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Doctrina Social de la Iglesia: Una Carta pastoral muy oportuna.

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CSB

unread,
Nov 14, 2005, 3:09:58 PM11/14/05
to América-Democracia y Cultura
Hola amigos:
Cito íntegra, por su oportunidad para reflexionar sobre los problemas
que aquejan a nuestra cultura y educación, la Carta pastoral del
Episcopado Argentino sobre la Doctrina Social de la Iglesia, intitulada
"Una luz para reconstruir la Nación",
promulgada en la 90ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal
Argentina, celebrada en la ciudad argentina de Pilar, el 11 de
noviembre de 2005.
De ella destacamos la absoluta actualidad de sus principios, aplicables
a toda nuestra región de América, y por la trascendencia y
universalidad de su mensaje, también apropiada para encarar con un
nuevo enfoque a los problemas culturales y sociales que vivimos en
España.
Hemos observado, últimamente en España y en Argentina, una campaña
de críticas contra los valores cristianos y su papel y trascendencia
en la formación de nuestras sociedades. Los partidos de izquierda en
el gobierno de España (Psoe, Erc, etc), y algunos sectores del
peronismo gobernante en Argentina, faltos de argumentos con que
afrontar los problemas sociales a los que se enfrentan, recurren al
trasnochado intento de polarizar a la opinión pública, faltando a la
verdad del principio de pluralidad de la democracia.
Por este estado de cosas que detectamos, por los problemas que la
reglamentación
gubernamental de la educación está produciendo en nuestros países,
creemos que es muy positivo abrir este diálogo en torno a las
propuestas de esta carta pastoral argentina, cuyo nombre es acertado y
aplicable para ambos lados del Atlántico.
Esperamos vuestras respuestas, opiniones y diálogo.
Saludos cordiales desde el foro AmericaDemocraciaCultura
http://groups.google.com/group/AmericaDemocraciaCultura
______________________
http://www.prensa-cea.com.ar/documento_una_luz_para_reconstruir.htm


Carta pastoral del Episcopado Argentino sobre
la Doctrina Social de la Iglesia
Una luz para reconstruir la Nación
A los miembros del Pueblo de Dios y a todos los hombres de buena
voluntad.

I. Origen y naturaleza de la Doctrina Social
El misterio de Jesucristo
1. El tiempo de Adviento, ya inminente, nos invita una vez más a la
reflexión y compromiso. En él contemplaremos el misterio del Hijo de
Dios que "por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del
cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre". Su nacimiento y vida entre los hombres es
Evangelio, anuncio de salvación que confirma el amor de Dios al hombre
y la sublime dignidad con que lo reviste.

La dignidad del Hombre y sus derechos
2. De esta dignidad brotan los derechos fundamentales e inalienables de
todo ser humano, que no lo abandonan nunca, desde su concepción hasta
su muerte natural. Y esto, no importa su condición: varón o mujer,
rico o pobre, sabio o ignorante, inocente o reo, y cualquiera sea su
color. Esta dignidad es la clave y el centro del misterio del hombre y
de todo lo que lo atañe. Desde ella todo problema humano puede ser
iluminado y hallar solución. Esta dignidad nos ilumina también para
apreciar la grandeza sublime de la vida terrena y de los esfuerzos con
que el hombre procura hacerla más plenamente humana. No por ser
peregrino del cielo, el cristiano descuida la construcción de la
patria terrena.

La Doctrina Social de la Iglesia
3. De la contemplación del misterio de la encarnación y nacimiento de
Jesucristo, surge espontáneamente el anuncio del Evangelio aplicado a
la vida social considerada en todos los planos: familiar, cultural,
económico, ecológico, político, internacional. Esto es lo que se
llama Doctrina Social de la Iglesia. Dimana del Evangelio, pero no es
un derivado menor del mismo. Es el Evangelio de Jesucristo aplicado a
la vida social del hombre. Es su resonancia temporal. Y así como la
Iglesia no puede callar el Evangelio, tampoco puede silenciar su
Doctrina Social. Nadie ha de temerle a ella. La Iglesia la anuncia a
favor del hombre y de la paz social, para el servicio de todos.

Si bien la Doctrina Social se viene la desarrollando en forma
sistemática desde el Papa León XIII, y se la difunde con frecuencia
por medio de encíclicas pontificias, su origen remonta al mismo Jesús
y a la enseñanza de los Apóstoles. Incluso, hunde sus raíces en las
Escrituras antiguas citadas por Jesús, especialmente la Ley de
Moisés, los Profetas y los Salmos. Y se fue desarrollando a lo largo
de los siglos gracias a la enseñanza de los Santos Padres y Doctores
de la Iglesia y con el concurso del Pueblo de Dios.

