(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
(Felices Fiestas a todo Guayaquil. Éste libro es para ti, para que se
gocen cada día nuestras familias eternas, leyendo de las verdades
infinitas de nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo, para ser
por siempre llenos de su Espíritu Santo de sus mandamientos,
grandemente obedecidos y glorificados en la sangre bendita del pacto
eterno de paz, amor, verdad y de justicia sin igual. Felices Fiestas
Guayaquileñas a todos.)
LOS TRES ALTOS SACRIFICIOS DE TODO ISRAEL, PARA NUESTRO PADRE
CELESTIAL:
Moisés y Aarón se acercaron al Faraón egipcio y le revelaron,
asegurándole: nuestro Padre celestial nos ha hablado, el Dios de los
hebreos está con nosotros, y quiere que vayamos por tres días de
camino, por el desierto a ofrecerle a Él “sacrificios”, no sea que nos
castigue por pecar con pestes y con espadas, si no lo hacemos así.
Nuestro Padre celestial es todopoderoso, y «tiene que ser honrado con
sus sacrificios santos y eternos», para satisfacer grandemente su
voluntad santa y eterna en todos nosotros, en la tierra y en la
eternidad.
Por ello, nosotros no podemos quedarnos en la tierra de Gosén ni por
un día más, porque el tiempo del cumplimiento de la palabra de nuestro
Padre celestial hacia nuestros antepasados ha llegado a su día y a su
hora: por eso tenemos que salir a ofrecerle sacrificios de sangre
expiatoria a Él y a su nombre muy santo. Además, nuestro Padre
celestial es un Dios santísimo y “sólo puede ser complacido con sus
sacrificios de sangre escogida por él mismo” y sobre su altar eterno,
en la misma tierra que él ha destinado para nosotros servirle a él
grandemente y “sólo en su gran obra misteriosa” y eterna; de otra
manera, no se le puede servir a él jamás.
Porque para nuestro Padre celestial «sin el derramamiento de sangre no
hay remisión de pecados posible», en la tierra ni menos en el más
allá, eternamente y para siempre. Y “la sangre qué nuestro Padre
celestial busca cada día entre todos nosotros”, no se encuentra entre
tu gente egipcia ni entre ninguna nación más de toda la tierra, sino
solamente en los descendientes de nuestro Padre Abraham y su hijo
Isaac, para perdón y bendiciones sin fin de Israel y de las naciones —
le aseguraba Moisés al Faraón egipcio—.
Pues, «ésta es la misma sangre que nuestro Padre celestial le pedía a
Abraham en su hijo Isaac, su único hijo», por el cual había esperado
muchos años para que llegara a él, y el cual tuvo que llevar al Moriah
para sacrificarlo al SEÑOR, sobre su holocausto profético y eterno del
fin del pecado y el comienzo de la vida eterna. Pues, en este día, en
vez de sacrificar a su hijo Isaac, se encontró con un becerro trabado
con las ramas, de los árboles sin vida de Adán y Eva sobre el Moriah,
para derramar su sangre y cubrir su pecado original del paraíso y así
dejarlos infinitamente limpios y listos, para recibir posteriormente
el verdadero sacrificio eterno del paraíso.
En aquel sacrificio, Abraham sacrificó el becerro trabado en las ramas
de los árboles secos de Adán y Eva y lo quemó con sus mismos palos y
ramas sobre todo lo alto del Moriah, para abrirle así paso a la
llegada del Hijo de Dios al mundo, el Hijo de David, ¡el Cristo! Y los
dos jóvenes, que acompañaban a Abraham y a Isaac su hijo, miraban
desde lejos el fuego y el humo, como testigos fieles y verdaderos de
lo que estaba haciendo Abraham sobre todo lo alto del Moriah, así como
Jesucristo tendría sus dos testigos con él en su Holocausto eterno,
para fin del pecado del paraíso de Adán y Eva.
Y es, precisamente, ésta misma sangre libertadora, por la cual nuestro
Padre celestial está entre nosotros, hoy en día, buscándola para
llevarla a la tierra prometida, prometida inicialmente a los padres de
los hebreos, camino a tres días en el desierto, para derramarla sobre
toda ella y sus habitantes y así llenarlo todo de bendición y de salud
sin fin, infinitamente. Además, ésta sangre santa del Dios de los
hebreos tiene que salir con ellos de Egipto con toda su gente y sus
animales, para ofrendarla sobre todo lo alto del monte santo del
SEÑOR, en la misma tierra escogida por él mismo, desde la fundación
del cielo y la tierra, para llevar acabo ésta gran obra inmortal para
bien de todos.
Porque si la sangre del sacrificio eterno estuviera entre las familias
egipcias o de cualquier otra nación que no sea Israel, entonces ya
hace mucho tiempo que hubiésemos sacrificado su cordero escogido por
él mismo, para que sea derramada su sangre para remisión de pecados y
salvación de todo hombre, mujer, niño y niña de Israel y de la
humanidad entera. Pero ésta sangre muy santa sólo se encuentra entre
los hebreos, los hijos de Abraham, de Isaac y de Jacob, por lo tanto,
tenemos que salir de nuestra vida egipcia para ir camino a tres días
por el desierto a una tierra gloriosa y derramarla allí, de una vez
por todas y para siempre, sobre el altar santo del SEÑOR.
