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El Simbolismo del Punto en Masonería En el Interior de una antigua logia masónica, donde el aroma a Masonería se entretejía con el eco de secretos ancestrales, un joven aprendiz de masón llamado Elias se mantenía expectante ante el umbral de lo desconocido. Su mente bullía como un caldero alquímico, rebosante de preguntas que ardían en su pecho como estrellas fugaces. Había ingresado en la hermandad impulsado por una sed insaciable de la búsqueda de la verdad, pero ahora, frente al maestro masón, un hombre de ojos profundos y barba plateada llamado Maestro Thorne, sentía que el velo de la realidad se rasgaba lentamente, revelando abismos de misterio. "Maestro", susurró Elias con voz temblorosa, "dime, ¿qué simboliza el punto en la masonería? Ese simple punto, ese diminuto enigma que parece insignificante, pero que late en el corazón de todos nuestros rituales". Thorne, con una sonrisa enigmática que ocultaba siglos de sabiduría, levantó una mano en gesto de la penumbra iluminada por los candelabros con llamas titilantes alrededor del Ara Sagrada. "¡Espera, hermano! ¡Espera! No hay prisa en desentrañar los hilos del universo. La enseñanza masónica es un tapiz sutil, tejido con hilos invisibles que sólo el tiempo y la experiencia pueden revelar. No te apresures a preguntar por el triángulo, la calavera, la diosa Venus en Logia, la escuadra o el compás. Deja que tu mente se libere de cadenas profanas, de asociaciones mundanas. Todo llegará a su debido momento; sé paciente, y el sentido de nuestra simbología brotará en ti como una fuente interior". Pero Elias, con el fuego de la juventud ardiendo en sus venas, no podía contenerse. Sus ojos brillaban con una pasión devoradora, como si cada pregunta fuera un paso hacia una revelación cósmica. Insistía, una y otra vez, su voz resonando en las paredes grabadas con símbolos arcánicos. "Hermano, soy un aprendiz ávido de conocimiento. ¿Por qué eludir la verdad? Quiero comprender, no sólo esperar". Thorne suspiró, su mirada fija en un antiguo medallón que colgaba de su cuello, grabado con un punto encerrado en un círculo. "Deja de preguntar, deja de pensar en dogmas rígidos. La masonería no es una religión de creencias impuestas, ni un laberinto de conceptos inútiles adoptados de otros. Es simbólica, de libre interpretación; cada masón, a su nivel, desentraña su esencia. No descansa en palabras inflexibles ni en conceptos implacables. Aunque racional, no es estricta ni dogmática. Sé tú mismo, hermano. Ve más allá de lo aparente: una escuadra es sólo una herramienta simple, un compás rústico, pero al contemplarlos, evocan una vida entera de experiencias masónicas, de cómo forjar el templo interior". Elias sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. La logia parecía cobrar vida, con sombras danzando como espíritus guardianes. Thorne continuó, su voz ahora un susurro cargado de intriga: "Abandona la instrucción profana, como en las escuelas del mundo exterior. Aquí no hay dogmas férreos como en las religiones. Conocer un enjambre de ideas vacías es una cosa; otra es la respuesta que nace de la experiencia diaria, del hacer masonería con el alma. Y al final, descubrirás que todo se resume en el símbolo del punto". La palabra "punto" reverberó en la mente de Elias como un trueno lejano, despertando visiones etéreas. En ese instante, la narrativa de su vida se transformó en un viaje apasionante, un enigma que lo arrastraba hacia profundidades ocultas. Thorne, percibiendo el fuego en los ojos del aprendiz, decidió revelar capas más profundas, tejiendo ideas esotéricas que elevaban el símbolo a reinos místicos. "El punto", prosiguió Thorne, "es el secreto primordial, el corazón pulsante de la creación. En la masonería, el punto dentro de un círculo representa al masón —tú, el punto— confinado en sus deberes y virtudes, delimitado por el círculo de obligaciones hacia Dios y la humanidad. Las dos líneas paralelas evocan a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, patronos de nuestra orden, o los solsticios que marcan el ciclo eterno