Con motivo de los eventos esotéricos del solsticio de invierno, las
festividades navideñas y de fin de año; y como última entrega del presente ciclo
que está por terminar, anexo y en éste
sitio en la Web, se comparte exposición sobre Hacia Una Civilización Solar; del
Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov, quien sucintamente nos enseña lo
siguiente:
1.- Así como nuestra Alma; lo más denso del Espíritu1, es quien nos mantiene vivos. Igualmente hace el Sol o el Alma del Logos Solar e iniciador de todas las civilizaciones sobre la Tierra, quien nutre y sostiene toda clase de vida dentro del Sistema Solar. Por lo que es de suma importancia:
1.1.- Practicar diariamente; en las mañanas temprano si es posible, el Surya Yoga o el Yoga Solar, para directamente nutrir con puras energías solares el plexo solar, y secundariamente pedirle y recibir del Sol su Luz (Sabiduría), Amor y Poder (Vida, paz, dicha y prosperidad). Recordemos que la luz blanca del Sol; ante un prisma se divide en 7 luces o colores, que representan los 7 Rayos2 con sus respectivas cualidades.
1.2.- Aprender actuar como el Sol, o convertirnos a imagen del Sol; y para ello requerimos habituarnos enfocar la atención de la mente en el Espíritu, a fin de que Su Luz interpenetre todos los cuerpos3. Al igual como la Luz del Sol interpenetra y se expande, por todo en el Sistema Solar. Por lo que con la atención de la mente centrada en el Espíritu o en el Sol Interior, además de mantener en equilibrio las energías entre el Espíritu y los cuerpos; colateralmente se procedería con consciencia4 amén de purificar, curar y espiritualizar los vehículos de manifestación del Espíritu que son los cuerpos.
1.3.- Sólo a través de la consciencia, se podrían cambiar o
transmutar los condicionamientos
sociales5; que se memorizan6 desde la infancia
hasta el presente, por conocimientos7.
Conocimientos, que son el único y verdadero alimento del Alma. Recordemos que la consciencia se nutre de conocimientos; nunca de
karmáticos condicionamientos,
por lo que nuestros esfuerzos se deben enfocar en aprender a discernir, para alimentar el Espíritu Humano o el Alma con conocimientos.
2.- Como se indicó anteriormente, el Sol representa la triada del Espíritu: El Padre o el Sol Espiritual; el Hijo, Cristo o el Sol Central y el Espíritu Santo, Jehová o el Sol Material o visible. De suerte que a partir del 21 de diciembre; en el solsticio de invierno, cuando el Sol está más cerca de la Tierra, también es la temporada de recibir con mayor fuerza las influencias del Espíritu Solar. Por eso es que durante la Navidad; gracias a las influencias del Sol, la mayoría de las personas sienten la verdadera religión solar o una especial vibración de amor, hermandad y unidad. Lo que ratifica realizar el esfuerzo para mantener enfocada la atención de la mente en la luz interior del Espíritu; a objeto de lograr estar más cerca de nuestro Sol Interior y recibir constantemente Su Luz, Amor y Poder.
3.- Otro elemento que se debe considerar es el Sacrificio Anual de Cristo; quien a partir del equinoccio de otoño, una parte de su consciencia desciende del Sol y comienza a penetrar la Tierra para curarla, fertilizarla, sublimizarla y darle vida. Proceso que dura hasta el equinoccio de primavera; cuando el Espíritu de Cristo sale de la Tierra, durante la Pascua de Semana Santa. En otras palabras, al igual que una pequeña parte de la consciencia de Cristo; que encarnó al Maestro Jesús para ir a morir en la cruz, y con Su sangre elevar y espiritualizar la Tierra, tal acto prácticamente acontece todos los años. Cuando una pequeña porción de la consciencia de Cristo se internaliza dentro de la Tierra, para purificarla y vivificarla. Hasta que llegue el día en que el Niño Jesús o el Niño Dios nazca en los corazones (Chakra cardiaco, anahta o cuerpo mental concreto) de la humanidad; y muera como hombre en el Gólgota de la cabeza (Chakra coronario, sahasrara o Espíritu Divino o Átmico) y la espiritualidad de todas las personas del mundo sea tan grande que se convierta en una civilización solar, manteniendo purificada toda la Tierra. Para que nunca más haga falta; que el glorioso Maestro Cristo, se sacrifique todos los años.
