Lecciones y disciplina eran dos palabras nuevas en el vocabulario de William Albert y las odiaba. Si bien le gustaba montar a caballo y tocar la gaita, esa diversión tenía un límite de tiempo debido al horario de sus instructores. También le sorprendía que se tuvieran que tomar lecciones para tratar con la gente.
En su próximo cumpleaños le han asignado pequeñas tareas, saludar personalmente a cada invitado, ocasionalmente preguntarles si se les ofrece alguna bebida o si se encuentran a gusto. También le han hecho memorizar un pequeño discurso para agradecerles por su presencia en su fiesta. Resulta que hay muchos tipos de saludos y es su obligación intuir cual es el más adecuado para cada situación.
No es que Albert vaya a hacer trampa, pero sabe cual es el mejor método para no fallar en esa tarea, hacerlo todo igual que Rosemary siempre lo hace, ella es la mejor. Su papa solo trata bien a quienes considera sus iguales, igual que la tía Elroy y Georges suele ser breve y frío con todos, mientras que cualquiera que haya tratado con su hermana se queda con una sonrisa en el rostro.