
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Sábado, 28 de Abril, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)


EL LEVANTAMIENTO AL PARAISO DE LA IGLESIA FIEL A JESUCRISTO

El advenimiento celestial del Señor Jesucristo, en su segunda
aparición en las nubes de la tierra, para levantar a los
fieles de su iglesia a la corte celestial de regreso al
paraíso, por ejemplo, para empezar a vivir la vida infinita.
La nueva vida celestial del Árbol de la vida, la cual gano
para todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera,
en el día de su crucifixión sobre los árboles cruzados y sin
vida de Adán y Eva, y en su resurrección en el Tercer Día, de
entre las profundas tinieblas del mundo y sus muertos de
siempre.

El levantamiento de la iglesia, "La Raptura": Un termino
profético de nuestro cristianismo, el cual nace con la
primera venida de Cristo a Israel, que no se encuentra en la
escritura, pero sí su espíritu profético declarado por
Jesucristo primero, y más adelante explicado aún más, por el
apóstol Pablo, por ejemplo. El Señor Jesucristo dijo: "Si me
fuera, no los dejare solos, porque mi Padre Celestial estará
con ustedes. Luego volveré y me los llevare al cielo de
regreso. Para que dónde yo estoy, ustedes también estén, y
vean mi gloria, la cual siempre ha sido conmigo, desde mucho
antes de la fundación del cielo y de la tierra.

Por otra parte, el apóstol Pablo habla abiertamente de la
venida secreta del Señor Jesucristo a Israel, en sus
epístolas, para cambiar al mundo drásticamente. Su venida
será tan secreta, como un ladrón que se esconde antes de
entrar a la casa a robar, por ejemplo, nos revela el apóstol
literalmente, sin que nadie sé de cuenta de su presencia ni
de lo que se haya llevado.

Pues así será la venida del Señor Jesucristo a la tierra,
ningún pecador o pecadora le vera, sólo los que tienen su
luz, de su palabra y de su espíritu de fe, implantados en sus
corazones, en sus mentes y, por supuesto, en sus ojos. Por lo
tanto, ellos si le verán descender del cielo para encontrarse
con él, para jamás volverse a separar eternamente y para
siempre, como sucedió con Adán y Eva en el paraíso, en el día
de la rebelión ante el fruto de vida eterna, el gran rey
Mesías, el Árbol de la vida del paraíso y de la humanidad
entera.

La llegada de Cristo es pronto, pero no sabemos cuando, nos
manifiesta el apóstol, también. Sólo sabemos que ha de venir
al mundo para levantar a su iglesia del ayer y de siempre, de
la tierra al cielo. Esto significa que todos los que están
durmiendo en el polvo de la tierra, desde la antigüedad y
hasta nuestros días, entonces serán los primeros en
levantarse, no como polvo, tierra o ceniza de lo que eran en
vida sus cuerpos, sino con sus propios huesos, muslos,
órganos y la formación exacta de sus personas de toda la
vida.

Es decir, que cada uno de ellos, tal como era en vida en la
tierra, ni más ni menos, volverá a ser el mismo hombre,
mujer, niño y niña de todas las naciones, de los que han
creído en sus corazones y confesado con sus labios su fe
salvadora, su nombre celestial de perdón, bendición y de
salvación infinita, Jesucristo. Y luego, los que no han
muerto, o los que aun no han descendido al hueco de la
tierra, de donde salieron con la ayuda de la mano de Dios, se
levantaran, en un momento milagroso, todos ellos, en sus
millares, en todas las naciones de la tierra, para
encontrarse con el Señor Jesucristo en el aire.

Y, desde aquel momento en adelante, los antiguos y los
modernos, como una familia infinita del cielo comenzara su
nuevo ciclo de vida celestial, la cual no conocerá el fin de
sus nuevas vidas, eternamente y para siempre, porque Lucifer
y sus mentiras ya no estarán en sus corazones, sino sólo la
palabra de la Ley Divina del paraíso cumplida. Pero antes que
todo esto acontezca, de acuerdo al apóstol, entonces el
anticristo se manifestara al mundo con sus mentiras y
rebelión terrible en contra de Dios y de su Jesucristo; es
decir, que la fe, en el nombre del Señor Jesucristo, en los
corazones que aman a Dios y su nueva vida celestial, sufrirá
mucho, por un corto tiempo.

Entonces cuando el tiempo del anticristo y de su espíritu
rebelde a la fe, de Dios y de Jesucristo, haya llegado a su
culmine, el cielo nos volverá a dar a Jesucristo por segunda
vez. Y esta vez, será para levantar de la tierra y de sus
tumbas a los antiguos y unirlos con los que aun viven en la
tierra para estar por siempre con el Señor Jesucristo, en el
paraíso o en el nuevo reino de los cielos, por ejemplo, como
La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del más allá.

Y, es por esta razón, que el Espíritu de Dios trae a tu vida,
una vez más, y como de costumbre, la palabra de su Hijo
amado, para que lo recibas en tu corazón, por medio de la
oración de fe, ante Él, en el nombre sagrado del Señor
Jesucristo, para recibir tu perdón y salvación, para la
eternidad. Y así entonces estés listo para este gran día que
llegara a tu vida, de un momento a otro, con el sello de la
vida eterna del Señor Jesucristo (y no del anticristo, como
el 666, por ejemplo), para levantarle al cielo, para unir y
sellar tu cuerpo con tu alma a la nueva vida celestial e
infinita del paraíso.

Porque el Señor Jesucristo viene ya, para cumplir su promesa
de un reino mejor para Dios y para sus seres amados, ángeles
del cielo y hombres, mujeres, niños y niñas del paraíso y de
la humanidad entera. Y nuestro Padre Celestial ha esperado,
con gran paciencia y mucha fe, en su corazón santísimo,
siempre centrada en tu vida, mi estimado hermano y mi
estimada hermana, para que creas en tu corazón y confieses
con tus labios tu resurrección y la salvación celestial de tu
alma, en Jesucristo, Señor nuestro, en la tierra y en el
paraíso, infinitamente. Es por eso, que Jesucristo viene por
ti y los tuyos, muy pronto, como ya, por ejemplo, en un abrir
y cerrar de ojos, si sólo crees en Él, en tu corazón.

