El camino del Cielo

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Edgardo Hector Ceol

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Jan 27, 2009, 7:40:23 AM1/27/09
to Amistad Rosacruz, Rosacruces Acuarianos, Portal Rosacruz


 

EL CAMINO DEL CIELO

Los tres duques de Gobi

 

En el año del Toro de Hierro los tres Duques de Gobi prestaron juramento sobre las amarillas arenas de antepasados. El Duque de Loo era ambicioso y tenía diez mil arqueros con arcos de bambú. El Duque Woo era orgulloso y tenía diez mil lanceros con borlas rojas en sus picas. Y el Duque de Koo era cruel y tenía diez mil caballeros con mazas de hierro.
Y los tres Duques efectuaron un solemne pacto de invadir el Reino Medio a través de la Puerta Norte se llama Foo Chow.
A la Octava Luna los ejércitos llegaron hasta la Gran Muralla y realizaron sus proclamaciones a las Cinco Provincias y al Emperador del Reino Medio.
Corría el año cuadragésimo séptimo de la Era de la Conducta Adecuada. Y el Emperador de China era débil y avanzado en años, y no tenía ganas de entablar una guerra.
Hizo sonar los grandes tambores sobre las murallas de la Ciudad Bermellón para que efectuasen su convocatoria a los Príncipes de Gran Cathay. Y se presentó ante ellos en la Corte de los Leones, y los setenta y dos Príncipes cubrieron sus rostros con sus mangas.
 El Emperador de la Conducta Adecuada colocó su pie izquierdo sobre la amarilla arena y se dirigió a los nobles con estas palabras:
- Mis Señores del Reino Medio: los tres Duques de la Gran Arena aprestaron sus ejércitos ante las murallas, desafiándonos a salir a pelear. ¿Cuál es la voluntad de China?
El Marqués de Kong, que era el comandante de todos los ejércitos de las Cinco Provincias, avanzó por la arena. Vestía botas altas y una gran faja, y llevaba en su mano una larga espada. Subió los peldaños del Pabellón del Dragón, se hincó pesadamente y con su frente tocó tres veces la arena.
- Soberana Excelencia del Universo, Señor de los Señores, Rey de los Reyes: he envejecido al servicio del Estado. Durante cincuenta años hubo paz en el Reino Medio. Los ejércitos han regresado a sus campos de arroz y a sus cosechas. No hay nadie para defender a China. Los Señores de Gran Cathay siguieron el ejemplo del Hijo del Cielo, retornando a la vida de paz y estudio. Oh poderoso Emperador, tú gobiernas un reino de historiadores, sacerdotes y pintores con largos pinceles. No hay ejército.
El Emperador de la Conducta Adecuada permaneció en silencio, y los Príncipes, los Marqueses, los Condes y los Mandarines de los Cinco Órdenes hicieron lo propio, cubriendo sus rostros con los bordes de cuentas de sus bonetes.
Por fin el Emperador habló: - Hoy iremos a la Casa de nuestro Padre, Allí pediremos al Cielo que nos guíe en esta hora. Los setenta y dos Señores llevarán ofrendas ante las lápidas de sus padres para que conozcamos el Camino1 del Cielo. (1 Ley, norma., dictamen. (N. del T.) )
Y acaeció que esa noche de Luna Llena el Camino del Cielo estaba salpicado de arena amarilla y todas las puertas a lo largo del sendero se abrieron para que el Emperador pudiese acercarse a la Casa de su Padre.
El Emperador de la Conducta Adecuada quitóse su vestidura con su borde de campanas de jade, se bañó y se puso un atavío blanco, simple, como el que usan los campesinos. Y debido a que era viejo se apoyó en un cayado nudoso, abandonó el Palacio por la Puerta Norte y caminó lentamente y con gran esfuerzo por el silencioso Camino del Cielo.
Los setenta y dos Príncipes del Reino Medio permanecieron en sus casas, cada uno arrodillado ante la lápida de su antepasado. El Emperador estaba solo.
Al fin, el fatigado anciano llegó a los peldaños del Templo del Cielo. Allí se arrodilló ante los altares de la Constelación del Gran Oso y los Cinco Emperadores Planetarios. Luego, iluminado solamente por el plateado rayo de la luna llena, penetró en las oscuras tinieblas de la Casa de Shang-ti, el Emperador del Cielo.
