El pase de visita o el lenguaje como autacoide

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JM Gasulla

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Nov 3, 2011, 8:30:15 AM11/3/11
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El pase de visita (1)
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Una de las personas a quien en más alta estima tengo (afectiva y profesional) me sugirió un tema para este foro. Al principio yo no entendí bien su propuesta, pero me la ha ido aclarando. Creo que lo que dice es tan bueno, que no va a admitir interpretaciones mías, de modo que lo copiaré tal cual me lo ha enviado.

Antes, un comentario sobre el título de este hilo a modo de introducción a lo suyo. 

El título hace alusión a dos cosas: por una parte, al pase de visita de los pacientes que están ingresados o, visto también desde otra vertiente, a la posición subjetiva del paciente ingresado y, por otra parte, al efecto terapéutico del lenguaje. 

El título lo había puesto antes de recibir su último mensaje en el que él, precisamente, hace referencia directa al efecto del lenguaje como elemento terapéutico de primera magnitud, "gratuito" para el sistema público de salud. El lenguaje es un autacoide, es decir, un elemento terapéutico interno e inherente al "animal": hablar alivia o "jode" las cosas, de modo que ¡cuidado con lo que se dice! y me estoy refiriendo a ese efecto terapéutico o nocivo del lenguaje. 

Como nuestro amigo dirá en su carta, el enfermo ingresado está en una situación de vulnerabilidad en la que no está el enfermo que viene a la consulta externa o acude al consultorio. La vulnerabilidad no proviene únicamente por la gravedad de su padecimiento, sino que además es vulnerable porque está "extraído" de su entorno social y "sumergido" en otro entorno social desconocido, incluso hostil, del que probablemente se defienda sometiéndose o rebelándose y en el que él no es más que un objeto. Habrá  que ver con más detalle esto, porque, en definitiva, no somos animales, ni los pacientes tampoco, aunque a veces los tratemos como tales.

Uno de esos franceses a los que leo de vez en cuando, Richard Abibon, publicó un artículo en Facebook que ha titulado Qu'est-ce qu'écouter?  al que se puede acceder haciendo clic sobre el título. Está en francés y quizás eso sea un inconveniente serio para algunos. No obstante, no me voy a resistir a traer aquí algunos fragmentos traducidos. Es muy esclarecedor o sugerente.

Pero no voy a seguir con el francés ni conmigo, ya volveré si ha lugar, sino que sin más copio y pego el mensaje que me ha enviado mi amigo, porque es ahí donde vamos a encontrar lo bueno.

JM Gasulla  

JM Gasulla

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Nov 3, 2011, 8:42:17 AM11/3/11
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El pase de visita (2)
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Sin más, copio un fragmento de uno de los mensajes de nuestro amigo. Es alguien que piensa en lo que hace. Alguien de quien tomar lecciones. Y lo digo no solo porque lo admire, sino que lo admiro por lo que hace y dice. Diré que es una admiración justificada (Él dirá que no y me lo tendré que oír después de esto).

Yo te diré más o menos lo que me vaya saliendo en cuanto al enunciado mencionado. Ya te dije que no tengo nada estructurado es simplemente la constatación de un hecho que he repetido hasta la saciedad y que por obvio, curiosamente, nadie le ha hecho el caso, diferenciado, no es tomar la temperatura diariamente) que exige, desde el punto de vista docente.

 

[...]

 

Como hecho minidiferencial con la relación con el enfermo de la consulta externa encuentro algunas “realidades”

* La presunta gravedad del cuadro que justifica el ingreso

* El aislamiento del lugar de residencia (no esta en casa) que significa el ingreso

* El afloramiento muchas veces de problemas familiares durante el ingreso

* La impronta diagnóstica que le sugiere al paciente el estar “recluido”

* La dicotomía que se puede establecer entre lo que se informa a la familia y lo que se le dice al paciente (frecuente, y el paciente lo sabe)

* La presencia diaria y continua (pero en turnos de comportamiento desigual) de la enfermería

* Otros facultativos a los que se interconsulta y que en muchas ocasiones están por menos puñetas. Te exploran y entonces te informan (esto es un grave problema muchas veces porque se interfiere en la dinámica de relación con el paciente)

* Las exploraciones complementarias son productoras de ansiedad y se “asumen” en soledad……etc

* Hay otras muchas, que pueden salir de la discusión o el estudio de los comportamientos presenciados y de la experiencia acumulada del observador “motivado”.

