Cómo fue derrotada La "Invencible" inglesa en Cartagena de Indias (Marzo de 1741)

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Sep 14, 2005, 8:52:05 AM9/14/05
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La "Invencible" inglesa en Cartagena de Indias (Marzo de 1741)
por Marco A. Gandarillas http://usuarios.lycos.es/pay/


La derrota de la Armada Inglesa en Cartagena de Indias en el siglo
XVIII es un acontecimiento silenciado en la historia inglesa y

desconcocido para la gran mayoría de españoles

La Historia está hecha de muchas mentiras, silencios y exageraciones y
ésta página gloriosa de la época colonial está injustamente

olvidada por el saber popular español y merece la pena contribuir a su
difusión.

En Octubre de 1739 Inglaterra declara a España la guerra de la "oreja
de Jenkins" y planea tomar la ciudad donde confluyen las

riquezas de las colonias españolas, Cartagena de Indias (Colombia),
dominar el comercio en el Caribe y, en una operación

combinada con las fuerzas del Comodoro Anson que con el navio
Septrentión y buques menores acosaba las colonias del Pacifico

Sur, aniquilar el imperio español en América.

Aunque el origen de la guerra fue la rivalidad comercial entre las dos
potencias, la causa inmediata de la conflagración fue un

incidente cerca de la costa de Florida cuando el capitán de un
guardacostas español, Juan León Fandiño, interceptó el Rebbeca al

mando de Robert Jenkins y le hizo cortar a éste una oreja; después de
lo cual le liberó con este insolente mensaje: "Ve y dile a tu Rey

que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve".

Este suceso enardeció a la opinión pública inglesa y dió lugar a
que su Gobierno, presidido por su Primer Ministro Mr. Walpole,

declarara la guerra a España presionado por comerciantes de la City
que apetecían la conquista de nuevos mercados.

El 13 de Marzo de 1741 apareció por "Punta Canoa", poniendo en vilo la
ciudad de Cartagena, la mayor flota de guerra que jamás

surcara los mares hasta el desembarco de Normandía: 2000 cañones
dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas,

brulotes y buques de transporte.

La flota, muy superior a la Invencible de Felipe II que sólo disponía
de 126 navíos, está dirigida por el almirante Sir Edward Vernon

y transporta 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos
negros macheteros de Jamaica.

En la expedición vienen 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes
de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador

George.

Las defensas de Cartagena no pasaban, en cambio, de 3.000 hombres entre
tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del

interior más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos
navíos de guerra de los que dispone la ciudad: el Galicia que era la

nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el Africa, el Dragón y el
Conquistador.

Este pequeño contingente está dirigido por hombres decididos a
defenderse hasta morir: el Virrey Sebastián de Eslava, Teniente

General de los Reales Ejercitos con larga experiencia militar, y bajo
su mando, pero en el mar, el celebre General de la Armada D.

Blas de Lezo, lobo de mar que ya ha participado en 22 batallas y
expediciones navales perdiendo la pierna y el ojo izquierdo en

Málaga y Toulon y quedándole lisiada la mano derecha en Barcelona.
Seguían en la jerarquía el Mariscal de Campo D. Melchor de

Navarrete, Gobernador de la ciudad, a cuyo cargo quedó la parte
administrativa y el abastecimiento de víveres, y el Coronel D.

Carlos Des Naux, Ingeniero militar y Director de obras de
fortificación, quien actuó primero como Castellano del Castillo de
San

Luis de Bocachica y luego como Castellano de San Felipe de Barajas.

Aunque con algunas discrepancias de criterio en materia estratégica
entre Blas de Lezo y el Virrey los cuatro hombres lograron por

fin unificar su acción baja la dirección de Eslava y resistir a pie
firme el embate inglés.

Años antes Vernon ya había merodeado dos veces Cartagena, y trazando
círculos de buitre se había presentado frente a la bahía,

pero Lezo lo había puesto en fuga con maestría de consumado marino.
En la primera ocasión cerró el puerto con cadenas y situó

sus buques en Bocachica para que los ingleses no pudieran entrar sin
batirse con ellos e instaló en tierra un grueso cañón de 18 libras

de su nave capitana lo que sorprendió al enemigo al contestar con
artillería por un lado de la ciudad que consideraban desguarnecido.

En la segunda dispuso sus naves de manera que con su fuego se
encerrará a los navios ingleses dentro del campo de tiro largo y

corto, los cuales de nuevo sorprendidos abandonaron la zona.

