Maderas

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César Hazaki

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Jul 9, 2017, 7:00:35 PM7/9/17
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Maderas y bosques

Muchos exagerados por las derivaciones genealógicas de su nombre, afirmarían que José es carpintero debido a su nombre. Ignoran que Pavese escribió: “Se llamaba Manuel porque tocaba la guitarra” o de la cantidad de Augustos y Césares que pasan sus días como taxistas, cocineros o mozos de ignotos bodegones.

José era estrictamente hablando un caza fantasmas desde muy pequeño sospechaba del alma de los muebles. Creía en la nobleza de la madera pero no de los  mobiliarios que de ella se hacían. Había leído demasiadas historietas donde los muebles mataban a la personas cayéndoseles encima. Casi siempre salvaban a la heroína en peligro pese al alivio que esto producía, subrayaba que el arma ejecutora era varias maderas unidas por la mano hábil de un carpintero.

José era un especialista en remover muebles antiguos, desármalos y trasladarlos sin riesgos. Era muy reconocido por la misma. Sostenía que los muebles dejados en una habitación por muchos años iban cargando sus vetas de las fantasías más siniestras de sus dueños. El algarrobo, el roble y el pino eran los que se impregnaban con las ganas de asesinar a madres, abuelos, hijos y esposos. La haya y la teca eran las que guardaban los microbios de antiguos muertos, apenas se intentaba mover el mueble lanzaban los mismos a quien comenzaba la tarea. Los roperos hechos de lenga apenas registraban que serían removidos lanzaban maldiciones  a quienes los tocaban. El más temido era el popular, lamentablemente decía José a quien lo escuchara, imponía desganos, somnolencias y vaciaba de sentido la vida.   

José vivía en una ciudad rodeada de bosques centenarios. El municipio lo tenía en alta estima por tener esa información secreta, datos  que la administración guardaba bajo siete llaves y no compartía con la población. Por las convicciones de José fueron investigando a los pirómanos que cada tanto hacían arder los bosques. Al detenerlos rastreaban la historia que los llevaba a actos tan aberrantes,  en todos los casos encontraban actos dolorosos que atribuían a los muebles que habitaban sus casas. Por eso le exigían que tomara aprendices antes de que envejeciera. Temían que llegara el momento de su jubilación y nadie lo sucediera. En suma José era irreemplazable.

Un día como tantos,  José debió luchar y remover una antigua cama realizada en eucalipto. Pese a las enormes precauciones y su larga experiencia la madera lo atacó. Desesperado trató de aplicar las vacunas que conocía, hongos alucinógenos, estimulantes potentes y embadurnó su cuerpo con sales de mar. Nada dio resultado. Comenzó a sentir cada vez más cansancio, un estado que iba ganando cada día su cuerpo.

Decidió pedir la jubilación, durante varios años las fuerzas políticas y de seguridad se lo impidieron. Hizo dos fugas por la carretera menos transitada, no prosperaron dado que la policía lo persiguió y lo trajo de vuelta a su taller. Le pusieron una disimulada custodia durante las veinticuatro horas.

Su oportunidad llegó cuando en el bosque se desató un incendio con varios frentes. Pese a que la ciudad tenía a los piromaníacos bajo control se desató un voraz fuego. Fue como brigadista, llevando con una gruesa soga, dos machetes, casco que el cubría toda la cara y otros elementos  para paliar el fuego. En un sendero que se bifurcaba se separó del grupo y nadie lo notó. Luego de varios días de lucha se logró apagar todos los focos las autoridades se dieron cuenta que había desaparecido. Se organizaron batidas en el humeante bosque durante semanas sin resultado. En las ciudades vecinas se hicieron discretas búsquedas a cargo de la policía.

En la morgue se analizaban los cuerpos calcinados de los brigadistas que murieron, eran muchos, para ver si estaba entre ellos. Hasta que se lo dio por perdido pasaron varios meses, en ese tiempo varios muebles de cedro fueron trasladados sin los cuidados que en esas operaciones aportaba el carpintero desaparecido. Una epidemia de manía incontrolable se desató sobre la ciudad. Lentamente la ciudad perdió sus bellos jardines y cuidadas calles que eran de fama internacional. Dejó de ser visitadas por turistas y los habitantes más lúcidos se iban de la misma con lo puesto. El lugar fue invadido por un bosque de eucaliptos frondosos. Olvidada desapareció del mapa, como José el carpintero.

César Hazaki

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