El Compendio de la Doctrina Social: hecho eclesial y pastoral
4. La complejidad y aceleración de la vida del hombre, lo mismo que el
fenómeno de la globalización, han obligado en los últimos tiempos a
un desarrollo continuo de la Doctrina Social de la Iglesia, de modo que
ésta hoy constituye un verdadero cuerpo doctrinal.

El Papa Juan Pablo II, con su preclara mirada pastoral y en virtud de
su autoridad como Pastor de toda la Iglesia, dispuso que el Pontificio
Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia, cuya versión castellana ha sido publicada recientemente.
La riqueza intrínseca del Compendio y la autoridad que dispuso su
composición, nos permiten considerarlo como un hecho eclesial y
pastoral de magnitud. Y, aunque redactado primeramente para uso de los
Pastores, recomendamos su estudio y aplicación a todos los miembros
del Pueblo de Dios, en particular a los miembros del clero encargados
de exponer la doctrina cristiana, a los catequistas, a los docentes
católicos y a los fieles laicos que tienen especiales
responsabilidades en la construcción de la sociedad.

Alcance de esta carta y método para su empleo
5. No pretendemos abordar en esta carta todos los capítulos de la
Doctrina Social; por ejemplo, la familia, el trabajo humano, la vida
económica, la comunidad política, la comunidad internacional, la
salvaguarda del medio ambiente. Tampoco intentamos desarrollar sus
principios y valores, ni desentrañar todas las implicancias que estos
tienen para la vida social argentina. Queremos, simplemente, mostrar la
organicidad de los principios y valores que sustentan esta Doctrina, y
proponer a la reflexión algunas situaciones y cuestiones. Y ello para
estimular a todos a estudiar la Doctrina Social de la Iglesia, analizar
con su luz algunos aspectos de la situación del País, y, en
conjunción con la propia ciencia y experiencia, aplicarla al momento
presente. Y, de este modo, trabajando junto con todos los hombres de
buena voluntad, encontrar caminos concretos que contribuyan a la
reconstrucción del tejido social,
afianzar el sentido de pertenencia a la Nación y acrecentar la
conciencia de ser ciudadanos.

II. Cinco Principios Básicos de la Doctrina Social
Proyecciones sobre la realidad social argentina
Los Principios

6. Sobre el fundamento insustituible de la dignidad de la persona
humana, creada a imagen y semejanza de Dios, que postula un humanismo
integral y solidario, se erigen cinco principios permanentes, a modo de
cinco columnas, que sostienen todo el edificio de la Doctrina Social de
la Iglesia; a saber: el bien común, el destino universal de los
bienes, la subsidiaridad, la participación y la solidaridad. "Estos
principios tienen un carácter general y fundamental, ya que se
refieren a la realidad social en su conjunto. Deben ser apreciados en
su unidad, conexión y articulación" (Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia 161-162; en adelante C).

1° El bien común
7. "De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas, deriva,
en primer lugar, el principio del bien común, al que debe referirse
todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido" (C
164). Este es el conjunto de valores y condiciones que posibilitan el
desarrollo integral del hombre en la sociedad, incluido su desarrollo
espiritual. El bien común es por ello el humus de una nación. Desde
allí ella germina y se reconstruye. "El bien común no consiste en
la simple suma de los bienes particulares de cada uno de los sujetos
del cuerpo social." (ib.). Si así fuese, la existencia de una
nación estaría sometida a los avatares de los diferentes
sectores. El bien común de una nación es un bien superior, anterior a
todos los bienes particulares o sectoriales, que une a todos los
ciudadanos en pos de una misma empresa, a beneficio de todos sus
integrantes y también de la comunidad internacional. No puede ser
parcializado, dividido, ni privatizado. "Siendo de todos y de cada uno,
es y permanece común porque es indivisible y porque sólo juntos es
posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al
futuro" (ib.). Una sociedad que quiere estar al servicio del ser
humano, "es aquella que se propone como meta prioritaria el bien
común, en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre. La
persona no puede encontrar la realización sólo en si misma; es decir,
prescindir de su ser 'con' y 'para' los demás" (C 165). La
construcción del bien común se verifica en la promoción y defensa de
los miembros más débiles y desprotegidos de la comunidad.

Situaciones y Cuestiones
8. ¿Cómo medir nuestra voluntad de reconstruir la Nación desde la
perspectiva del bien común? Proponemos a la reflexión sólo dos
cuestiones.

Primera, la defensa de los derechos adquiridos y el reclamo de los
nuevos. Si al defenderlos o reclamarlos lo hacemos dentro del respeto
de los derechos esenciales de los demás, estaremos construyendo la
Nación. De lo contrario la estaríamos dañando, porque estaríamos
actuando en contra del bien común.

