Julio Carmona: Balance preventivo

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Balance preventivo

El no saber nada al empezar las clases en los setenta
Sirvió de mucho, aprestándome a tratar de tú y vos
A las palabras, mismas muchachitas esquivas, queriéndome
Imponer sus convicciones, cuando era con visiones que debía
Irlas domando, haciéndolas decir lo que ellas no querían. Daba
Lo mismo rasgar la virginal blancura de las páginas, que hacerle
El amor a las sedientas bibliotecas, romperles el encanto
A las siluetas de los árboles persiguiendo tibiezas inasibles
O convertir en viajes siderales los regueros de trago de vaya
A saber quién los pagó. Hermosa edad del aprendizaje. Ardorosa
Premura por morir joven y entre pájaros y árboles y zancudos.
Una viada maravillosa (que volvería a editar si se pudiera) y
Que los años sólo -con su terca manía de aguafiestas-
convirtieron
En referente lejano para mantener limpio y altivo el cacharro,
Seguro ya de que he de morir viejo, con la candorosa
Lentitud de una comida aséptica, con poco trago, sin amores
Locos, y con la persistente seguridad de haber
Aprendido poco, pero justo y preciso como
Un tornillo de borrado asterisco.