 

Por supuesto a todo esto se añade la interferencia de la praxis de muchos de los médicos altamente discutible ya sea por bisoñez (generalmente Resistentes) o lo peor la “incompetencia médico-emocional” (del paciente) de muchos de los ya titulados (!!!Especialistas quirúrgicos¡¡¡…)


Es a los primeros, a los que se les podía “informar” de la existencia de este grandísimo medicamento que además goza de todo el apoyo del Gobierno al ser un genérico, ser de aplicación universal, sin contraindicaciones, carece de efectos secundarios (bien administrado) y es extraordinariamente barato. No obstante descarto cualquier incidencia en la marcha docente de nuestro pupilos como no sea a nivel individual (yo me he encontrado pocos que valoren esta docencia “no técnica”


JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 4, 2011, 8:38:44 AM11/4/11
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El pase de visita (3)
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(Si lo sabía yo... ji, ji, ji)

Entiendo que el conjunto de notas tomadas durante los pases de visita que figuraban en el mensaje (2) puede ordenarse según el criterio de diversas categorías.

Esto es así porque, a mi modo de entender, no hay una observación pura, como sería la quimera de un ojo desprovisto de intención, sino que no solo se observa o se comprende desde la acción subterránea de un deseo, sino también desde la más prosaica de una teoría, las más de las veces científica.

La situación que parece describir las notas puede figurarse o escenificarse propedéuticamente en una escena en la que un sujeto, el enfermo, se encuentra en un estado de dependencia extrema. Esta dependencia es física (hay que cuidarlo, darle o traerle la comida, hacerle la cama, recibir las visitas en horarios no prohibidos, a veces vestirlo y en ocasiones limpiarlo), psíquica (el diagnóstico médico es alienante: ver artículo colgado en Google Docs: La organización de la subjetividad en el acto médico ) y social, pues el entorno hospitalario es un entorno social en el que el enfermo está alienado, comunicándose en un lenguaje que desconoce y en el que incluso dice tonterías y sometido a unas normas sobre las que no tiene ningún poder de decisión de cambiarlas, ni siquiera de votar en contra, e imponer las suyas o, al menos, encontrar la manera en la que sus normas encajen con las del hospital; su papel en ese conjunto social es el del cadáver o, quizás mejor, el muerto viviente.

Del lado de la institución, o de lo que quizás convendría llamar "el Orden médico", todo cuanto está contenido en las paredes del edificio hospitalario, trabaja con el principio que todo lo domina, de la alienación del enfermo. Es "el enfermo", o sea, que está ahí no en tanto sujeto, sino en tanto interpreta un guión escrito y dictado por otros: el enfermo, el buen enfermo. El buen enfermo, el mejor enfermo, es el muerto, el que se somete plenamente al orden médico establecido, el cadáver que se deja abrir y escudriñar o, en su defecto, el vivo que escenifica ese cadáver.

Ese es el escenario.

Ahora, vamos al drama.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 4, 2011, 9:26:26 AM11/4/11
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El pase de visita (4)
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Por drama me refiero a lo que ocurre en ese escenario del que he hablado en el mensaje (3) y que había construido a partir de las notas que nuestro compañero había tomado durante los pases de visita hospitalarios, en el enfermo ingresado.

Digo que sus notas, como mis comentarios, figuran y se realizan en tanto hay, por un lado, un deseo y, por otro, una teoría en la que esas notas tienen cabida: las cosas deberían hacerse bien, según pensamos que es que las cosas se hagan bien. Digo teoría y no ojo desnudo y observación pura, porque eso no existe. Y teoría es aquí, sin más, una serie de conceptos, proposiciones y "prejuicios" racionales a partir de los cuales observamos y pensamos, e incluso sobre lo que algunos más chalados hacen matemáticas y filosofías.

Huyo de los humanismos. En consecuencia, le pido a nuestro criterio de análisis la misma racionalidad que le pedimos a  la racionalidad de la ciencia. Dejo de lado, pues, lo que serían normas sociales de conducta, buenas maneras, sumisiones a la voluntad del que sufre, vestir, dar de comer, acoger, al menesteroso. El abordaje que vayamos a hacer del drama que se escenifica en el escenario, ha de ser científico, razonado y  sometido al cedazo de la racionalidad, y no de las buenas costumbres.

Mi análisis tiene como referencia, ahora, un libro de Jean Clavreul L'Ordre médical Seuil. 1978.

Dicho de otro modo: si vamos a tener en cuenta al paciente y no solo la enfermedad, tenemos que saber por qué, y esa razón ha de tener un fundamento racional. ¿Por qué hay que tener en cuenta al enfermo de un modo distinto al muerto viviente o al cadáver de la medicina? ¿Qué justificación racional hay para que tengamos que considerar al enfermo como distinto al muerto viviente o al sujeto alienado del diagnóstico y de la norma social hospitalaria?

Empiezo por algo, lo más intuitivo posible. Después a lo mejor logramos darle una forma lógico-matemática.