De pie en medio del Templo sobre la Piedra del Dragón, elevó sus ojos hacia las opacas alturas de la casa barnizada. Ante él estaba la gran lápida que llevaba inscriptos los clásicos caracteres Shang-ti, Cielo Imperial.
El Emperador se dirigió a la inscripción con estas palabras:
- Padre Eterno del Reino Medio, oye mis palabras que pronuncio con la voz de las Cinco Provincias. Tres hombres orgullosos y malvados efectuaron un pacto para destruir el Reino Medio. Hemos seguido en el camino de la rectitud. Hemos vivido en paz. Hemos estudiado los clásicos. ¿Cómo nos defenderemos contra los arqueros con arcos de bambú, y contra los lanceros con largas picas, y contra los caballeros con sus mazas de hierro? ¡Oh Emperador del Cielo, revélanos el Camino del Cielo!
Cuando el anciano Emperador se arrodilló humildemente sobre la Piedra del Dragón, el Cielo Imperial se inclinó ante sus palabras y descendió en el Puente de las Estrellas.
Cuando el Emperador de la Conducta Adecuada alzó su rostro hacia la inscripción de Shang-ti, observó un trono de nubes sostenido sobre el dorso de una gran tortuga.
Grullas de rojos penachos batían el aire con sus alas, y el Dragón de cinco garras serpenteaba en la niebla.
Los Cinco Emperadores de los Cinco Planetas custodiaban las direcciones.
En medio de esta compañía celestial, con ropas azules y doradas, estaba Shang-ti con el Ave Fénix sobre un hombro.
El Señor del Pabellón Dorado extendió su mano bendiciendo la inclinada cabeza del viejo Emperador, y dijo: El silencioso camino del cielo
 - Está escrito en la mano de Fuhi, Patriarca de los Emperadores Terrestres, que el Cielo es Fortaleza del hombre bueno. Oye mis palabras, que el Reino Medio no falle. Manda a buscar al Gobernador de los Investigadores. Deberá recorrer a pie el camino que conduce hasta las Minas de los Dragones. Encontrará a un Erudito con un libro antiguo. Y un pintor con un largo pincel. Y encontrará un Sacerdote con un rosario de cuentas de ámbar. Estos tres serán el ejército de China. Y saldrán a luchar contra los Duques de Shamo. Este es el Camino del Cielo.
Luego el Señor del Pabellón Amarillo abrazó amablemente a su hijo, el Emperador de la Conducta Adecuada, y lentamente regresó por el Puente de las Estrellas
Se volvió una sola vez: - Sé fuerte por un tiempo más. Obedece al Cielo. Regresarás a mi muy pronto por el Portal del Fénix.
El día de la Luna Nueva los Duques de Gobi aprestaron sus ejércitos en el Campo de las Rojas Amapolas. Los generales montaban jacas peludas y el sol naciente refulgía en sus penachos dorados. Estaban prestos los tambores de guerra, y los músicos con grandes trompetas aguardaban hacer oír sus sones de combate.
El Duque de Loo, el Duque de Woo y el Duque de Koo iban a caballo al frente de sus khans. Y los Señores de los ejércitos de la Gran Arena daban muestras de fidelidad a los Duques.
A la segunda hora de la mañana se abrió lentamente la Gran Puerta de la muralla. Y los ejércitos de los tres Duques guardaron silencio, esperando las legiones del Reino Medio.
Había un camino pequeño que iba desde la Puerta hasta el Camino de las Rojas Amapolas. Desde la sombra de la Gran Puerta salió una carreta de campesinos, con dos enormes ruedas de madera. La carreta era tirada por un buey lento y paciente. Y en la carreta estaban sentados tres ancianos.
Después de un rato la carreta se detuvo en medio del Campo de las Rojas Amapolas, y uno de los tres ancianos avanzó a pie hacia los ejércitos de los Duques de Gobi.
Los diez mil arqueros se mantuvieron quietos. Los diez mil lanceros se apoyaron en sus picas. Y los diez mil caballeros bajaron sus mazas y esperaron.
El mayor de los tres ancianos avanzó llevando en sus manos un libro envuelto en seda amarilla. Saludó a los tres Duques según la tradición más correcta.
El Duque de Loo era ambicioso y habló fuerte y ásperamente: - ¿Qué traéis aquí, viejos, y dónde están los ejércitos de las Cinco Provincias? Esperamos destruirlos.