Segunda, el comportamiento con los bienes públicos. Aun cuando "bien
público" y "bien común" no son sinónimos, el primero está
referido al segundo, porque es obtenido con el aporte de todos y para
el servicio de todos. Es de lamentar que, para algunos, "público"
adquiera un sentido totalmente contrario. No sería ya lo de todos,
para el servicio de todos, adquirido con el aporte de todos, que por
todos debe ser custodiado y defendido, sino lo de nadie, puesto allí
para apropiarnos de él, dañarlo, destruirlo, o distribuirlo
discrecionalmente entre amigos y clientes. Educar en el respeto de los
bienes públicos es uno de los grandes desafíos que han de enfrentar
la familia, la escuela, la catequesis y los medios de comunicación
social. Sin este respeto sería muy arduo convivir armónicamente y muy
difícil construir una república.

2° El destino universal de los bienes
9. "Entre las múltiples implicaciones del bien común, adquiere
inmediato relieve el principio del destino universal de los bienes:
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos
los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben legar
a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la
compañía de la caridad" (C 171). Este principio de la Doctrina
Social de la Iglesia, formulado desde antiguo por los Santos Padres,
fue relegado con frecuencia al olvido. A veces porque no se lo supo
relacionar con otro principio derivado de él: el de la propiedad
privada. Otras, por no entender que ésta es una concreción del
destino universal de los bienes, y no su negación; es decir, que todos
los miembros de la comunidad, y no sólo algunos, tienen derecho a
poseer lo necesario. Otras, por no comprender que la propiedad nunca es
absoluta, sino que está subordinada siempre al
bien común. Otras, finalmente, por no entender que tanto el destino
universal de los bienes, como el derecho a apropiarse de los mismos,
conllevan el derecho-deber de producirlos; es decir, el derecho-deber
del trabajo.

Situaciones y Cuestiones
10. Atentos a este principio clásico de la Doctrina Social, y ante el
empobrecimiento de gran parte de la población, precipitado por la
crisis institucional del 21 de diciembre de 2001, surgen muchos
interrogantes. En primer lugar acerca de cuál es la responsabilidad
que les cabe a las autoridades políticas de antes y de durante la
crisis. Pero también a los demás sectores de la sociedad, en especial
a los empresarios y sindicalistas, en particular a los que se profesan
cristianos, por no haber percibido suficientemente el empobrecimiento
que se venía produciendo y que se aceleró en forma incontrolable
hiriendo gravemente la dignidad de tantos
hermanos y hermanas. Si bien reconocemos que es mucho lo que los
argentinos, ciudadanos y autoridades, hemos hecho desde entonces para
revertir la situación, es mucho todavía lo que resta por hacer. Y por
tanto hemos de interrogarnos sobre nuestra voluntad de comprometernos
aún más y mejor para superar el empobrecimiento general.

11. Existen muchas situaciones y formas de pobreza debidas a distintas
causas: naturales (una catástrofe), estructurales (una ley económica
injusta), espirituales o morales (ser avaro, pedigüeño), culturales
(incapacidad para cultivar los dones recibidos de Dios y proveer así
al propio sustento). Varias de estas formas de pobreza tienen como
consecuencia que el hombre no pueda apropiarse de la parte de los
bienes que le corresponde para su desarrollo integral. Y, por tanto, si
no se las superase, podría multiplicarse aún más el número de los
que ya están sumidos en la pobreza, provocando un daño irreparable
para ellos y un gran detrimento para todos.

12. Llamamos la atención especialmente sobre dos situaciones graves de
pobreza, que a nuestro entender sólo podrán ser superadas si las
enfrentamos entre todos con políticas firmes y duraderas, cuyo garante
sea el Estado.
Primera, la ausencia de un trabajo digno y estable, que degrada a
amplios sectores del pueblo honrado y trabajador y desintegra a la
familia. Es ésta una las peores desgracias sufridas por la Argentina,
de cuya magnitud no se tiene idea cabal. La historia nos enseña que
naciones destruidas en guerras devastadoras han sido capaces de
levantarse gracias al trabajo del pueblo. Éste es siempre la
principal riqueza de una nación. Si queremos ver resurgir a la
nuestra, hemos de esforzarnos por la dignificación del trabajador
mediante la creación de fuentes de trabajo genuino y la supresión del
trabajo en negro y de la dádiva.