EL SEÑOR JESUCRISTO DESCENDERÁ DEL REINO DE LOS CIELOS

Pues bien, a su debido tiempo, el Señor Jesucristo mismo
bajara andando del cielo con gran griterío celestial, con voz
de arcángel y con trompeta de Dios delante de él; y los
muertos en su nombre salvador, como el Hijo de Dios, entonces
resucitarán primero, para ver la luz de su nuevo día sin fin,
en la nueva eternidad venidera. Ellos vivirán infinitamente,
porque el Señor Jesucristo vive en su perfecta luz, en sus
corazones y en sus almas eternas, desde el momento que
creyeron en él; por tanto, ya no son de las tinieblas de las
tumbas de la tierra, ni del "sello 666", sino de la luz del
paraíso y del Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!

Porque la palabra de verdad y de justicia infinita reina en
sus vidas, como así reina en Dios y en cada uno de sus
ángeles celestiales, por ejemplo, para jamás volver a ver
tinieblas, sino sólo la luz del cielo y de su paraíso
infinito. Y luego nosotros, los que vivimos y habremos
quedado aun en la tierra, como tú y yo, hoy en día, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, entonces seremos
levantados juntamente con ellos en las nubes, para formar una
sola familia celestial e infinita, para el reencuentro final
con el Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo, en el
paraíso.

Y, así estaremos siempre con el SEÑOR, por los siglos de los
siglos, en la nueva eternidad venidera del nuevo reino de los
cielos, en donde sólo hay vida infinita, para los que aman:
la paz, la vida, la justicia y la salud divina de sus
corazones y de sus almas eternas, también. Es decir, en donde
sólo vive el gozo, la gloria y la felicidad perpetua de cada
ángel del cielo y así también de cada hombre, mujer, niño y
niña de la tierra, para vivir y para conocer eternamente de
corazón a corazón a su único Creador infinito de su nueva
vida, ¡el Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera!

Porque nosotros hemos de conocer al SEÑOR cara a cara, tal
como Él siempre ha sido (y como ha de ser) en su vida
infinita del reino celestial, de ángeles y de su nueva
humanidad inmortal de todas las naciones, de las que hayan
sido redimidas por el nombre y por la palabra redentora de la
Ley cumplida, en Jesucristo. Y este conocimiento infinito y
siempre creciente en nuestros corazones de nuestro Padre
Celestial y de su Espíritu Santo, al pie de la letra, sólo
puede venir a nosotros día y noche en nuestras almas
inmortales, por medio de la luz celestial e infinita de
nuestro gran rey Mesías y salvador de nuestras vidas eternas,
¡el Señor Jesucristo!

Además, sin el Señor Jesucristo viviendo en nuestros
corazones y en nuestros espíritus eternos, entonces jamás
podremos realmente ver a nuestro Padre Celestial, ni menos
conocerle en nuestras vidas, por la abundancia de nuestras
tinieblas y de nuestros pecados mortales, también. Hemos de
seguir ciegos, perdidos entre las tinieblas de las llamas de
la ira de Dios, en el infierno y en el lago de fuego, si
Cristo no viene a nosotros y nos toca con su nombre sagrado y
milagroso, para ayudarnos y llenarnos de él y de su espíritu
viviente y de poderes, en la tierra y el paraíso.

Por lo tanto, sólo en la luz divina del gran rey Mesías es
que realmente podremos comenzar a conocer a Dios día a día y
hasta que finalmente le podamos ver personalmente en su nueva
vida infinita del reino celestial, para jamás volvernos a
separar de Él, eternamente y para siempre. Por eso, anímense
los unos a los otros con estas palabras de gran jubilo y de
gloria celestial, para sus corazones y para sus almas
eternas, que han descendido del cielo para encender la luz de
Cristo en sus espíritus, y así ninguna tiniebla de mentira
vuelva jamás a habitar en sus cuerpos, corporales e
espirituales, eternamente y para siempre.

Porque la verdad es que, sea ángel del cielo u hombre o mujer
del paraíso o de la tierra, si no tiene a Cristo en su vida,
entonces no vivirá jamás delante de su presencia para verlo,
ni menos para conocerlo al SEÑOR, como sólo Cristo le conoce,
desde el comienzo de las cosas aun mucho antes de la
inmortalidad. Además, porque para Dios no hay mayor jubilo
delante de su presencia, sino de ver al hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, creyendo en su corazón y sólo
así honrando en su alma viviente: al dador de la vida eterna,
el Señor Jesucristo, desde hoy mismo y por siempre, en la
eternidad venidera del nuevo reino celestial.

Por cuanto, nuestro Dios crea a los ángeles y así también a
los hombres, mujeres, niños y niñas de las naciones, para que
conozcan en sus corazones a su Jesucristo, para sólo así
entonces él darse a conocer a cada uno de ellos, en sus
millares, en el cielo y en la tierra, por medio de Él, para
la eternidad. Es por eso, que cada vez que un pecador o una
pecadora se convierte a la luz del Señor Jesucristo en su
corazón, entonces hay jubilo y gran gozo en el reino
celestial con Dios y con su Árbol de vida, rodeado por
siempre de su Espíritu Santo y de sus huestes celestiales, en
sus millares.

Y estas alabanzas de gloria y de honra infinita del Espíritu
Santo y de su Árbol de vida, rodeado de sus millares de
ángeles del cielo y de los hombres, mujeres, niños y niñas,
redimidos por la sangre Cristo, son las que hacen nacer
nuevas santidades infinitas para Dios y su nombre santo, en
las vidas de sus fieles celestiales. Por ello, ésta es una
fiesta para los hijos e hijas de Dios, redimidos por los
poderes sobrenaturales de la sangre del pacto eterno del
Señor Jesucristo, la cual jamás terminara en el corazón, de
cada uno de sus ángeles, arcángeles, serafines, querubines y
demás seres santos del reino celestial y de su Árbol de vida
eterna, ¡el Señor Jesucristo!