El escenario y el drama que se interpreta en él es, desde la intuición, lo que podemos llamar "transferencia". Podemos ocuparnos de dar una visión intuitiva de qué es eso de la transferencia y, después, intentar darle una consistencia menos intuitiva y más racional.

Copio un fragmento de la traducción del artículo que publicó en Facebook Richard Abibon, y del que me hacía eco en el primer mensaje de esta serie: Qu'est-ce qu'écouter?  Como el fragmento es extenso, lo dividiré en un par de mensajes para facilitar su lectura.

Cuando el joven Freud estaba en formación, fue a ver a Charcot en París. Charcot había demostrado una cosa: el poder del alma, es decir, en  términos más lacanianos: el poder del habla. En una época de gran triunfo científico y grandes victorias de la medicina (Pasteur no estaba muy lejos) no se juraba más que por el cuerpo. La locura, cuyo modelo fue la parálisis general como consecuencia de la sífilis, era una enfermedad orgánica: las autopsias lo habían demostrado. Se tenía pues la idea de que también se iba a encontrar el origen orgánico de otras enfermedades mentales, y por lo tanto, el remedio. En psiquiatría todavía no se ha salido de esa ideología. Pues bien, lo que Charcot demuestra es que, por el mero poder de su palabra, él podía inocular un síntoma y ​​curar a la persona al día siguiente. Era especialmente en esos casos que la cosa funcionaba bien, pero para un síntoma inicial (no provocado por él), era más difícil; sin embargo, incluso en esos casos a veces la cosa también funcionaba bien. Evidentemente, si eso hubiera tenido un origen orgánico, no se hubiera podido modificar tan fácilmente con un simple exhorto.

Creo que fue en una carta a su prometida, que se había quedado en Viena, que Freud explicó la sorda rebelión que se levantó en él contra el maestro Charcot, porque se permitía tomar a las personas por títeres.

¿Qué es lo que era operativo en el trabajo de Charcot? La hipnosis. ¿Qué es la hipnosis? La transferencia, es decir, justo esta sujeción al otro, ese deseo de volver a ser un niño para no tener más que obedecer. ¿Qué es lo que funciona en el chamanismo, la brujería, la magia, el candomblé? La hipnosis, es decir, siempre ese deseo infantil de sentirse protegido por alguien que sabe. Lacan lo llamaba “el sujeto supuesto saber”

¿Cómo funciona eso del chamanismo, la brujería, la magia, el candomblé? El maestro de ceremonias hace saber que él es el maestro [maître]; él hace saber que sabe. Para ello, se sirve de la palabra: oraciones, canto, encantamientos, a través de los cuales él hace saber que está conectado con el saber de los ancestros, eventualmente con el de los dioses, ya que los ancestros y los dioses es un poco la misma cosa. En oriente se tiene la costumbre de tener en la casa un templete dedicado a los ancestros, a los que se rinde homenaje mediante ofrendas regulares. Dios está reputado en todas partes como omnisciente y omnipotente. A través de su voz, el maestro hace escuchar esta omnisciencia dándole omnipotencia, que no es otra cosa que recordar el estatuto de los padres cuando éramos niños. En esa época, no sabíamos nada y ellos lo sabían todo; nosotros no podíamos nada, ellos lo podían todo.

Eh ahí lo que funciona en las terapias tradicionales y también en medicina, pues las victorias de la medicina han hecho de los médicos personajes próximos a los dioses. Curan por su ciencia, pero también por el efecto mágico que no dominan del todo y del que casi siempre ignoran sus resortes, pero que, a pesar de todo, eso marcha…

En todos los casos, la palabra está en el Maître (amo-maestro).  

Charcot era un gran médico, un jefe de filas, y actuaba como tal: el paciente era un juguete, un cadáver viviente, al que se podía exhibir y hacerle hacer lo que se quisiera: les "inoculaba" un síntoma, una parálisis, por medio de la palabra, y al día siguiente se lo curaba. ¡Fantástica demostración circense! Destaco: el enfermo, las enfermas, hospitalizadas, cumplían perfectamente su papel de muertos vivientes.

Hay todavía una cosa a destacar. Maître, en francés, tiene dos acepciones en español: maître es un maestro, alguien que sabe o que domina una actividad, y que está en disposición de enseñarla; y maître es también un amo, el amo en sentido fuerte de "el amo del esclavo", el que domina, el que dicta, aquél cuya voluntad es ley y cumplimiento obligado. Al traducir el texto, es necesario tener siempre presente que las dos acepciones españolas están incluidas en un solo vocablo, y que no deben separarse: ambas son válidas. No obstante, en ocasiones el contexto permite tomar una u otra de las dos acepciones, como "maître d'école", que debe traducirse claramente por "maestro de escuela", porque "amo de escuela" no tiene sentido.