13. Una segunda situación de pobreza, es el difícil acceso a la
tierra, la cual es el primer don que Dios da al hombre para proveer a
su sustento. En la Argentina, la gran extensión territorial, conjugada
con una población relativamente escasa y altamente concentrada en el
Gran Buenos Aires y en muchas capitales de Provincia, amenazan
constituir una estructura permanente generadora de pobreza. En el
equilibrio entre industria y campo estriba uno de los secretos de la
riqueza de una nación. Lo demuestra la experiencia de los países del
primer mundo, altamente industrializados, que cultivan sus tierras con
esmero.
Por ello preguntamos: ¿sería conveniente diseñar una política
demográfica que revierta el éxodo hacia el Gran Buenos Aires y a las
capitales de Provincia? En el mismo sentido, ¿habría que fortalecer
los municipios del interior, especialmente los rurales, y las
economías regionales, de modo que el hombre del interior, en especial
el joven, pueda florecer en su propio contexto social y cultural?
¿Ayudaría una sabia reforma agraria que aliente a la gente del campo,
principalmente a los pequeños y medianos
productores, a permanecer en la vida y el trabajo rural? ¿Cómo
propiciar la concreción de las leyes que reconocen el derecho de los
aborígenes a la tierra productiva y a la propiedad comunitaria? ¿Qué
medidas políticas apoyar para defender y preservar el medio ambiente?

14. Hay otras situaciones de pobreza que también merecen especial
atención.
Ante todo, la deficiencia de la educación, en todos sus niveles. Sin
una adecuada escolaridad y enseñanza, será cada vez más difícil que
los pobres participen de los bienes necesarios para su desarrollo.

Igualmente, la precariedad de los servicios de la salud, a los que
muchos no tienen acceso. La salud es el primer bien tangible para todo
ser humano. De allí, la importancia del cuidado de la integridad
física y psíquica. Y la gravedad de carecer del mismo.
Por último, y como coronación de todas las situaciones que engendran
pobreza, está la inmensa deuda pública. Es nuestro más vivo deseo
que ésta, a pesar de las dificultades, se negocie con éxito y para
alivio de nuestro pueblo. Habremos de recordar siempre que la Deuda
tiene dos caras, que han de ponernos sobre aviso para evitarlas en el
futuro: la injusticia de la economía internacional reinante en este
campo, y la irresponsabilidad de quienes contrajeron la Deuda o
alentaron a contraerla a espaldas del pueblo.

3° La subsidiaridad
15. Esta palabra enuncia otro principio clave de la Doctrina Social.
Significa que "todas las sociedades de orden superior deben ponerse
en una actitud de ayuda ("subsidium") - por tanto, de apoyo,
promoción, desarrollo- respecto de las menores. De este modo, los
cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar adecuadamente las
funciones que les competen, sin deber cederlas injustamente a otras
agregaciones sociales de nivel superior, de las que terminarían por
ser absorbidos y sustituidos y por ver negada, en definitiva, su
dignidad propia y su espacio vital" (C. 186). "El principio de
subsidiaridad protege a las personas de los abusos de las instancias
sociales superiores e insta a éstas últimas a ayudar a los
particulares y a los cuerpos intermedios a desarrollar sus tareas. Este
principio se impone porque toda persona, familia y cuerpo intermedio
tiene algo de original que ofrecer a la comunidad" (C. 187).

Situaciones y Cuestiones
16. El principio de la subsidiaridad es válido no sólo en la
economía, sino en todos los órdenes. Por ejemplo en la educación.
Así, la escuela pública de gestión privada cumple un papel muy
importante en la sociedad, y es de justicia que el Estado aporte para
sufragar los gastos de esta educación con los impuestos que pagan los
ciudadanos.
Este principio de la subsidiaridad ha sido abandonado muchas veces en
la organización de la sociedad, por exceso o por defecto.
Por exceso, cuando el Estado acapara para sí todas las iniciativas,
libertades y responsabilidades, que son propias de las personas y de
las comunidades menores de la sociedad: el estatismo. Por defecto,
cuando el Estado no protege al débil frente a los más fuertes, o no
brinda su ayuda económica, institucional, legislativa a las entidades
sociales más pequeñas cuando es necesario: el liberalismo a ultranza.


17. En la Argentina hemos conocido los dos extremos. Al menos desde los
años 30 hubo un estatismo creciente, que nutrió, en el inconsciente
colectivo, la falsa imagen de que el Estado sería como un dios, que
existe desde siempre, que todo lo puede, a quien todo se le puede
exigir, e incluso se lo puede maltratar porque nada malo le podría
suceder. También conocimos un voraz liberalismo, que desmanteló al
Estado privatizando sus empresas, pero sin la red de protección social
que ello habría exigido, y sin el control necesario sobre los nuevos
prestadores de los servicios públicos, acrecentando aún más el gasto
público que se pretendía reducir. Ambas corrientes colisionaron y
produjeron el sismo social conocido. Estamos ahora en la etapa de la
reconstrucción, aprendiendo de la dolorosa experiencia.

Por otra parte, está vigente la subcultura de la dádiva. Ésta
pervierte el principio de la subsidiaridad, degrada al pobre y lo
convierte en un sujeto incapaz de participar de la vida democrática,
engendrando un nuevo problema social.