Ahora Vernon, envalentonado tras una acción de rapiña en la mal
defendida ciudad de Portobelo (Pánama), vuelve con efectivos

considerables y escribe a Lezo cartas desafiantes.

Éste, como buen vasco, es tozudo y quisquilloso en cuestiones de
honor: 'Hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera Usted

insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo
que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener

su cobardía..."

Vernon despliega la flota bloqueando la entrada al puerto, y tras
silenciar las baterías de "Chamba", "San Felipe" y "Santiago"

desembarca tropas y artillería. Es tan impresionante el despliegue de
barcos en el horizonte que algunos vecinos consideran la

situación perdida y procuran ponerse a salvo.

Vernon ordena un cañoneo incesante que durará 16 días y noches al
castillo de San Luis de Bocachica con un promedio de "62

grandes disparos por hora".

El castillo está defendido por 500 hombres al mando de Coronel Des
Naux.

Por su parte Lezo coloca cuatro de sus navíos, el Galicia, el San
Felipe, el San Carlos y el Africa del lado interior de la bahía y en
las

proximidades del Castillo para apoyarlo con sus cañones.

Aunque la defensa de Bocachica fue heroica con Lezo y Des Naux peleando
en primera fila los defensores han de evacuarlo ante la

abrumadora superioridad enemiga.

Lezo hace barrenar e incendiar sus buques para obstruir el canal
navegable de Bocachica, cosa que consigue parcialmente ya que el

Galicia no coge fuego a tiempo. Sin embargo, se ha logrado retrasar el
avance inglés de forma considerable y ello favorecerá el

desarrollo de epidemias entre los asaltantes.

Los defensores optaron por replegarse totalmente a la Fortaleza de San
Felipe de Barajas, motivo por el cual ni siquiera intentaron la

resistencia en el Castillo de Bocagrande.

Y muy contra la voluntad de Lezo, que trató de evitarlo hasta el fin
pero se vió obligado por disciplina, se hundieron los dos únicos

navíos que quedaban, el Dragón y el Conquistador, con el ilusorio
objeto de impedir la navegación por el canal de Bocagrande.

Pero al igual que en Bocachica, el sacrificio resultó en vano pues los
ingleses remolcaron el casco de uno de ellos para restablecer el

paso y desembarcaron en las islas de Manga y Gracia dejando a un lado
el Fuerte de Manzanillo. Hecho lo cual, un regimiento de

colonos norteamericanos al mando de Lawrence Washington tomaron la
colina de la Popa próxima ya a San Felipe de Barajas y que

había sido abandonada por los españoles.

Vernon entró entonces triunfante en la bahía con su buque Almirante
con las banderas desplegadas y el estandarte de General en Jefe

escoltado por dos fragatas y un paquebote, y dando la batalla por
ganada despachó un correo a Jamaica e Inglaterra con tan fausta

noticia.

Tras ello ordena el desembarco masivo de artilleria y cañonear el
Castillo de San Felipe desde mar y tierra con el fin de ablandar la

resistencia final.

La defensa está formada por sólo 600 hombres bajo el mando de Lezo y
Des Naux. Éste ya había resistido en Bocachica e iba a

batirse de nuevo contra el empuje inglés hacia la fortaleza de San
Felipe.

La defensa fue numantina y la batalla violenta. Al fin Vernon resuelve
que la infantería tomará fácilmente la fortaleza pues se encuentra

con daños considerables.

La noche del 19 al 20 de abril se dan los hechos decisivos, los
atacantes al mando del General Woork avanzan entre sombras en tres

columnas de granaderos y varías compañías de soldados, además de
los esclavos macheteros jamaicanos que van en vanguardía.

Su progresión es lenta por el pesado equipo de guerra que transportan
y por el fuego de fusilería desde las trincheras y lo alto de la

fortaleza. El avance se frena ante las murallas ya que por imprevisión
la longitud de las escalas para salvar el foso resultan cortas y los

atacantes quedan aturdidos al no disponer de fajinas y materiales para
facilitar la aproximación al fuerte. Los defensores arrecian en

su fuego nutrido y certero desde lo alto, lo que origina una mortalidad
espantosa.

Al alba un macabro espectáculo de muertos, mutilados y heridos vagando
como espectros aparece alrededor de San Felipe haciendo

evidente la hecatombe inglesa. La salida de los españoles que cargan a
bayoneta calada provoca la huida desordenada de los

asaltantes que pierden cientos de hombres y todos sus pertrechos.