Sigo en otro mensaje

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 4, 2011, 1:13:42 PM11/4/11
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El pase de visita (5)
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Estaba en lo que dice Abibon en torno a la transferencia. La transferencia es la suposición de que otro (brujo, mago, chamán, médico, psiquiatra, catedrático, el sabio) sabe algo de ti que tú no sabes.

Es imposible que haya transferencia sin que previamente no exista en mi la percepción interna de que hay algo en mí que desconozco. De hecho, no es que haya algo de mí que desconozco, sino que de mi lo ignoro prácticamente todo. No sé quién piensa dentro de mí, no sé qué se piensa dentro de mi (porque no entiendo mis sueños), no entiendo qué le ocurre a mi cuerpo, ni entiendo lo que le ocurre ni como funciona mi pensamiento. De mí lo desconozco casi todo, desde el interior del cuerpo (incluso en lo superficial: no me veo la espalda o lo que tengo detrás del frente) hasta el interior de mi pensamiento y la naturaleza íntima de mi pensamiento. 

Hay transferencia cuando tengo el sentimiento de que otro, fuera de mí, sabe lo que hay dentro de mi, que conoce mi pensamiento, que conoce mis intenciones, que conoce mi lado oscuro, cuando yo lo desconozco. Llamamos, pues, transferencia a esa suposición transferida sobre otro, de que sabe de mí lo que en mí permanece oculto para mí. Es cierto que la transferencia nace en la infancia, cuando uno ya tiene el pensamiento formado (una racionalidad lógica) y descubre que los demás, en especial los padres, lo saben todo de todo y de uno mismo, cuando uno mismo lo ignora todo de todo y de sí mismo (lo tenemos que aprender) La gente teme al médico, y más aún al psiquiatra o al psicólogo, porque les descubrirán algo malo, o simplemente lo que se ignora de sí mismo, que no debe salir a la luz, en su interior, sea corporal o psíquico (habrá que volver sobre el papel de la vergüenza en la clínica y en la práctica médicas)

Sigo con Abibon, a ver qué nos va esclareciendo:

¿Qué hacen las nuevas terapias, casi todas de origen americano? Se inventan una nueva casi cada semana. Gelstalt therapy, EMDR, EFT, por no hablar de la difunta bio-energía que no obstante tuvo su hora de gloria y de la que apenas se habla ahora. Todas esas terapias, y digo bien, todas, funcionan, sin saberlo, con el descubrimiento de Charcot. Todas se presentan como más novedosas las unas que las otras y en realidad no hacen más que volver a lo que había antes de Freud. Contrariamente a la psiquiatría, que pone un medicamento en el centro, estas terapias ponen en el centro la palabra. Pero la palabra del amo-maestro (maître) Se hacen encantamientos, oraciones, gestos mágicos, en los que el terapeuta se erige claramente en conductor, es decir, exactamente en lo que espera la persona que se queja, que es como un niñito perdido que no pide más que ser guiado. Y muy frecuentemente, en efecto, el síntoma es la única vía que la persona ha encontrado para decir su malestar, su indecisión, su angustia, ante ciertas situaciones en las que se siente perdida.

A título de ejemplo podría hablar de las mujeres que son pegadas, engañadas, despreciadas por su compañero y que vienen a quejarse amargamente y… que no se van. O aun, esa mujer que actualmente visito y que no recibe palizas ni es engañada, pero que debe someterse a un penoso tratamiento hormonal constrictivo e incluso peligroso para su salud, pues su marido quiere hijos mientras que ella no. Y, sin quererlo, ella se somete cuanto menos a ese tratamiento que fracasa regularmente gracias a los buenos cuidados de su inconsciente. ¡Pero a qué precio para su organismo!

¿Qué quiere decir esto? Que hay dos tendencias, tanto en las mujeres como en todo el mundo, en la que una se queja de la situación mientras la otra se satisface. La primera está del lado de la rebelión, la segunda del lado de la sumisión, que no es menos deseo que la primera.

Yo he hecho la experiencia de la hipnosis con uno de mis amigos que es hipnotizador y con otro amigo que practica la EMDR y EFT. Conmigo, eso no va, puesto que he hecho un análisis y no me encuentro en el estado de buscar a un amo-maestro (maître)  para dejarme guiar. Pudiera ser que me encontrara, sin saberlo, en rebelión contra cualquier amo-maestro. Los dos aspectos están presentes, creo, en todo el mundo, en proporciones que pueden variar de uno a otro extremo. La rebelión sirve tanto para la construcción como para la sumisión. No quiero decir que todos los procesos psíquicos se reduzcan a eso. El ser humano es complejo. Quisiera únicamente subrayar lo que opone el psicoanálisis a los demás métodos terapéuticos a fin de comprender qué es escuchar.

