Una poderosa magia ancestral, celosamente resguardada en las Logias Masónicas.

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Alcoseri Vicente

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Nov 25, 2025, 8:45:56 PM (5 days ago) Nov 25
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Una poderosa magia ancestral, celosamente resguardada en las Logias Masónicas.

En las antiguas leyendas, en ciertas culturas los milagros brotaban al mero agitar de varitas encantadas; en otras, un espíritu dormía dentro del anillo mágico, presto a obedecer al digno. Los objetos cambian según el pueblo: una espada que corta el velo de lo imposible, un cáliz que contiene el elixir de la vida eterna, una vara que domina los elementos, un anillo que abre las puertas del destino. Esos artefactos no nacían de la nada; eran dones de seres sobrenaturales: hadas aladas, silfos del aire, ondinas de las aguas profundas, salamandras del fuego, duendes guardianes de la tierra, dioses olvidados o demonios redimidos.
Y he aquí el prodigio: nosotros, los masones, en nuestros rituales empleamos exactamente esos mismos símbolos: la espada flamígera, el cáliz de la amargura y la libación, la vara de mando del maestro de ceremonias, el anillo masónico de alianza con lo invisible y palabras de poder que resuenan como truenos en el alma. ¿Cómo no iba a susurrarse, entonces, que la Masonería practica una magia real, antigua y operativa? Las Logias no son meros salones de debate; son templos donde lo paranormal deja de ser excepción y se convierte en norma cotidiana para quien tiene ojos para ver.
Durante milenios, el ser humano ha perseguido esos objetos legendarios. Libros, películas, sagas enteras giran en torno a ellos: Excalibur emergiendo del lago, el Anillo Único que corrompe o eleva, el Santo Grial que sólo el puro de corazón puede tocar. Pero, invariablemente, encontrarlos resulta casi imposible. Los seres que los otorgan se esconden. Nadie logra, por sí  solos fabricarlos, ni invocarlo todo.
Y ahí está la clave que la ciencia moderna, ciega y arrogante, se niega a aceptar.
Aquellos cuentos jamás fueron fantasía infantil. Eran velos, cortinas de humo alzadas por iniciados para proteger la Verdad desnuda. Cada espada simbolizaba la voluntad recta que corta la ilusión; cada cáliz, el corazón capaz de contener el fuego divino sin derramarse; cada anillo, la alianza eterna entre el microcosmos humano y el macrocosmos celestial; cada varita, la columna vertebral erguida que conecta cielo y tierra. Los “seres sobrenaturales” no eran más que los Yo Superiores, los Maestros Internos, los ángeles guardianes que sólo se revelan al alma purificada.
En tiempos remotos, los sabios hablaban sin rodeos: «Sé honesto, valiente, consciente, tenaz, y el universo entero se pondrá a tu servicio». Pero la humanidad torció el mensaje. Quiso el poder sin la purificación, la varita sin la virtud, el Grial sin haber muerto al ego. Entonces los iniciados, perseguidos, quemados, crucificados, decidieron callar. Y para proteger el medicamento del despertar, anunciaron que estaba envenenado.
Como escribió Manly P. Hall, gran conocedor de la magia masónica: «Los antiguos Misterios nunca fueron destruidos; fueron retirados. Los dioses no murieron; se ocultaron en el corazón del hombre esperando la hora de su resurrección».
Eliphas Lévi, en su Dogma y Ritual de la Alta Magia, afirmó: «La Masonería es la Kabala conservada en su forma más pura; sus símbolos son llaves vivientes que abren las puertas de los mundos invisibles cuando el operador está preparado».
Y Oswald Wirth, maestro rosacruz y masón, sentenció: «El templo masónico es un pentáculo viviente; cada paso, cada gesto, cada herramienta es una operación mágica que despierta las fuerzas latentes del cosmos dentro del iniciado».
En otros idiomas, la tradición es la misma: en francés se habla del «Grand Œuvre maçonnique» (la Gran Obra masónica), la alquimia real que transmuta el plomo del profano en el oro del adepto. En inglés, los textos antiguos llaman a los rituales «workings of sacred magic» (operaciones de magia sagrada). En italiano, se refieren al «magistero della Luce» (magisterio de la Luz), donde la escuadra y el compás son verdaderas varitas que miden y dirigen la energía creadora.
La ciencia moderna, prisionera de sus cinco sentidos y sus instrumentos muertos, niega todo esto porque no puede pesar ni medir la Consciencia. Prefiere declarar «imposible» lo que no comprende, y tilda de superstición lo que amenaza su monopolio del saber. Pero la Masonería Regular, hija directa de los Misterios de Menfis, Eleusis, Osiris, Hermes, los Druidas, los constructores romanos, los sufíes, los rosacruces, guarda intacta la Gnosis viviente que San Pablo llamó «la sabiduría que hemos hablado entre los perfectos». Si , tal como se relata en su Primera Carta a los Corintios.
En 1 Corintios 2:6-7, especifica que esta sabiduría:
No es de este mundo, ni pertenece a los gobernantes que terminarán en nada.
Es un misterio oculto que Dios había predestinado para la gloria de sus seguidores desde la eternidad.
Fue revelada por el Espíritu Santo y se contrasta con la sabiduría humana, que no puede entender las cosas espirituales.
Esa Gnosis no es teoría; es fuego. No es creencia; es experiencia directa. No necesita laboratorios porque su laboratorio es el alma humana. No requiere aceleradores de partículas porque el Gran Arquitecto ya aceleró la única partícula que importa: la chispa divina que cada iniciado despierta en su propio pecho.
Por eso la Masonería Regular ha sobrevivido a imperios, inquisiciones y revoluciones: porque custodia la única magia que nunca falla, la magia del hombre que se hace dios por la rectitud de su voluntad y la pureza de su corazón.
Y cuando el último velo caiga, cuando el mundo profano finalmente se derrumbe bajo el peso de su propia ceguera materialista, entonces los hijos de la Luz, los verdaderos poseedores de la Espada, el Cáliz, la Vara y el Anillo, saldrán de las Logias eternas y dirán al universo entero, con voz que retumbará como el trueno primordial:
«No éramos guardianes de cuentos para niños.
Éramos, somos y seremos para siempre
los depositarios vivos de la única Magia Real:
la que transforma al hombre en Sol
y al caos en Cosmos.»
Porque la Masonería no promete el cielo después de la muerte.
La Masonería construye el cielo aquí y ahora,
ladrillo a ladrillo de conciencia despierta,
en el corazón inmortal del iniciado.
Y ese, hermano mío, es el secreto más terrible y más hermoso que jamás se haya guardado bajo siete llaves de silencio y de luz en Logias Masónicas.
Alcoseri 

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