Y, además, éste es un lugar muy glorioso, escogido primordialmente por
nuestro Padre celestial y por su Espíritu Santo, para llevar a cabo el
sacrificio eterno de Israel y de la humanidad entera, para cumplir con
toda justicia y así por fin alcanzar una vida eterna para todos, jamás
vivida en el cielo ni menos en toda la tierra. Pero entonces, el
Faraón egipcio no creyó a las palabras de Moisés, porque nuestro Padre
celestial había decidido «endurecer su corazón para con los hebreos y
para con su sacrificio eterno de sangre santa y de infinita
reparación» para el corazón, el alma, la mente, el cuerpo y el
espíritu humano de cada hombre de la humanidad entera.
Y nuestro Padre celestial lo hizo así con todo Egipto no sólo porque
quería manifestar los milagros, maravillas y prodigios increíbles de
su nombre santo en la tierra y el cielo, sino también para castigarlos
por los muchos pecados que habían cometido en contra de su ungido,
Jesucristo, quien había vivido entre los hebreos por algunos siglos
como su sumo sacerdote. Es decir, que nadie que agravie a su Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo, y su sangre santísima para perdón de
todo pecado y para bendición eterna del corazón, alma, cuerpo, vida y
espíritu humano de todo hombre, mujer, niño y niña de Israel y de la
humanidad entera, nuestro Padre celestial no lo puede dejar sin
castigo nunca.
Porque todo aquel que maltrata a su Hijo amado, entonces no solamente
está maltratando su vida santísima sino también su sangre y la
resurrección gloriosa y sumamente honrada de todos los demás: por eso,
nuestro Padre celestial tenia que sacar la sangre de su Hijo
Jesucristo de Egipto, para que no empeoraran las cosas para los
egipcios ni para nadie más. En otras palabras, nuestro Padre celestial
decidió sacar a su Hijo amado de Egipto, porque tuvo gran misericordia
de los egipcios y así no murieran para siempre en sus pecados, los
cuales estaban cometiendo injustamente en contra de la sangre bendita
del Holocausto eterno de todo Israel y de las naciones de la humanidad
entera, de todos los tiempos.
Y éste abuso cruel en contra de su Hijo Jesucristo, nuestro Padre
celestial no se lo iba a tolerar ni por un sólo momento más a Satanás
ni a ninguno de sus seguidores malvados, haciendo de las suyas como
siempre, en todo Egipto y en contra de Israel y de sus promesas santas
de vida y felicidad infinita para todos. Ciertamente que nuestro Padre
celestial no quiso jamás que Egipto muriese, por pecar en contra de la
vida sagrada y del Holocausto eterno de su Hijo Jesucristo, por eso
libera a Israel de sus tierras y con la misma sangre santa y
todopoderosa de su Cordero eterno, nuestro Salvador Jesucristo, para
que siga viviendo al lado de su nación eterna, Israel.
Es decir, que como iban las cosas en Egipto y la muerte constante de
los varones hebreos cada vez que salían del vientre de sus madres,
entonces nuestro Padre celestial perfectamente podía maldecir a todo
Egipto y dejarlo sin vida y sin salvación para siempre; pero la
misericordia que nuestro Padre celestial sentía por todo Israel
también se manifestó para ellos grandemente. Y toda la gloria de
Egipto se vino abajo precipitadamente, no porque nuestro Padre
celestial los haya maldecido, de una manera u otra, sino fue porque
Israel salió de ellos con su Holocausto de sangre milagrosa y
salvadora de su Hijo Jesucristo, para entrar a la tierra prometida, y
así jamás volver a su vida antigua del pasado egipcio.
En otras palabras, todo Egipto se volvió grande, la mayor y poderosa
de todas las naciones de la tierra, fue, realmente, porque la sangre
bendita, salvadora y resucitadora de cada hombre, mujer, niño y niña
de la humanidad vivía entre ellos, gracias a los hebreos y a su
hermano antiguo, Jesucristo, el Holocausto salvador y la resurrección
perfecta para vida eterna. Pero cuando nuestro Padre celestial sacó a
los hebreos de su cautividad egipcia, entonces las muchas bendiciones
y salvación sobrenatural para una resurrección perfecta del espíritu
humano de la humanidad entera se fue con ellos a vivir y servirle al
SEÑOR, alrededor de su Holocausto y resurrección sobrenatural de
todos, por eso, Egipto se debilito y perdió su supremacía entre las
naciones.
Después de nuestro Señor Jesucristo haber cumplido con el Plan
salvador de nuestro Padre celestial para con todo Israel, entonces lo
mismo le sucedió a Israel: porque nuestro Señor Jesucristo así como
vino se fue, sin que los lideres hebreos lo recibiesen, a no ser un
remanente que se salvó para resucitar con Jesucristo en el día de la
resurrección. Cuando nuestro Señor Jesucristo abandonó Israel para
regresar al Padre celestial con todas las victorias sobrenaturales, en
contra de Satanás y de sus mentiras malvadas, entonces todo Israel
dejó de ser nación, asimismo como Egipto en el principio de todo; pero
ahora Israel ha vuelto a ser nación, gracias a los verdaderos
creyentes y porque Jesucristo regresa a su tierra nuevamente.