del sol. En su interpretación alquímica, el círculo es el universo, el punto el sol mismo, irradiando luz desde el centro". Pero Thorne no se detuvo allí. Para reforzar la intriga, invocó sabidurías ancestrales, añadiendo capas de misterio que hacían palpitar el corazón de Elias. "En el ocultismo gnóstico, el punto es el Monad, la unidad primordial de la que emana todo lo manifestado, un eco del Pleroma divino donde el Todo se concentra en un instante de pureza absoluta. Los gnósticos veían en él la chispa del conocimiento divino, el Arché, que libera al alma de la ilusión material. Imagina, Elias: en ese punto se condensa el Todo, la esencia indivisible de la existencia, donde el caos y el orden se funden en un silencio eterno". La pasión en la voz de Thorne crecía, como si revelara un tesoro prohibido. "En el Rosacrucismo, el punto simboliza el Rosacruz central, el germen de la Rosa y la Cruz, donde la materia y el espíritu se unen en alquimia espiritual. Es el Bindu hindú, la gota primordial que contiene el universo entero, o en el ocultismo de Eliphas Lévi, el punto de equilibrio entre las fuerzas duales, el eje del pentáculo que invoca poderes invisibles. Y piensa en esto, hermano: al igual que en la cosmología moderna, el Big Bang no fue más que un punto singular, un infinitesimal donde se concentraba toda la energía, la materia y el tiempo del universo. De ese punto explotó la creación, expandiéndose en galaxias y estrellas, recordándonos que en lo más pequeño yace lo infinito, el Todo comprimido en un susurro cósmico". Elias, cautivado, sintió una oleada de éxtasis místico. Visiones asaltaron su mente: un punto negro en la vastedad, expandiéndose en espirales de luz, revelando triadas sagradas. "El punto triple, ∴", continuó Thorne, "abreviaturas masónicas como B∴ para Hermano o L∴ para Logia, pero también trinidades: pasado, presente y futuro; sabiduría, fuerza y belleza; amanecer, mediodía y atardecer. Es el principio de la creación, la unidad de la que emana todo, el primer principio divino". Inspirado por autores como Lavagnini y Chevallier, Thorne tejía más hilos: "Todo es uno en su esencia; del punto surge la línea recta, el apoyo del compás para trazar el círculo. En la Kabbalah, es el punto escondido que se manifiesta en la yod, el germen de la creación. En doctrinas hindúes y tibetanas, es la gota, el Bindu que encierra el Todo. San Clemente de Alejandría lo describía como la unidad primordial, despojada de dimensiones, el poder creador y el fin de todas las cosas". La novela de la vida de Elias se intensificaba; ahora, en una meditación guiada por Thorne, visualizaba el punto como el centro del universo, indivisible y único, la esencia espiritual de la que emerge la complejidad cósmica. "Representa al individuo, al masón en el corazón de su existencia, conectado al cosmos por el círculo de eternidad. En el arte oculto, puntos como granos o estrellas forman figuras místicas, cambiando de significado con su disposición, solitarios o agrupados, evocando rituales gnósticos donde el punto es la puerta al conocimiento prohibido". A medida que la noche del ágape avanzaba, Elias sentía una transformación apasionante. El punto ya no era un símbolo abstracto, sino un portal vivo, un enigma que concentraba el Todo en su simplicidad. En visiones rosacrucistas, lo veía como el elixir de la inmortalidad, el punto de transmutación donde el plomo del alma se convierte en oro divino. Y en el ocultismo, era el ojo de la providencia, vigilante y omnipotente, recordando que, como el Big Bang, de un punto surge el infinito, urgiendo al masón a expandir su conciencia desde el centro hacia la vastedad. Al amanecer, Elias emergió de aquel ágape masónico no como un aprendiz impaciente, sino como un iniciado ardiente, su corazón latiendo al ritmo del punto primordial. El secreto se había revelado no en palabras, sino en una experiencia interior que lo unía al Todo, prometiendo aventuras místicas en los rituales venideros. La masonería, ahora, era su novela eterna, intrigante y apasionada, donde cada punto era un universo por descubrir. Alcoseri