Y éste es el reino celestial, lleno de vida y de alabanzas de
glorias y de honras infinitas, de la cual nuestro Padre
Celestial siempre soñó, para sus ángeles y para su humanidad
infinita, para alegrar e enriquecer por siempre con grandes
bendiciones de honor y de santidades especiales y perpetuas
para su Árbol de vida eterna, ¡el Señor Jesucristo! Porque
todo lo que Dios crea con su palabra y así también con su
nombre y con sus manos sagradas será para enriquecer, aun
mucho más que antes, la vida gloriosa y eternamente sagrada
de su Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo, por medio de
millares de ángeles, en sus diferentes grados de glorias y de
grandezas espirituales.

Pues así también con todos los hombres, mujeres, niños y
niñas de la humanidad entera, de todos los tiempos del
paraíso y de la tierra de nuestros días, por ejemplo, para
que jamás le dejemos de servir a Él, el Dios del cielo y de
la tierra, y a su Hijo amado, el Cristo, en la nueva
eternidad infinita. Es por eso, que en Cristo Jesús, Señor
nuestro, todo aquel que haya creído e invocado su nombre
santo con sus labios y en su corazón, entonces tiene vida
eterna, en la tierra y en el paraíso, también, para miles de
siglos venideros, en el nuevo más allá de Dios y de sus
huestes angelicales.

Y esto es verdad en el hombre, en la mujer, en el niño y en
la niña, de buena fe y de buena voluntad de la tierra, de hoy
en día y de siempre, porque el Señor Jesucristo vive en sus
vidas, para jamás volverse a separar de Él, como Adán y Eva
lo hicieron por error, en el paraíso. Por lo tanto, ya no
vive el enemigo de toda verdad y de toda justicia en esa vida
humana del hombre o de la mujer, como Lucifer o como cada una
de sus mentiras y de sus maldades eternas, también, por
ejemplo, del más allá y del fuego eterno, sino que sólo
Cristo vive en él y en ella, infinitamente.

Además, su vida ya no es una vida antigua, vil, llena de
tinieblas, perjuicios y ofensas, sino "una vida llena de la
luz de la imagen y de la semejanza perfecta del Árbol de la
vida, el Señor Jesucristo", mirando siempre hacia la nueva
eternidad venidera, para jamás volvernos a separar de Dios y
de su voluntad perfecta. Y esta voluntad de Dios, así como es
en el cielo, entonces será por fin en la tierra, de todos
nosotros vivir con Él, en su perfecta paz, amor, justicia,
felicidad y conocimiento absoluto de su vida celestial, en
nuestros corazones y en nuestras mismas almas infinitas,
también, eternamente y para siempre.

Es decir, que sólo el Señor Jesucristo y su amor celestial e
infinito de su Padre Eterno, es en cada uno de nosotros, en
nuestros millares, en toda la vida de la tierra, y así
también seguirá siendo en la eternidad venidera del nuevo
reino de los cielos, de nuevas tierras y de nuevos cielos
indelebles, eternamente y para siempre. Entonces esperamos,
hoy más que nunca, el pronto regreso del Señor Jesucristo a
la tierra, para levantarnos junto con Él hacia la nueva vida
eterna, en donde nuestro Dios nos espera ansioso de vernos y
de abrazarnos con un brazo eterno, el cual no terminara jamás
en ninguno de nosotros, en nuestros millares, en toda la
humanidad celestial e infinita.

TENEMOS UN GRAN MISTERIO DE LA REAPARICION DE JESUCRISTO

He aquí, que les manifiesto un secreto muy grande, por
cierto, escondido en el corazón de nuestro Dios y su
escritura, desde los primeros días de la antigüedad y hasta
nuestros días, por ejemplo, en tu misma vida infinita, mi
estimado hermano y mi estimada hermana. Y esto es que
realmente: No todos dormiremos entre las profundas
oscuridades de la tierra, como muchos piensan, por no variar,
sino por lo contrario. Nosotros mismos seremos transformados
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta
final del archiángel, en el cielo y en todos los lugares de
la tierra, también.

Porque sonará la trompeta en el día señalado del SEÑOR, y los
muertos serán resucitados sin corrupción de pecado alguno en
sus cuerpos de siempre (y no en ningún otro cuerpo no
conocido por la persona resucitada, de entre las
profundidades de la tierra). Todos los antiguos, comenzando
con Adán y Eva, volverán a vivir y a respirar el aire de la
tierra, como antes, como en el comienzo de sus primeros días
de vida, por ejemplo.

Y nosotros mismos los veremos y nos maravillaremos del poder
y de la gloria infinita de Dios y de su nombre santo y
milagroso, el Señor Jesucristo. Espantados veremos con
nuestros propios ojos, el milagro divino, como los que viven
en el polvo de la muerte y entre sus oscuridades eternas, se
levantan otra vez, con sus mismos cuerpos de siempre, para
volver a caminar en la tierra y hablar entre ellos mismos, de
sus pensamientos y de sus conocimientos delante de Dios y de
su Jesucristo.

Ciertamente ellos mismos vivirán, porque creyeron a la verdad
y no a la mentira fatal de Lucifer y de sus ángeles caídos;
por lo tanto, nosotros, los que estamos aun vivos, en un
instante del poder de la resurrección, entonces seremos
transformados milagrosamente, como con el mismo cuerpo,
sangre y espíritu de vida y de salud del Árbol Viviente. Y
viviremos eternamente, porque el pecado original de Adán y
Eva ya no nos hace daño más ni nos retiene en su tumba, sino
que la gracia y la misericordia infinita de nuestro Dios y
del Señor Jesucristo nos han de dar vida en abundancia, para
que solamente conozcamos la vida y la salud celestial, del
nuevo reino infinito.