Lo que destaco es esa actitud de sumisión a alguien que supuestamente sabe, en la que se encuentra quien está bajo transferencia. Y a los enfermos no les queda más remedio que someterse a esa transferencia. ¿Por qué? Porque no entienden. No saben nada. El saber está del lado del médico, del psicólogo, de la enfermera, pero no de su lado.

La condición del paciente es la del niñito que no sabe nada y lo espera todo de sus padres; y la condición del médico o de cualquier sanitario (psicólogo, enfermera, médico, psiquiatra) es la del mago. ¿Por qué la del mago? Porque el enfermo no entiende nada y no sabe nada. Lo espera todo del médico o del sanitario y el saber del médico actúa según rituales, que es hasta donde se ve desde el lado del enfermo: los rituales, el pase de visita, el hacer salir a los familiares cuando entran los médicos -saber oculto a los ojos profanos que solo pueden percibir quienes están del otro lado formando la pareja mágica médico y enfermo- la toma de medicamentos que funcionan de un modo  mágico, las pruebas especiales, los análisis, el quirófano -lugar donde se opera el máximo ritual- etcétera.

Pero es que eso es así. Efectivamente, eso no se puede deshacer. No hay manera de que eso no ocurra, por la sencilla razón de que el enfermo efectivamente no sabe algo que le ocurre en su interior y en esta ocasión es cierto que hay alguien afuera que sí lo sabe. 

Pero es falso que esta situación no se pueda modificar y que el enfermo deje de estar en transferencia (positiva o negativa, que de eso hay que hablar) con el sistema sanitario. ¿En qué condiciones ocurre eso? Pues cuando lo que se transfiere a ese saber del médico, que por lo general es para el paciente el saber del mago, no es un saber sobre lo oculto, sobre lo inconsciente de uno, lo extraño de uno mismo, sino un saber científico. Es la única manera de romper la transferencia y dejar de estar como el niñito dependiente del saber de los padres (el médico o los sanitarios) a través de los cuales hablará la omnipotencia de un dios, y poner en su lugar un saber científico compartido.

Seguiré todavía con Abibon.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 4, 2011, 2:30:04 PM11/4/11
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El pase de visita (6)
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Hablaba en el mensaje (5) de los rituales médicos y hospitalarios. Un ritual mágico es aquello que se repite sin saber por qué, pero que produce un efecto o se espera que produzca un efecto.

Hacer salir a los familiares de la habitación cuando entran los médicos forma parte de esos rituales incomprensibles y que refuerzan la magia. No se dan explicaciones de por qué han de salir de la habitación. ¿Hay alguna razón para ello? Pues dígase o, al menos, que se tenga claro el porqué. Si ni médicos ni familiares ni paciente saben por qué la familia ha de salir de la habitación cuando entra la troupe, ni que sea por el pudor del propio paciente o de lo que ha de decir, o se le ha de hacer una cura, o se prohíbe la entrada a algún sitio, o lo que sea, sin una razón clara, se está en la magia. Y estando en la magia, el médico se pone en la situación del mago y el enfermo y lo que le acompaña, en situación infantil, se infantiliza la situación.

¿Por qué en la magia? Porque la magia no da cuenta de su saber, no sabe el mago el porqué es efectivo el ritual que desarrolla. Lo único que sabe es que las cosas se han de hacer según un ritual cuyo origen, causas, motivaciones, modificaciones, no se conocen. Son ancestrales y se repiten tal cual, o se inventan, pero siempre dando la apariencia de invocar a una fuerza mayor que uno  o, en el caso de la práctica médica, invocando una razón ad hoc. ¿Por qué han de salir los familiares? ¿Por qué ha de hacer tal cosa el enfermo? ¿Por qué ha de dejar de hacerla? Se puede inventar o mentir para responder ahí, pero sépase que lo que está en juego es la verdad y que una mentira se paga. 

¿Por qué ha de salir la familia cuando se va a hacer una cura? Para evitar infecciones, se dice; o para que si alguien se desmaya, no interrumpa el proceso, se dice también. Bueno, vale. La excusa está lograda pero ¿es verdad eso, o es más bien el ejercicio de un poder lo que se pone en juego? y si es el ejercicio de un poder ¿por qué? ¿Para qué es necesario ejercer ese poder, si no es para infantilizar la situación y facilitar la transferencia? ¿No sería aquí necesaria una actitud científica o psicoanalítica? ¿No hay ahí, se reconozca o no, alguna razón personal, de sentimiento y reforzamiento del yo de quien actúa de ese modo, para encubrir su verdadero sentimiento de inferioridad? Pienso que si.

