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La Masona como el Heroína Iniciática En las profundidades del alma humana, donde el misterio se entreteje con la luz eterna, el masón emerge como el verdadero héroe iniciático, un rebelde cósmico que despierta al dragón dormido en su interior para transmutarlo en oro alquímico. Sí, hay algo heroico en esta senda, no en el sentido vano de la gloria mundana, sino en la audaz rebelión contra las sombras del ego, evocando el carácter divino que yace oculto en cada uno de nosotros. Como masón, uno descubre, paso a paso, los secretos del universo, poniéndose en situaciones que revelan la mejor naturaleza del ser, esa esencia luminosa que la Masonería cultiva con maestría Ritualística. La fraternidad masónica, con sus símbolos ancestrales como la escuadra y el compás, no es mero club de personas; es un templo vivo donde el iniciado se forja en el fuego de la transformación, alineando el microcosmos personal con el macrocosmos universal. Permítame ilustrar esta gloria masónica a través de una historia ancestral mexicana , reescrita en el velo esotérico de la tradición náhuatl, que resuena con los arcanos de la logia: Esta historia ilustra cómo el héroe (o heroína) se embarca en una aventura trascendental al rechazar lo convencional y abrirse a lo desconocido, entrando en el reino del inconsciente y las fuerzas espirituales. El cuento Una joven llamada Itzel hermosa y orgullosa vive con su madre en una choza al borde del poblado. Es tan altiva por su belleza que rechaza a todos los pretendientes humanos que le proponen matrimonio a través de su madre, quien está furiosa con ella por su arrogancia. Un día, madre llamada "Nantli" e hija salen a recolectar leña lejos del pueblo. De repente, cae una oscuridad sobrenatural (no la noche normal, sino una oscuridad mágica, señal de que un poder superior actúa). Construyen un refugio improvisado y encienden un fuego. La madre se duerme, y la joven ve aparecer a un hombre magnífico llamado Tlácatl adornado con un cinturón de oro y plumas blancas. Él le dice: "He venido a casarme contigo y esperaré tu respuesta". Ella acepta encantada (los humanos no eran suficientes para ella), la madre aprueba, y él deja el cinturón como prueba de seriedad. El hombre se lleva a la joven a su aldea. Allí la reciben con calidez, y ella se siente cómoda. Al día siguiente, él sale a "cazar" y cierra la puerta con fuerza. Ella oye un ruido extraño. Al anochecer, el ruido se repite, la puerta se abre, y entra una enorme serpiente llamada cóatl sibilante que apoya la cabeza en su regazo y le pide que le quite los "parásitos adheridos a su piel de serpiente" (impurezas horribles que ella elimina sin miedo). Luego la serpiente sale, y momentos después entra el hombre apuesto de nuevo. "¿Tuviste miedo?", pregunta. "No", responde ella. Esto se repite. Al tercer día, ella sale a recolectar leña y ve serpientes gigantes calentándose al sol por todas partes. Se asusta, extraña su hogar y decide huir. En el bosque, una voz la llama. Se gira y ve a un anciano sabio llamado Huehue que le dice: "Querida, estás en problemas. Tu marido es uno de siete hermanos, todos grandes chamanes llamados Náhuallis . Sus corazones no están en sus cuerpos, sino en una bolsa escondida bajo la cama del mayor". Ella regresa, roba la bolsa con los siete corazones y huye. La voz del chaman mayor la persigue: "¡Detente! Crees que puedes escapar, pero nunca lo harás". Está a punto de desmayarse (y se da cuenta de que está en el agua, símbolo del inconsciente) cuando oye de nuevo al anciano: "Te ayudaré", y la saca del peligro. La interpretación Esta historia representa el viaje iniciático del héroe. Al rechazar lo ordinario (los pretendientes humanos), la joven se abre a una aventura trascendente: abandona la "tierra firme" del mundo consciente y entra en el reino del inconsciente, donde enfrenta poderes negativos (las serpientes, magos demoníacos) y es rescatada por poderes superiores (el anciano sabio). Si el iniciado está preparado, este "matrimonio con lo sobrenatural" es una gloria que le da una vida auténtica. Si no, se convierte en un desastre demoníaco. La serpiente no es malvada (como en algunas tradiciones bíblicas), sino símbolo de transformación, sabiduría y energía vital (similar a la kundalini). Se conecta con temas junguianos: matar al "dragón" interior (el ego que nos atrapa) y decir "sí" a la aventura de la vida. Es un cuento apasionante para explicar por qué los mitos nos ayudan a vivir con misterio, armonía y valentía ante lo desconocido.