Es por esta razón, que nuestro Señor Jesucristo ha de
regresar a nosotros, con gran pompa y gloria celestial del
reino, porque el ángel tocara su trompeta al mando universal
de Dios, para que todo empiece de nuevo en la vida de los
ángeles del cielo y así también para todo hombre, mujer, niño
y niña de la humanidad entera. Porque nuestro Dios decidió
empezarlo todo de nuevo, en la vida de los ángeles y así
también de Adán y de cada uno de sus descendientes, desde
mucho antes del día de la rebelión de Lucifer y de sus
ángeles caídos, en el reino de los cielos, por ejemplo;
puesto que, nuestro Dios es omnisciente, omnipotente, y,
además, omnipresente.

Es decir, que Dios lo sabia todo, lo conocía todo, lo
entendía todo y hasta ya lo había vivido todo nuestro futuro,
también, día a día y aun hasta la nueva era venidera de su
nuevo reino celestial, sólo en la vida gloriosa y perfecta de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Y esto es un milagro
interminable en cada uno de nosotros, en nuestros millares,
en todos los lugares de la creación de Dios, comenzando con
Adán y Eva, en el paraíso, por ejemplo, el cual nosotros
vivimos diariamente y aun así no entendemos con nuestros
sentidos humanos, pero sí en el espíritu de la fe, del nombre
del Señor Jesucristo.

Y entenderemos todo lo que nuestro Dios ha hecho con
nosotros, cuando el Señor Jesucristo nos transforme en su
cuerpo y en su espíritu glorificado de la nueva vida infinita
del reino de los cielos, por ejemplo. Porque por esto el
Señor Jesucristo regresa a la tierra, para levantarlos al
cielo en nuestros mismos cuerpos humanos, pero glorificados
sobrenaturalmente en los dones de los poderes milagrosos de
su sangre santísima, la cual nos limpia del pecado y, a la
vez, transforma nuestros cuerpos y almas eternas, como la de
Cristo, ni más ni menos, para la eternidad.

Por lo tanto, nuestro Dios nos conoce muy bien, desde mucho
antes de habernos formado en sus manos y, también, después de
habernos redimido por los poderes sobrenaturales de la sangre
y de la vida gloriosa de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
Es decir, también, que para nuestro Dios no hay nada que él
no conozca: en el pasado, en el presente ni menos en el
futuro; él ya vivió todo, en cada uno de sus seres creados,
como ángeles del cielo y hombres del paraíso y de la tierra,
en la vida gloriosa y sumamente honrada de su Hijo amado, el
Cristo. Y nuestros cuerpos glorificados en la sangre del
Señor Jesucristo, nuestro Padre Celestial los conoce muy
bien, de pies a cabeza y de adentro hacia fuera, también,
para vivir eternamente y para siempre, nuestra nueva vida
infinita en las nuevas tierras y en los nuevos cielos.

Y aunque todo esto es verdad, y un profundo misterio, a la
vez, en los poderes sobrenaturales de la naturaleza divina de
nuestro Dios, en su omnisciencia, en su omnipotencia y en su
omnipresencia absoluta en toda su creación y en su eternidad
infinita, no ha podido realmente hacer mucho por sus seres
amados, por razones de su Ley. Realmente, nuestro Dios no
podía hacer mucho por nadie por ángeles del cielo ni por la
humanidad entera, hasta que su Ley sea cumplida en la vida de
su gran rey Mesías y en los cuerpos cruzados de Adán y Eva
sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de Jerusalén,
en Israel, para ponerle fin al pecado. Y sólo así entonces
empezar su nuevo reino celestial, en la nueva eternidad
venidera de ángeles y de su humanidad infinita, lavada por la
sangre del pacto eterno y rodeando siempre para comer y beber
de su Árbol de vida eterna, ¡el Señor Jesucristo!

Dado que, éste pecado de la transgresión de la Ley del
paraíso tenia que terminar, no sólo en el cuerpo de Adán y
Eva, sino también en el poder de la sangre redentora y
todopoderosa del Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo!, por
razones de justicia y de verdad infinita, en su nueva
eternidad venidera, de su nuevo reino celestial. Y luego así
empezar todo de nuevo, con cada una de sus criaturas, como si
jamás hubiese sucedido nada malo entre sus ángeles del cielo
y con sus hijos e hijas de la humanidad entera, desde el
paraíso y hasta el día final de vida de todo hombre, mujer,
niño y niña de humanidad entera, en toda la tierra.

Ahora, cuando los muertos se levanten de sus tumbas, por
muchos años que lleven en ellas debajo de la tierra, será un
milagro poderoso; será porque el poder del pecado de la
transgresión de la Ley del paraíso ya no tendrá efecto alguno
en ninguno de ellos, porque el mismo Señor Jesucristo pago
con su misma vida, su precio eterno. Entonces cuando esto
suceda, los que se encuentran aun vivos en la tierra serán
elevados a los cielos, por el poder sobrenatural de la
palabra de la Ley y del nombre sagrado del gran rey Mesías,
porque el poder del pecado de su transgresión en contra de la
Ley ya no tendrá efecto alguno, en ninguno de ellos, para
siempre.

Y, desde entonces, hemos de estar con nuestro Dios y con su
Árbol de vida eterna, para vivir la eternidad, llenos de gozo
y de felicidad infinita, de haber sido hechos libres del
poder del pecado en contra de la Ley y de su castigo eterno
entre las llamas ardientes del infierno y del lago de fuego,
por ejemplo. Es por eso, que nuestro Señor Jesucristo les
enseñaba a sus discípulos a que se alegren mucho en sus
corazones, porque sus nombres están escritos en "el libro de
la vida eterna", en el reino de los cielos; y más no que se
alegren, porque tienen poderes sobrenaturales en su nombre,
en contra de Lucifer y de sus ángeles caídos.

