Yo te diré más o menos lo que me vaya saliendo en cuanto al enunciado mencionado. Ya te dije que no tengo nada estructurado es simplemente la constatación de un hecho que he repetido hasta la saciedad y que por obvio, curiosamente, nadie le ha hecho el caso, diferenciado, no es tomar la temperatura diariamente) que exige, desde el punto de vista docente.
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Como hecho minidiferencial con la relación con el enfermo de la consulta externa encuentro algunas “realidades”
* La presunta gravedad del cuadro que justifica el ingreso
* El aislamiento del lugar de residencia (no esta en casa) que significa el ingreso
* El afloramiento muchas veces de problemas familiares durante el ingreso
* La impronta diagnóstica que le sugiere al paciente el estar “recluido”
* La dicotomía que se puede establecer entre lo que se informa a la familia y lo que se le dice al paciente (frecuente, y el paciente lo sabe)
* La presencia diaria y continua (pero en turnos de comportamiento desigual) de la enfermería
* Otros facultativos a los que se interconsulta y que en muchas ocasiones están por menos puñetas. Te exploran y entonces te informan (esto es un grave problema muchas veces porque se interfiere en la dinámica de relación con el paciente)
* Las exploraciones complementarias son productoras de ansiedad y se “asumen” en soledad……etc
* Hay otras muchas, que pueden salir de la discusión o el estudio de los comportamientos presenciados y de la experiencia acumulada del observador “motivado”.
Por supuesto a todo esto se añade la interferencia de la praxis de muchos de los médicos altamente discutible ya sea por bisoñez (generalmente Resistentes) o lo peor la “incompetencia médico-emocional” (del paciente) de muchos de los ya titulados (!!!Especialistas quirúrgicos¡¡¡…)
Es a los primeros, a los que se les podía “informar” de la existencia de este grandísimo medicamento que además goza de todo el apoyo del Gobierno al ser un genérico, ser de aplicación universal, sin contraindicaciones, carece de efectos secundarios (bien administrado) y es extraordinariamente barato. No obstante descarto cualquier incidencia en la marcha docente de nuestro pupilos como no sea a nivel individual (yo me he encontrado pocos que valoren esta docencia “no técnica”
Cuando el joven Freud estaba en formación, fue a ver a Charcot en París. Charcot había demostrado una cosa: el poder del alma, es decir, en términos más lacanianos: el poder del habla. En una época de gran triunfo científico y grandes victorias de la medicina (Pasteur no estaba muy lejos) no se juraba más que por el cuerpo. La locura, cuyo modelo fue la parálisis general como consecuencia de la sífilis, era una enfermedad orgánica: las autopsias lo habían demostrado. Se tenía pues la idea de que también se iba a encontrar el origen orgánico de otras enfermedades mentales, y por lo tanto, el remedio. En psiquiatría todavía no se ha salido de esa ideología. Pues bien, lo que Charcot demuestra es que, por el mero poder de su palabra, él podía inocular un síntoma y curar a la persona al día siguiente. Era especialmente en esos casos que la cosa funcionaba bien, pero para un síntoma inicial (no provocado por él), era más difícil; sin embargo, incluso en esos casos a veces la cosa también funcionaba bien. Evidentemente, si eso hubiera tenido un origen orgánico, no se hubiera podido modificar tan fácilmente con un simple exhorto.
Creo que fue en una carta a su prometida, que se había quedado en Viena, que Freud explicó la sorda rebelión que se levantó en él contra el maestro Charcot, porque se permitía tomar a las personas por títeres.
¿Qué es lo que era operativo en el trabajo de Charcot? La hipnosis. ¿Qué es la hipnosis? La transferencia, es decir, justo esta sujeción al otro, ese deseo de volver a ser un niño para no tener más que obedecer. ¿Qué es lo que funciona en el chamanismo, la brujería, la magia, el candomblé? La hipnosis, es decir, siempre ese deseo infantil de sentirse protegido por alguien que sabe. Lacan lo llamaba “el sujeto supuesto saber”
¿Cómo funciona eso del chamanismo, la brujería, la magia, el candomblé? El maestro de ceremonias hace saber que él es el maestro [maître]; él hace saber que sabe. Para ello, se sirve de la palabra: oraciones, canto, encantamientos, a través de los cuales él hace saber que está conectado con el saber de los ancestros, eventualmente con el de los dioses, ya que los ancestros y los dioses es un poco la misma cosa. En oriente se tiene la costumbre de tener en la casa un templete dedicado a los ancestros, a los que se rinde homenaje mediante ofrendas regulares. Dios está reputado en todas partes como omnisciente y omnipotente. A través de su voz, el maestro hace escuchar esta omnisciencia dándole omnipotencia, que no es otra cosa que recordar el estatuto de los padres cuando éramos niños. En esa época, no sabíamos nada y ellos lo sabían todo; nosotros no podíamos nada, ellos lo podían todo.
