El Fuego Solar El Encuentro De Lo Superior Y Lo Inferior

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Jorge E. Morales H.

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Nov 27, 2014, 4:11:33 AM11/27/14
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Anexo y en éste sitio en la Web, se comparte corta exposición sobre El Fuego Solar El Encuentro De Lo Superior Y Lo Inferior, de Sri K. Parvathi Kumar. Quien concisamente nos recomienda la necesidad del conocimiento de sí, para: 1.- Habituarnos a mantener enfocada la atención de la mente en la luz interior del Espíritu (Átmico, Búdico y Humano o el Alma), con el objeto de que las fuerzas espirituales se manifieste por entre los cuerpos (Mental concreto, emocional o astral y físico [Etérico y denso]), y se proceda con consciencia (Quintaesencia extraída por el Alma o el Espíritu Humano de los conocimientos adquiridos al superar experiencias en todas las vidas o encarnaciones). 2.- Purificar y curar los cuerpos con la luz del Espíritu; lo que colateralmente generará, aspiraciones ardientes y motivos puros de ser Uno con Dios3.- Que se produzca y mantenga el encuentro del Fuego Solar De Lo Superior (El Alma o el Espíritu Humano) con la personalidad, el yo inferior o los cuerpos.

 

Cordiales saludos:

 

 

 

 

 

Jorge E. Morales H.

 

PD: Si buscas espacio seguro y amplio en la NUBE; para guardar, manejar, ver y utilizar en cualquier parte fotos, videos y archivos personales, se recomienda encontrarlo en los siguientes sitios: 1, 2, 3 y 4.


Pláticas Sobre El Sendero Del Ocultismo Tomo III Luz En El Sendero

 

Introducción (Continuación)

 

Abriendo ahora el libro encontramos en primer lugar esta declaración:

 

ESTAS REGLAS HAN SIDO ESCRITAS PARA TODOS LOS DISCÍPULOS: SÍGUELAS.

 

Aquí se establece una distinción entre el mundo y los discípulos: Este libro no está destinado al mundo en general. La palabra discípulo implica dos sentidos -el no iniciado y el iniciado. Una lectura atenta de la obra permite reconocer las dos enseñanzas distintas dadas en los mismos términos. Cada frase tiene dos sentidos; uno para los más avanzados, otro para aquellos que lo están menos. Trataremos de despejarlas cuando lleguemos a las declaraciones preliminares. La segunda parte del tratado parece estar destinada únicamente al discípulo iniciado; pero en la primera, la dualidad en cuestión existe. Muchas personas, lejos aún de ser discípulos, no comprenden nada de estas reglas; a menudo las critican y les reprochan ofrecer un ideal, donde no se ofrece ni dulzura ni compasión. Siempre ocurre así cuando el lector se ve abocado a un ideal, demasiado elevado para él. Nadie puede beneficiarse de un ideal; aunque sea elevado, si este ideal no lo atrae. En nuestras relaciones con los seres humanos observamos este principio de orden práctico: Presentarles únicamente ideales que les atraigan. Por lo que respecta a las obras de éste tipo, lo que el lector consigue equivale a lo que él mismo aporta; comprenderá, si es capaz de responder a los pensamientos expresados. Los mismos objetos materiales no existen para nosotros: a menos que hayamos desarrollado los órganos susceptibles de reaccionar a su influencia, en este mismo momento estamos rodeados de cientos de vibraciones que somos incapaces de percibir. Un día; Sir William Crooks, proporcionó un ejemplo muy bueno. Trataba de hacer comprender cuán rudimentario era nuestro conocimiento de la electricidad y; por consiguiente, cuán grande era la posibilidad de nuevos progresos en la ciencia eléctrica. Cuán enorme diferencia para nosotros; dijo, qué verdadera revolución en nuestras ideas si, en lugar de tener ojos sensibles a las vibraciones luminosas poseyéramos órganos que respondieran a las vibraciones eléctricas. En una atmósfera seca no seríamos conscientes de nada, porque el aire seco no es buen conductor de la electricidad. Una casa de cristal sería opaca, pero una casa ordinaria sería transparente. Un hilo plateado parecería un agujero, un túnel en el aire. Lo que nosotros conocemos del mundo depende; pues, de la manera en que respondemos a sus vibraciones. De la misma manera; si no respondemos a una verdad, es que no es una verdad para nosotros. Más todavía, si se trata de obras escritas por ocultistas, es nuestro propio grado de adelanto espiritual el único que nos permite penetrar su pensamiento. Toda parte de su pensamiento demasiado sutil o demasiado elevado nos sobrepasa, es como si no existiera.