El Erudito replicó: - Estamos aquí por la Voluntad del Cielo. Nosotros somos el ejército de China: tres ancianos y un buey.
El Duque de Loo rió larga y vigorosamente: - ¿Qué armas traéis para oponeros a mis diez mil arqueros?
El Erudito sacó el libro envuelto en seda.
- Ka Khan, este es el Libro de las Propiedades de los Hombres recopilado por el primer Emperador del Reino Medio, está escrito en diez mil caracteres, cada uno de los cuales corresponde a uno de tus arqueros. Hace cincuenta siglos este libro conquistó el Reino Medio con un ejército de buenas palabras. Mucho después que hayas regresado al polvo de Gobi este libro gobernará las Cinco Provincias.
El viejo Erudito desenvolvió el volumen y abrió sus acordeonados pliegues.
- Este libro es una muralla en torno del Gran Cathay, y contra esta muralla de palabras las ambiciones de los hombres pequeños se quiebran como las encrespadas olas contra una roca.
El Duque de Loo sacó su corto arco y una flecha de bambú con una pluma de garza: - ¡viejo, que tus diez mil palabras te salven ahora!
¡Escóndete detrás de la muralla de tu libro!
La flecha relampagueó en el aire y el anciano Etudito se desplomó: la sangre de su vida teñía de rojo el Libro de las Propiedades de los Hombres. El duque de Loo sacó su corto arco
Los ejércitos de los tres Duques quedaron en silencio, y los Señores de la Arena Amarilla aguardaron que el segundo anciano descendiese de su asiento en la carreta.
El Duque de Woo era orgulloso y salió a caballo en busca del poeta.
- Anciano, has visto la suerte del Erudito. ¿Apenas corre vida por tus venas que ya no das valor a los años que te restan, o piensas con un pincel vencer a diez mil lanceros?
El Poeta hizo la reverencia prescripta en el Código de Conducta, y luego respondió al Duque de Woo:
- Un pincel, mi Señor de Gobi, es un instrumento pequeño y frágil, mas a través de él el Cielo fluye en la tierra. Los pensamientos semejan un fénix montaraz proyectándose por el cielo de la mente. Los poetas, no los generales, son los conquistadores del mundo. La Voluntad del Cielo se conoce mediante el pincel, y la Voluntad del Cielo conquista todas las cosas.
El Duque de Woo se encolerizó y sacudió su empenachada lanza: - Este es el pincel que escribe la historia, mentecato.
El Poeta inclinó su cabeza levemente y replicó: - Está escrito que en los años del tercer Emperador, mi Señor del Halcón cayó sobre su lanza y murió.
Con un gran juramento, el Duque de Woo arrojó su lanza al Poeta, y el anciano cayó muerto, con el pincel roto aferrado a su pecho.
Los ejércitos de los tres Duques y los Generales de los ejércitos observaban en silencio.
El tercer anciano era un Sacerdote de cabeza rapada, vestido con un burdo manto de lana color azafrán. En su mano había un rosario de cuentas de ámbar con una borla verde, de seda.
El Duque de Koo era cruel, y avanzó a caballo al encuentro del Sacerdote.
El venerable saludó al Duque de Koo respetuosamente, pero como era Sacerdote no hizo reverencias. El Duque de Koo era muy barbado y su voz retumbaba como viejos tambores.
- ¿Y qué arma traes para defender al Reino Medio contra mis diez mil caballeros?
El Sacerdote sacó su rosario: - Excelencia de Koo, mira el símbolo de la Buena Ley. Antes que se formasen las montañas, antes que se acumulasen las aguas, antes que el océano de Gobi fuese devorado por la amarilla arena, estaba establecida la Ley. Después que los Duques de Gobi se hayan ido a dormir en sus túmulos, con sus caballos de arcilla detrás de ellos; después que todos los reinos hayan descendido en el gran silencio, la Ley permanecerá. Habéis llegado demasiado tarde, mis Generales. Las Ocho Grandes Verdades ya derrotaron a los hombres.
Y el Duque de Koo tronó entre sus barbas: - jamás rendiré homenaje a una sarta de cuentas. Nosotros escribiremos las leyes del Reino Medio. Las viejas leyes no existirán más.
El Sacerdote colocó su rosario en sus manos juntas y repitió el mantram:

- Me refugio en la Ley;

Me refugio en la Santa Orden;

Me refugio en el ejemplo

de la Vida Perfecta:

¡Om!

El Duque de Koo espoleó su peluda jaca y embistiendo al Sacerdote partió su rapada cabeza con la maza de hierro, y rugió enfurecido: - Esto es para las órdenes sagradas, ¡que tu Ley ahora te proteja!
Los ejércitos de los tres Duques guardaron silencio y los Señores de los ejércitos se apoyaron en sus espadas.
Y los tres Duques de Gobi se dirigieron a caballo hacia la Gran Puerta de la muralla. Sonaron las trompetas de guerra, redoblaron los tambores y los Generales se plantaron ante sus comandos. Pero los ejércitos no los siguieron.
Los diez mil arqueros se apoyaron en sus arcos. Los diez mil lanceros se apoyaron en sus picas. Y los diez mil caballeros permanecieron como imágenes de piedra.
Los tres Duques se volvieron hacia sus ejércitos y dieron órdenes en voz alta, con potencia, pero los Generales se apoyaron en sus espadas y guardaron silencio.
Y sucedió que hubo una rebelión en los ejércitos de los Duques de Gobi por la muerte de los tres ancianos. Y por último, el General en jefe de los ejércitos marchó a enfrentar a los Duques de Gobi en el Campo de las Rojas Amapolas.
- Mis Señores de Gobi, los ejércitos no os seguirán más. Los hombres de la Gran Arena respetan el Libro de las Propiedades de los Hombres que manchásteis con la sangre de la erudición. Ésta conquistó sus mentes y la obedecen. Los hombres de la Gran Arena respetan el pincel del Poeta que quebrásteis con la lanza de la violencia. Aquél conquistó sus corazones y lo obedecen. Los hombres de la Gran Arena respetan el rosario que profanásteis matando al Sacerdote de Shakamuni, Éste conquistó sus almas y le obedecen. Vosotros sois los Señores de sus cuerpos y podéis matarlos a vuestro antojo, pero sus corazones, sus mentes, sus almas rinden homenaje a los tres ancianos que matásteis. Los ejércitos no os seguirán más.
Así fue que, al fin, los ejércitos se volvieron contra los Duques de Gobi, los encerraron en una jaula de hierro y los llevaron de vuelta, arrastrándolos hacia el desierto en la carreta que condujera a los tres ancianos.

Y China fue preservada.

 
El Duodécimo Día de la Luna, en la hora de la noche más profunda, el Emperador de la Era de la Conducta Adecuada recorrió a pie nuevamente la arena amarilla e ingresó en la Casa de su Padre, Shang-ti, Cielo Imperial.
Y se inclinó ante la inscripción de su Padre y alzó el libro, el pincel y el collar de cuentas: - Padre Eterno del Pabellón Dorado del Sol, te damos gracias por el pueblo de
las Cinco Provincias pues hemos tenido el privilegio de contemplar en este día el Camino del Cielo.




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