--Quibdó solo tiene una librería. Al menos solo hay una que tenga más de un estante dedicado a los libros. Debe ser la única que en su fachada usa ese nombre en vez de “papelería”, más común en la ciudad. Es la única a la que apuntan las personas que saben dónde se puede comprar un libro en la capital del Chocó. La Librería La Odisea está ubicada en la carrera tercera con calle 24, es un local grande en el que se venden juguetes, cuadernos, útiles escolares, afiches, calendarios, periódicos y, de vez en cuando, libros.
Además de textos escolares, en La Odisea se encuentran libros de historia nacional, derecho y literatura chocoana.“Aquí llegan los estudiantes de los colegios, pero obligados”, me cuenta Guillermo Mena, que atiende este negocio fundado por su padre hace 14 años. Guillermo a veces no se halla en esta ciudad en la que cualquier día, sin importar la hora, se puede escuchar música a todo volumen en algún local o en alguna casa de puertas abiertas. Por eso a veces se va unas semanas a Medellín, a Pereira o a Cali, “para despejarme”, dice, y para traer nuevos libros.
Llegué a la Librería La Odisea por recomendación de tres personas distintas. Una gestora cultural, una actriz y dramaturga y una docente universitaria. Otros me dijeron que sí, que conocían el lugar, pero no lo recordaron apenas pregunté por una librería. Y hablando con estas personas me enteré que en esta capital de departamento tampoco hay un teatro ni una sala de cine. Pero lo más paradójico de todo esto es que, a pesar de la falta de escenarios, la cultura está en todas partes.
Quibdó será la sede del Festival Detonante, un evento que quiere reunir esfuerzos para promover la innovación social y visibilizar el potencial del Chocó.
Algunas cifras
En Quibdó el Sistema General de Regalías (SGR) ha aprobado 27 proyectos desde 2012. Entre readecuación de vías, compra de predios, construcción de líneas de alcantarillado y estudios de diseño, se han invertido cerca de 106 mil millones de pesos.
En esa lista hay dos proyectos en el área de “Cultura, deporte y recreación”: la remodelación del parque Manuel Mosquera Garcés y un conjunto de estudios y diseños para la construcción de instalaciones deportivas para los XX Juegos Nacionales. Entre ambos suman cerca de 14 mil millones de pesos de inversión. Según el Mapa de Regalías, una aplicación web del SGR que permite visualizar los proyectos por región y filtrarlos según el área de inversión, la remodelación del parque no ha empezado y el proyecto de instalaciones deportivas (que además de la capital del departamento está pensado para los municipios de Bahía Solano, Acandí e Istmina) ha avanzado en un 69,7 por ciento, pero los Juegos Nacionales terminaron hace más de ocho días. Pero esa es otra historia.
¿Se podrían destinar recursos de regalías para espacios y proyectos culturales? Sí. Por ejemplo, al sur de Quibdó, en Atrato, se aprobó hace poco un plan de “fortalecimiento a siete casas comunales para eventos socioculturales” por 119 millones de pesos. Y aunque no hay muchos ejemplos, en otras regiones del país se han presentado proyectos para construir o remodelar casas culturales, teatros o museos.
En Quibdó, en una esquina a pocas cuadras de la Librería La Odisea, está la Casa Cultural Jorge Isaacs. En el primer piso hay un Servientrega, en el segundo funcionan las oficinas de la emisora Ecos del Atrato (1400 AM) y de la Fundación Fiestas Franciscanas (encargadas de organizar las Fiestas de San Pacho) y en el tercer piso se dictan cursos de danza, música y teatro, entre otras actividades.
¿Quiénes piden más?
“El escenario de ese tercer piso puede servir como sala de teatro”, dice Danny Suley Castro, una quibdoseña que hace diez años viajó a Bogotá para estudiar Artes Escénicas en la Academia Superior de Artes –ASAB– de la Universidad Distrital. Castro vivió seis años en Bogotá y se regresó al Chocó por la convicción de que hay mucho por hacer.
“Cuando yo estaba más pequeña veía que las personas que hacían teatro, que obviamente eran jóvenes, dedicaron su vida a eso y no había una valoración porque no tenían un título. Entonces yo dije ‘bueno, si a ellos no los contratan porque no tienen un título, yo me voy a profesionalizar, voy a traer un título, y voy a seguir haciendo esto, pero a través de lo que aprendo’”, cuenta Castro. Y añade que ahora se ha encontrado con la cruda realidad: “ya tengo título, pero me doy cuenta que pasa lo mismo que le pasaba a las personas que hacían teatro cuando yo estaba pequeña”.