 

Este libro compensa mucho más por la meditación que una lectura superficial; su valor principal, es el de proporcionar una dirección a nuestra meditación. Escoged una sola frase y meditad sobre ella; interrumpid las actividades de la mente inferior; despertad la conciencia interna que entra en contacto directo con el pensamiento. Liberándose así de las imágenes de la mente concreta, se puede percibir directamente la verdad. La meditación permite; de éste modo, llevar al cerebro una gran parte de la conciencia de la verdad adquirida por el ego en su propio terreno. Sin embargo, una persona que medita pero que no lee ni sigue tampoco las lecciones de un instructor, puede estar seguro de progresar en el plano espiritual, pero no lo hará sino muy lentamente. Con la ventaja adicional de leer y escuchar, adelantaría mucho más rápido. Las conferencias o la reflexión pueden disponer al cerebro para instruirse mejor por la meditación. Pero para el humano que se limita a escuchar o a leer; sin meditar, el adelanto es casi imposible y los progresos son de una lentitud extrema. Hace falta combinar las dos cosas. Mucha meditación, añadida a un poco de lecciones orales y lecturas pueden llevar muy lejos. C.W.L.- El título de la primera edición de Luz en el Sendero; publicada en 1885, lleva esta indicación: "Tratado escrito para el uso personal de aquellos que desconocen la Sabiduría oriental y que desean profundizar en su influencia". Sin embargo, la obra en sí empieza por declarar que estas reglas han sido escritas para todos los discípulos. La segunda definición es con toda seguridad la más exacta, como lo demuestra la historia de este tratado. Tal como lo poseemos, este tratado fue dictado por el Maestro Hilarión; por intermedio de Mabel Collins, una dama muy conocida en los círculos teosóficos. Y que participó con Madame Blavatsky, en la edición de Lucifer. El mismo Maestro Hilarión lo había recibido de Su propio Instructor; el Gran Personaje llamado a veces por los estudiantes de teosofía el Veneciano, pero Éste, a su vez, sólo había escrito una parte del texto. La obra ha pasado; pues, por tres fases, las cuales vamos a examinar sucesivamente. Incluso ahora, se trata de un pequeño volumen; pero en su primitiva forma, que nosotros hemos visto, todavía es más pequeño. Es un manuscrito sobre hojas de palma; de una antigüedad imposible de determinar, tan antiguo que antes de la época de Cristo los humanos ya habían olvidado su fecha y el nombre del autor y consideraban su origen como perdido, en las brumas de la antigüedad prehistórica. Se compone de diez hojas conteniendo cada una de ellas sólo tres líneas; porque en los manuscritos en hojas de palma, las líneas están trazadas en sentido longitudinal y no a lo ancho como ocurre entre nosotros. Cada línea forma un conjunto, un breve aforismo; la lengua utilizada es una forma arcaica del sánscrito.

 

El Maestro Veneciano tradujo al griego estos aforismos sánscritos para el uso de Sus discípulos de Alejandría; entre los cuales se encontraba el Maestro Hilarión, en su encarnación como Jámblico. No se limitó a traducir los aforismos, sino que añadió algunas explicaciones que haremos bien en añadir al texto original. Por ejemplo: Si tomamos los tres primeros aforismos veremos que el párrafo señalado con el número 4; que les sigue, es evidentemente el comentario, hay que leer pues: "Mata la ambición, pero trabaja como aquellos que son ambiciosos. Mata el deseo de vivir, pero respeta la vida como aquellos que la desean. Mata el deseo de bienestar, pero sé feliz como lo son aquellos que viven para la felicidad". Igualmente, las reglas 5, 6 y 7 forman un grupo; seguido de la regla 8, que es un comentario hecho por el Chohan -y así sucesivamente, durante muchas páginas. Estos grupos de tres no se exponen de este modo por una mera coincidencia; se presentan así, a propósito. Al examinarlos constatamos siempre; entre las tres reglas, cierta relación. Así, las tres reglas antes citadas se refieren a la pureza del corazón y a la aplicación espiritual; podría decirse que indican lo que el humano debe desear llegar a ser, y los deberes que le incumben con el fin de prepararse para el trabajo. El segundo grupo de tres aforismos (Números 5 a 8), declara que tenemos que matar todo sentimiento de separatividad; todo deseo de sensación; toda ansia de crecimiento; enuncia los deberes del humano; desde el punto de vista social, hacia su entorno. El humano tiene que darse cuenta de que es uno con sus semejantes; tiene que renunciar voluntariamente a los placeres egoístas y separados; tiene que matar todo deseo de crecimiento personal y trabajar en el crecimiento de todos. En el grupo de tres que viene a continuación (Números 9 a 12), aprendemos lo que hay que desear; es decir, lo que está en nosotros, más allá de nosotros y fuera del alcance: Éste es; evidentemente, nuestro deber hacia el Yo Superior. Siguen los aforismos (13 al 16) sobre el deseo del poder, de la paz y de las posesiones. Estos deseos contribuyen todos a preparamos para el trabajo del Sendero. El grupo siguiente (Reglas 17 a 18) dicen al aspirante que busque el camino. Las reglas numeradas ahora 4, 8, 12, etc., son explicaciones y ampliaciones debidas al Maestro Veneciano; unidas a los aforismos primitivos, formaron la obra tal como se publicó primeramente en 1885. Porque el Maestro Hilarión la tradujo del griego al inglés y la entregó, de esta manera. Apenas terminada la impresión, Él añadió al texto una serie de notas muy precisas, redactadas por Él mismo. Para esta primera edición, estas notas fueron impresas en páginas separadas cuyos bordes engomados podían añadirse al principio y al final del pequeño volumen, que acababa de aparecer. En las ediciones siguientes, estas notas han sido insertas en su lugar correspondiente. El corto y bello ensayo sobre el Karma; colocado al final del volumen, es igualmente obra del Maestro Veneciano, ha formado parte del libro desde la primera edición.

 

Annie Besant Y C. W. Leadbeater




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