Con las esperanzas de que el Niño Jesús o Niño Dios nazca en los corazones de todos ustedes, felices pascuas y próspero año nuevo 2015.
Jorge E. Morales H.
PD: Si buscas espacio seguro y amplio en la NUBE; para guardar, manejar, ver y utilizar en cualquier parte fotos, videos y archivos personales, se recomienda encontrarlo en los siguientes sitios: 1, 2, 3 y 4.
1. Átmico o Divino, Búdico o de Vida y Humano o el Alma.
2. Rojo: Poder o voluntad. Azul: Amor sabio. Amarillo: Inteligencia, actividad o adaptabilidad. Púrpura: Armonía o equilibrio. Anaranjado: Conocimiento concreto o ciencia. Verde: Devoción o deber. Violeta: Ley ceremonial o magia.
3. Mental concreto o la mente, emocional, de deseos o astral y físico: Vital o etérico y químico o denso.
4. Quintaesencia extraída por el Alma o el Espíritu Humano de los conocimientos adquiridos en las experiencias superadas en todas las vidas o encarnaciones.
5. Familiares, educacionales, raciales, culturales, religiosos, políticos, militares, artísticos, deportivos, económicos, geográficos, comunicacionales, etc.
6. En el polo positivo del éter reflector, del cuerpo físico vital o etérico.
7. Buenos, útiles y verdaderos.
EL SOL MÍSTICO DE MEDIANOCHE
El Sol
ha venido siendo adorado exotéricamente como el dador de la vida desde tiempo
inmemorial, debido a que la multitud fue incapaz de mirar más allá del símbolo
material de esta gran verdad espiritual. Pero además de aquellos que adoraron la
órbita celestial; que es vista con el ojo físico, ha habido siempre y aun
todavía es una pequeña, pero creciente minoría, un sacerdocio consagrado por
convencimientos más que por ritos, quienes vieron y ven las verdades
espirituales eternas entre las formas temporales y pasajeras. Quienes
envolvieron estas verdades en atavíos cambiantes de ceremonial, con arreglo a
las épocas y a los pueblos a quienes fueron dadas originalmente. Para ellos la
estrella legendaria de Belén brilla cada año como un Sol Místico de Medianoche, el cual penetra
en nuestro planeta durante el solsticio de invierno; y entonces comienza a
irradiar desde el centro de nuestro globo Vida, Luz y Amor, los tres atributos
divinos. Estos rayos de esplendor y fuerza espiritual llenan nuestro globo con
una luz suprema que circunda a cada uno de los seres de la Tierra desde el más
pequeño al más grande, sin ninguna exclusión. Pero no todos pueden participar de
esta maravillosa dádiva en el mismo grado; algunos consiguen más y otros menos y
algunos, ¡ay!, parece que no tienen participación en la gran oferta de amor que
nuestro Padre ha preparado para nosotros en Su Hijo Unigénito. Debido a que
éstos no han desarrollado aún el magneto espiritual; el niño Cristo interno, que
únicamente nos puede guiar a nosotros hacia el Sendero, la Verdad y
la Vida. “¿De qué aprovechará que el Sol brille si yo no tengo ojos para
verlo? ¿Cómo podré yo conocer que Cristo es mío, salvo que Cristo esté dentro de mí? Esa voz
callada de mi corazón es una realidad del pacto entre Cristo y yo; esta voz imparte a la fe
la fuerza de un Hecho.” Esta es una experiencia mística que; sin duda, ha sido
experimentada por muchos de nuestros estudiantes, porque es tan cierto,
literalmente hablando, como que la noche sigue al día y el invierno al verano. A
menos que nosotros tengamos a Cristo
dentro de nosotros mismos; a menos que el maravilloso pacto de sangre de la
fraternidad haya sido consumado, nosotros no podemos tener parte en el Salvador.