Para Ana Gilma Ayala, cultora –como dicen allá– del Chocó, el problema va más allá de los espacios. Dice Ayala que últimamente, cuando se hacen presentaciones artísticas, hay danza contemporánea, teatro o grupos de música urbana, pero se están perdiendo las representaciones artísticas ancestrales. “La cultura es una plataforma para la resocialización, si se focaliza y se toman los valores comunitarios. Pero se está tomando la parte externa de la cultura como las danzas y esto, y no se está tomando la parte espiritual que es la que va a formar a las personas”.
El próximo año Ayala publicará su décimo libro. Todos los ha dedicado al patrimonio cultural, enfocado en temas como los mitos de la región, las fiestas patronales, la espiritualidad y los ritos funerarios del Chocó, entre otros. Ella misma los ha financiado y regalado a las instituciones, porque dice que no hay apoyo y lo mismo pasa con los proyectos que proponen nuevos escenarios: “esos proyectos quedan empolvados y solo cuando hay un evento, que viene un personaje, o que van a comerse una plata, entonces de su proyecto toman lo externo y lo llevan a un escenario común”.
Danny Castro, que además es consejera municipal y departamental en el área de artes escénicas y teatro, también lo ha notado. Consejerías como en la que ella participa reciben poca atención hasta que las autoridades deben complementar un evento público con una actividad cultural.
Pero Castro no se desanima. Andamio Teatro es su colectivo, tiene cinco miembros, de los cuales ella es la única que estudió esta materia a nivel profesional. A sus compañeros los ha formado a punta de talleres y experimentos en escena. Tienen cinco obras montadas, una de ellas se llama Mi virtud en colores, inspirada en los Cuentos Cantados de Zully Murillo y en el poema Me gritaron negra de la limeña Victoria Santa Cruz; tienen otra, Color esperanza, escrita por Castro al final de su carrera, que cuenta la historia de una niña que quiere ser artista y se enfrenta a su madre, que la quiere convertir en reina.
Con otros colectivos como Jóvenes Creadores, Mojiganga, Chocó Teatro o Afrohuellas, entre otros, Danny Castro busca espacios para crear apego a un arte que no tiene visibilidad en la ciudad. La antropóloga Ana María Arango, docente de la Universidad Tecnológica del Chocó, también ha acompañado este proceso.
Arango dice que no existe una agenda cultural continua en el municipio y eso obedece, en parte, a la falta de espacios y financiación. La labor de ella en la Universidad inició cuando le encargaron una colección de música antillana e hispanoamericana con cerca de 2600 vinilos que le pertenecieron a Ramón Garcés Erazo. Pero pronto ella sintió que debía hacer algo más que cuidar un archivo.
Había escuchado de la Oraloteca de la Universidad del Magdalena, un grupo de investigación de la cultura oral en el caribe colombiano, pero para Arango esta idea no era suficiente para entender el Pacífico y el Chocó. “Aquí el cuerpo es un elemento fundamental de la identidad”, explica la docente e investigadora, y por eso creó la Corporaloteca.
Desde este grupo interdisciplinar, Arango y su equipo, entre quienes se encuentra el músico Leonidas Valencia, su esposo, han investigado las prácticas orales, sonoras y corporales del Pacífico colombiano. Hacen documentales, investigaciones, programas de radio, tardes de cine y hasta jornadas de danza. Y a través de estas actividades propone un mensaje. “Yo estoy de acuerdo en que el arte no debe ser instrumentalizado, pero sí creo que el arte es político”. Y ese factor, añade la investigadora, se refleja de muchas formas en la cultura negra.
Arango cuenta que los músicos, los bailarines y los contadores de historias, llevan siglos en este territorio y, según ella, esa puede ser la razón del abandono. “Como eso siempre ha estado ahí, como eso existe con o sin plata”, dice con ironía.
La ciudad del Atrato
Quibdó se está construyendo con el fondo del Atrato. Así lo explica Franklin, el lanchero que nos muestra a los jóvenes que, con el agua arriba de la cintura, llenan las canoas con la arena que logran sacar con baldes o con palas. Y es que la capital del Chocó está creciendo, lleva creciendo desenfrenadamente durante al menos quince años, cuando empezaron a llegar las poblaciones que huían de la violencia desde Bojayá, el Urabá antioqueño o el bajo Atrato, entre otros territorios.