Es decir, también que si los creyentes no existieran en toda la
tierra, ni Jesucristo se estuviera acercando cada vez más a Israel
como en los días de la antigüedad, por ejemplo, entonces Israel no
sólo no hubiese vuelto a ser nación jamás, sino que ninguna de sus
tribus existiría en nuestros días en toda la tierra, de modo
definitivo. Porque la verdad es que sólo por la sangre bendita de su
Cordero escogido es que nuestro Padre celestial puede tener comunión y
armonía eterna, para bendición y salvación, para con cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, empezando con las familias
de todo Israel, por ejemplo.
Por deducción, sin el derramamiento de sangre santa y salvadora de su
árbol de la vida eterna, el Hijo de David, nuestro Señor Jesucristo,
entonces no hay comunión ni armonía alguna para con los hombres de
toda la tierra, y así también en el paraíso y en todo su reino
angelical para siempre. Entonces nuestro Padre celestial necesitaba
sacar a Israel de Egipto, para que vaya ya a levantar sus sacrificios
delante de su presencia santa tres días de camino por el desierto y
hasta situarse en su nueva tierra prometida a sus antepasados, la cual
fluye leche y miel cada día del cuerpo y de la sangre bendita del
Holocausto de grato olor.
Por ello, nuestro Señor Jesucristo estaba siempre con todas las
familias hebreas durante su cautiverio de más de cuatrocientos años,
en su calidad de intercesor, como sumo sacerdote, Cordero santo y
escogido por Dios mismo, para que sea su sangre milagrosa la que no
solamente los liberé de su cautiverio egipcio, sino que también los
llevé a su hogar eterno. Porque sólo nuestro Señor Jesucristo sabía de
la tierra prometida, en donde iba a nacer como un varón de Dios del
vientre virgen de la hija de David, para darle a Israel y a la
humanidad entera esa vida santísima del cielo con sus huesos
inquebrantables, carne santa y sangre milagrosa de perdón, salvación,
salud y de bendiciones sin fin.
Pero nuestro Señor Jesucristo, aunque vivía con todos los hebreos a
través de los siglos, no sabía el día ni la hora en cuando nuestro
Padre celestial le iba a permitir a él sacar a Israel de su cautiverio
egipcio, para introducirlo en el desierto y darles la tierra
prometida, prometida inicialmente a sus padres. En verdad, ni aun el
Espíritu Santo de Los Diez Mandamientos y sus ángeles fieles sabían
del día y la hora en cuando nuestro Padre celestial le iba a permitir
a su Hijo Jesucristo que subiese con su sangre santa sobre todo lo
alto del Sinaí, para ser visto por Moisés y así empezar la liberación
de todo Israel.
Pero cuando llegó el día y la hora, entonces nuestro Padre celestial
le responde grandemente a las oraciones de su Hijo Jesucristo para
liberar a Israel, y sin más esperar nuestro Señor Jesucristo subió al
Sinaí, para ser visto por Moisés y así enviarlo con su mensaje de
salvación a todo Israel y al Faraón egipcio al mismo tiempo. Aquí,
nuestro Padre celestial empieza a liberar no sólo a Israel de su
cautiverio sino también a todo Egipto, para que no entrase en pecados
mayores no solamente en contra del Holocausto eterno y de sangre
bendita, sino también en contra del Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos, los cuales harían grandes cosas en el tercer día por la
humanidad entera.
Y como el Faraón egipcio se negaba a dejarlos ir libres de la tierra
de Gosén, para salir al desierto y entrar finalmente a su tierra
cananea, Israel conocido de siempre, entonces nuestro Señor Jesucristo
con su nombre muy santo y milagroso comenzó a hacer maravillas y
milagros increíbles, delante de todos ellos. Aquí, nuestro Señor
Jesucristo, con el permiso de nuestro Padre celestial, comenzó a hacer
grandes obras delante de los hebreos y de los egipcios, para que
entendiesen por fin de que todo éste asunto era de parte de Dios y no
del hombre, para que salga Israel de su cautiverio y tomado de la mano
del Rey Mesías hacia la tierra eterna.
Además, como el Faraón egipcio no quería aceptar la palabra de nuestro
Padre celestial, por medio de Moisés y de Aarón, por ejemplo, entonces
soberanamente nuestro Padre celestial se encontró obligado a dejar
suelto al ángel de la muerte, para que les dé muerte a cada uno de sus
primogénitos. Y esto seria de darles muerte inmediata no sólo a los
primogénitos de los incrédulos egipcios, sino también de los que no
creyesen a su palabra, y esto incluía a los hebreos que dudaban a
Moisés y a su mensaje de liberación, departe de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo sobre todo lo alto del Sinaí, por
ejemplo.
Y como el Faraón egipcio no creía a la palabra del Señor Jesucristo ni
a las señales y milagros increíbles de su nombre santo, de la mano y
de la boca de Moisés, entonces nuestro Padre celestial permitió
inmediatamente al ángel de la muerte que matase a los primogénitos de
Egipto y hasta de las primicias de sus animales también. En aquella
noche el ángel de la muerte mató a tantos egipcios y de las primicias
de sus animales también, que los egipcios se levantaron a llorar a sus
muertos, sin que hubiese nadie que los consolase de su gran dolor, en
el cielo ni menos en toda la tierra.
