Tal vez, lector, cuando este escrito llegue a tus ojos ya habrá una nueva sorpresa de parte del recién estrenado Presidente de México. Pero yo hablaré de la última hasta este momento: las cartas que envió al Rey de España y al Papa para exigir una disculpa
a los pueblos originarios, los indígenas pues, por los agravios que España y la Iglesia Católica les infligieron durante la Conquista y la Colonia.
Empezamos con la idea de que la venida de los españoles a fines del S. XV y principios del XVI fue una invasión. Se entiende que una invasión es la ocupación forzada de una propiedad o de un país ya constituido. Pero en este caso, el territorio de nuestro continente
era prácticamente tierra de nadie. Había pueblos, la mayoría de ellos nómadas que no tenían precisamente un territorio propio. Algunos que se han llamado imperios (como el azteca o el inca) no tenían unos límites definidos, aunque tenían importantes ciudades
bajo su dominio. Lo demás era un territorio sin dueño. No fue pues una invasión, sino una ocupación con el fin de extender sus dominios, si hablamos de la monarquía española.
La historia humana es una historia de conquistas de unos pueblos contra otros: desde los asirios o los egipcios, los griegos y los romanos, los árabes, los hunos y los vándalos, etc., todos invadieron a otros y fueron conformando las razas y los países que
ahora conocemos.
En ninguno de esos casos sabemos que las conquistas hayan sido pacíficas: guerra y muerte han estado siempre presentes. Así e la historia.
Nosotros tuvimos suerte: mientras que en lo que es ahora Estados Unidos, la ocupación fue prácticamente una guerra de exterminio, aquí se preservaron las distintas razas indígenas y gracias sobre todo al esfuerzo civilizatorio de los misioneros católicos se
formaron pueblos, se construyeron conventos, iglesias y escuelas, se enseñaron oficios, se integraron las habilidades de los indígenas para hacer lo que llamamos artesanías, que maravillan a propios y a extraños. Los monumentos de muchas ciudades, los "pueblos
mágicos" que tanto nos enorgullecen son en muchísimas ocasiones obra de esa época.
España nos dio un idioma, un sistema político, unas ciudades admirables, una organización social, una presencia en el mundo. Los mexicanos en gran mayoría somos descendientes de la fusión de las razas indígenas mezcladas con la sangre española. Por eso llamamos
España "la madre patria"
Es pues un absurdo pretender que la conquista siga siendo una "herida abierta", que sanará con una petición de perdón de parte da la corona española. Más bien habría que pensar en qué se ha hecho por ellos en los 200 años de vida independiente del país, analizando
cómo han sido despojados y relegados mucho más que en los siglos de la Colonia. Eso sí es un agravio mayor y muy actual.
Por primera vez en mi ya larga vida oigo lo que dijo la Sra. Beatriz Gutiérrez, esposa de López Obrador, sobre que los españoles en México " no son queridos por ello" (por los agravios de la conquista), "incluso son odiados". He tratado desde hace muchos años
a españoles que viven en diversas partes del país y nunca he percibido que los mexicanos los odiemos por ser españoles. Es verdad que cada 12 de octubre, alrededor de la estatua de Cristóbal Colón se juntan algunos despistados para gritar "Colón al paredón",
pero fuera de eso no hay señales de odio hacia ellos, incluso, si lo recordamos, en las copas del mundial de futbol, cuando nuestra selección nos falla, nos vamos todos a apoyar a los españoles...
Por su parte el gobierno español ha respondido a la exigencia del gobierno mexicano diciendo que no presentara la solicitud pretendida y el Papa ha dicho que en diversas ocasiones, como en su viaje a Bolivia, ha pedido perdón por los abusos que hubo en la
época de la Conquista y la Colonia. La exigencia de nuestro gobierno ya tiene una respuesta.