A unas cuadras al sur de la Catedral, sobre el Atrato, las volquetas recogen la arena que los jóvenes cargan en canoas.Se están construyendo vías, pronto empezarán a funcionar más semáforos, hay varios edificios en construcción y a un mega colegio que albergará más de 3 mil estudiantes le falta un 50 por ciento para estar terminado. Quizá la arena del río sirvió para algunas de esas obras y, salvo que alguien organice el proceso, de ahí seguirán tomando la materia prima.
Hay quienes piden que con esa arena se construyan también teatros, museos, librerías o salas de cine. A otros eso no les hace falta, pero para Arango es claro: “cuando se entra en una lógica de ciudad, estos espacios son necesarios”.
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La música de marimba, los cantos y bailes tradicionales de la región del Pacífico Sur se suman al vallenato en la lista de manifestaciones declaradas Patrimonio Inmaterial.
La música de marimba y los cantos y bailes tradicionales de la región colombiana del Pacífico Sur y de la provincia ecuatoriana de Esmeraldasfueron declarados este miércoles Patrimonio Inmaterial de la Humanidad,anunció la Unesco.
La decisión fue tomada por el comité intergubernamental para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, reunido en Windhoek (Namibia) hasta el 4 de diciembre.
La organización destaca que la música de marimba, los cantos y bailes tradicionales son expresiones musicales que forman parte integrante del tejido social –familiar y comunitario– de la población descendiente de africanos asentada en la región del Pacífico Sur, así como en la provincia ecuatoriana de Esmeraldas.
“Los hombres y mujeres de esta comunidad cantan relatos y poemas, acompañando sus interpretaciones con movimientos rítmicos del cuerpo, en diversos eventos de carácter ritual, religioso o festivo para celebrar la vida, rendir culto a los santos o despedirse de los difuntos”, sostuvo Unesco.
La música de marimba se toca con un xilófono de madera de palma, equipado con tubos resonadores de bambú, y se acompaña con sones de tambores y maracas. “Este elemento del patrimonio cultural inmaterial está profundamente arraigado en las familias, así como en las actividades de la vida diaria. Por eso, se considera que sus practicantes y depositarios son los miembros de la comunidad en su conjunto, sin distinción de sexo o edad”, precisa la organización.
De acuerdo con la Unesco, las personas de mayor edad de la comunidad desempeñan el papel esencial de transmisores de las leyendas y narraciones de la tradición oral a las generaciones más jóvenes, mientras que los profesores de música supervisan la transmisión de los conocimientos musicales.
“La música de marimba y los cantos y danzas tradicionales propician losintercambios simbólicos, comprendidos los de alimentos y bebidas.También fomentan la integración a nivel familiar y colectivo, gracias aprácticas ancestrales que fortalecen el sentimiento de pertenencia a un grupo humano específico vinculado a un territorio y un pasado histórico comunes”, agregó.
La primera vez que la música vallenata, una música de campesinos y vaqueros, recibió un gran reconocimiento en el mundo fue en México, durante las Olimpiadas Culturales y Deportivas de 1968. Alejo Durán, acompañado de Pablo López Gutiérrez y un conjunto tradicional, interpretó en su acordeón diatónico algunas de sus canciones venciendo así a todas delegaciones internacionales que formaron parte del evento mundial. Cochise Rodríguez, representante para la delegación deportiva, no obtuvo el mismo triunfo.
Tanto los hermanos Náfer y Alejo Durán, como todos los intérpretes del acordeón vallenato de principios de siglo XX, repiten la misma historia: robaban el viejo instrumento a sus padres campesinos o a sus tíos para sacarle unas notas a escondidas. Todos aprendieron a tocar de oídas, pocos sabían leer y escribir, pero la música de sus ancestros calaba hondo en sus venas y en su conciencia. Así se fue apoderando del país el sentir vallenato, como lo diría Rafael Escalona en una entrevista inédita: “El vallenato se regó como el bostezo, de boca en boca”.
Empezaban los acordeones a ser bienvenidos en las casas de familia de la región y la música compuesta por Escalona sonaba en registros de artistas más refinados que rescataban sus canciones para hacerles arreglos de orquesta y guitarra. Pero en la región del viejo Magdalena hervía el vallenato campesino, el de Alejo y Náfer Durán, de Lorenzo Morales y Emilianito Zuleta; el de Juancho Polo Valencia, y el del viejo Pablo López era una catarata sin fin.