Mientras en Gosén, los hebreos habían obedecido fielmente al llamado
de su sumo sacerdote, nuestro Señor Jesucristo, ha salpicar con su
sangre santa los linteles de todas las puertas de sus hogares, para
que el ángel de la muerte cuando viera su sangre redentora, entonces
no les hiciera ningún mal a ninguno de ellos ni aun a sus animales. La
sangre del Cordero escogido por nuestro Padre celestial, desde la
fundación del cielo y la tierra, había hecho su gran obra del
Holocausto eterno sobre todos los primogénitos hebreos y hasta de sus
animales también, para que ninguno de ellos muriese en aquella noche
de juicio divino, sino que saliesen bien librados hacia la tierra
prometida a sus antepasados inicialmente.
En este día, los hebreos y así también los egipcios vieron el poder
sobrenatural de la sangre santísima del Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo entero, y sólo cuando se lo obedece/invoca para
perdón, salud y salvación infinita del alma viviente del hombre, de la
mujer, del niño y de la niña de toda la tierra. En este día, todos
vieron como la sangre santísima de nuestro Señor Jesucristo, la misma
sangre gloriosa que le fue ofrecida a Adán y Eva en el paraíso y la
que posteriormente se derramaría sobre el monte santo de Jerusalén, en
Israel, había librado de la muerte a todos los hebreos e incluyendo a
sus animales también.
En esta noche, la misma sangre entregada inicialmente a Abraham, Isaac
y a Jacob que había vivido entre los hebreos por algunos siglos,
entonces se manifestó con grandes milagros, maravillas y de salvación
para todo Israel, para que el Faraón los dejara ir libres por fin a la
tierra del Holocausto de sangre y de salvación eterna del Gran Rey
Mesías. Después de tantos milagros y grandes maravillas manifestadas
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, para gloria y honra de
nuestro Padre celestial, entonces el Faraón egipcio no tuvo más que
hacer sino contar sus muertos y, al fin, dejar ir a Israel por el
camino que ya nuestro Padre celestial había trazado divinamente,
camino directo a la tierra prometida.
En donde, finalmente, todo Israel levantaría los sacrificios
sangrientos de nuestro Padre celestial, por los cuales la tierra y así
también Adán, Eva, Abraham, Isaac, Jacob y millares más habían
esperado por siglos, para que se lleve acabo en su día y en su hora,
cumpliendo así con toda verdad y justicia delante de nuestro Padre
celestial y de sus ángeles. Pues, en este día el pecado habrá llegado
a su fin eterno, para abrir las nuevas puertas de la nueva vida eterna
de La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo, en donde nuestro
Padre celestial podría vivir felizmente con cada hombre, mujer, niño y
niña sin ofensa del pecado hacia el Espíritu Santo, de Sus Diez
Mandamientos glorificados
Pero antes que todo esto sucediese, los hebreos tenían que
primeramente ser bautizados en el mar Rojo, sin duda alguna, para
poder recibir la verdad y la justicia infinita del Espíritu Santo de
la vida gloriosa de su Hijo amado, el sublime Holocausto sangriento,
perdonador, sanador y libertador, en sus corazones eternos, el Hijo de
David, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Dado que, sin el bautismo de agua
en el mar Rojo, entonces nuestro Padre celestial no los podía liberar
de sus vidas antiguas y muertas, ni mucho menos los podía limpiar de
sus impurezas en el primer y segundo día, para que en el tercer día
darles el Espíritu Santo de Los Diez Mandamientos escritos con su
propio dedo.
En vista de que, con el Espíritu Santo de los Diez Mandamientos es que
no solamente ellos iban a conocer la nueva vida santa del reino
angelical, sino que también iban a conocer meticulosamente la
verdadera vida santísima de su Gran Rey Mesías, por el cual habían
esperados muchos años así como sus antepasados, por ejemplo, Abraham,
Isaac y Jacob. Porque éste es el Espíritu Santo de la nueva vida
eterna, sin duda, por la cual nuestro Padre celestial los libera de
Egipto grandemente, para que entren a la tierra prometida: en donde
todos iban a vivir sus nuevas vidas, pero saturadas enormemente por la
santidad, pureza, perfección de la carne santa y de la sangre bendita
y salvadora de Jesucristo.
Entonces los hebreos no solamente tomaron de las manos de Moisés las
dos tablas de Los Diez Mandamientos en su día, sino que también
recibieron departe de nuestro Padre celestial levantarle los
sacrificios delante de su presencia santa sobre el monte santo de
Jerusalén, para fin del pecado y el comienzo de la flamante vida
resucitada en el tercer día. Pero lo que no sabían los hebreos era que
no podían ya más levantarle los sacrificios escogidos de nuestro Padre
celestial sobre el monte santo de Jerusalén, sino que sus hijos lo
harían en su día, porque habían pecado grandemente delante de su
presencia santísima al doblar sus rodillas y darle de su gloria a un
becerro fundido en oro.