No respetar el pudor del enfermo, sea mostrando impúdicamente su cuerpo a otros o hablando y preguntando por su intimidad en presencia de otros, sin ningún recato, es, aparte de una grosería punible (una burrada, una animalada, por decirlo en lenguaje común), un ritual de infantilización o, mejor, de cadaverización del enfermo: usted no importa, aquí no vale su pudor, aquí se tiene que abrir en canal y mostrar sus vísceras (psíquicas o físicas) a todos. Usted no importa: importa su cuerpo y su mente como objetos. La cosa está entre la posición mágica y la posición religiosa: el cuerpo no importa, importa el ente supremo de la medicina, que es la enfermedad, de la que solo conocen sus rituales y secretos los profesionales de la salud. Posición mágica o religiosa, pero no científica o psicoanalítica.

Hay más cosas, como reforzar la posición de autoridad y distancia del que figura que sabe o que es de un rango social superior y que le recuerda al enfermo y a los familiares que están en posición de inferioridad clara. Un médico que necesita hacer gala de su posición de autoridad (paterno-materna para el caso), se sale de la posición científica para entrar en la posición del mago. No pasa nada, no obstante; pero que se sepa. Eso es establecer castas, y la existencia de castas se organiza por aquello que en su día hablamos aquí en torno a un sistema fálico de pensamiento, que jerarquiza. Como que nadie es más que otros, es necesario buscarse una excusa para imaginarse superior, pero en el fondo lo que se oculta con esa actitud es una tremenda inseguridad en su persona y un gran desconocimiento de eso que desconocemos de nosotros mismos y que se trata, de últimas, de conocer para vivir mejor.

Por otra parte ¿es necesario que estemos en posición científica o, mejor aún, en posición de psicoanalista (insisto en lo de "en posición", que no hay que confundir con la melonada frecuente de que ahora todos psicoanalistas)? Hasta no hace mucho, la práctica de la medicina se ha contentado con la posición mágica o religiosa, y era muy extraño encontrar a un médico en posición científica (en el lado del signo, en nuestra "puerta del consultorio médico") o psicoanalítica (del lado del síntoma en nuestra "puerta del consultorio médico"). ¿Por qué, pues, estar en posición científica o psicoanalítica en el ejercicio de la medicina? ¿Qué razón hay para rechazar la posición mágica o religiosa? Pues porque, entre otras que habrá que ir comprendiendo, desde la ciencia (menos, que solo de la formal) y desde el psicoanálisis (que se está del lado de la verdad como causa) se está del lado de la verdad, mientras que en la religión o en la magia, se está del lado de la creencia. Todavía no es razón suficiente, pero nos vamos acercando.

Acabo con Abibon:

La rebelión de Freud contra Charcot sembró un grano que tardó en germinar, hasta que Freud comprendió que había que invertir la maniobra: dar la palabra a los que se quejaban. A través de su queja, desea volver a hallarse en ese estado de niñito dependiente. Sea; pero en vez de entrar a fondo en ese juego, se le van a dar los medios para darse cuenta. Desde esa perspectiva, curar es secundario. Comprender “qué” se es, “qué” no se es, construirse, ese es el nuevo objetivo. Y, como dice Lacan, la curación viene por añadidura. No siempre ocurre, y no porque el psicoanálisis no sea eficaz, como dicen numerosos detractores, sino porque para una parte del sujeto la enfermedad es necesaria, o necesita un amo-maestro o, incluso, la posición infantil le resulta imprescindible. ¿Y con qué derecho nos creeríamos que hay que sacar al sujeto de esta posición? Si nos ponemos en su sitio, nos quedamos en el lugar de aquél que sabe lo que es bueno para él, ¡lo que lo pondría en una situación infantil! o, en otros términos, lo que se me ha ocurrido decirle a este o aquél analizante cuando acaba de darse cuenta que no es un bloque y que tiene sentimientos contradictorios: Los dos sentimientos de los que usted se acaba de dar cuenta, son los dos suyos. ¿Por qué tendría que tomar partido por uno más que por el otro?  Los dos, es usted mismo. No puedo saber cuál es el mejor para usted, puesto que usted mismo duda entre ambos. La elección le pertenece a usted: el uno, el otro, o los dos a la vez, como ha sido así hasta ahora, pero sabiéndolo.

Eh aquí por qué escuchar: en vez de someterse a la palabra del amo-maestro, es decir, por su mediación, o de los ancestros y de los dioses que han transmitido su poder y su saber a los padres, el psicoanálisis les propone a los analizantes tomar la palabra a fin de desmontar los mecanismos de su sumisión tanto como los de su rebelión, es decir, los mecanismos de la transmisión. ¿Qué es lo que les ha sido transmitido de los ancestros de la familia por medio de los padres? ¿Cuál es su lugar y su función en esa cadena? Y, finalmente, ¿qué lugar elegirían ocupar en la cadena significante, es decir, en el lenguaje? Pues se cae en la cuenta en la corriente de este ejercicio que la cadena de transmisión histórica no desarrolla más que una modalidad de esa gran estructura que es el lenguaje. Cualquiera que sea su elección, al final del recorrido, seguramente no se habrán curado necesariamente, sino que habrán producido algo que es no obstante fuente de alivio: el sujeto.