18. También aquí se imponen muchas preguntas. ¿Cómo reconstruir al
Estado y hacer que esté al servicio de la sociedad civil?
¿Cómo evitar que devore a las sociedades u organizaciones
intermedias? ¿O, por el contrario, que se declare "ausente" y deje
a los ciudadanos al arbitrio de los poderosos? ¿Cómo desterrar de la
actividad política la práctica de comprar adhesiones mediante la
dádiva? ¿Cómo propiciar la relación entre los pueblos, en el
respeto de la idiosincrasia y valores de los mismos, y de las
necesarias garantías que posibilite entre ellos un intercambio
comercial justo y equitativo?

4° La participación
19. "Participación" es otra de las columnas de la Doctrina Social
de la Iglesia. Es una "consecuencia característica de la
subsidiaridad, que se expresa, esencialmente, en una serie de
actividades mediante las cuales el ciudadano, como individuo o
asociado a otros, directamente o por medio de los propios
representantes, contribuye a la vida cultural, económica, política y
social de la comunidad civil a la que pertenece. Es un deber que todos
han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al
bien común. No puede ser delimitada o restringida a algún contenido
particular de la vida social". "La participación en la vida
comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del
ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel
cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de
todos los ordenamientos democráticos, además de una de las
mejores garantías de permanencia de la democracia" (C 189, 190).

Situaciones y Cuestiones
20. ¿Cuál es el grado de participación del argentino en la vida
social, y, particularmente, en la defensa y el progreso de la sociedad
política?

Hay muchos signos positivos. En general, parece satisfactorio el
índice de los votantes y aumenta la participación en la sociedad
civil: centros vecinales, clubes, ONG de todo tipo, colegios
profesionales, etc.
Pero también hay señales negativas. Se exigen derechos, pero no
siempre se conocen ni cumplen los deberes. Que el pueblo no interviene
en el gobierno sino por sus representantes: es un principio que muchas
veces se interpreta mal. Se piensa que los deberes del ciudadano se
agotan en el acto eleccionario. Cumplido éste, muchos se despiden de
su ciudadanía hasta la próxima elección. No
son conscientes que a la salida del cuarto oscuro los aguarda la vida
cotidiana con una multitud de otros deberes ciudadanos, de diverso
grado, pero todos necesarios para actuar como ciudadano y construir la
República: desde no cruzar el semáforo en rojo, no hacer ruidos
molestos, cuidar la limpieza de los espacios públicos, realizar bien
el trabajo, pagar los servicios e impuestos, exigir cuentas de su recta
administración, hacer con responsabilidad la propia opción
partidaria, respetar la ajena, entablar un diálogo democrático con
ella. Y así, hasta el cumplimiento de deberes más graves, como
postularse para un cargo público, y, si fuere el caso, hacer juicio
político a la autoridad constituida, etc. Olvidan que el cumplimiento
de estos deberes es la respuesta necesaria a la sociedad, la cual
defiende y promueve los derechos de los cuales gozan. No sin razón se
ha dicho que los argentinos somos 37 millones de habitantes, pero no
logramos ser 37 millones de ciudadanos. El habitante usufructúa la
Nación y sólo exige derechos. El ciudadano la construye porque,
además de exigir sus derechos, cumple sus deberes.

21. Entre las muchas cuestiones que surgen, planteamos las siguientes:
¿Cómo luchar para transformar la pasividad de muchos en una
auténtica participación democrática en la sociedad política?
¿Cómo poner en marcha las iniciativas referidas a la reforma
política que se acordaron en la Mesa del Diálogo Argentino? ¿Cómo
garantizar que las promesas o proyectos electorales se concreten en
leyes justas y oportunas? ¿Cómo garantizar jurídicamente el gran
aporte de los voluntarios sin perjudicarlos a ellos ni a las
instituciones a las cuales sirven con generosidad?

"Jesucristo, autor de nuestra fe y de nuestro compromiso
ciudadano": esta oración que rezamos el año pasado en preparación
del Congreso Eucarístico Nacional de Corrientes, y este año para el
Congreso de Laicos, continúa interpelándonos a los cristianos.

5° La Solidaridad
22. "La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca
sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y
derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una
unidad cada vez más convencida. Nunca como hoy ha existido una
conciencia tan difundida del vínculo que se manifiesta entre los
hombres y los pueblos" (C 192). Estas relaciones de interdependencia,
"que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en
relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad
ético-social. La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de
principio social ordenador de las instituciones" (C 192,193).

