Donald Trump empieza a cumplir sus amenazas hacia nuestros connnacionales que viven en su pais, y eso nos hace reflexionar en lo vulnerable que son aquellos que viven allá sin tener una residencia definitiva.
En parte puede deberse a su poco empeño por lograr la cudadanía estadounidense, pero seguramente más por las dificultades que encuentran para conseguirla. Tienen que pasar largos años e innumerables trámites para finalmente ser considerados como ciudadanos
de aquel país.
Y esto se debe también a la visión que en EEUU se tiene hacia el trabajador migrante: bien sabemos que cuando hay urgencia de mano de obra barata para levantar las cosechas, por ejemplo, las autoridades se hacen de la vista gorda para dejar pasar a los que
van a trabajar al campo. Luego, si no los necesitan más, los denuncian a la "migra", o si se quedan allá, estarán siempre en peligro de que los deporten por cualquier razón, como estamos viendo ahora. Son pues trabajadores desechables, siempre mal pagados,
siempre amenazados.
Es un modo inhumano de ver a esos seres humanos que por necesidad se van de su propio país.
Y se van de aquí, porque también aquí son víctimas de un sistema inhumano. Se van porque aquí no ven ningún futuro ni para ellos ni para sus familias. No debe ser fácil irse a otro país, dejar a los suyos, sufrir para encontrar un trabajo sin conocer el idioma,
casi sin ninguna preparación escolar, a trabajar "en lo que sea", sufrir discriminación y amenazas y a pesar de todo salir adelante e incluso mandar a sus familias del fruto de su trabajo. De hecho, cada año los emigrados están mandando alrededor de 25 mil
millones de dólares, mucho más de lo que ingresa por la venta de petróleo o por turismo, y sin que haya ninguna inversión de parte del gobierno, pero sí que benefician a muchas comunidades rurales de este país, que viven de esas remesas.
De gobierno a gobierno hay pláticas, pero en concreto no se ve que se haga mucho por auxiliar a aquellos que están en peligro de ser deportados. Nuestros políticos, siempre dispuestos a aprovechar cuanta ocasión se presenta, van para tomarse la foto con grupos
de indocumentados y a decirles que "no están solos" y que cuentan con sus simpatías. No creemos que eso tampoco sirva de mucho.
Mucho méjor sería que aquí nos organizáramos para recibir a los expulsados, ver qué capacidades tienen, en qué pueden trabajar y acomodarlos de manera que puedan ganarse la vida decentemente.
Más que tratar de encontrar la forma de detener las políticas antiinmigrantes del presidente Trump, y contra las cuales poco es lo que podemos hacer desde aquí y que los que se pueden defenderse son los mismos migrantes que ya están allá y que lo están haciendo,
lo que deberíamos de procurar como nación es poner la casa en orden:
Resulta interesante el informe que da a conocer la Auditoría Superior de la Federación, que nos está mostrando el pásimo manejo de las finanzas públicas del año 2015, donde aparecen cientos de miles de millones de pesos gastados por gobiernos federal, estatales
y municipales sin ninguna comprobación, sin ninguna denuncia y sin que hay ningún responsable y menos aún, una sanción. (ver
www.ASF.com).
¿Cuánto dinero mal gastado o desviado habrá allí, y que debiera haberse canalizado a mejorar las condiciones de vida de tanta gente, para crear fuentes de trabajo, para mejorar el campo, etc., etc., y que simplemente no se sabemen qué se invirtió?
Más que indignarnos porque los están expulsando de EEUU, lo cual es injusto e inhumano, ocupémonos en ver cómo creamos las condiciones para que los expulsados encuentren un país que los reciba con una buena oportunidad de hacer una vida digna y no el pais injusto
que los expulsó...