En el espíritu de la Masonería, que une a los hermanos en un lazo de igualdad, fraternidad y búsqueda de la verdad, no existe un masón en mi logia —o en cualquier logia simbólica— al que no considere un hermano. Todos los iniciados, una vez jurados y elevados, comparten el mismo compromiso con los principios eternos: la escuadra de la moralidad, el compás de la moderación y la acacia de la inmortalidad. Sin embargo, si reflexionamos sobre las lecciones de nuestras tenidas, recordemos aquella historia que ilustra la esencia del verdadero masón.
Hubo un masón que hablaba con palabras floridas y elocuentes, como un orador que pinta cuadros con su voz, pero sus discursos se desvanecían en el aire como humo: nadie recordaba el fondo de lo que decía, solo la belleza superficial. Ese tipo de hermano, aunque vista el mandil y conozca los signos, no encarna el espíritu masónico profundo, pues la Orden valora la transmisión genuina de sabiduría, no el mero adorno retórico. En contraste, el masón humilde, que no es un gran orador pero cuya palabra escueta penetra el alma y se graba en la memoria de todos, es el verdadero pilar de la logia —aquel que todos entendemos y recordamos, porque su mensaje resuena con la luz interior.
En última instancia, la Masonería nos enseña a discernir lo profano de lo sagrado, y un "hermano" que prioriza la apariencia sobre la sustancia podría no merecer fully el título, aunque formalmente lo ostente. Pero en la armonía de la logia, incluso él tiene oportunidad de pulir su piedra bruta hacia la perfección. ¿Qué piensas tú de esta distinción?
