En la celebración de su cumpleaños 12, Albert se sentía especialmente dichoso, como no se había sentido en muchos años, nuevamente tenía en su vida todo lo que necesitaba. Probablemente la excitación por la forma en que se estaban dando las cosas actuaba como un estimulante que le proporcionaba una sensación de plenitud.
Rosemary, Anthony y Georges vivían en casa y Vincent los visitaba un par de veces al año, incluso hablaron de que si la salud de su hermana siguiera mejorando los iba a llevar a todos a un viaje. Un viaje de diversión, no como los que ha realizado últimamente que se preparan en máximo secreto como si fuera una misión secreta.
Georges es el principal encargado de organizar su movilidad para estar en otra propiedad cuando las distintas celebraciones se llevan a cabo, desde las reuniones familiares pasando por las tradicionales fiestas navideñas hasta los agasajos que se hacen a las autoridades y por el éxito de los negocios, el tío abuelo William es un hombre que sostiene relaciones sociales con muchas personas.
Sus viajes son producto de sus necesidades, como esa semana al año que va a Nueva York para un examen medico, porque hasta el que fue su medico familiar debió quedar fuera de la red de personas que conocen su identidad. También para conseguir su ropa debe cambiar de sastre cada vez, como si fuera un extranjero que solo está de paso por Chicago. Por un tiempo fue divertido asumir otras personalidades, crear una historia de fondo para tal o cual identidad. Sin embargo las responsabilidades de Georges en la oficina central hacen que deban omitir esa parte de su rutina donde anticipaban los papeles que iban a interpretar y se ha vuelto una mera rutina ir de una propiedad a otra, de una ciudad a otra.
Rosemary se ocupa mayormente de Anthony, el bebe la adora y no tanto a su padre porque su cara no le es familiar. Para resolverlo ella ha pintado un retrato de su marido y frente a él hacen cosas felices para que la próxima vez que Vincent los visite el niño no se altere. Los días en que se siente mejor hasta gasta su tiempo en la cocina, en secreto Albert ha memorizado algunas de sus recetas para sorprenderla un día que le permitan no solo entrar a la cocina sino acercarse a la mesa de preparación y hacer algo más que ver.
La tía Elroy viene muy seguido, los pone al día de las cosas que suceden en la familia como los nuevos bebes que pronto jugaran con Anthony, los hijos de su sobrina Janice, Alistair y Archibald o el hijo de la hija del señor Briand, Neil. Tantos nuevos integrantes de la familia que no llegaran a saber que tienen un tío un poco mayor que ellos. Hasta le gusta saber que a Leopold le va bien en la universidad o que su primo William quiere ingresar en el ejercito.
También tiene la misión de inculcar en Albert el sentido de compromiso con su legado asistiendo a la junta que se lleva una vez cada 3 meses para que el tío abuelo William se reúna con su consejo, donde tiene que presidir la entrega del informe donde detallan el crecimiento de los negocios o los problemas que se anticipan. Es muy aburrido y no puede seguir toda esa charla económica y números, pero ya no ignoran sus preguntas como cuando era más pequeño. Los ancianos no responden directamente, pero le recomiendan libros o artículos de periódicos o revistas para que se vaya familiarizando con los temas que han tratado.
Comparado con hace un año tenía expectativas más simples y más funestas, ahora siente que puede creer que el mañana lo puede sorprender con cosas maravillosas si no se cierra a aceptar que los cambios aunque no sean de su agrado no duran para siempre, el mundo siempre está cambiando, a veces para mal, pero también lo hace para bien.