Fwd: Declaración sobre el ballotage - Revista Dialéktica

2 views
Skip to first unread message

Mariano Repossi

unread,
Nov 20, 2015, 10:34:13 AM11/20/15
to foro...@googlegroups.com

---------- Mensaje reenviado ----------
De: Revista Dialéktica <diale...@gmail.com>
Fecha: 19 de noviembre de 2015, 3:15
Asunto: Declaración sobre el ballotage - Revista Dialéktica
Para: Revista Dialéktica <diale...@gmail.com>



En estos días en que la discusión en torno al ballotage inunda (casi) todos los espacios de la vida cotidiana, reenviamos la declaración que hicimos desde la revista dialéktica en mayo de 2008. Proponemos el siguiente ejercicio: donde se lea “Gobierno”, sustituir por “Scioli”; donde se lea “Campo”, sustituir por “Macri”. Dejando de lado los elementos accidentales, se encontrará un resultado –hay que decirlo- esperable: la permanencia de la sustancia social capitalista. Permanencia que solamente puede ser abolida haciendo otra cosa… Quien tenga oídos, que oiga.

 

Colectivo de trabajo

Noviembre de 2015

 




 

 


Declaración de dialéktica
La insoportable binariedad del ser (capitalistas)

 

De los laberintos se sale por arriba.

 

 

El conflicto en curso (que suele identificarse como un enfrentamiento particular entre «el Campo» y «el Gobierno») está definido. Ora como la legítima autodefensa del principal sector «productivo» del país frente a los embates de una administración populista, corrupta y confiscatoria. Ora como la resistencia antidemocrática opuesta por elementos oligárquicos, conservadores y hasta golpistas a las «reformas» de una gestión progresista. Pensar sería volver indefinido el acontecimiento para que se repita como el singular universal. En otras palabras: Sólo si liberamos a los acontecimientos en danza de la circunscripción a dos opciones particulares que agotarían totalmente la cuestión, sólo si superamos el pensamiento binario que opaca la universalidad de la tendencia, sólo si arrancamos el carácter universal de esos acontecimientos de la disyunción exclusiva que pretende delimitarlos, sólo si los sustraemos de esas definiciones bi-unívocas y presuntamente exhaustivas, entonces podremos pensarlos.

 

            La vasta mayoría del conocimiento y de los posicionamientos producidos en torno a los recientes acontecimientos –salvo excepciones– se ha mantenido al interior de esas definiciones. Asimismo no ha habido –hasta el momento– expresiones significativas (ya fueran prácticas o teóricas) de autonomía o «independencia de clase» frente a los medios y los fines de los dos sectores en pugna. Más puntualmente: La mayor parte de las izquierdas, de los movimientos sociales y de los trabajadores [1] (en virtud acaso de su falta de organización y «conciencia») acudió a ocupar un lugar junto a alguna de las facciones del Capital enfrentadas entre sí.

 

            Nosotros, en cambio, estamos convencidos de que esa disyunción que se presenta como exclusiva y exhaustiva, es falsa. Pensar –creemos– sería abandonarla. Pero no para admitir una de las alternativas que propone y desechar la otra, sino para superarla en todo su poder de restricción, cooptación y definición. Es para contribuir a tal superación que intentamos reunir unas cuantas herramientas conceptuales. Algunas bastante ortodoxas y otras no tanto, pero destinadas todas ellas a cuestionar las definiciones en vigor, oponiéndoles otras un poco más amplias.

Los medios masivos de formación de opinión y los analistas progresistas, haciendo uso y abuso de un pensamiento binario prístinamente burgués, pretenden hacernos creer que la categoría de Política ha sido repuesta, tras varios años de descrédito, por ambas partes del conflicto en curso. Claro que por «política», tanto unos como otros (para discutir hay que estar de acuerdo), no han entendido hasta hoy más que la gestión de lo existente. Y claro que, desde ese punto de vista, resulta insostenible considerar que en los años '90 faltaba política y ahora sí la hay. Nosotros proponemos, para empezar, una definición mucho menos restrictiva: La política sería la actividad de transformación –en sentido emancipatorio– de las relaciones sociales vigentes. En el suelo de la economía, nuestra propuesta podría expresarse así: la discusión actual, reducida a dos modelos alternativos de «distribución», podría ampliarse hasta incluir al propio sistema de acumulación del Capital y a sus beneficiarios.

Junto con la política así definida, ambos antagonistas restauran el institucionalismo y –en particular– la forma Estado. Tanto cuando «el Gobierno» apela (acaso ingenua e inútilmente) a la «legitimidad» que le confieren los votos como supuesta expresión del interés general en contra de los reclamos sectoriales. Como cuando «el Campo» recurre (acaso ingenua e inútilmente) a los poderes judiciales, legislativos y ejecutivos –municipales o provinciales– para que lo representen. Se trata de instalar la percepción de que el Estado tiene una columna vertebral administrativa y técnica neutra llamada a velar por –y mediar entre– las distintas fracciones de la sociedad de una manera imparcial, justa y ecuánime. Esta percepción –razonable desde el punto de vista del Capital– se ha extendido ahora al Trabajo de una manera hasta hace no mucho insólita. 

           

            Muy por el contrario, cada aspecto de la organización del Estado refleja su naturaleza de clase. Nos parece que una caracterización más profunda y abarcadora de la forma Estado no puede prescindir del viejo slogan comunista: «El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.» ¿Y si se pudiera pensar al Estado como el capitalista colectivo que protege y alienta la reproducción del capitalismo en general (aún si esta atenta contra los intereses de ciertos capitalistas particulares y aún si supone un poco de «gasto» social)?

La recomposición –al calor del conflicto– de esa «Política» (que sería apenas gestión) y del «Estado» (que no sería sino junta), no ha bastado sin embargo para eclipsar la estrella de años anteriores: La Autoorganización. La acción directa y el piquete, la asamblea y el corte de ruta –secundados por el espectacular costo político de cualquier forma de represión– integran ya el repertorio básico de cualquier grupo movilizado. Ya sea burgués o proletario, minoritario o mayoritario. Al generalizarse y naturalizarse, claro, esta «autoorganización» aparece a su vez bastante limitada, en la medida en que –como se ha dicho– pierde su autonomía y su independencia de clase, para quedar subsumida. Como nunca, cunde la autoorganización pero, como nunca, escasea la autonomía del Trabajo frente al Capital. No obstante esto, seguimos suscribiendo la «idea-fuerza» que afirma que el Capital depende del Trabajo, pero el Trabajo puede autogobernarse prescindiendo del Capital.

 

            Cabe –por lo menos– otra pregunta: ¿Para qué tratar de agregar tanta polisemia y tanta polivocidad en una serie de acontecimientos cuyo sentido parece bi-unívocamente determinado? Lo dijimos al comienzo: para que se repitan como el singular universal. Para hacer visibles las fuerzas y las tendencias universales que las definiciones y las particularizaciones opacan. Porque son esas fuerzas y esas tendencias las que nos interesa desarrollar y perseguir. 

 

 

 

Mayo de 2008

Colectivo de trabajo de la revista dialéktica

 

[1] La verdad es que preferiríamos reservar para éstos el término «productores», del que se apropian ideológicamente los empresarios agropecuarios (como si su apropiación económica no fuera ya excesiva)

 




Reply all
Reply to author
Forward
0 new messages