encuentros y desencuentros

2 views
Skip to first unread message

César Hazaki

unread,
Aug 19, 2018, 1:18:52 PM8/19/18
to

Encuentros y desencuentros

Cuando murió el marido para salir del estado de devastación en el que quedó cuidó sus nietos, hizo talleres de pintura, de cerámica, ofreció su casa para que un crítico de arte diera un curso sobre teoría del teatro, Pilates, viajó, probó con interés todo lo que estuvo a su alcance… pero no se enamoró.

Decía que era una etapa clausurada. Había olvidado, pasado el duelo pero la puerta de su corazón quedó cerrada. Sus amigas viudas probaban distintas experiencias, amores furtivos, relaciones por internet, viajes de solas y solas, islas donde los jóvenes merodeaban por los hoteles en islas paradisíacas ofreciendo sus servicios de acompañamiento, presentaciones de primos de sus familiares pero ella se mantuvo en un lento y sistemático desinterés.

No estaba segura pero algo le decía que la sombra de su Juan Alberto dominaba ese sector de su alma. Había sido un amor anterior al celular, al Facebook, al wasap, era amor de presencia y de esperas tranquilas. Navegaban en aguas serenas. Por eso la velocidad en los cambios de estados de sus amigas la aterraba, amaban, lloraban, se enojaban pasando de un estado a otro sin solución de continuidad. De la exaltación al desamor, del abandono a la plenitud de acuerdo a un llamado o un mensaje de wasap. Había viajado hacía años en el tren bala en Tokio, cuando esa experiencia no se conocía en su país y comparaba el amor actual con esa vivencia de estar dentro de en un vehículo que no dejaba ver el paisaje. Ella no estaba para arriesgar así la vida que había construido, alguna vez dudaba pero eran momentos efímeros que se calmaban con un buen libro o una serie policial dura.

Como todas las afirmaciones absolutas en algún momento algo las desmorona, fue cuando llegó un pariente lejano con el que había transitado una parte de su infancia en los campos de un tío. Se acercó, como no podía ser de otra manera, a través de un mail. “Querida no sé si te acordás de mí…”.

Ya el recibir el mail la perturbó, pero mucho más su inicio. No se había acordado hasta ese momento en que los recuerdos entraron como una tropilla desbocada: la laguna, los campos sembrados, las perdices que pelaban con agua caliente luego de que los mayores salieran a cazar, los primeros intentos de tocar la guitarra, las idas a la estación para esperar el tren de las siete de la tarde, los paseos en sulky. “Me dio mucha alegría recibir este mail, me gustaría que hablemos, te paso mi número de celular…”.

Allí entró en la posmodernidad, no se dio cuenta de que el umbral que había traspasado no tenía retorno, que era un cambio de época y que ella era un sujeto moderno que no tenía muchas defensas o antivirus para los nuevos amores. No le fue mal al principio, todo lo contrario dejó atrás sombras, activó su cuerpo, cambio sus  peinados y ropajes. Volvió al pueblo de su infancia, pero comenzó a perder confianza, a estar a merced de un llamado, de la pregunta desgarradora que tantas veces había escuchado en sus amigas: “por qué no responde”.

En ese viaje en el tiempo, entre el que ella conoció el amor de cercanía física a este otro de persona, web, persona. Es decir quedó presa de la presencia virtual. En esa cárcel donde todo parecía ser libertad, de instantaneidad, de proximidad permanente la inseguridad fue ganando la partida. Se sintió enamora y sola al mismo tiempo, demandando más que deseando, la soledad se hizo calvario y los amores con el paisano, así le decía cariñosamente, nunca alcanzaban.

Sus amigas le decían que conociera más gente, que se anotara en listas de ligue,  que tenían amigos para presentarles. Era una corriente que la arrastraba, no un río donde nadaba con placidez. Tiraba hacia adentro y hacia abajo y como consecuencia inevitable los sentimientos de abandono la volvieron a invadir. Muy pocas veces en la vida se había enfrentado a relaciones tan intensas y al mismo tiempo tan distantes. El ver fotos, mandarse mensajes, el observar el celular conectado pero sin respuesta. El escuchar poco la voz del otro y leerlo en sus escuetos wasaps no la embarazaba de amor, la hacía abortar a cada instante. La matriz de todo esto se hallaba en su adolescencia, en esa charla íntima donde su madre se ganó su odio para el resto de su vida. Fue en la cocina, mate por medio, ella preguntaba una y otra vez por su nacimiento, sobre el embarazo, si estaba enamorada de su padre y nunca tuvo grandes respuestas. Ese día fue todo distinto. La madre le preguntó por qué estaba tan interesada en esos temas. Ella respondió que no sabía pero que necesitaba conocer más.

-Yo no te quería tener, dijo la madre luego de un suspiro, tenía un fibroma y quería que me sacaran el fibroma y el embarazo. No se pudo, salí furiosa del quirófano. Después comencé a amarte con locura.

Desde ese entonces supo que debía escapar a toda velocidad de las situaciones de abandono, que no debía permitir que nada, ni nadie la arrojaría hacia ese pozo. Pese a ello no podía evitar que cada retraso de alguno de sus hijos, que una cita de trabajo pospuesta le produjera tanta angustia, no quería que nadie la abandonara y por eso se había propuesto ser leal, firme, segura y sostener las situaciones. Ahora todo eso se había venido abajo y disfrutaba menos de su paisano. Lo sufría más. Esperaba siempre la carta de despido,  la reconfirmación en el cargo, pero lo menos que se le podía ocurrir era le dieran un ascenso. Su vida había cambiado y no había vuelta atrás. Era un mujer posmoderna hecha y derecha.

C.H.


Reply all
Reply to author
Forward
0 new messages