Nosotros no somos psicoanalistas, sino médicos, de modo que estaríamos fuera de lugar si invirtiéramos nuestra posición y le pidiéramos al enfermo que se diagnosticara a sí mismo o que se pusiera a pensar sobre lo reprimido de sus dolores anginosos en el pecho. Nos vemos concernidos y constreñidos a mantenernos  en nuestro "despacho", del lado del signo, según el dispositivo de "la puerta del consultorio médico", cuando hacemos de médicos científicos. El saber está de nuestro lado, y hay que aplicarlo.

Ahora bien: ese saber no es nuestro. Está en los libros, en las publicaciones, en Internet. Lo aprendemos y lo usamos, no lo poseemos: lo tenemos en usufructo. Nadie es propietario del saber médico, de modo que, como no es un saber oculto, cerrado, misterioso o secreto, cualquiera puede tener acceso, y nuestros pacientes también.

Pero si cuando estamos en el lado del signo, dentro del espacio simbólico o imaginario del "despacho del médico" en nuestra "puerta del consultorio médico", nos debemos al saber común, social, el que es asequible a todos, cuando estamos en "la sala de espera" estamos en el saber insabido del paciente. Y si no queremos entrar a comprender nada de lo que le ocurre al paciente escuchándolo (eso que propone Abibon como único método), al menos hemos de saber que ese otro lado existe, y posee una lógica y unas normas singulares, distintas a las del interior del espacio imaginario del despacho. 

Si en el interior "mental" de nuestro "despacho" (insisto en que no es un lugar físico, pero la imagen creo que ayuda: se está en el interior de la consulta cuando pasando visita, se palpa un hígado, se ausculta un corazón o se interrogan los síntomas para convertirlos en signos cuando, en suma, se hace de médico) el sistema lógico que opera es la lógica clásica; mientras que en el espacio de la sala de espera o antesala, lo que opera es la lógica del sentido. Ya hemos hablado aquí de todo esto.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 8, 2011, 7:12:06 AM11/8/11
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El pase de visita (7)
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En el mensaje (6) hablaba de que si se hace salir a la familia cuando pasa visita la troupe médica, o se hace una cura, o se explora al enfermo, eso infantilizaba la situación (una cuestión de autoridad y de saber quién manda aquí) Obviamente que eso es un punto de vista discutible (nadie lo ha discutido ni me ha dicho nada, por otra parte) Puede ser, perfectamente, que a uno le moleste que lo miren cuando trabaja, y que por eso quiera hacer las cosas sin mirones.

Quería todavía añadir un párrafo de la traducción de Abibon

"El papel del psicoanalista es esencialmente un papel de escucha, lo que pasa por un no-juicio. No juicio y no consejos. En ocasiones, las personas piden consejos; me dicen: ¿de qué me sirve usted si no me da consejos? En general respondo: Desde que nació, ha estado rodeado de personas que le han dado consejos: mire dónde está todavía; ¿está mejor? Esta explicación suele estar bien aceptada, pero hay que darla. El consejo es una forma de juicio; significa que el aconsejador sabe mejor que el aconsejado lo que es bueno para él. Se está en la infantilización. Si uno se siente juzgado, seguidamente se tiene la tendencia a no decir nada más, ni siquiera para abordar cualquier cuestión en la que se arriesgue a pasar vergüenza, que es el sentimiento de quien se siente juzgado. En consecuencia, todo consejo y todo juicio no pueden ir más que en el sentido de la censura."

Desde luego, no somos psicoanalistas, pero sí que en esa teoría y en esa práctica, hay muchas cosas que nos interesan. Y en este caso, lo que pude interesarnos es comprender el papel del consejo en nuestra práctica médica. Esto es, la respuesta que le damos al enfermo, tanto en la conclusión sobre la causa de su padecimiento, como en los consejos a seguir para modificar el curso de su enfermedad.

Si el psicoanalista no puede aconsejar porque no sabe, el médico se encuentra, precisamente, con lo contrario: su práctica es la de la prescripción y el consejo. El médico no puede eludir esa posición de saber, porque si está ahí, como médico, es porque dice que sabe sobre algo. 

Obviamente, lo que dice no es sin efecto. Las palabras son efectivas. Fíjate si son efectivas, que escritas en fórmulas hacen bombas atómicas. Las palabras dichas a un enfermo no son inocuas.

