jmgasulla
unread,Oct 19, 2008, 3:11:21 PM10/19/08Sign in to reply to author
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to La enfermedad
¿Por qué las matemáticas y qué matemáticas en la clínica médica? 3
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De nuevo tomo las palabras de Cavaillès, que he utilizado en otro
hilo, para ilustrar lo que tengo que decir:
"Usted me dice [refiéndose a una objeción de Fréchet] que existen
nociones tomadas del mundo real y otras nociones que son añadidas por
el matemático. Respondo que yo no comprendo lo que usted quiere decir,
porque no sé lo que es conocer el mundo real, si no es hacer
matemáticas sobre le mundo real."
"¿A qué llama usted mundo real? No soy idealista, creo en lo que es
vivido. Pero, para pensar un plano ¿usted lo vive? ¿Qué es lo que
pienso cuando digo que pienso esta sala? O bien hablaré de impresiones
vividas, rigurosamente intraducibles, rigurosamente inutilizables por
medio de una regla, o bien haré geometría de esta sala y haré
matemáticas. ¿Qué piensa usted entonces, cuando piensa en un plano?
¿Las propiedades geométricas de este plano, la geometría?..."
"He hablado de una solidaridad a partir de los gestos sensibles. No
hay, por una parte, un mundo sensible que estaría dado y, por otra
parte, el mundo del matemático por fuera. "
Este comentario es "fuerte", pues afirma que cualquier conocimiento
racional del mundo, o es matemático o no es conocimiento verdadero o
racional (aquí sinónimos).
Hay diversas cuestiones aquí encerradas, como, por ejemplo, qué es
conocimiento racional, qué es conocimiento matemático y, en
definitiva, una tesis que subyace en Cavaillès, opuesta en parte al
idealismo platónico que puede existir en los matemáticos, de que los
objetos matemáticos son ideales y existen como tales en un mundo
tercero o mundo de las ideas, como existentes. De últimas, vendrá a
decir Cavaillès, el matemático le debe a la sensación que le viene del
mundo (lo sensible, la intuición, lo perceptible) el dispositivo
entero de sus objetos, pues, según mi forma de apreciar la cuestión,
el matemático, como el pintor o el artista con sus métodos
particulares y peculiares, deforma los objetos del mundo en una
geometría de ángulos, coordenadas y volúmenes mensurables y, de
acuerdo con Anastasio Alemán [Lógica, matemáticas y realidad. Tecnos
Madrid. 2001. ISBN: 84-309-3625-4, sobre el que he realizado diversas
reseñas y comentarios], mediante el dispositivo deductivo de la lógica
matemática y de los teoremas, la verdad de la primera afirmación (en
los sistemas axiomáticos), se traslada a la conclusión deducida
mediante un dispositivo en el que la traslación de esa verdad está
garantizada.
Pero nos asalta la duda de si todo conocimiento es matemático, o no es
verdadero conocimiento. ¿Qué diremos de la química, o de la biología,
o de la lingüística, o de la psicología? Estos conocimientos proceden
de nuestras intuiciones y sensaciones a partir del mundo sensible,
constituyen nuestras opiniones en el sentido vulgar, decimos de eso
mediante un conocimiento que consideramos verdadero, sin que esas
impresiones del mundo las hayamos trasladado al lenguaje de las
matemáticas en forma de teoremas o axiomas: no podemos axiomatizar la
biología, por ejemplo, ni tampoco la clínica.
Entonces, ¿qué clase de conocimiento es ese que obtenemos en la
clínica, si en verdad no podemos llamarlo deductivo y, en
consecuencia, decir que es un conocimiento verdadero? La medicina, que
es el discurso que se construye a partir de la clínica, de lo que se
recoge en la cabecera del enfermo como nuestro real empírico, no es un
conocimiento deductivo, matemático. ¿De qué clase de conocimiento se
trata con la medicina?
¿Qué clase de conocimiento y qué tipo de comprensión de la realidad es
la que se pone de manifiesto en este fragmento de el hombre del metro
narrado por de Stephen Covey "Los siete hábitos de la gente altamente
efectiva" Paidos 1997 (p. 40) ?: "Recuerdo un "minicambio" de
paradigma que experimenté un domingo por la mañana en el metro de
Nueva York. La gente estaba tranquilamente sentada, leyendo el
periódico, perdida en sus pensamientos o descansando con los ojos
cerrados. La escena era tranquila y pacífica. Entonces, de pronto,
entraron en el vagón un hombre y sus hijos. Los niños eran tan
alborotadores e ingobernables que de inmediato se modificó todo el
clima. El hombre se sentó junto a mí y cerró los ojos, en apariencia
ignorando y abstrayéndose de la situación. Los niños vociferaban de
aquí para allá, arrojando objetos, incluso arrebatando los periódicos
de la gente. Era muy molesto. Pero el hombre sentado junto a mí no
hacía nada. Resultaba difícil no sentirse irritado. Yo no podía creer
que fuese tan insensible como para permitir que los chicos corrieran
salvajemente, sin impedirlo ni asumir ninguna responsabilidad. Se veía
que las otras personas que estaban allí se sentían igualmente
irritadas. De modo que, finalmente, con lo que me parecía una
paciencia y contención inusuales, me volví hacia él y le dije: "Señor,
sus hijos están molestando a muchas personas. ¿No puede controlarlos
un poco más?". El hombre alzó los ojos como si sólo entonces hubiera
tomado conciencia de la situación, y dijo con suavidad: "Oh, tiene
razón. Supongo que yo tendría que hacer algo. Volvemos del hospital
donde su madre ha muerto hace más o menos una hora. No sé que pensar,
y supongo que tampoco ellos saben cómo reaccionar"...Mi irritación se
desvaneció...Todo cambió en un instante"
¿Es matematizable este conocimiento fulgurante, este efecto de
comprensión inmediata? ¿No es, acaso, verdadero conocimiento y, en
consecuencia, efectivo? Pero, en último término ¿se puede matematizar
esta experiencia? ¿Qué ganaríamos o qué perderíamos matematizándola,
si se pudiera?
Aquí quedan planteadas estas preguntas, a las que hay que encontrar
respuesta, si es que nos proponemos poseer del mundo un conocimiento
verdadero y "científico".
JM Gasulla