23. En situaciones difíciles los argentinos nos mostramos solidarios.
Por ejemplo, cuando sufrimos inundaciones. Las repetidas crisis
político-sociales quizás habrían acabado con nosotros si no
hubiésemos sido solidarios. Es admirable cómo, en situaciones
límites, nacen formas impensadas de solidaridad, especialmente en el
pueblo humilde.
No obstante, la solidaridad necesita un crecimiento sustancial en orden
a afianzar la conciencia ciudadana y la responsabilidad de todos por
todos. La solidaridad expresa la solidez moral de una comunidad cuando,
superando el sentimiento superficial, llega a elevarse hasta el rango
de virtud social. No se trata, tan sólo, de que crezca la cantidad de
donativos para aliviar los males de otros ante acontecimientos
dolorosos o catástrofes. Se trata, principalmente, de llegar personal
y comunitariamente a "la determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada
uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos" (C
193).

Situaciones y Cuestiones
24. Muchas son las cuestiones que surgen en este renglón. Hay una
forma de insolidaridad preocupante: el crecimiento escandaloso de la
desigualdad en la distribución de los ingresos. Una sociedad en la que
faltase la equidad social correría serio peligro de dejar de ser
solidaria.
Otra forma de insolidaridad es el debilitamiento de la cultura del
trabajo en muchos que gozan de él. Trabajo mal hecho, a desgano, sin
ansias de perfeccionarse. El trabajo es un servicio a la comunidad, que
da derecho a comer de él.
Preocupa, también, la reiteración de reclamos no atendidos y de
huelgas desproporcionadas, que no reparan en las injustas consecuencias
sufridas por los más débiles: niños, ancianos, enfermos,
trabajadores.
En una sociedad donde crece la marginación no serían de extrañar
manifestaciones violentas por parte de sectores excluidos del mundo del
trabajo, que podrían degenerar en peligrosos enfrentamientos sociales.

25. Las situaciones y cuestionamientos esbozados muestran el complejo
campo social en el que todos, pero especialmente ustedes, queridos
fieles laicos, deben reflexionar los principios de la Doctrina Social
de la Iglesia, para contribuir a hallar soluciones, desde su propia
vocación y misión de ciudadanos, junto con los demás integrantes de
la sociedad..

III. Cuatro Valores Fundamentales de la Vida Social
26. "La Doctrina social de la Iglesia, además de los principios que
deben presidir la edificación de una sociedad digna del hombre, indica
también valores fundamentales. La relación entre principios y valores
es indudablemente de reciprocidad, en cuanto que los valores expresan
el aprecio que se debe atribuir a aquellos determinados aspectos del
bien moral que los principios se proponen conseguir. Todos los valores
sociales son inherentes a la dignidad de la persona humana, cuyo
auténtico desarrollo favorecen. Son esencialmente: la verdad, la
libertad, la justicia, el amor" (C 197).

1° La verdad
27. La verdad es un valor fundamental que desde siempre la humanidad
busca ansiosa. Tiene una dimensión objetiva que fundamenta la
actividad del hombre, posibilita el diálogo, fundamenta la sociedad e
ilumina sobre la moralidad de los comportamientos de los ciudadanos y
de los grupos sociales: verdad de la naturaleza del hombre, de la vida,
de la familia, de la sociedad. Verdad, también, de los hechos
acaecidos.
En el cristianismo la Verdad ocupa un lugar central. El Hijo unigénito
de Dios, cuyo nacimiento nos preparamos a celebrar, está "lleno de
gracia y de verdad" (Jn 1,14). El mismo Jesús se autodefinió como
la Verdad: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6). No se
trata, por tanto, sólo de una verdad enunciable en el plano
especulativo. Se trata de la Verdad sustancial, cuya palabra devuelve
la libertad a quienes están esclavizados por el error o por el mal:
"Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, conocerán la verdad y la
verdad los hará libres" (Jn 8,31-32). La Verdad del Evangelio, más
que para ser conocida intelectualmente, es para ser realizada, para que
"viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente unidos a
Cristo" (Ef 4,15).

28. La verdad es, en consecuencia, también un valor fundamental en la
Doctrina Social de la Iglesia. Al respecto ella nos dice: "Los
hombres tienen una especial obligación de tender hacia la verdad,
respetarla y atestiguarla responsablemente. Nuestro tiempo requiere una
intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte
de todos para que la búsqueda de la verdad sea promovida en todos los
ámbitos y prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar
sus exigencias o de ofenderla" (C 198).