Y por lo menos en lo que a nosotros concierne, no importará que las campanas de
Navidad suenen una y otra vez; pero cuando el Cristo ha sido formado dentro de
nosotros mismos, cuando la Inmaculada Concepción ha sido una realidad en
nuestros propios corazones, cuando nosotros hemos asistido al nacimiento del
Niño Cristo y le hemos ofrecido nuestros regalos. Dedicando la naturaleza
inferior al servicio de nuestro Yo Superior; entonces y sólo entonces, la fiesta
de Navidad es una fiesta a la que nosotros asistimos un año y otro año. Y cuanto
más ardientemente nosotros laboremos en la viña del Señor, tanto más clara y
distintamente oiremos aquella voz callada y muda que dentro de nuestros
corazones nos ofrece la invitación: “Venid a mí todos aquellos que estáis
agobiados con vuestra carga, que yo os daré descanso. Tomad mi yugo, porque mi
yugo es blando y mi carga ligera.” Entonces nosotros oiremos una nueva nota en
las campanas de Navidad, tal como nunca antes la hemos oído, porque en todos los
del año no hay día tan alegre como el día en que el Cristo nace de nuevo en la Tierra,
trayendo con Él regalos y dádivas al hijo del hombre –dádivas que significan la
continuación de la vida física– porque si no fuera por esta influencia
vitalizante y enérgica del Espíritu
de Cristo, la Tierra permanecería
fría y desolada; no habría en ella un nuevo canto de primavera, ni tampoco los
admirables coristas del bosque para alegrar nuestros corazones al aproximarse el
verano, sino que el helado cepo de los polos mantendría a la Tierra encadenada y
muda para siempre, haciendo imposible para nosotros el continuar nuestra
evolución material que es absolutamente necesaria para enseñarnos el uso del
poder del pensamiento en debida forma. El Espíritu de Navidad es; pues, una
realidad viviente para todos aquellos que han desarrollado en su interior el Cristo. La generalidad de los hombres
lo sienten únicamente alrededor de los días santos, pero el místico iluminado lo
ve y lo siente meses antes y meses después del punto culminante de Nochebuena.
En septiembre hay un cambio en la atmósfera de la Tierra, empezando a
resplandecer una luz en los cielos, y parece que envuelve todo el Universo;
gradualmente se hace más intensa y parece que envuelve a nuestro globo, para
después penetrar en la superficie de nuestro planeta y gradualmente concentrarse
en el centro de la Tierra, donde los Espíritus-grupo de las plantas tienen su
hogar. En el momento de la Nochebuena, alcanza su tamaño lumínico superior y su
máxima brillantez. Entonces, empieza a irradiar la luz concentrada y a dar nueva
vida a la Tierra para que este impulso pueda responder a las actividades de la
naturaleza durante el año venidero. Este es el principio del gran drama cósmico
“De la Cima a la Cruz”, que se representa anualmente durante los meses de
invierno. Cósmicamente el Sol nace
en la noche más larga y oscura del año cuando Virgo; la Virgen Celestial, está
en el horizonte oriental a la medianoche para alumbrar al niño
inmaculado.
Durante los meses siguientes el Sol pasa por el signo violento de
Cáncer donde; místicamente, todas las fuerzas de las tinieblas están
concentradas en un esfuerzo decidido para matar al portador de luz. Una fase del
drama solar que se relata en la leyenda del rey Herodes y la huida a Egipto para
escapar a la muerte. Cuando el Sol
entra en el signo Acuario; el Aguador, en febrero, tenemos la época de las
lluvias y de las tormentas, y como el bautismo consagra místicamente al Salvador
para su servicio y ministerio, así también los torrentes de humedad que
descienden sobre la Tierra la suavizan y ablandan, para que pueda producir los
frutos que necesitan para su sostenimiento las vidas que moran en ella.