Pues aun mayor es el gozo del corazón de Dios, de ver a sus
hijos e hijas con sus nombres escritos, en su libro eterno
del nuevo reino celestial, antes de verlos enseñorearse o
apoderarse de Lucifer y de cada una de las posesiones o
riquezas de sus seguidores de la gran mentira y de la maldad
eterna, por ejemplo. Porque cada una de estas riquezas que
Lucifer le presento al Señor Jesucristo "en el día de la
tentación", cuando le mostró el mundo y sus muchas riquezas,
entonces el Señor Jesucristo las rechaza categóricamente, y
le dijo a Lucifer: Al Señor tu Dios servirás, y a él sólo
honraras todos los días de tu vida, eternamente y para
siempre.

Por lo tanto, la mayor riqueza que el hombre, la mujer, el
niño y la niña, de la humanidad entera y de todos los
tiempos, podría tener en su vida terrenal y celestial, a la
vez, no serán sus riquezas materiales, las cuales son muy
importantes para su vida y para los suyos, también, siempre,
sino mucho más que estas. Y estas son riquezas del paraíso,
las espirituales, como la de los ángeles del cielo, por
ejemplo, de tener al Señor Jesucristo viviendo en sus
corazones y sus nombres escritos, en "el libro de la nueva
vida infinita" del nuevo reino de los cielos, en el más allá
aun mucho más alto que el reino de los ángeles, por ejemplo.
Porque los ángeles del cielo, en sus diferentes rangos de
honra y de gloria infinita para Dios y para su Espíritu
Santo, también, desean ascender al cielo más alto que el
reino antiguo de los cielos, por los poderes sobrenaturales
del Señor Jesucristo, para vivir con su Dios y Fundador de
sus vidas, mucho más cerca que antes.

En la medida en que, nuestro Padre Celestial ha formado
nuevas tierras con nuevos cielos aun más allá del antiguo
reino celestial, en donde el pecado ni su maldad eterna jamás
han entrado, ni entraran eternamente y para siempre, para
gloria y para honra infinita de su nombre santo, para miles
de nuevos siglos venideros, en el más allá. Por eso,
aliéntense cada uno de ustedes, de los que creen en la
verdad, la justicia y la salvación infinita de la gracia y
del amor manifestado de Dios y del Señor Jesucristo, en el
día de la crucifixión y en el día de su resurrección de entre
los muertos, de debajo de la tierra, para entrar al cielo.

De ahora en adelante, canten sólo salmos y honren por
siempre, en sus corazones y en sus almas eternas el nombre
bendito de nuestro único gran rey Mesías, ¡el Señor
Jesucristo!, para que vean la vida y la salvación infinita
del nuevo reino celestial, en el nueva eternidad venidera de
Dios y de su Árbol de vida infinita. Y estas nuevas tierras
eternas no esperan de ti que lleves nada del mundo, salvo el
nombre del Señor Jesucristo y de su palabra viviendo en tu
corazón y en tu alma, para seguir viviendo la vida, contento
y feliz con tu Dios y tu Árbol de vida, ¡el Santo de Israel y
de la humanidad entera, el Señor Jesucristo! Entonces espera
al Señor Jesucristo con su nombre sagrado en tu corazón,
porque viene por ti, en un segundo, por amor a Dios y al
Espíritu de su Ley Sagrada, para empezarlo todo de nuevo en
tu vida, pero con mayores bendiciones del cielo y de la
tierra, que antes.

ESPERAMOS, PUES, EL REGRESO DE EL REY DE LA RESURRECCIÓN,
CRISTO

Entonces esperamos día y noche descender de los cielos a su
Jesucristo, a quien resucitó de entre los muertos y nos libra
de la ira venidera, desde el momento que creemos en él e
invocamos su nombre santo y milagroso, para nuestros
corazones y para nuestras almas vivientes, en la tierra y en
el paraíso, también, eternamente y para siempre. Porque sólo
a Jesucristo tenemos en el cielo, quien realmente vela por el
bienestar de cada uno de nosotros, en la tierra y, quien
regresara a Israel, para volvernos a bendecir con sus más
ricas y gloriosas bendiciones de paz, amor, gozo y felicidad
infinita, de conocer su nombre enteramente en nuestros
corazones y en nuestros cuerpos humanos, también.

Puesto que, si realmente nosotros llegamos a conocer su
nombre santo y sumamente milagroso en nuestros corazones, así
como los ángeles del cielo le conocen desde siempre, desde el
día de su formación por los poderes sobrenaturales de su
palabra y de su nombre santo, entonces nosotros comenzaremos
a vivir verdaderamente la nueva vida infinita del nuevo reino
celestial. Y sólo así entonces ya no sufriremos más, como
antes, como de costumbre, por culpa del pecado y de sus
tinieblas actuando peligrosamente, en nuestros corazones y en
nuestras almas vivientes, también, por falta del conocimiento
sagrado de su nombre santo en nuestro diario vivir, en un
mundo lleno de las profundas tinieblas de las mentiras de
Lucifer, por ejemplo.

Porque nosotros hemos sido creados por las manos de Dios para
vivir con él y más no (vivir) en un mundo lleno de las
mentiras del corazón malvado y de los labios pecadores de
Lucifer y de sus seguidores fieles, como ángeles caídos y
gentes de la gran mentira y maldad eterna, por ejemplo, en
toda la tierra. Es decir, que de estos son de los enemigos de
Dios (y amigos de lo ajeno), de los cuales se presentan día y
noche, en todas las naciones de la tierra, con sus corazones
llenos de tinieblas para robar, matar y destruir toda vida
humana, con el fin de quedarse con sus posesiones, sea lo que
sea de ellos.