Situaciones y Cuestiones
29. Si el cristiano prescindiese de la comprensión de la Verdad que le
da la Palabra de Dios, podría caer en múltiples errores, e incluso
adoptar actitudes fundamentalistas. Así aconteció en tiempos pasados
cuando se difundió la máxima "el error no tiene
derechos", olvidando que los derechos son de las personas, incluso de
las que están en el error. El Evangelio manda morir por la verdad, no
matar por ella. Por ello el Papa Juan Pablo II, cuando nos exhortó a
los cristianos a prepararnos a la celebración del Gran Jubileo del
año 2000, mencionó explícitamente el "capítulo doloroso, sobre el
que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al
arrepentimiento, constituido por la aquiescencia manifestada,
especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso
de violencia en el servicio de la verdad" (Tertio Millenio Adveniente
35)
Sin embargo, la tentación del fundamentalismo siempre acecha, y no
sólo al hombre religioso. La historia civil de los pueblos, incluso
europeos, está plagada de ejemplos de intransigencia a muerte entre
sectores opuestos. Cuando se esgrimen argumentos religiosos, se lo hace
engañosamente para enardecer la intransigencia con la que se pretende
suprimir al contrario.

30. La interpretación de la historia argentina está atravesada por
cierto maniqueísmo, que ha alimentado el encono entre los argentinos.
Lo dijimos en mayo de 1981, en "Iglesia y Comunidad Nacional:
"Desgraciadamente, con frecuencia, cada sector ha
exaltado los valores que representa y los intereses que defiende,
excluyendo los de los otros grupos. Así en nuestra historia se vuelve
difícil el diálogo político. Esta división, este desencuentro de
los argentinos, este no querer perdonarnos mutuamente, hace difícil el
reconocimiento de los errores propios y, por tanto, la reconciliación.
No podemos dividir al país, de una manera simplista, entre buenos y
malos, justos y corruptos, patriotas y apátridas. No queremos negar
que haya un gravísimo problema ético en la raíz de la crítica
situación que vive el País, pero nos resistimos a plantearlo en los
términos arriba recordados" (31).

A veintidós años de la restauración de la Democracia conviene que
los mayores nos preguntemos si trasmitimos a los jóvenes toda la
verdad sobre lo acaecido en la década del 70. O si estamos
ofreciéndole una visión sesgada de los hechos, que podría fomentar
nuevos enconos entre los argentinos. Ello sería así si
despreciásemos la gravedad del terror de Estado, los métodos
empleados y los consecuentes crímenes de lesa humanidad, que nunca
lloraremos suficientemente. Pero podría suceder también lo contrario,
que se callasen los crímenes de la guerrilla, o no se los abominase
debidamente. Éstos de ningún modo son comparables con el terror de
Estado, pero ciertamente aterrorizaron a la población y contribuyeron
a enlutar a la Patria. Los jóvenes deben conocer también este
capitulo de la verdad histórica. A tal fin, todos, pero en especial
ustedes, fieles laicos, que vivieron en aquella época y eran adultos,
tienen la obligación de dar su testimonio. Es peligroso para el futuro
del País hacer lecturas parciales de la historia. Desde el presente, y
sobre la base de la verdad y la justicia, debemos asumir y sanar
nuestro pasado.

2° La libertad
31. Según el Evangelio, la libertad es fruto de la verdad: "La
verdad los hará libres" (Jn 8,32). David fue liberado de su pecado
porque lo reconoció. Lo mismo, la mujer pecadora. Y también el
apóstol Simón Pedro. Sólo reconociendo sinceramente la verdad de
nuestros pecados, Dios nos perdona y nos libera de las ataduras
espirituales con que éstos nos aprisionan.

32. Sobre la libertad la Doctrina Social nos dice: "Es signo eminente
de la imagen divina y, como consecuencia, signo de la sublime dignidad
de cada persona humana". "El valor de la libertad, como expresión
de la singularidad de cada persona humana, es respetada cuando a cada
miembro de la sociedad le es permitido realizar su propia vocación
personal. La libertad, por otra parte, debe ejercerse como capacidad de
rechazar lo que es moralmente negativo, cualquiera sea la forma en que
se presente" (C 199, 200).

Situaciones y Cuestiones
33. No siempre los hijos de la Iglesia mantuvieron la claridad
necesaria sobre la doctrina de la libertad religiosa. Hace cuarenta
años la declaración conciliar "Dignitatis humanae" (07-12-65),
sobre la libertad religiosa, le devolvió todo su esplendor. Libertad
de la persona y libertad de la comunidad religiosa. Libertad para la
Iglesia católica y libertad para todas las religiones. Libertad para
celebrar el culto y libertad para proponer y practicar la doctrina del
Evangelio.

34. Puede parecer extraño preguntarse hoy por la libertad religiosa en
Occidente y en la Argentina. Pero sobran señales de una presión
desmedida de muchos medios y de entes internacionales, que justifica
preguntar si la libertad de la Iglesia católica a enseñar y practicar
la propia doctrina es siempre respetada. Lo mismo cabe decir de
resoluciones y gestos impropios de la autoridad civil cuando invaden un
fuero que le es ajeno. Dado que el sujeto del Estado y de la Iglesia es
siempre el hombre, el bien común exige que entre ambos exista
autonomía y colaboración.