Más de 20 años después, en 1982, una delegación de acordeoneros como Pedro García, Emilianito Zuleta, entre otros, llegaron a Estocolmo para acompañar a Gabriel García Márquez a recibir el Premio Nobel de Literatura, y el mundo reconoció el vallenato, se entendió esa frase tan repetida acerca de Cien años de soledad como un vallenato de muchas páginas.
Ya el Festival de la Leyenda Vallenata era un encuentro obligado. Consuelo Araújo Noguera salvaguardaba con su vida los cuatro aires, el vallenato-vallenato y una serie de particularidades que defendían la tradición mientras que la industria discográfica había puesto sus ojos en talentos como Jorge Oñate y los hermanos López, en Diomedes Díaz y en los Hermanos Zuleta. La revolución comercial se gestó en las décadas de finales del siglo XX y el vallenato se esparció por todo el país como la música de los colombianos.
La internacionalización, la fusión, el nacimiento de la mano de Carlos Vives del “Tropi-pop”, que tuvo su génesis en la dupla Vives-Cuadrado (un rockero costeño con un acordeonero tradicional de La Guajira), y la creación de premios comerciales como el Grammy Latino en categoría vallenato, todos estos momentos se fueron consolidando como triunfos del vallenato. Sin embargo, una preocupación se sentía entre los conocedores de siempre. ¿Se perdería del todo el origen?
Ahora, a pocos años de celebrar las Bodas de Oro del Festival de la Leyenda Vallenata un nuevo hecho internacional nos llena de emoción: el vallenato de caja, guacharaca y acordeón. Ese que suena en cuatro aires (o estilos) puya, merengue, paseo y son. Ese que se compone con las vivencias cotidianas, que se improvisa en la piqueria y que se alimenta del sentir campesino, ha sido declarado Patrimonio Inmaterial Universal en la Lista de Salvaguardia Urgente de la Unesco.
Esta declaratoria revive una vieja polémica sobre las amenazas de la desaparición de la música vallenata como portadora de identidad y tradición por una “pérdida de espontaneidad, descontextualización y acorralamiento” por el exceso de comercialización y masificación. En otras palabras, podríamos pensar que su éxito es su propia perdición. Sin embargo, es indispensable trascender este debate simplista en donde sobrevive una forma o la otra.
Sin lugar a dudas, obtener esta declaratoria es un triunfo del Ministerio de Cultura y del Clúster de Vallenato; de la administración departamental que ha apoyado el Plan Especial de Salvaguarda y de los participantes en la iniciativa, así como es un triunfo de los compositores, de las escuelas de acordeón Rafael Escalona y la escuela los Niños del Vallenato del Turco Gil; de la Fundación de la Leyenda Vallenata, que mantiene los concursos tradicionales de son, paseo, puya y merengue, de piqueria y canción inédita. Es un triunfo de una región que ha construido su fuerza cultural desde el talento de sus músicos tradicionales. La música vallenata no desaparecerá porque el reconocimiento que hace la Unesco hoy no es sino la demostración de que todos los que amamos el folclor de nuestra región vivimos para protegerlo y defenderlo.
El origen sigue presente, aunque las nuevas generaciones recorran otros rumbos. Mientras algunos intérpretes hacen experimentos comerciales que nos parecen exabruptos, existen guardianes de la tradición como Navín López, rey vallenato en varias categorías y homenajeado este año cuyo único objetivo es transmitir los sonidos de siempre. El origen del folclor vallenato es como un manantial donde nace el agua fresca, ya cuando llega al mar su pureza se pierde, pero ahí en el origen hay guardianes que celebran este nuevo triunfo internacional de la música de Francisco El Hombre.
Sara María Araújo Castro*
* Autora del libro “Dinastía López, los juglares de La Paz”.
* * *
¿Cómo se logró la declaratoria del vallenato como Patrimonio Cultural de la Humanidad?
El primer paso
La postulación ante la Unesco se realizó durante tres años. En ese tiempo la comunidad de compositores, intérpretes y gestores culturales discutieron los pasos a seguir. Se realizaron conversatorios y visitas a Cesar, La Guajira y Magdalena.