¿Cómo se aprende a decir las cosas? ¿Hay en algún sitio un catálogo de frases, como un vademécum práctico de la receta de frases hechas? Puede que alguien tuviera la idea de hacerlo, pero según lo pienso, yo, pensaría que ese tipo estaría loco. 

Pero entonces, podríamos pensar, sí que puede hacerse el catálogo de cosas que no se deben decir nunca, porque está demostrado que eso es nocivo. Pues yo pienso que tampoco. 

Hay un trabajo que publicó Epstein  (lo cito a él porque lo conozco, y aunque el trabajó lo realizó su equipo, lo supervisó él) "Physician slef-disclosures in primary care visits. Enough about you, what about me?" (ARCH INTERN MED/VOL 167, JUNE 25, 2007; 1321-1326) en el que concluye que el médico no debe revelar datos sobre sí mismo, porque eso molesta a los pacientes. Según sus conclusiones (del autor que cito), el médico debe desproveerse de cualquier subjetividad y personalismo, y abstenerse de introducir sus gustos, creencias, opiniones, limitándose al acto médico en sí. Un robot, vaya.

Además: uno puede pensar lo que va a decir, pensando en los hipotéticos efectos de sus palabras, pero jamás se sabe cómo lo va a entender el otro.

De todos modos, para aprender a manejarse con la información que se transmite al enfermo, no hay, a mi modo de ver, ningún curso o receta instantánea. Es mejor repasar la experiencia de Balint, de la que hemos hablado en diversos hilos de este foro, para captar de qué se trata eso.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 8, 2011, 8:32:04 AM11/8/11
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El pase de visita (8)
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Iré acabando con este "capítulo", y no precisamente porque se haya agotado, que apenas se ha planeado, sino porque tengo la impresión que más que agotar el tema, lo que se agota es el personal de leerlo.

El diagnóstico médico es alienante. Lo expliqué y lo desarrollé en este artículo que no publiqué "La organización de la subjetividad en el acto médico" al que ya me referí en el mensaje (3) de este hilo. Cualquier consejo o comunicado que se le haga al enfermo o a los familiares en relación al diagnóstico, pronóstico y tratamiento, se da desde el saber, esto es, en el interior de ese espacio que hemos imaginado que es el interior de la consulta, en el que todo está significado por medio de un saber.

Creo que muchas personas (acaso la inmensa mayoría), no ha captado bien a qué me refiero con el dispositivo de la puerta del consultorio médico. La consulta del médico se caracteriza por crear dos espacios bien diferenciados. Ese espacio se genera por efecto del discurso médico sobre el discurso común. Uno de esos espacios es está regido por el síntoma y por la lógica del sentido. A ese espacio lo llamo "espacio de la sala de espera, o antesala", y el otro espacio está regido por el signo clínico y lo llamo "el interior de la consulta del médico" y está regido por la lógica del signo y la lógica común..

En el espacio del signo, todo ha de estar significado, todo ha de tener un significado. Y ahora imaginemos que un paciente, o un familiar (ya se que no es lo mismo), pregunta por algo que el médico no sabe. En tanto médicos, nos vemos impulsados, precisamente por esa posición de médico, que es la de saberlo todo sobre la enfermedad y el enfermo, lo que es bueno y lo que es malo, dar la apariencia de saber, etc., digo que nos vemos impulsados a darle un significado a lo que nos preguntan, cuando no lo hay. Respondemos desde el lado del significado, y pocas desde el lado del significante, esto es, desde el lado del sentido.

En esas situaciones, confundimos a la gente porque nosotros mismos estamos confundidos. No hemos aprendido a distinguir entre significante y significado, entre lógica clásica y lógica del sentido. Lo uniformamos todo, cuando son cosas que deben abordarse desde lógicas distintas e incluso invirtiendo la posición de saber. Hay que saber cuándo hay que cambiar de espacio, esto es, cuándo hay que utilizar la lógica del sentido y cuándo la lógica clásica, habida cuenta de que ambas se encuentran en lo que comúnmente llamamos "la razón".

Es patético ver a algunos médicos pelear con un enfermo o familiar por tener razón, cómo el médico se esfuerza en explicar, en mostrar su saber, en "enseñar" según esa "función apostólica" del médico de la que habló Balint, cuando se trata de que el paciente o el familiar, o todos, excepto el médico, están en otro espacio, utilizando otro lenguaje aunque el idioma sea el mismo (a veces, ni eso), otra lógica y otros argumentos. El médico, desarmado, en numerosas ocasiones acaba por querer imponerse como autoridad por temor a verse desposeído del sentido que le mantiene imaginariamente en su posición de médico, y para eso, es probable que no dude en mentir, inventar, decir tonterías. Eso suele llevar a los médicos a los tribunales. 

JM Gasulla
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