A todos los hebreos que salieron de la cautividad egipcia, y que
habían visto las maravillas y milagros increíbles del nombre santo de
su Hijo amado, nuestro Padre celestial no los quería volver a ver más
delante de su presencia santa, ni mucho menos que entrasen en la
tierra prometida con Moisés y con sus rebeliones pasadas del Sinaí y
del desierto. Y nuestro Padre celestial no quiso terminantemente que
ninguno de ellos entrase a la tierra prometida de Israel con Moisés,
porque no solamente habían fundido un becerro en oro en las faldas del
Sinaí, cuando el Espíritu Santo de Los Diez Mandamientos descendía a
ellos, sino que estaban contaminados terriblemente con éste mismo
sacrificio abominable en sus corazones rebeldes.
Por lo tanto, nuestro Padre celestial no quería que entrasen en su
tierra santa, y escogida por él mismo desde mucho antes de la
fundación del cielo y la tierra, porque en ella no se ha hecho jamás
ningún pecado similar a éste, delante de su presencia gloriosa; desde
entonces, nuestro Padre celestial quiere a Israel libre de éste pecado
abominable. Por eso, ningún ídolo debía/podrá jamás entrar a la tierra
de Israel, para que la ira de nuestro Padre celestial, la cual se
manifestó peligrosamente en las faldas del Sinaí en el día que se
fundió un becerro de oro en lugar del Cordero escogido de Dios, pues
entonces no vuelva ni por un momento más a Israel, para condenarlo.
Consecuentemente, los ídolos e imágenes del vaticano son muerte de
parte de Satanás no sólo para todo Israel, sino también para cada una
de las familias de las naciones del mundo entero; porque si nuestro
Padre celestial no perdonó a Israel con su ídolo de oro, pues tampoco
te perdonara a ti con los ídolos del vaticano, si no te arrepientes.
Además, nuestro Padre celestial había escogido a estas tierras
eternas, para llevar a cabo exclusivamente su gran sacrificio
asombroso sobre la cima santa de Jerusalén, para fin del pecado con el
derramamiento de la sangre santísima, y la última oración inmortal de
su Hijo Jesucristo por todo Israel, ¡el Cordero de Dios que salió de
Egipto, para olvidar el pecado de todos!
Y la última oración inolvidable que nuestro Señor Jesucristo hizo
sobre la cruz, y entre sus dos testigos personales y eternos, antes de
entregar su alma a nuestro Padre celestial, en el momento de su
muerte, fue, sin duda alguna: ¡Padre amado! ¡Perdónalos, porque no
saben lo que hacen! Y en su último suspiro de vida israelí dijo
abiertamente también: ¡Consumado es! (Aquí se cumplió al pie de la
letra las Escrituras de los profetas y de los salmos, para fin del
pecado y para gloria y honra infinita de nuestro Padre celestial.)
Por lo tanto, sólo el sacrificio supremo de su Hijo Jesucristo,
nuestro Padre celestial quería ver en todo Israel y más no el recuerdo
en los corazones rebeldes del sacrificio fundido en oro de los
primeros hebreos; por eso, nuestro Padre celestial los dejó postrados
alrededor de su sacrificio fundido en oro, en los alrededores de las
faldas del Sinaí. Pero los sacrificios que nuestro Padre celestial
quería ver al fin, simplemente eran los dos criminales clavados sobre
sus árboles sin vida sobre todo lo alto del monte santo de Jerusalén,
con su Hijo Jesucristo en medio de ellos, muriendo por todo Israel y
la humanidad entera para resucitar en el tercer día con la vida eterna
de todos.
Y esto seria clásicamente nuestro Señor Jesucristo clavado a los
árboles cruzados de Adán y Eva, tal cual como debieron ser clavados
inicialmente a la vida gloriosa y sumamente santa de nuestro Padre
celestial en el paraíso, sangrando sobrenaturalmente el Espíritu Santo
de vida de Los Diez Mandamientos, infinitamente obedecidos y
glorificados en su espíritu humano para fin de todo pecado. Y sólo con
estos altos sacrificios, de los tres hebreos clavados a sus cruces
sobre el monte santo de Jerusalén, en las afueras de Jerusalén, en
Israel, entonces nuestro Padre celestial podía vivir infinitamente
satisfecho en toda su verdad, santidad y justicia infinita del
Espíritu Santo de sus mandamientos, para empezar entonces la vida
eterna de la humanidad entera.
Además, nuestro Padre celestial hizo que dos hebreos sean crucificados
juntos con su Hijo Jesucristo sobre el monte santo de Jerusalén, para
que sean testigos fieles de todo lo sucedido en su crucifixión
santísima, en la tierra para Israel y en el cielo para los ángeles,
porque escrito está en su Ley: Todo testimonio de dos testigos o tres
es valido. Entonces estos dos testigos que fueron crucificados juntos
con nuestro Señor Jesucristo sobre el monte santo de Jerusalén,
verdaderamente vieron paso a paso todo lo que le sucedió injustamente
a nuestro Señor Jesucristo, en las manos crueles de sus verdugos en la
tierra con los pecadores y en el corazón de la tierra con el ángel de
la muerte.