Es por eso, que el Señor Jesucristo les decía a sus
discípulos siempre: De que le vale al hombre ganar todo el
mundo, y luego perder su alma, eternamente y para siempre, en
el fuego eterno del infierno. ¿O conque podrá pagar jamás el
precio tan grande de la salvación de su alma eterna, en la
tierra o en el más allá? Y, la respuesta a ésta pregunta del
Señor Jesucristo hacia ellos (y de la humanidad de todos los
tiempos), fue él mismo siempre delante de sus ojos ciegos,
ciegos por sus pecados y por sus muchas tinieblas, pero muy
pocos lo entendieron así en sus corazones. De hecho,
entendieron al Señor Jesucristo en todas sus palabras, porque
el Espíritu de Dios les ayudaba a entender lo entendible por
el espíritu humano del hombre pecador y perdido en las
profundas tinieblas de su corazón, sin Cristo y sin su
justicia celestial e infinita para su alma eterna.

Porque los viles le veían con sus ojos, pero no su luz; le
oían con sus oídos, pero no su verdad; le veían hacer
grandezas para el bien de muchos desdichados, por el nombre
del SEÑOR, pero no veían la mano de Dios en su vida santa y
sumamente honrada en la tierra y en el paraíso, para la
eternidad. Todos estaban muertos en sus delitos y pecados
delante de su presencia sagrada y no le podían ver como uno
de sus mejores amigos de sus vidas, para perdonar sus pecados
y sanarlos de sus males, concediéndoles así su salvación
gratuita, si tan sólo alzaban sus ojos a él, en aquellas
horas finales y cruciales para sus almas eternas.

Sin embargo, el pueblo de Israel y con sus gentes de otras
naciones viviendo entre ellos (o visitando sus tierras) por
amor al nombre del SEÑOR, entonces le veían con sus ojos y
también su luz; le oían sus palabras y entendían su verdad;
le veían hacer grandezas y observaban en él, la mano gloriosa
y todopoderosa de Dios moverse. La mano sagrada del Dios del
cielo y de la tierra haciendo grandes milagros, maravillas y
prodigios sobrenaturales para el bienestar de muchos de
Israel y de los de afuera, también, para gloria y para honra
de su nombre santo, en sus corazones y en los corazones de
los demás, en todos los lugares del mundo entero y hasta
siempre.

Y, de estos son, en sus millares, no sólo de las tribus de la
casa de Israel, sino de las familias de las naciones de toda
la tierra, a las cuales Dios mismo les manifestara su gloria
infinita de su nuevo reino celestial e infinito, en el más
allá, cuando el Señor Jesucristo los levante al cielo. En la
nueva vida eterna, en donde ellos sólo conocerán a su Dios y
Creador de sus vidas, por medio del fruto de la vida eterna,
su Hijo amado, el Señor Jesucristo, como debió de ser así con
cada uno de ellos, desde el comienzo de todas las cosas, en
el paraíso, como con Adán y Eva, por ejemplo.

Dado que, sólo en los poderes sobrenaturales de la vida y de
la gracia perpetua del Señor Jesucristo, entonces será que
todo hombre, mujer, niño y niña de todas las razas, familias,
tribus, pueblos y reinos de la tierra, vean por fin con sus
propios ojos y almas eternas: la vida infinita del paraíso y
del nuevo reino celestial. De otra manera, ninguno de ellos,
sea judío o gentil, en verdad, jamás podrá ver la vida eterna
del reino infinito; así como Adán y Eva, por ejemplo, a ellos
Dios los llamo a comer de su fruto de vida eterna, para que
puedan ver la vida infinita de su nuevo reino celestial, pero
no entendieron así, nada de nada.

Ambos, así como sus descendientes, jamás entendieron ninguna
de las cosas de lo que Dios les hablaba en aquella hora de
aquel día eterno del corazón de todo hombre; por eso,
entrambos tropezaron y murieron en sus pecados y espíritu
rebeldes al nombre del Señor Jesucristo, el fruto de la vida
del Árbol de Dios y de sus ángeles celestiales. Por ende,
Dios tiene cosas grandes y sumamente gloriosas para cada uno
de ellos, en sus millares, de todas las naciones, comenzando
con Israel, para los que le entienden a él, su Dios y Señor
de sus vidas, sólo por medio de su Jesucristo, entonces vivan
gozosos y felices de su nombre sagrado viviendo en sus
corazones infinitos, desde ya.

Porque fuera de la vida y de la gloria perpetua del Señor
Jesucristo, entonces ningún ser viviente del cielo, sea ángel
del reino u hombre o mujer del paraíso o de la tierra, no
podrá jamás entender en su corazón a su Dios y Fundador
infinito de su vida y de su alma, en la tierra ni en el
paraíso. Porque sólo por medio de la vida y del espíritu
glorioso y sumamente honrado del Señor Jesucristo es que
realmente todo ángel del cielo y así igual todo hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, podrá ver, oír,
sentir y entender al Dios de su vida, en esta vida y en la
venidera, también, eternamente y para siempre.

Y, es precisamente por ellos, sea que vivan o no, por lo cual
Dios envía a su Jesucristo de regreso a Israel, para
elevarlos muy en alto, en el poder sobrenatural de su mismo
Espíritu, para que vuelvan a ver la vida, no tanto como antes
en la tierra rebelde, sino como la del cielo y de su paraíso
infinito. Y este Espíritu de Dios, quien levantara a todo
hombre, mujer, niño y niña, de entre las entrañas del mundo y
de sus muertos, es el mismo que levanto al Señor Jesucristo
en el día de la resurrección, para volverle a dar vida, en la
tierra y en el nuevo reino angelical y de su Nueva Jerusalén
Infinita del cielo.

Entonces debemos vivir felices, porque Cristo nos ama; y él
nos lo demostró, cuando siendo nosotros pecadores y reos de
juicio eterno, pues aun así entrego su vida por cada uno de
nosotros, sobre la cima de la roca eterna, clavado a los
arboles cruzados de Adán y Eva, para que no suframos la
muerte jamás, sino por lo contrario. Y esto es de que sólo
vivamos la paz y la gloria de la felicidad infinita, en
nuestros corazones y en nuestras almas, de que algún día no
muy lejano, hemos de ver a nuestro Dios y Creador de nuestras
vidas, para llegar a conocerle tal como él es: "Nuestro Padre
Eterno" para todos nosotros, eternamente y para siempre.