El bombardeó inglés prosigue desde el mar 30 días más sin un
objetivo claro, pero el cólera y el escorbuto comienzan a provocar

decenas de muertos que flotan en la bahía lo que hace la situación
desesperada.

Vernon, altivo y malgeniado, recrimina al parsimonioso General
Wentworth, Jefe Supremo de las tropas de desembarco, por el

ignominioso fracaso y las desavenencias llegan a un punto insostenible.

Al fin el Alto Mando inglés ordena la retirada, lo que se realiza de
forma lenta y sin cesar de cañonear la ciudad hasta que "no quedó

ninguna vela inglesa". Los últimos veleros parten el 20 de Mayo, pero
los ingleses han de incendiar cinco de ellos por falta de

tripulación. En el regreso a Jamaica hunden otro y cada barco parece
un hospital.

Mientras en Inglaterra se supone como cierta la victoria con arrogancia
y orgullosa satisfacción. Aún se desconoce el infausto final y

se acuñan medallas conmemorativas mostrando a Lezo arrodillado ante
Vernon entregándole la espada con la inscripción "el orgullo

español humillado por Vernon".

En ellas el vencido aparece con dos piernas, dos ojos y dos brazos para
obviar que es un hombre lisiado. En el reverso había seis

navios y un puerto, y alrededor la inscripción: quien tomo Portobelo
con solo seis naviós, Noviembre de 1739.

Éstas medallas, de las que se conservan algunas todavía, fueron
motivo de burla durante mucho tiempo por parte de los enemigos de

Inglaterra, "debiendo ser en sus autores tanta mayor la vergüenza
cuanto fue mayor su ligereza y arrogancia".

Semanas después Lezo malherido y extenuado por la batalla se hunde en
las tinieblas del olvido. Sus últimos momentos se enmarcan

dentro de la ingratitud y la amnesia de un camastro en algún hospital
de Cartagena. Su cuerpo cercenado se deposita sin honores y se

ignora donde esta enterrado.

Vernon, sabedor de la muerte de Lezo, rondó de nuevo Cartagena en 1742
con 56 navios, pero sus espías le informaron de la

reparación de las defensas y de la presencia del Virrey Eslava en la
ciudad por lo que no se decidió a atacar y partió a enfrentarse al

juicio de la historia. Murió en 1757 repudiado y olvidado por su
pueblo, y el rey Jorge II prohibió toda publicación sobre el asalto a


Cartagena que quedó así sepultado en la historia.

Inglaterra no volvió a amenazar seriamente al Imperio español que
subsistió un siglo más. España, en cambio, contribuyó añós más

tarde al desmoronamiento de las colonias inglesas en Ámerica, hecho
que también ha tratado de silenciarse: España en la Guerra de

Independencia y Bernardo de Gálvez (1746-1786) .

Poco después de ello los ingleses promoverían la figura de Nelson
para elevar la moral y el patriotismo ante la amenaza napoleónica.

El asalto a Cartagena de Indias pasó así a ser un anecdótico
episodio de mala suerte debido a enfermedades tropicales mal

conocidas. El propio Nelson fue en cierto modo víctima de esta
conspiración de silencio. Poco después de afirmar que los Dons

sabían hacer barcos pero no pelear tuvo que retirarse humillado y sin
su brazo derecho tras el intento de captura de Tenerife (Julio de

1797), cosa que también daba por hecha, y entregar su vida en
Trafalgar ante los Dons que pelearon de forma valiente bajo un inepto

mando francés.

Y los españoles, por contra de los ingleses, somos tan miserables que
nos avergonzamos de nuestras hazañas y hurtamos al saber

popular figuras como la de Blas de Lezo y Olavarrieta, marino español
y vasco de Pasajes (Guipuzcoa). Su legendaria vida, y

anónima muerte, contribuyó a cambiar la historia en América y no
desmerece frente al mejor guión de aventuras de Hollywood.

Todo lo que se pueda hacer por difundir esta figura silenciada por unos
y olvidada por otros parece insuficiente. Su lugar en la

historia ha de estar junto a los grandes nombres de la época colonial.
Por mi parte sólo espero que mediante esta página contribuya,

aunque fuera de forma modesta, a lograr ese objetivo.

________________
Marco A. Gandarillas
________________
Revista Arbil nº 70

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