En el Reino Unido abundan las actividades deportivas, algunos hasta se jactan de haberlos inventado, como el golf, el rugby o el soccer. Algunos de ellos son exclusivos para las clases altas y otros para las masas. Desde que recuerda Albert ha practicado varios de ellos, equitación, vela, remo, tiro con arco, más recientemente esgrima. No estaba realmente interesado en la introducción a uno más, pero en la facultad de veterinaria donde toma algunas clases complementarias, uno de sus compañeros le ofreció un intercambio, si el le ayudaba con las lecciones de box, enseñaría a Albert las reglas del soccer, que es un deporte extenuante, se corre por mas de media hora tras una pelota, se descansa y se vuelve a hacer, no se debe tocar con las manos, salvo para reiniciar el juego y un sin fin de reglas más.
En este país les gustan mucho las reglas, por eso los viajes al extranjero son una liberación para sus reales súbditos. En su pasado viaje a Francia Albert experimentó de mano propia esa forma de comportamiento dual, donde mientras están en su territorio son todo reglas y sanciones, pero fuera de él, se convierten en otras personas.
Dijeron que la visita al establecimiento de mujeres del oficio era un rito de paso. Muchas veces los ancianos le advirtieron sobre evitar esos lugares y lo poco honorables que eran pero cuando el grupo, en su mayoría británicos, del que formaba parte en el recorrido donde los mas importantes escritores del siglo pasado tenían sus encuentros bohemios, cuestionó la autenticidad de la precisión histórica sino visitaban los burdeles a los que también eran asiduos las más grandes plumas del siglo XIX.
Por unos billetes, el guía abandonó el itinerario y llevó a los señoritos a el lugar solicitado. Fue la curiosidad lo que motivó a Albert a seguirlos. El lugar era asfixiante, los olores de perfume y tabaco se mezclaban, las mujeres tal vez eran hermosas, difícil decirlo cuando sus cuerpos se exhibían en pocas ropas, pero a nadie le importaba. Lo que buscaban era lo que no se daba en su país.
Para Albert solo fue una muestra más de lo falso que resulta ser el comportamiento en sociedad, imponen reglas a falta de poder aceptar la real naturaleza humana. No se ha roto la cabeza desde ese día sobre cuan flexibles pueden ser las reglas, simplemente actúa como mejor le parece. No está en su naturaleza hacer daño a los demás ni mucho menos llevar una doble moral.
En la universidad tienen código de vestimenta, por lo que después de sus últimas vacaciones ha decidido dejarse crecer el cabello y tomarse algunas libertades con ciertas prendas de vestir que son incomodas, pagó un par de multas cuando se empezó a hacer evidente pero ha agotado la paciencia del censor y ha dejado de atosigarlo para que vaya a la peluquería.
En su próxima carta a Georges le comentó su triunfo y aunque no se lo tomó muy bien, le dijo que confiaba en que ya tenía la edad suficiente para haber desarrollado el criterio con el cual viviría los años siguientes. Por primera vez adjuntó las cartas de sus sobrinos inmediatos a los cuales servirá de ejemplo.
Quizá Georges le pretendía dar una lección, pero le hizo muy feliz saber de primera mano como estaba Anthony, que ya había vuelto a Chicago a comenzar su educación formal y de Alistair y Archie que se quejaban mutuamente del otro antes de saludarlo apropiadamente.
No se sentía con edad de ser un buen ejemplo todavía, pero celebrar 21 años significaba muchas cosas. Como salirse de lo ordinario y hacer una reunión en el campo, con un partido de futbol y música popular.
El ciclo entrante, cuando regresará de sus vacaciones de verano por España y un exhaustivo recorrido por los vestigios de la religión, el arte y la multiculturalidad, iba a ser el último año en la universidad y estaba ansioso de terminar esta etapa de su vida para integrarse a la vida normal en Estados Unidos.