Pues estos dos testigos son los testigos fieles delante de nuestro
Padre celestial y de Israel junto con la humanidad entera, de que en
el día que nuestro Señor Jesucristo fue crucificado por los pecadores,
entonces en el tercer día no solamente lo vieron vencer la muerte,
sino que lo vieron resucitar junto con ellos mismos, para entrar al
paraíso victorioso. Por lo tanto, estos son los tres sacrificios
escogidos delante de la presencia santa de nuestro Padre celestial y
del Espíritu Santo de sus mandamientos con su Hijo amado clavado y
sangrando sobre los árboles sin vida de Adán y Eva junto con sus dos
hermanos hebreos flanqueándolo, por los cuales nuestro Padre celestial
saca a Israel de Egipto para consumarlo.
Es decir, que para estos tres sacrificios nuestro Padre celestial
liberó a los hebreos antiguos con la misma sangre santísima de su
Jesucristo, como su sumo sacerdote, su Cordero escogido y Mesías
Salvador de sus almas vivientes, para que al fin sea crucificado entre
los dos criminales, para levantarse victoriosamente en el tercer día
con una nueva vida infinita para todos. Porque mayor sacrificio de
estos y de sangre humana pecadora junta con la sangre santísima de su
Hijo Jesucristo, sobre los cuerpos sin sangre y sin vida de Adán y
Eva, entonces no hay mayores en el cielo ni en la tierra, no sólo para
fin del pecado sino para el comienzo de la vida gloriosa de La Nueva
Jerusalén celestial.
Por lo tanto, sólo por éste sacrificio santo y glorioso y entre sus
dos semejantes hebreos suspendidos con clavos, como Él mismo, y en
medio de ellos, entregándoles su sangre santísima, para fin de sus
pecados y el comienzo de una nueva vida eterna no sólo para todo
Israel sino también para las naciones del mundo entero, sin duda
alguna. Por esta razón, el Espíritu Santo del evangelio eterno del
amor antiguo y santísimo de nuestro Padre celestial y de su Hijo
Jesucristo, no solo empezó predicándose entre todo Israel, como en la
antigüedad por sus profetas, sino también que se lanzó sobre todas las
naciones, para erradicar a Satanás y a sus mentiras para siempre de
toda la tierra.
Y sólo alrededor de éste sacrificio santo y glorioso de nuestro Señor
Jesucristo sangrando mortalmente sobre los árboles sin sangre y sin
vida de Adán y Eva y entre sus semejantes criminales, pecadores,
condenados a morir, nuestro Padre celestial llama constantemente a
todo Israel a servirle a él, en su espíritu y en su verdad infinita de
su Espíritu Santo. Entonces el sacrificio de fundición de oro del
cordero del Sinaí tenia que quedarse fuera de Israel, para los
muertos, para el vaticano y sus idólatras, y más no para los que viven
infinitamente y le sirven a Él, como su Dios y Fundador de sus nuevas
vidas eternas, en la tierra y en el paraíso, eternamente y para
siempre.
En otras palabras, sólo por éste sacrificio de la sangre santa de su
hermano antiguo, Jesucristo, nuestro Padre celestial llama a todo
Israel de todos los tiempos a servirle a él, en su espíritu y en su
verdad infinita, para fin de la vida pecadora y el comienzo de su
nueva vida eterna, ¡llena del árbol de la vida del cielo! Y si le
obedecen a Él cada día, alrededor de éste sacrificio santísimo, el
cual comenzó en Egipto mismo con Moisés y sobre todo lo alto del
Sinaí, como el que posteriormente se llevó a cabo sobre el monte santo
de Jerusalén, en Israel, entonces ellos serán sus hijos y su especial
tesoro de su corazón santísimo, para la eternidad entera.
Y esto seria, en realidad, una nación de reyes y de sacerdotes para
glorificación y santidad infinita de su nombre muy santo, entre todas
las naciones de la humanidad entera, en los cielos y en la tierra,
para jamás volverse a separar de él, en su nuevo camino a la vida
eterna de La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo. Además, ésta
es una vida sumamente santa y antigua, la cual está llena de milagros,
maravillas y de señales increíbles en los cielos y en la tierra, para
no solamente glorificar y honrar su nombre santísimo por siempre, sino
también para darle vida, salud y prosperidad al que no las tiene en
toda tierra, para fin de Satanás y sus mentiras.
Porque con el fin de Satanás y sus mentiras, las cuales comenzaron en
la vida de Eva y luego de Adán y sus retoños en el paraíso, entonces
nuestro Señor Jesucristo reinaría grandemente en nuestras vidas
terrenales y celestiales, para que todas las enfermedades llenas de
mentiras salgan de nuestras vidas, para jamás volver a ninguno de
nosotros, para siempre. Visto que, son las mentiras de Satanás las que
nos mantienes en problemas y terribles enfermedades de nuestros
cuerpos y de nuestras tierras, para finalmente caer muertos en el
fuego eterno del infierno, porque el sacrificio supremo de nuestro
Señor Jesucristo no reina en nuestras vidas, como Dios llamó a todo
Israel a honrarlo infinitamente, y esto es inicialmente desde Egipto.