Justificación
El vallenato es un género musical autóctono de la región Caribe colombiana, con epicentro en la antigua provincia de Padilla (La Guajira, Cesar y Magdalena) y en la región sabanera de Bolívar, Sucre y Córdoba. Su popularidad se ha extendido hasta el exterior.
La postulación
El proceso de postulación comenzó en 2014, cuando el gobierno colombiano, a través del Ministerio de Cultura y la Cancillería, envió a la Unesco el expediente para optar por la inclusión del género musical como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El escalón definitivo
En Windhoek (Namibia) el Comité Intergubernamental de la Unesco, compuesto por 23 países evaluadores, anunció ayer la inclusión de la música vallenata del Magdalena Grande en la lista de patrimonio cultural inmaterial en necesidad de salvaguardia urgente
fonte da foto: Cidade das artes
Considerada “a melhor cantora do milênio” pela BBC, descrita como “uma mistura explosiva de Tina Turner e Celia Cruz” pela Time Out, e conhecida no mundo todo como A Rainha do Samba. Nascida na favela da Moça Bonita, passava a infância “rodando pião e brigando com os meninos”. Casou pela primeira vez aos 12 anos, teve seu primeiro filho aos 13, ficou viúva aos 21, e se tornou sensação internacional aos 30. Elza Soares não é apenas um ícone como artista, é também um ícone como pessoa, e um exemplo de superação. A vida não deu trégua pra essa mulher: teve que ser forte pra lidar com inúmeras dificuldades, e ainda assim, nunca deixou de subir no palco com um belo sorriso no rosto e contagiar a plateia com a alegria do samba.
Foi chamada de “vadia” pelo país, ao se envolver com o jogador de futebol Garrincha, que largou a esposa pra se casar com Elza. Era xingada de “bruxa” pelos amigos do marido, que não gostavam dela por proibi-lo de sair pra beber, tentando protegê-lo de seu alcoolismo. Em 1969, Garrincha dirigia bêbado, com Elza, sua filha Sara, e a mãe de Elza, Rosária Maria Gomes, no carro. Sofreram um acidente, e Dona Rosária faleceu. Mas a morte não era uma estranha pra Elza: a moça já havia perdido um marido e dois filhos, e, mais tarde, viria a perder outros três. Também sofreu com a morte do próprio Garrincha, que faleceu após um ano de divórcio, quando Elza ainda sentia muito carinho pelo ex-marido.
Nada é doce e suave quando se trata de Elza Soares. Desde sua expressão dura, emoldurada por seu afro volumoso coroado com flores ou um turbante, até sua voz metálica, suas feições felinas, seu sorriso largo e rasgado, sobrancelhas desenhadas altas e arqueadas, e sua eloquência curta e grossa, aquilo que Elza transmite mais que tudo é força. Hoje, tem 60 anos de carreira musical. Seu samba alegrou e inspirou três gerações, e continuará a alegrar e inspirar as próximas. Elza Soares é um clássico, e não apenas um daqueles clássicos antigos, tipo aquela galera que fez músicas geniais e se aposentam, ficando presas no passado. Ela é um clássico que provou que enquanto estiver viva vai continuar se adaptando às novas gerações e aos novos mundos, sempre dando um jeitinho de adaptar seu talento.
Em Outubro, surpreendeu os fãs, já acostumados a ouvir sua voz entre os batuques e aranhas do samba de raiz e da bossa tradicional, ao lançar um álbum, sem muito estardalhaço ou promoção prévia. Sim, Dona Elza fez a linha Beyoncé e surpreendeu os fãs com um álbum quando ninguém esperava, e como se não bastasse: o primeiro álbum inteiramente composto de músicas inéditas, depois de sua longa discografia recheada de interpretações de músicas muito bem conhecidas pelo Brasil. A princípio, é difícil de acreditar que uma senhora de 78 anos tenha lançado onze faixas tão contemporâneas, e tão relevantes em 2015. Os principais temas do “A Mulher do Fim do Mundo” é a violência contra a mulher, negritude, morte, e sexo.
Abrindo o álbum, a belíssima faixa “Coração do Mar” é um poema de Oswald de Andrade cantado acapella, um ode a uma terra imaginária, “terra que ninguém conhece”. “É um navio humano / Quente e negreiro / Do mangue”. Conforme a voz de Elza desaparece, surge um quarteto de cordas anunciando a próxima faixa, e talvez a mais bela do álbum, que rendeu seu título: “A Mulher do Fim do Mundo”. Em contraponto às cordas, aparece a percussão típica do samba, acompanhada da voz ríspida de Elza: “Meu choro não é nada além de Carnaval / É lágrima de samba na ponta dos pés”.