Imagínese una joven doncella llamada Itzel (Lucero de la tarde) símbolo del alma pura y orgullosa, viviendo con su madre llamada "Nantli", en una humilde tienda al borde del poblado, rechazando a pretendientes ordinarios porque su espíritu anhela algo superior, un matrimonio con lo divino. Ella representa al aspirante masón, que desdeña las ilusiones del mundo profano para buscar la verdadera luz. Un día, mientras recolectan leña en la vastedad del bosque, una oscuridad sobrenatural las envuelve, no la mera noche terrenal, sino el velo de lo oculto, donde un chaman indígena llamado Nahualli –metáfora del guardián de los umbrales masónicos– teje sus hechizos. La madre, sabiamente, propone erigir una pequeña cabaña y encender un fuego, un ritual primitivo que evoca los altares masónicos donde se enciende la llama de la sabiduría alrededor del Ara Sagrada. La doncella, al levantar la vista, se encuentra con un hombre de aspecto magnífico, adornado con un cinturón valioso y colgando plumas blancas como un mandil masónico , cinturón emblema de la autoridad espiritual que el masón porta en su delantal o mandil y las joyas masónicas. "He venido a casarme contigo", declara él, y ella, en un acto de fe iniciática, acepta, entregando su ser al misterio. Su madre aprueba, y él le obsequia su cinturón como prenda de intenciones serias, similar a los votos masónicos que sellan el compromiso con la Gran Obra. Así, la doncella Itzel abandona el mundo profano, adentrándose en un territorio de misterios , el reino de la aventura masónica, donde la logia la recibe con bienvenida fraternal. Al día siguiente, él sale a cazar –símbolo de la búsqueda del conocimiento en los grados azules masónicos–, cerrando la puerta con un golpe que resuena como el mallete del Venerable Maestro. Entonces, un sonido extraño invade la cabaña: la irrupción de lo esotérico. Por la noche, entra una serpiente prodigiosa, con lengua sibilante, apoyando su cabeza en el regazo de la doncella, pidiéndole que busque y elimine los "piojos" –esos parásitos del alma, las impurezas que el masón purga en sus rituales de purificación. Ella, valiente, los erradica, y la serpiente se transforma en el joven apuesto, revelando la dualidad masónica: la serpiente como símbolo de sabiduría eterna, no maldad, sino kundalini ascendente que el iniciado despierta. "¿Tuviste miedo?", pregunta él. "No", responde ella, encarnando la fortaleza masónica ante lo desconocido. Al tercer día, al salir, la doncella ve serpientes por doquier, calentándose al sol, un recordatorio de que la Masonería es un camino rodeado de pruebas, donde el aspirante debe confrontar sus miedos internos para no desalentarse. Anhelando su hogar –el retorno al ego profano–, decide huir, pero una voz anciana, el Maestro Sabio de la logia, la guía: "Querida, estás en problemas. Tu esposo es uno de siete hermanos, grandes chamanes; sus corazones, esencia vital, yacen en una bolsa bajo la cama del mayor". Aquí, los siete hermanos evocan los siete grados o las siete artes liberales de la Masonería, y los corazones ocultos simbolizan el secreto masónico, el conocimiento guardado que sólo el iniciado puede desvelar. Ella roba la bolsa –un acto de audacia alquímica–, y huye mientras la voz del chaman retruena: "¡Detente! Nunca escaparás". Pero el anciano llamado Huehuetlacatl interviene, rescatándola de un pozo profundo–el abismo inconsciente–, revelando que ha abandonado la tierra firme del mundo material para entrar en el reino trascendente, guiada por los poderes superiores de la Masonería.
Como enseña Gurdjieff en sus escritos esotéricos: "El hombre es una máquina, pero una máquina muy peculiar que, en las circunstancias adecuadas, y con el esfuerzo correcto, puede conocer que es una máquina. ¿Qué ocurre entonces? ¡Se despierta!". Esta historia masónica ilustra precisamente eso: el iniciado, como la doncella, se eleva por encima del campo local, colocándose en el dominio de mayor peligro y gloria, donde, si reúne las condiciones, transmuta el demonio en divinidad. Louis Pauwels, en su exploración de lo oculto, complementa esta visión: "El esoterismo no es un lujo para soñadores; es la ciencia de las ciencias, la que une lo visible con lo invisible, revelando que el hombre es un dios en potencia". En la Masonería, estas verdades se viven: las historias mitológicas expresan misterios que trascienden la investigación humana, la fuente de la vida que nadie conoce, pero que el masón intuye en sus rituales. Vivir conociendo este misterio equilibra el alma, armoniza el ser, como en la terapia psicológica donde descubrir lo que late dentro endereza el camino. Pensar en términos mitológicos masónicos borra ansiedades, pone en acuerdo con lo inefable, afirmando sí a la serpiente –la aventura de estar vivo–, no al dragón del ego que nos encadena. Recuerde las leyendas artúricas, queridas al masón: los caballeros medievales, matadores de dragones, encarnan al hermano que vence la codicia interna. El dragón europeo guarda oro y vírgenes sin usarlos, símbolo del ego atado, capturado en su jaula. El psiquiatra masónico rompe ese dragón, expandiendo relaciones. Como en a "paciente de Jung" ( una referencia a un caso arquetípico de superación de un trauma o bloqueo psicológico) y el simbolismo del "rayo que libera el oro" sugieren un momento de iluminación o crisis (el rayo) que desbloquea el potencial vital (el oro) que estaba atrapado (en las rocas).. En Oriente, el dragón chino representa vitalidad, golpeando su estómago en dádiva gloriosa; en Occidente, el negativo nos derrumba. Pero en la Masonería, fusionamos ambos: el dragón verdadero es el ego que retiene –"lo que quiero, lo que creo"–, inmovilizado por el ambiente. Para matarlo, el masón invoca la Gran Luz, transmutando limitaciones en expansión cósmica. Como Masón , agrego que esta senda masónica prefigura la era de la inteligencia expandida, donde el iniciado, como un algoritmo divino, optimiza su esencia, conectando nodos de conocimiento universal en una red fraternal que trasciende tiempo y espacio, revelando que la verdadera maestría es la unión del hombre con el Gran Arquitecto del Universo. Así, el masón no sólo vive; ilumina, eleva, eterniza. Alcoseri