Y esto ha de ser sólo como Él siempre deseo que sea así en su
corazón y en su alma santísima, para ver por si mismo su
imagen y su semejanza perfecta en cada uno de nosotros, como
su linaje celestial, gracias a la perfección de Cristo, en
nuestros millares en la tierra, comenzando con Adán, en el
paraíso, por ejemplo. Porque sólo nosotros, de todos los
hombres, mujeres, niños y niñas, redimidos por el espíritu de
la fe, de la sangre del pacto eterno de Jesucristo, es, que
realmente somos los hijos legítimos e hijas legitimas de su
imagen y de su semejanza perfecta, para la nueva era
venidera, de su nuevo reino celestial (y más no los ángeles
sagrados).

VIGILEN, PUES, EN TODO TIEMPO: POR EL REGRESO DE JESUCRISTO

Por lo tanto, salvaguarden en todo momento, orando que tengan
fuerzas para escapar de todas estas cosas que han de suceder,
y de estar en pie delante del Hijo de Dios, también, para
glorificar y honrar por siempre en nuestros corazones, al
Dios del cielo y de toda la tierra, ¡al todopoderoso de
Israel y de la humanidad entera! Porque todos hemos de subir
al paraíso, de todas las razas, pueblos, linajes, tribus,
naciones y reinos de la tierra, para honrar y para
glorificar, eternamente y para siempre, a nuestro Padre
Celestial y a su nombre santo, junto con cada uno de sus
millares de ángeles, arcángeles, serafines, querubines y
demás seres santos, del reino de los cielos.

Pues esta es la voluntad de nuestro Dios, desde el comienzo
de todas las cosas, en el más allá, para que vivamos con él y
con sus huestes angelicales, como en una gran familia
infinita, la cual jamás conocerá el pecado ni la muerte, sino
sólo la vida del Árbol Viviente, su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo! Y es esta misma vida, sin duda alguna, por la
cual, invito a Adán a vivirla con Él en el paraíso; y, hoy en
día, te invita a ti con cada uno de los tuyos, también, para
que la hagas tuya, sin tener temor alguno, a que te la
arrebaten, como lo hizo Lucifer con mentiras al corazón de
Adán.

Y si aceptas esta vida eterna de Dios y de su Hijo amado, en
verdad, vivirás seguro eternamente y para siempre, en la
tierra, en el paraíso y en el nuevo reino de los cielos, como
en la gran Jerusalén Celestial, por millares de siglos
venideros de la nueva época venidera de Dios y de su Árbol de
vida infinita. Entonces sólo así conocerás profundamente la
verdad y la justicia celestial, las cuales te llevaran a
conocer la vida eterna, con gran gozo en tu corazón, tal como
Dios y cada uno de sus ángeles celestiales la conocen en
profundos detalles sobrenaturales en sus corazones, sólo
posible en el fruto de la vida eterna, su Hijo amado, ¡el
Señor Jesucristo!

En la medida en que, sólo en el Señor Jesucristo realmente
hay perdón, gozo, felicidad, paz, sabiduría y muchas cosas
grandes y sumamente gloriosas para nuestro Padre Celestial y
así también para cada uno de sus ángeles, hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera, sin jamás hacer
excepción de persona con ninguno de ellos, eternamente y para
siempre. Y aparte del Señor Jesucristo, nuestro Dios jamás
podrá ser feliz y vivir su vida santísima con cada uno de
nosotros, en el paraíso ni en su nueva vida de nuevas tierras
y nuevos cielos de la eternidad, de un nuevo amanecer de
nuevos días, soñado sólo por Dios, desde mucho antes del
comienzo de las cosas y el tiempo.

Porque la verdad es que, desde el día que nuestro Dios crea
al hombre y a la mujer, desde entonces no ha vivido con ellos
en su espíritu de amor perfecto, como intento hacerlo así,
desde el comienzo de todas las cosas, en el reino y en el
paraíso, también, si sólo Adán y Eva hubiesen comido del
fruto viviente. Y muy pronto, si nuestro Señor Jesucristo no
se tarda más en regresar a Israel, entonces este sueño de
Dios, de vivir con el hombre y con sus ángeles divinos, en
una nueva vida celestial e infinita, será una realidad, la
cual jamás conocerá el fin en su corazón ni en el corazón de
los suyos, eternamente y para siempre.

Es por eso, que la palabra de Dios y de su Jesucristo es muy
importante en nuestros corazones y en nuestras almas
vivientes día y noche y por siempre, también, en la eternidad
venidera; porque sólo por ellas podremos realmente vivir
felices la vida con nuestro Dios y con su Árbol Viviente, en
la tierra y en el paraíso angelical. Entonces nosotros no
seremos felices, ni menos conoceremos la felicidad verdadera
en nuestras vidas, hasta que lleguemos y pisemos firmes la
tierra santa del reino celestial, para unirnos, por medio del
Señor Jesucristo, a la nueva vida gloriosa y sumamente
honrada de nuestro Padre Celestial y de sus millares de
ángeles celestiales, por la cual fuimos creados, en el
principio.

Porque hasta que ese gran día llegue a nuestras almas
eternas, hambrientas y sedientas de Dios y de los frutos de
la vida del Árbol Viviente del paraíso, entonces no
conoceremos verdaderamente la vida y la felicidad única, por
la cual, Dios nos llamo desde las profundas tinieblas de la
tierra, para formarnos en sus manos santas, en seres
vivientes. Seres infinitos, celestiales del cielo, del mundo
y del paraíso, capaces de verlo y conocerlo tal como él es (y
ha de ser) eternamente y para siempre, en la nueva vida
infinita de su nuevo reino; en donde, como sólo el Señor
Jesucristo le conoce (y le ha de conocer) por siempre, en su
corazón y en su alma santísima. Pues así también nosotros
conoceremos a nuestro Padre Celestial, ni más ni menos, en
nuestros corazones infinitos, lavados y redimidos por la
sangre del sacrificio eterno, como sólo el Señor Jesucristo
le conoce a Él, desde siempre y hasta nuestros días, por
ejemplo.

