Fue el siglo XX un siglo que marcó a nuestro continente americano por una gran cantidad de gobernantes que se perpetuaron en el poder en contra todas las leyes.
La mayor parte de ellos llegaron al poder por el cansancio de los pueblos que sufrían opresión e injusticia y que los eligieron porque vieron en ellos la esperanza de salir de su desgracia.
Algunos, muy pocos, resultaron buenos gobernantes. Tal vez en nuestra historia podamos pensar en Porfirio Diaz que en 30 años de ejercer el poder transformó a este país del atraso y el caos de casi un siglo de revueltas a ser un país en paz, que contaba con el respeto de la mayoría de las naciones del mundo. Se engolosinó con el poder y eso propició su caida. Alguna vez hablaremos de eso.
Pero en la mayoría de los casos, las dictaduras terminaron siendo peores que los males que pretendían remediar: cerca de nosotros recordamos a Francois Duvalier en Haití, a Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana, a Rojas Pinilla en Venezuela, y al recién fallecido Fidel Castro, de Cuba.
Tal vez porque en este último caso estamos demasiado cerca en el tiempo, lo que observamos es una gran diferencia de opiniones acerca de su figura: admirado por unos, que lo ven como el gran liberador del su país, al que libró del imperialismo yanki, según ellos, y cordialmente odiado por otros, que lo ven como un feroz dictador que oprimió a su pueblo por casi 60 años.
En estos dias hemos visto cientos de páginas en los periódicos analizando la figura de Fidel, unos en pro y otros en contra. No vamos a entrar en detalles y sólo nos detendremos a reflexionar sobre un hecho revelador:
Hemos visto las multitudes que se han reunido para rendir homenaje al difunto. Más de un millón reunidos en una plaza en la Habana, inmensas colas de gente que esperaron horas para pasar delante de unas fotos y unos arreglos florales en donde no estaban los restos del gobernante. Al parecer no iban acarreados ni amenazados. ¿ Por qué fueron?
Hay que pensar que todos los que tienen 60 años o menos nacieron en el régimen de Fidel Castro y los que tienen entre 60 y 70 años eran demasiado pequeños para conocer otra cosa.
Tenemos que reconocer que en todo este tiempo los cubanos no han tenido, y no tendrán todavía por buen tiempo, libertad: libertad de pensamiento, de opinión, de información, de religión, libertad para asociarse, para dedicarse a lo que quisieran, para entrar o salir de su país.
Un solo gobernante, un solo partido, un solo periódico, una sola trasmisión de radio y televisión, una sola ideología aceptada oficialmente. Los que no aceptaran esta situación tenían otras opciones: la cárcel o la persecución, la muerte civil o la muerte
física o bien, tratar de escapar clandestinamente, porque estaba prohibido salir de la isla. Los disidentes eran "gusanos" traidores, lacayos del imperialismo, lo más despreciable que existía. De todos es conocido el caso de los "balseros", que a riesgo de
sus vidas tratan de llegar a tierras donde hay más libertad.
Es curioso que mientras unos países cuidan sus fronteras para que no entren extranjeros ilegales, Cuba hacía lo contrario: no dejar salir a sus ciudadanos. En esto ha sido semenjante a Alemania Oriental, la Unión Soviética, Norcorea, que ni fueron ni son ejemplos de democracia y de bienestar de sus ciudadanos.
Sin embargo, para muchos gobernantes ha sido el pais ejemplar para conquistar la libertad y la independencia del "imperialismo". Basta con oir los discursos funerarios de jefes de estado como Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa o Daniel Ortega todos los cuales siguen el ejemplo de reelegirse una y otra vez como Fidel Castro. Además de que sus pueblos no son de los que gozan de una gran prosperidad que justifique su permanencia en el poder.
Un aspirante perpetuo a la presidencia de nuestro país, comparó a Fidel Castro con Nelson Mandela. Creemos que la comparación es imposible. Mandela, luego de pasar casi 30 años en prisión por oponerse a la segregación racial en Sudáfrica, su patria, salió para dirigir un movimiento cívico que logró la abrogación de las leyes segregacionistas. Posteriormente se presentó como candidato a la presidencia y ganó, según las leyes establecidas y dejó el poder al cumplirse su mandato. Venerado por su pueblo, ganó el premio Nobel de Paz y murió ante el agradecimiento de su pueblo y la admiración de muchos jefes de estado. Muy diferente la biografía de un personaje que conquistó el poder por las armas y que durante 60 años tomó todas las decisiones en todos los campos de la vida de sus conciudadanos, sin concesión alguna.
Al ver las multitudes haciendo fila por horas y horas para pasar frente a una foto o ver pasar un cofre de madera, pensamos que el ser humano es domesticable: cuando en toda su vida no ha conocido más que una verdad, la que le repiten por todos los medios, la que por años y años le dicen que no hay otra y que ese hombre es su salvador a quien le debe todo lo que tiene, llega a someterse a esa idea e incluso se siente agradecido con el causante de su condición. Eso mismo vemos en otros países con multitudes que apoyan a otros gobernantes o a partidos que en vez de progreso, lo que han traído es pobreza e ignorancia para mantener sometidos a sus pueblos...
Todavía tenemos mucho tiempo e