Reunidas en el salón de los ventanales, mientras esperábamos alguna novedad, nos enfocamos en varios pasatiempos, Fran escuchaba música en sus audífonos, Elva practicando peinados con la cabellera de Alimar, Betty aplicada en la manicura de Luz, armar el rompecabezas de 1000 piezas atrajo la atención de Mushol, Yas, Laura y Caro, varias revisaban el celular, entre otras cosas, pero eso sí, todas atentas a la plática, que giraba, para no variar, en torno a Albert y Candy.
Después de la deliciosa comida, la sobremesa se tornó intensa ante la expectativa de realizar, a corto plazo, un nuevo viaje grupal. Las propuestas eran variadas y los argumentos a favor o en contra de tal o cual lugar prendieron el lado humorístico de las chicas, haciendo comentarios jocosos sobre las situaciones chuscas vividas en viajes anteriores, causando ataques de risa loca.
El sonido de la cuchara contra la charola, que en algún momento estuvo llena de palitos de ajo, preparados por Lusewen y Albert, ahora era usada, como una especie de gong chino para llamar nuestra atención, esa charola debe compartir algo de lo místico del gong porque logró lo imposible, acallar por completo a la concurrencia.
Candy, parada sobre la silla, una vez logrado su propósito, dejó de lado los instrumentos empleados y tomo la palabra:
- Chicas, Albert y yo deseamos saber ¿si, podemos contar con su ayuda?
Inmediatamente se dejaron oír a lo largo y ancho del comedor los “¡sí, claro, por supuesto, eso ni se pregunta…!” Candy dio las gracias, saltó de la silla y salió corriendo con Albert de la mano, quién pidió los esperáramos, prometiendo regresar pronto.
En el lugar volvió reinar el silencio, mirándonos entre sí, nos quedó la impresión de que la solicitud estaba inconclusa, pues le faltó la segunda parte, esa donde nos explica en qué y cómo podemos ayudar.
Después de una hora más de sobremesa, especulando sobre la enigmática petición, nos mudamos al salón para estar más cómodas y tener el ángulo perfecto del camino de entrada a la propiedad. En la poltrona, Olita equipada con sus binoculares, estaba de guardia cubriendo el acceso. Dos horas después, allí seguíamos, sin novedad alguna, las especulaciones dieron paso a las teorías de conspiración, pasando por la probable huida de los rubios y una boda secreta, donde nosotras debíamos cubrirles la espalda, ante el disgusto de la tía Elroy; hasta la posible abducción extraterrestre, basada en una nota sensacionalista de internet asegurando que, varias personas rubias han desaparecido sin dejar rastro alguno, tras el avistamiento de misteriosas luces en el cielo.
No queríamos parecer apremiantes llamándoles al móvil, después de todo ofrecimos la ayuda sin reparo alguno, pero, ya lo estábamos considerando. En eso Olita, muy en su papel, dio la voz de alerta, “¡objetivo acercándose!” y como, si el hierro que nos corre en la sangre se volviera magnético y los ventanales un potente imán, fuimos a estamparnos al instante contra los vidrios.
Candy descendió de la camioneta pick up dando saltitos y vueltas sobres sus pies descalzos, cual bailarina de danza contemporánea, Albert ya estaba abriendo la puerta de carga y… también estaba descalzo, no lo pensamos dos veces, en acción contraria a la fuerza de atracción anterior, fuimos expulsadas a la salida del salón por la poderosa fuerza de la curiosidad.
Apenas llegamos al área del jardín donde Albert descargaba la camioneta, Candy se aprestó a disculparse por el retraso.
La veraniega tarde la provocó, y ella no pudo resistirse al cristalino arroyo que corre al lado del camino, le pidió a Albert llegar para mojarse los pies con el agua fresca, no solo le cumplió el deseo, también le hizo segunda. Sentados a la sombra de un frondoso roble perdieron la noción del tiempo, cosa que no es de extrañar cuando están juntos, recuperaron la conexión con la realidad, al mirar pasar frente a ellos sus zapatos nadando en estilo libre, arrastrados por la sosegada corriente, de algún modo resbalaron de la roca que los resguardaba y allí estaban, completamente empapados.
Nada que ver con teorías de conspiración e ideas descabelladas. ¿Debemos ser más mesuradas con nuestra imaginación?... ¡No!, dejémoslo así, es más divertido.
Al fin supimos de la ayuda requerida, empezamos con la descarga de los utensilios de jardinería, las múltiples macetas de plantas y flores diversas, la mampostería para la pérgola y el bebedero para aves, luego nos dividimos en dos grupos, el de Candy que se haría cargo de deshierbar, aflojar la tierra, abonarla y plantar las flores; el resto colaboraríamos con Albert para instalar el bebedero, armar la pérgola, colocar las plantas de ornato y las líneas de lucecitas LED. Desde hace días Candy, traía dándole vueltas en la cabeza, la idea de decorar ese rincón del patio, que si bien, no estaba descuidado, le hacía falta algo de fantasía, según los estándares de la chica.
Siguiendo la muestra de la pareja de rubios y como si se tratara de pájaros escapando de sus jaulas, me deshice de los zapatos, dejando mis pies en libertad, me encanta esa sensación al andar descalza, una a una nos fuimos revelando contra el calzado, por lo menos en ese rato, disfrutando del mullido pasto y la brisa fresca de la tarde dominical, mientras continuamos trabajando.
En tanto terminábamos de colocar las plantas de ornato en la pérgola, Albert se acercó a las margaritas blancas recién plantadas, se puso en cuclillas para admirarlas mejor, “son lindas”, dijo volteando a ver a las chicas que se ocuparon de tal labor.
- Y eso que no estamos bien peinadas. - Exclamó con entusiasmo Dolustina, sabiendo de antemano que se refería a las flores, provocando una sonrisa juguetona en Albert.
-Bien, solo hace falta regarl…-No terminaba la frase, cuando un nutrido chorro de agua se le estrelló en el pecho, Albert miró en dirección del origen del chorro, encontrando, además de la manguera sobre el pasto, las caras compungidas, aunque con un dejo de picardía, que francamente, hacía dudar del sincero arrepentimiento de Maricela, Keila, Bautista y Erika, alegando inocencia, ya que, su propósito era ayudar regando las margaritas, pero hubo un ligero error de cálculo. La sonrisa de Albert se hizo más amplia cuando comprendió la verdadera intención de las traviesas chicas.
Esto no se va a quedar así, debemos averiguar quién de ellas mojó a Albert… ¡para felicitarla por su buena puntería!
Si Candy quería fantasía, fantasías había a granel, después de contemplar a Albert con la camisa mojada y a la espera de que se la quite. ¡Misión cumplida!
gCecy
¡Hola Chicas!
Espero que estén muy bien.
Con este relato de “Tarde de pies descalzos y una camisa mojada”, je,je, le damos la bienvenida a las compañeras de reciente ingreso.
Un recuerdito veraniego para ustedes.
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