Por lo tanto, para que las mentiras y maldades increíbles abandonen la
tierra junto con su padre Satanás y sus malvados clásicos, entonces
Israel tiene que servirle a su Dios y Fundador de su nueva vida, llena
de paz, amor, gozo y de felicidades increíbles, en la tierra y en el
paraíso: «pero sólo alrededor del sacrificio supremo de su hermano
Jesucristo». El Hijo de David, quien no solamente vivió junto con
ellos su cautiverio de siglos como su sumo sacerdote en silencio y
como su Cordero del escape egipcio por el poder sobrenatural de su
nombre santo y de su sangre salvadora, sino que al fin los liberó
grandemente de sus vidas antiguas para concebir su sacrifico eterno
delante de Dios, en Israel.
Entonces si no le sirven constantemente alrededor de éste sacrificio
supremo de su hermano Jesucristo, quien resucitó por ellos en el
tercer día, como Dios manda, desde la fundación del cielo y la tierra,
y desde su escape de Egipto, entonces seguirán sufriendo los embates
de las mentiras de Satanás y de sus ángeles caídos, y todo esto para
mal eterno. Porque mientras todo Israel se mantenga alejado de la
verdad y de la justicia infinita del Holocausto de sangre
santificadora de su hermano Jesucristo, entonces permanecerán
desprotegidos, y Satanás seguirá atacándolos con sus mentiras y
maldades de siempre y hasta que termine con ellos en todos los lugares
de la tierra y hasta en el más allá también, de seguro.
Pero si hacen del sacrificio supremo de la sangre bendita de su
hermano Jesucristo, quien murió por amor a sus hermanos y entre dos de
ellos mismos clavados también a sus cruces sobre el monte santo de
Jerusalén, entonces serán restituidos a cada una de sus bendiciones
sin fin, dada a ellos por nuestro Padre celestial, para que sean
felices infinitamente. Ya que, vivir cada día alrededor del sacrificio
supremo de su hermano Jesucristo y de su resurrección gloriosa en el
tercer día, en verdad, no solamente es la consumación total de la
voluntad santa de nuestro Padre celestial para con ellos, por la cual
los liberó inicialmente de Egipto, sino que es la liberación eterna de
todas las mentiras de Satanás.
Porque son las mentiras de Satanás, no solamente como las que
descendieron con Adán y Eva a la tierra en el día que salieron del
paraíso, sino que también son las mentiras crueles con las que Satanás
los llenó grandemente cuando fundieron en oro un becerro abominable,
llamándolo su libertador, ofendiendo así a nuestro Padre celestial y a
su Jesucristo. Entonces son estas mentiras terribles de los hebreos
creyeron cuando se sentaron al pie del Sinaí, para pecar con sus vidas
liberadas, liberadas por la verdadera sangre del Cordero de Dios, y
fundir con sus manos un becerro en oro para declararlo su libertador,
humillando así grandemente el verdadero sacrificio supremo de
Jesucristo, por el cual escaparon urgentemente de Egipto.
Son estas mentiras las que viven en los hebreos, hoy en día, para
seguirles haciendo daño a través de los tiempos, dando vueltas aún
alrededor de este cordero fundido en oro al pie del Sinaí y sus
derredores, en vez, de dar vueltas alrededor de toda la verdad y
justicia infinita del aceptable/creíble sacrificio supremo de su
hermano Jesucristo, en Israel. Porque nuestro Señor Jesucristo no
solamente murió por ellos y junto con sus dos semejantes hebreos sobre
el monte santo de Jerusalén, para fin de sus pecados, sino que también
resucitó junto con ellos en el tercer día para vivir la vida eterna, y
ésta es la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén santa y gloriosa
del más allá.
Porque en el sacrificio supremo y creíble de todo Israel, nuestro
Señor Jesucristo murió y descendió junto con los dos testigos oculares
al corazón de la tierra, para dar testimonio a las generaciones
pasadas de todas las naciones de que sólo él es el Hijo de David, el
Santo de Israel y de la humanidad entera, para perdón y salvación
eterna. Y el testimonio de estos dos hebreos, los cuales acompañaron
progresivamente a nuestro Señor Jesucristo sobre el monte santo de
Jerusalén, no solamente dio testimonio fiel en el corazón de la
tierra, de lo que vieron y oyeron en el día de la crucifixión de su
sangre santificadora, sino que también testificaron asimismo delante
de los ángeles en el cielo.
Y estos dos testigos fieles de nuestro Señor Jesucristo darán sus
testimonios individuales en el día del juicio delante de la presencia
de nuestro Padre celestial y de cada hombre, mujer, niño y niña de
Israel y de cada una de las familias de las naciones de toda la
tierra, para cumplir con toda justicia infinita en la eternidad. Y así
nuestro Padre celestial, seguidamente, terminara lo que empezó con
todo Israel al sacarlos de Egipto, para llevar acabo su gran
sacrificio supremo y aceptado de su Hijo amado junto con dos de sus
semejantes oculares, los cuales no solamente testificaron en el
corazón de la tierra sino también en el cielo, y asimismo testificaran
fielmente en el juicio final.
