Su cumpleaños 18 de Albert vino y se fue sin pena ni gloria. No sentía que tuviera a nadie con quien celebrar excepto quizá Georges, que no era muy afecto a las fiestas. Así que solo fue una aburrida comida con su tía Elroy y los ancianos.
Nunca han faltado los regalos desde que recuerda, solo que hace tiempo perdió la ansiedad por recibir algo muy esperado y las sorpresas tienden a ser más del tipo de aumentamos tus restricciones o tu carga de tareas.
Meses atrás decidió que eso no iba a ser un impedimento, no importaba a lo que el destino le pusiera enfrente, dependía de él la forma en que lo afrontara, si con pesar o como una oportunidad de extender esos caminos que le ofrecían.
Una sonrisa se dibuja en su cara cuando recuerda el día exacto en que sucedió, como de estar disgustado por ser echado de una fiesta en su propia casa pasó a tomar el coche que estaba a su servicio y hacer planes para adueñarse de su nombre, gritándolo muy fuerte. Luego una chiquilla que de igual manera parecía tener problemas subió por la colina en la Albert que tomó tan importante resolución y dejo salir toda la carga de emociones que la agobiaban en un gran grito de frustración para luego reír con un sonido tan hermoso, como si esa fuera la medicina para cualquier mal.
Realmente lo alivió saber que en el mundo hay más gente que tiene problemas, explota y se recompone para ponerle una sonrisa a lo que puede venir. Tuvo una charla muy divertida con ella hasta que llegó Georges por él.
Aunque hubo un cambio de actitud de su parte, no tuvo contentos a sus guardianes en los días que siguieron. Tal vez ellos no lo consideren adulto y Albert tampoco sabe como va serlo, si siempre ha dependido de ellos para que organicen su vida, desde la hora de cada comida hasta la forma en que hará su viaje al Reino Unido para la siguiente etapa de su educación.
En un par de días partirá a Nueva York y de ahí ira en barco a Inglaterra. Georges lo acompañara en lo que realiza los tramites y se instala. Después viajará nuevamente y esperará el tiempo que falta para el inicio de clases en Escocia, en la propiedad familiar. Es la cuarta vez que pisa Escocia y la primera que lo hace sin Rosemary. Probablemente las cosas que dejó la última vez todavía estén ahí.
Esta vez nadie le impedirá conservarlas. Adiós al secreto de su identidad, a las precauciones excesivas, a limitarse a vivir dentro de las paredes de la mansión, a tener de nuevo amigos jóvenes como él y hará las locuras que se espera de un chico de su edad.