La alergia al polen
más frecuente es la primaveral debida a las gramíneas. “Estas son
unos pólenes que polinizan 10 veces al año y los picos son en
primavera pero también podemos tener algún síntoma durante el
invierno”, apunta la alergóloga Patricia Verdú. Además, hay
que tener en cuenta que existen pólenes que tienen su período de
polinización en invierno. Algunos de ellos son, por ejemplo,
plantas como las cupresáceas, que se encuentran en algunos bosques
y se utilizan como ornamentación en setos, colegios, cementerios,
etc. Otros pólenes frecuentes en invierno son los del abedul
y los de la avellana.
Los síntomas más comunes de esta
alergia al polen en invierno son:
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Rinoconjuntivitis,
es decir, picor de ojos, lagrimeo, estornudos, moquillo (rinorrea
acuosa) y picor de nariz.
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Algunas veces se
asocia también a asma, con síntomas como tos, pitos en el
pecho o asfixia.
El tratamiento para esta
alergia al polen en invierno consiste en un
tratamiento sintomático, con antihistamínico o algún corticoide
intranasal. En algunos casos se puede disponer de vacunas, es
decir, de inmunoterapia específica frente a los
pólenes.
¿Y cómo diferenciar
unos síntomas de una alergia al polen en invierno de un resfriado
o catarro común? Para ello la clave es “hacer una evaluación
alergológica y tener en cuenta que el catarro algunas veces lleva
asociados otros síntomas diferentes a la alergia como la fiebre”,
aclara la especialista.
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