Entonces, llega el pasaje del Sol a
través del signo Piscis, los Peces. En esta época, las existencias del año
precedente se han consumido casi totalmente y los víveres del humano son muy
escasos. Por lo tanto tenemos el largo ayuno de la Cuaresma, que representa
místicamente para el aspirante el mismo ideal que aquel cósmicamente
representado por el Sol. Al
principio de esta época tenemos el carnaval; que es el adiós a la carne, pues
todo aquel que aspira a la vida superior debe alguna vez dar la despedida a la
naturaleza inferior con todos sus deseos y prepararse a sí mismo para la pascua
que está muy próxima. En abril; cuando el Sol cruza el ecuador celestial y
penetra en el signo Aries, el Cordero, la cruz se nos presenta como un símbolo
místico del hecho que el candidato a la vida superior debe aprender a dejar a un lado el instrumento mortal y
empezar a ascender al Gólgota, el lugar del cráneo. Y de aquí cruzar el umbral
para penetrar en el mundo invisible. Finalmente, en imitación del ascenso del Sol por los cielos del norte, debe
aprender que su lugar es al lado del Padre y que últimamente debe también él
ascender a lugar tan exaltado. Además, como el Sol no permanece en tal alto grado de
declinación, sino que cíclicamente desciende otra vez hacia el equinoccio del
otoño y el solsticio de invierno, para completar su círculo; una y otra vez en
beneficio de la humanidad, así también todo aquel que aspira a convertirse en un
Carácter Cósmico. En un salvador de la humanidad, debe prepararse para ofrecerse
a sí mismo como un sacrificio; una y otra vez, en beneficio de sus semejantes.
Este es el gran destino que tenemos delante de cada uno de nosotros; cada uno
somos un Cristo en formación, si el
individuo lo quiere así, pues como Cristo dijo a sus discípulos: “Aquel
que cree en mí, las obras que yo hago hará también y aún mayores obras hará.”
Además con arreglo a la máxima “la necesidad del humano es la oportunidad de Dios” no habrá nunca una oportunidad
tan grande para imitar a Cristo y
hacer los trabajos que Él hizo, como la que existe actualmente en todo el
continente de Europa bajo la agonía de una guerra mundial, y el villancico más
grande de todos los de Navidad: “Paz en la Tierra y buena voluntad entre los
hombres” parece que está más lejos de convertirse en realidad que nunca.
Nosotros tenemos el poder dentro de nosotros mismos de acercar el día de la paz
mediante hablar, creer y vivir en PAZ, pues la acción concertada de
millares y millares de personas produce una impresión en el Espíritu de Raza
cuando está enviada directamente, especialmente cuando la Luna está en Cáncer,
Escorpión o Piscis, que son los tres grandes signos psíquicos más adecuados para
un trabajo oculto de esta naturaleza. Por lo tanto; durante los dos días y medio
que la Luna está en cada uno de estos signos sería conveniente, con el propósito
de meditar sobre la Paz, que tuviéramos presente en nuestra conciencia el
villancico que cantaron los ángeles al nacimiento de Cristo: “Paz en la Tierra y buena
voluntad entre los hombres.” Pero al obrar de este modo tengamos bien presente
que no nos debemos inclinar hacia ninguno de los dos lados, en favor o en contra
de alguna de las naciones combatientes, y en cambio recordemos en todo momento
que todos y cada uno de los que pelean son nuestros hermanos. Cada uno de ellos
tiene tanto derecho a nuestro cariño y amor como el otro. No alejemos de nuestro
pensamiento, la idea de que lo que nosotros necesitamos es ver la Fraternidad
Universal sobre la Tierra, es decir: “Paz en la Tierra y buena voluntad entre
los hombres” sin importarnos nada el punto en el que los combatientes nacieron,
la línea imaginaria trazada en el mapa del planeta Tierra, ni tampoco la lengua
que ellos hablan, ni los demás rasgos que nos separan aparentemente. Roguemos;
pues, porque la paz se haga otra vez en la Tierra; una “Paz eterna y buena
voluntad para todos los hombres” sin consideración ninguna a esas diferencias de
raza, credo, color o religión. En el grado que nosotros consigamos manifestar
con nuestros corazones, no con los labios solamente, esta oración impersonal por
la Paz, en tal grado podremos apresurar y promover el Reinado de Cristo, porque
debemos recordar que eventualmente para este reinado es precisamente para lo que
estamos reunidos –el reino de los cielos– donde Cristo es “Rey de reyes y Señor
de señores”.
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