“Na chuva de confetes deixo a minha dor
Na avenida deixei lá
A pele preta e a minha voz
Na avenida deixei lá
A minha fala, minha opinião
A minha casa, minha solidão
Joguei do alto do terceiro andar
Quebrei a cara e me livrei do resto dessa vida
Na avenida, dura até o fim
Mulher do fim do mundo
Eu sou – e vou – até o fim cantar”
Eu fico arrepiada só de lembrar dessa música. É incrível como o trabalho de Elza pode soar tão familiar, tão tradicional, tão samba, e ainda assim, tão diferente e inovador. Sua voz nesse álbum, suja, pesada, carrega seus 60 anos de carreira, bem como seus 78 anos de dor – desde sua infância difícil até a recente morte de seu quinto filho. E ainda assim, Elza se mostra mais empoderada do que nunca, o que fica bem claro na terceira faixa do álbum: “Maria da Vila Matilde – Porque Se a da Penha é Brava, Imagine a da Vila Matilde”, faixa que mistura um samba sujo com rock.
“Cadê meu celular? Eu vou ligar pro 180
Vou entregar teu nome e explicar meu endereço
Aqui você não entra mais, eu digo que não te conheço
…
Cê vai se arrepender de levantar a mão pra mim”
Empoderamento de encher os olhos d’água, né? O melhor é o deboche que permeia essa faixa – Elza diz que quando o servidor público chegar ela oferece um cafezinho e mostra o roxo no seu braço, e que quando a mãe do agressor ligar, ”Eu capricho no esculacho / Digo que é mimado, que é cheio de dengo / Mal acostumado, tem nada no quengo”. Em entrevista, disse “Amor com pancada não existe. Mulher só deve gritar quando for de prazer”. E como coisa do destino, esse álbum foi lançado três semanas antes da prova do ENEM, cuja redação era justamente sobre a violência contra a mulher. Não é à toa que eu digo que a Elza é um clássico que continua relevante.
Seguem duas faixas agressivas e pós-apocalípticas: “Luz Vermelha” e “Pra Fuder”. A primeira é a descrição de um Rio de Janeiro após o fim do mundo, por onde Elza vaga, sobrevivente. A segunda é sobre uma experiência sexual em que Elza se sente como uma espécie de entidade nativa do fogo. Em entrevista para O Globo, Elza explica: “A mulher do fim do mundo é a que vai ficar. O fim do mundo é a eternidade. Sou espírita, dentro do espiritismo existe uma entidade que se chama Iansã. Ela é o fogo, a lava. Eu me vejo como essa entidade maravilhosa se incendiando, mas viva, viva eternamente”. Pra TV Carta, ainda completou: “Pra Fuder não é só sobre cama, não. É a mulher que bota pra fuder de verdade”.
Já tá sem fôlego depois de tanto samba (literalmente)? Pois segura esse tamborim aí que tem mais: a sexta faixa do CD é sobre “Benedita”, uma travesti traficante.
“Ele que surge naquela esquina
É bem mais que uma menina
Benedita é sua alcunha
E da muda não tem testemunha
Ela leva o cartucho na teta
Ela abre a navalha na boca
Ela tem uma dupla caceta
A traveca é tera chefona”
Talvez a faixa mais agressiva do álbum, ela transparece a realidade violenta da travesti no Brasil, e podemos sentir a adrenalina da perseguição policial às que traficam ou se prostituem. Ao longo da música, fica claro o porquê de Elza ter inserido essa faixa no álbum: ela se enxerga na travesti – violentada, injustiçada, forte, persistente e guerreira, Benedita é uma verdadeira “mulher do fim do mundo”, como a própria Elza. E Elza não simplesmente largou essa faixa e saiu correndo: em entrevistas sobre o álbum, quando questionada sobre a faixa, ela não deixa de falar sobre a situação da comunidade trans no nosso país, revoltada com a violência que sofremos. Rainha mesmo, né? Isso sim que é sororidade. Em entrevista à TV Carta, disse “A mulher não tomou ainda o conhecimento que uma mulher ajuda a outra, que a gente precisa ter mulheres do nosso lado. Precisamos de amigas.”