Eh ahí lo que funciona en las terapias tradicionales y también en medicina, pues las victorias de la medicina han hecho de los médicos personajes próximos a los dioses. Curan por su ciencia, pero también por el efecto mágico que no dominan del todo y del que casi siempre ignoran sus resortes, pero que, a pesar de todo, eso marcha…
¿Qué hacen las nuevas terapias, casi todas de origen americano? Se inventan una nueva casi cada semana. Gelstalt therapy, EMDR, EFT, por no hablar de la difunta bio-energía que no obstante tuvo su hora de gloria y de la que apenas se habla ahora. Todas esas terapias, y digo bien, todas, funcionan, sin saberlo, con el descubrimiento de Charcot. Todas se presentan como más novedosas las unas que las otras y en realidad no hacen más que volver a lo que había antes de Freud. Contrariamente a la psiquiatría, que pone un medicamento en el centro, estas terapias ponen en el centro la palabra. Pero la palabra del amo-maestro (maître) Se hacen encantamientos, oraciones, gestos mágicos, en los que el terapeuta se erige claramente en conductor, es decir, exactamente en lo que espera la persona que se queja, que es como un niñito perdido que no pide más que ser guiado. Y muy frecuentemente, en efecto, el síntoma es la única vía que la persona ha encontrado para decir su malestar, su indecisión, su angustia, ante ciertas situaciones en las que se siente perdida.
A título de ejemplo podría hablar de las mujeres que son pegadas, engañadas, despreciadas por su compañero y que vienen a quejarse amargamente y… que no se van. O aun, esa mujer que actualmente visito y que no recibe palizas ni es engañada, pero que debe someterse a un penoso tratamiento hormonal constrictivo e incluso peligroso para su salud, pues su marido quiere hijos mientras que ella no. Y, sin quererlo, ella se somete cuanto menos a ese tratamiento que fracasa regularmente gracias a los buenos cuidados de su inconsciente. ¡Pero a qué precio para su organismo!
¿Qué quiere decir esto? Que hay dos tendencias, tanto en las mujeres como en todo el mundo, en la que una se queja de la situación mientras la otra se satisface. La primera está del lado de la rebelión, la segunda del lado de la sumisión, que no es menos deseo que la primera.
Yo he hecho la experiencia de la hipnosis con uno de mis amigos que es hipnotizador y con otro amigo que practica la EMDR y EFT. Conmigo, eso no va, puesto que he hecho un análisis y no me encuentro en el estado de buscar a un amo-maestro (maître) para dejarme guiar. Pudiera ser que me encontrara, sin saberlo, en rebelión contra cualquier amo-maestro. Los dos aspectos están presentes, creo, en todo el mundo, en proporciones que pueden variar de uno a otro extremo. La rebelión sirve tanto para la construcción como para la sumisión. No quiero decir que todos los procesos psíquicos se reduzcan a eso. El ser humano es complejo. Quisiera únicamente subrayar lo que opone el psicoanálisis a los demás métodos terapéuticos a fin de comprender qué es escuchar.
Lo que destaco es esa actitud de sumisión a alguien que supuestamente sabe, en la que se encuentra quien está bajo transferencia. Y a los enfermos no les queda más remedio que someterse a esa transferencia. ¿Por qué? Porque no entienden. No saben nada. El saber está del lado del médico, del psicólogo, de la enfermera, pero no de su lado.
La condición del paciente es la del niñito que no sabe nada y lo espera todo de sus padres; y la condición del médico o de cualquier sanitario (psicólogo, enfermera, médico, psiquiatra) es la del mago. ¿Por qué la del mago? Porque el enfermo no entiende nada y no sabe nada. Lo espera todo del médico o del sanitario y el saber del médico actúa según rituales, que es hasta donde se ve desde el lado del enfermo: los rituales, el pase de visita, el hacer salir a los familiares cuando entran los médicos -saber oculto a los ojos profanos que solo pueden percibir quienes están del otro lado formando la pareja mágica médico y enfermo- la toma de medicamentos que funcionan de un modo mágico, las pruebas especiales, los análisis, el quirófano -lugar donde se opera el máximo ritual- etcétera.