3° La Justicia
35. La justicia es un atributo de Dios. Decimos "Dios es justo";
que "apelamos a la justicia divina". De Cristo confesamos que
"vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos". Por ello la
justicia es también un valor cristiano fundamental. De éste la
Doctrina Social dice: "Es un valor que acompaña al ejercicio de la
correspondiente virtud moral cardinal. El Magisterio social invoca el
respeto de las formas clásicas de la justicia: la conmutativa, la
distributiva y la legal. La justicia resulta particularmente importante
en el contexto actual, en el que el valor de la persona, de su dignidad
y de sus derechos, a pesar de las proclamaciones de propósitos, está
seriamente amenazado por la difundida tendencia a recurrir
exclusivamente a los criterios de la utilidad y del tener" (C 201,
202).

Situaciones y Cuestiones
36. Existen cuestionamientos sobre la Justicia como institución. En la
Argentina es fuerte el reclamo por la reforma de la justicia. Y la Mesa
del Diálogo Argentino ha propuesto la necesidad de una profunda y
valiente reforma de ella. Pero no existen cuestionamientos sobre la
justicia como valor. Sin embargo, la Doctrina Social nos hace ver su
límite e insuficiencia para fundar por sí sola una convivencia social
sólida: "La plena verdad sobre el hombre, permite superar la visión
contractual de la justicia, que es una visión limitada, y abrirla al
horizonte de la solidaridad y del amor. Por sí sola, la justicia no
basta. Junto al valor de la justicia, la doctrina social coloca el de
la solidaridad, en cuanto vía privilegiada de la paz" (C 203).

4° La vía de la caridad
37. "Entre las virtudes en su conjunto y, especialmente entre las
virtudes, los valores sociales y la caridad: existe un vínculo
profundo que debe ser reconocido cada vez más profundamente". "Los
valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, nacen y se
desarrollan de la fuente interior de la caridad". "La caridad
presupone y trasciende la justicia. No se pueden regular las relaciones
humanas únicamente con la medida de la justicia". "Ninguna
legislación, ningún sistema de reglas o de estipulaciones lograrán
persuadir a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y
en la paz. Ningún argumento podrá superar el llamado de la caridad"
(C 204 - 207). La caridad es la plenitud de la justicia y de toda
virtud humana.

Situaciones y cuestiones
38. Los cristianos debemos hacernos aquí un grave cuestionamiento: si
tomamos en serio el mandamiento del amor que nos dejó Jesús. Si lo
hacemos, descubriremos cada vez con mayor claridad que, después del
acto de adoración a Dios, la construcción de la convivencia social,
en verdad, libertad y justicia, es la obra máxima del hombre sobre la
tierra. Y que Dios Padre providente en nada se complace más que en ver
a sus hijos esforzándose por construirla.

Sobre esta base de los principios básicos y de los valores
fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia podemos edificar una
Nación reconciliada, que logre vivir una verdadera amistad social.

IV. Exhortación al Pueblo de Dios,
39. Hace un mes celebramos el III Congreso Nacional de Laicos, a los
veinte años del Segundo celebrado en 1984, y en vista del Bicentenario
de la Nación, a celebrarse en 2010. La temática abordada fue la
vocación y misión del laico en la Iglesia, en la sociedad y en la
política. Durante el Congreso, la Doctrina Social de la Iglesia se
mostró de máxima actualidad. Y no sólo por sus formulaciones, sino
por los desafíos que ésta debe enfrentar cada día y que merecen
nuevas respuestas. Si bien como Pastores somos los garantes de esta
Doctrina, les corresponde también a ustedes, queridos fieles laicos,
participar en su elaboración, conociendo los postulados ya adquiridos,
iluminando con ellos la situación social del País, y, a partir de
allí, enunciar fórmulas adecuadas que ayuden a los cristianos y a
todo hombre de buena voluntad a actuar en bien de la República,
respetada la propia opción temporal, sin esperar consignas de los
pastores. Por lo mismo, hoy más que nunca "la Doctrina social de la
Iglesia debe entrar, como parte integrante, en el camino formativo del
laico" (C 549). El Compendio de la Doctrina Social, es un instrumento
valioso para conocer esta Doctrina y aportar a ella elementos nuevos.
Aconsejamos vivamente su estudio y puesta en práctica.

40. Que María, gloria de Jerusalén, alegría de Israel, orgullo de la
humanidad, madre virgen de Jesús de Nazaret, nuestro hermano y nuestro
Dios Salvador, implore para nosotros del Padre un amor grande y fuerte
por nuestra Nación como el que su Hijo tuvo por su patria hasta llorar
por ella.

90ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, 11 de noviembre de 2005
Memoria de San Martín de Tours, obispo.
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