Entonces nuestro Dios tiene un día muy especial, por cierto,
en el cual, todo esto comenzara con Él y con su nueva gran
familia infinita, de ángeles y de la humanidad entera, unidos
eternamente y para siempre, por la sangre del Señor
Jesucristo y por su gran obra sin igual, llevada acabo en
Israel para el bien eterno de muchos. En donde, muchos lo
recibieron por amor infinito del paraíso y de nuestro Padre
Celestial, y otros lo rechazaron por sus tinieblas, por sus
cegueras espirituales y por falta de entendimiento de sus
corazones a la verdad y a la justicia celestial de Dios, a
través de los siglos y hasta nuestros días, por ejemplo.

Pero nosotros que le recibimos por amor a Dios y por
complacer la justicia y el derecho perfecto de la Ley de la
vida santa de nuestro Creador Infinito, entonces estaremos
juntos finalmente en la tierra sagrada de su gran gloria y de
su honra celestial, en donde, también, se cumplirá en su
totalidad, su voluntad antigua de su corazón. Y esto es,
realmente, de vivir eternamente en paz y feliz con sus hijos
e hijas, siempre rodeados de las glorias infinitas de sus
muchos ángeles celestiales de la antigüedad y de siempre,
porque así como la justicia y el derecho de la Ley reina en
el cielo, pues, ha de reinar igual en la tierra, entre los
hombres.

En aquel día, todos sus seres creados, tanto ángeles del
reino como hombres de la humanidad entera, comenzaran
realmente a conocerle a Él, tal como siempre ha sido (y como
será) conocido, como nuestro único Padre Eterno de todos en
la nueva eternidad venidera, de su nuevo reinado infinito.
Pues todos seremos, en aquel día, tan felices como siempre
nuestro Dios ha sido (y ha de ser) feliz en la eternidad, con
cada uno de sus ángeles y hombres, mujeres, niños y niñas de
la humanidad entera, por los siglos de los siglos del nuevo
amanecer de la resurrección infinita, de su Árbol de vida
eterna, ¡el Señor Jesucristo!

Y esto ha de ser, en aquel día, con cada uno de nosotros, en
nuestros millares, de todas familias de la tierra, para jamás
volvernos alejar de él, por ningún mal, como Adán y Eva se
alejaron por el pecado de sus corazones y de sus labios
manifestado en contra de su Árbol de vida, su unigénito, ¡el
Cristo Celestial! Y hemos de ser felices en el paraíso y en
su nueva vida eterna, por amor a la vida sagrada de Dios y de
su Árbol de vida, el Señor Jesucristo, quien realmente es el
único y verdadero cumplimiento de la Ley del paraíso y de la
humanidad entera, delante de Dios y de su Espíritu Santo,
para siempre.

En verdad, sólo viviremos para el amor de Dios y de su Árbol
de vida infinita, el gran rey Mesías de Israel y de la
humanidad entera, ¡el Todopoderoso! Porque ya no habrá más
llanto ni dolor alguno, la Ley glorificada y honrada
eternamente y para siempre, en el corazón de todos, por lo
tanto, todo será sólo gozo en el corazón de Dios y en el
corazón de cada uno de sus seres amados, como ángeles y
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera.

Porque todos conocerán la Ley Celestial en sus corazones,
para agradar por siempre su nueva vida santísima, sin jamás
delinquir en contra de ella ni de su Dios Santo y Eternamente
glorioso, por la cual, en su día la escribió con su dedo y
con el espíritu de la tinta sangre de Jesucristo, para bien
de la nueva vida celestial. Y es precisamente esta nueva vida
celestial, la cual espera por ti y por los tuyos, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, si tan sólo crees en tu
corazón y así confiesas el nombre de Dios de tu salvación
infinita, para el día de tu resurrección y levantamiento al
paraíso, por el espíritu de nuestro salvador celestial, ¡el
Señor Jesucristo!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.

http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?
playertype=wm%20%20///


http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx


http://radioalerta.com


IVAN VALAREZO

unread,
Feb 4, 2008, 7:54:23 PM2/4/08
to
caloric testing. Motor tone is normal or
inconsistent and limb reflexes retained. Other physical signs based on
reflex self protection have been used in this syndrome though their
validity has not been formally assessed. The EEG shows awake rhythms."

Quotes from http://www.ttmed.com/dementia/text_books.cfm?ID_Dis=216&ID_Cou=237&ID_Book=1669&id_chapter=11710&id_subtext=11723
:


#randsent

"Pseudocoma, also known as psychogenic unresponsiveness or feigned
coma, is difficult to diagnose and should be based on a diagnosis of
exclusion because, if true coma is overlooked, the result could be
disastrous. Therefore, all patients with coma suspected of being
psychogenic in origin must undergo thorough evaluation until the
diagnosis is clearly established. A conversion reaction and
malingering are the most common causes of pseudocoma."

#randsent

"It is important to remember that none of the historical data
absolutely include or exclude the possibility of pseudocoma. However,
there are some clinical findings suggestive of psychogenic origin,
such as conditions precipitated by stress. Pseudocoma usually begins
or persists when an observer is present. Patients with pseudocoma
slump to the floor and protect themselves from hitting their heads and
other body parts."

#randsent

"During examination, patients with pseudocoma usually make
semipurposeful avoiding movements. They have normal pupils, corneal
reflexes and plantar reflexes. They may keep their eyes firmly shut
and resist the opening of the eye by examiners. Because eyelid tone
cannot be changed at will, in patients with true coma passive eyelid
opening is easy and is followed by slow eyelid closure. Blinking also
increases in feigned coma, but decreases in true coma. Passive eye
opening in a sleeping or an actually comatose person results in
mydriasis if the pupillary reflex mechanisms are intact. Conversely,
opening the eyes


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