Pero es que eso es así. Efectivamente, eso no se puede deshacer. No hay manera de que eso no ocurra, por la sencilla razón de que el enfermo efectivamente no sabe algo que le ocurre en su interior y en esta ocasión es cierto que hay alguien afuera que sí lo sabe.
Pero es falso que esta situación no se pueda modificar y que el enfermo deje de estar en transferencia (positiva o negativa, que de eso hay que hablar) con el sistema sanitario. ¿En qué condiciones ocurre eso? Pues cuando lo que se transfiere a ese saber del médico, que por lo general es para el paciente el saber del mago, no es un saber sobre lo oculto, sobre lo inconsciente de uno, lo extraño de uno mismo, sino un saber científico. Es la única manera de romper la transferencia y dejar de estar como el niñito dependiente del saber de los padres (el médico o los sanitarios) a través de los cuales hablará la omnipotencia de un dios, y poner en su lugar un saber científico compartido.
Seguiré todavía con Abibon.
JM Gasulla
La rebelión de Freud contra Charcot sembró un grano que tardó en germinar, hasta que Freud comprendió que había que invertir la maniobra: dar la palabra a los que se quejaban. A través de su queja, desea volver a hallarse en ese estado de niñito dependiente. Sea; pero en vez de entrar a fondo en ese juego, se le van a dar los medios para darse cuenta. Desde esa perspectiva, curar es secundario. Comprender “qué” se es, “qué” no se es, construirse, ese es el nuevo objetivo. Y, como dice Lacan, la curación viene por añadidura. No siempre ocurre, y no porque el psicoanálisis no sea eficaz, como dicen numerosos detractores, sino porque para una parte del sujeto la enfermedad es necesaria, o necesita un amo-maestro o, incluso, la posición infantil le resulta imprescindible. ¿Y con qué derecho nos creeríamos que hay que sacar al sujeto de esta posición? Si nos ponemos en su sitio, nos quedamos en el lugar de aquél que sabe lo que es bueno para él, ¡lo que lo pondría en una situación infantil! o, en otros términos, lo que se me ha ocurrido decirle a este o aquél analizante cuando acaba de darse cuenta que no es un bloque y que tiene sentimientos contradictorios: Los dos sentimientos de los que usted se acaba de dar cuenta, son los dos suyos. ¿Por qué tendría que tomar partido por uno más que por el otro? Los dos, es usted mismo. No puedo saber cuál es el mejor para usted, puesto que usted mismo duda entre ambos. La elección le pertenece a usted: el uno, el otro, o los dos a la vez, como ha sido así hasta ahora, pero sabiéndolo.
Eh aquí por qué escuchar: en vez de someterse a la palabra del amo-maestro, es decir, por su mediación, o de los ancestros y de los dioses que han transmitido su poder y su saber a los padres, el psicoanálisis les propone a los analizantes tomar la palabra a fin de desmontar los mecanismos de su sumisión tanto como los de su rebelión, es decir, los mecanismos de la transmisión. ¿Qué es lo que les ha sido transmitido de los ancestros de la familia por medio de los padres? ¿Cuál es su lugar y su función en esa cadena? Y, finalmente, ¿qué lugar elegirían ocupar en la cadena significante, es decir, en el lenguaje? Pues se cae en la cuenta en la corriente de este ejercicio que la cadena de transmisión histórica no desarrolla más que una modalidad de esa gran estructura que es el lenguaje. Cualquiera que sea su elección, al final del recorrido, seguramente no se habrán curado necesariamente, sino que habrán producido algo que es no obstante fuente de alivio: el sujeto.
"El papel del psicoanalista es esencialmente un papel de escucha, lo que pasa por un no-juicio. No juicio y no consejos. En ocasiones, las personas piden consejos; me dicen: ¿de qué me sirve usted si no me da consejos? En general respondo: Desde que nació, ha estado rodeado de personas que le han dado consejos: mire dónde está todavía; ¿está mejor? Esta explicación suele estar bien aceptada, pero hay que darla. El consejo es una forma de juicio; significa que el aconsejador sabe mejor que el aconsejado lo que es bueno para él. Se está en la infantilización. Si uno se siente juzgado, seguidamente se tiene la tendencia a no decir nada más, ni siquiera para abordar cualquier cuestión en la que se arriesgue a pasar vergüenza, que es el sentimiento de quien se siente juzgado. En consecuencia, todo consejo y todo juicio no pueden ir más que en el sentido de la censura."