Porque los que vivieron alrededor del sacrificio eterno y de sangre
santa y salvadora de su Hijo Jesucristo, entonces vivirán para
siempre, porque creyeron a la verdad y a la justicia de nuestro Padre
celestial y de su Hijo Jesucristo amando al mundo entero, desde todo
lo alto del Moriah, del Sinaí y del monte santo de Jerusalén, para
vida eterna. Pero los que vivieron día a día alrededor del sacrificio
del cordero fundido en oro, por las manos de los hebreos antiguos que
salieron de Egipto, como ídolos e imágenes de piedra, metal, madera y
demás, no podrán sostener sus propias vidas delante de Dios y de su
Jesucristo, porque sus nombres no están escritos en el libro de la
vida.
Estos descenderán al mundo perdido del fuego eterno del infierno, en
donde el gusano no muere ni se cansa jamás de comer de sus carnes y de
beber de su sangre pecadora y enferma, por el pecado de las mentiras
de Satanás y de sus malvados de siempre. Pero nuestro Padre celestial
no liberó a Israel para matarlo en el desierto, sino para llevarlo a
vivir alrededor de su verdadero sacrificio eterno y salvador de cada
hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones de
toda la tierra, para que las tinieblas mueran y la luz del árbol de la
vida viva en todos infinitamente.
Por eso, si nuestro Padre celestial te está llamando a que regreses al
lado de su sacrificio eterno de su Hijo amado sobre todo lo alto del
Sinaí y del monte santo de Jerusalén, será, pues entonces, para que
regreses al paraíso: porque nuestro Señor Jesucristo resucitó en el
tercer día, para volver al cielo y a la vida eterna. Porque para estos
tres sacrificios de nuestro Señor Jesucristo junto con sus dos
semejantes hebreos, como testigos fieles de su vida, muerte y sangre
sobre el monte santo de Jerusalén, nuestro Padre celestial libera a
Israel para que le sirva cada día y para siempre en la eternidad, como
en la vida eterna de La Nueva Jerusalén santa y colosal del cielo.
Y, hoy en día, tu nombre está escrito en el libro de la vida, gracias
al servicio dado de fe eterna de tu corazón inmortal, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, alrededor del sacrificio de sangre
santa y reparadora de nuestro Salvador Jesucristo, el Hijo de David,
para que no mueras jamás sino que resucites bendecido grandemente para
la eternidad. Porque para esto nuestro Padre celestial te creó
inicialmente en su corazón santísimo y con sus manos gloriosas, para
que comas y bebas cada día, para bendiciones sin fin y salud de tu
corazón, alma y espíritu humano, del Espíritu Santo de Sus Diez
Mandamientos infinitamente glorificados en el Holocausto aceptable y
creíble de Jesucristo, para que vivas para siempre. Amén.
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su Jesucristo
es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en el
nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras
almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y
honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el
cielo, también, para siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo.
LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y noche,
(Deuteronomio 27: 15-26):
“‘¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen de
fundición, obra de mano de tallador (lo cual es transgresión a la Ley
perfecta de nuestro Padre celestial), y la tenga en un lugar secreto!’
Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su madre!’ Y
todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad de su
prójimo!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!’ Y todo el pueblo
dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del huérfano y de
la viuda!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre, porque
descubre la desnudes de su padre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier animal!’ Y todo
el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su padre o hija
de su madre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que se acueste con su suegra!’ Y todo el pueblo dirá:
‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte a su
semejante, sin causa alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente, sin causa
alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
“‘¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por
obra en su diario vivir en la tierra!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo a la
verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la
omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad
perfecta del Padre celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto
tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine,
cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos
con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre
las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a
la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está
aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en
Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los
males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible
de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en
la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo
reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en
día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus
ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada
palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición
terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada
majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con
todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y
de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las
naciones!
SÓLO ÉSTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu
corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la
tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde
los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del
reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: “No tendrás otros dioses delante de mí”.
SEGUNO MANDAMIENTO: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás
culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la
maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la
cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia
por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
TERCER MANDAMIENTO: “No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios,
porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano”.
CUARTO MANDAMIENTO: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será
sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el
forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová
hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y
lo santificó”.
QUINTO MANDAMIENTO: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.
SEXTO MANDAMIENTO: “No cometerás homicidio”.
SEPTIMO MANDAMIENTO: “No cometerás adulterio”.
OCTAVO MANDAMIENTO: “No robarás”.
NOVENO MANDAMIENTO: “No darás falso testimonio en contra de tu
prójimo”.
DECIMO MANDAMIENTO: “No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su
buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo”.
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos estos
males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos,
también. Hazlo así y sin más demora alguna, por amor a la Ley santa de
Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos
desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú
no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los
tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días
de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy.
Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que
sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada
una de sus muchas familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos
juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia
santa del Padre celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras
almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de
tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu
reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial
también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y
la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ”.
Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS
TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y
su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer
día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu
vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL
SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un
pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su
SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi
pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi
SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de una
nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios,
orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El
ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en
un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema
autoridad. Habla de Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de
Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su
palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en
gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata
a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con
frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para
que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que
te goces en la verdad del Padre celestial y de su Hijo amado y así
comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de
Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es
la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la
tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras
almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: “Vivan
tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén”. Por causa de mis hermanos y
de mis amigos, diré yo: “Haya paz en ti, siempre Jerusalén”. Por causa
de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra:
imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de
Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que
respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso!
Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de
todo corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y loor
al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y
como siempre, para la eternidad.
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