A faixa “Firmeza” é uma conversa descontraída entre jovens amigos que “se trombaram” na rua, provando o quão contemporânea Dona Elza realmente pode ser, simulando naturalmente um diálogo cheio de “qualés” e “firmezas”. “Beleza mano, fica com Deus / Quando der a gente se tromba, beleza? / Você é mermão muleque”. Em “Dança”, faixa mais tranquila que as cinco anteriores, que dialoga com o tango, Elza retorna a questões existenciais e espirituais. “Daria a minha vida a quem me desse o tempo / Soprava nesse vento a minha despedida / … / E se eu me levantar, ninguém vai saber / E o que me fez morrer, vai me fazer voltar”.
Se o álbum abriu com duas músicas belíssimas, ele também encerra com três faixas tão belas quanto. A instrumentação de “O Canal” tem forte influência da música africana, que acompanha o tema da letra: uma jornada espiritual. “Solto” é a única faixa sem distorções, fora o prelúdio acapella do álbum, “Coração do Mar”. Descreve o processo de morrer: a alma se desprendendo do corpo. E, finalmente, fechando o álbum com chave de ouro, “Comigo” começa num crescendo de ruídos e distorções, construindo a tensão do ouvinte. Ao chegar na metade da faixa, o ruído de repente cessa, e a voz de Elza surge novamente num acapella belo e singelo, que encerra o álbum:
“Levo minha mãe comigo
Embora já se tenha ido
Levo minha mãe comigo
Talvez por sermos tão parecidos
Levo minha mãe comigo
De um modo que não sei dizer
Levo minha mãe comigo
Pois deu-me seu próprio ser”
O novo álbum de Elza é fogo, é melancolia, é sofrimento e é liberdade, como há de ser o samba, como é Elza Soares, e como é a mulher brasileira. Empodera, toca na ferida, é aquele tapa na cara que dói, mas nos faz acordar. Trata de racismo, de misoginia, de transfobia. A voz de Elza está rouca, rasgada, e sempre prestes a falhar, e exatamente por isso, mais bela do que nunca. É uma cicatriz que mostra a força que ela precisou pra enfrentar o que enfrentou, e é bela, como as marcas da idade no seu rosto. “Boto o passado todo num cantinho, guardadinho em mim, mas sabendo que o now está aqui. Ontem já foi, amanhã não sei. Então, tem que ser agora”.
Elza Soares é o olhar misterioso de Capitu, a casca grossa de Maria da Penha, o sorriso alegre de Carmen Miranda, o braço forte de Dandara, tudo junto. É daquelas mulheres que fazem História pra lembrar às mulheres do Brasil que esse país é nosso.
Por Fotos por Federico Ríos
Después de tres años de espera, Tamborito Nuquí, uno de los últimos grupos que sigue la tradición del tamborito en la región del norte del Chocó, lanzó su primer registro discográfico. Con este proyecto, conformado por Beyanira Sánchez, Jesusita Caicedo y Orfa Mélides, se espera mantener viva esta tradición en el formato que adoptó el cadencioso ritmo a lo largo del municipio de Nuquí, Bahía Solano y Jurado, extendiéndose hasta las costas panameñas.
La parte de percusiones (tambora, maracas, caja y cununo) estuvo liderada por los hermanos Máximo y Heriberto García, que dieron el ritmo para acompañar la voz de Beyanira y a los coros de Orfa y Jesusita. Entre las canciones incluidas en este trabajo están "El hombre que no da se deja", "Morenita nuquiseña" y "A mí no me quiere nadie", temas que nos transportan a las playas de Nuquí, un lugar intacto donde la selva y el mar convergen.
El álbum, de nombre Bonito tiempo pa' navegar, se grabó en el marco de Travesía 2012, un encuentro de jóvenes de Nuquí que se reencontraron con su cultura en una residencia artística para aprender el proceso de producción de un disco y preservar la memoria y la música tradicional de su territorio. El reconocido fotógrafo Federico Ríos fue el encargado de registrar todo el proceso en una serie de impresionantes fotos en blanco y negro que capturaron en detalle la escencia de esta producción.
El disco fue producido y grabado por Llorona Records con la colaboración de la organización comunitaria Mano Cambiada, la oficina para la cultura La Metro y el apoyo del Ministerio de Cultura. Finalmente, el trabajo se entregó a Doña Beyanira y su grupo gracias al apoyo de Thursday People el mes pasado.