Enseñanzas y Escobas

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César Hazaki

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Mar 23, 2018, 12:57:18 PM3/23/18
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Enseñanzas y escobas

César Hazaki

El pueblo es largo y finito. Una sola calle central que serpentea hacia la selva formoseña, en paralelo a la central dos calles van haciendo que el pueblo vaya disolviéndose hacia el oeste. Tiene pocos habitantes a pesar de que las familias son prolíficas, hijos, entenados, niños perdidos y quedados en una u otra casa. Niños que migraron a la casa de sus abuelas por los malos tratos recibidos  por padrastros desalmados violadores.

Pocos son los que afincan por las razones que ya son repetidas: no hay trabajo. La pobreza abunda y los entretenimientos son los de siempre: cazar pajaritos, mariposas, juegos prohibidos a la hora de la siesta, andar en burro o a caballo. Cazar y pescar en las orillas del arroyo. Meterse al agua no es tan fácil cuando abundan las palometas. Los senderos hacia la selva son angostos pero muy atractivos para las niñas, allí recrean las viejas historias de amores y desencantos sin que nadie las vea.

Las madres, que ya se olvidaron que hicieron esa experiencia en la selva, han inventado una actividad que convirtieron en una competencia: barrer las veredas. Entre las tres y las cinco de la tarde, cuando las chicas volvieron de la escuela premian a quien logre la vereda mejor barrida. Existe un jurado que recorre la larga calle central para dictaminar con seriedad cuál ha sido la vereda mejor barrida. El concurso tiene sus reglas estrictas: cómo se toma la escoba o el lampazo, la eficacia en cada recorrido de la misma, la forma en que armaba el montículo de basura, básicamente hojas de lapachos y ceibos,  para ser presentada ante el jurado. El tiempo que se tardaba en realizar la tarea, los frentes de las casas medían todos veinte metros y el ancho de las veredas era de tres metros y medio, que se tomaba cuando cada niña se ponía firmes al lado de la basura y no se movía más.

La larga competición estaba organizada de tal manera que duraba todo el año, claro que la temporada alta del mismo era cuando el frío y el viento llegaban al pueblo. Esa conjunción obligaba a las niñas a sus máximos esfuerzos. Tenían que luchar contra las inclemencias del tiempo. Más de una vez las concursantes vieron como sus montículos de basuras se desarmaban por un viento caprichoso y arremolinado que impedía presentar un final de tarea meritorio. Esos días solo las más empeñosas lograban buenos resultados. La Negrita era una de ellas, tenaz y con mucha energía no desfallecía ante las adversidades. Por eso peleaba palmo a palmo el primer puesto desde hacía tres años. No bajaba del podio de las tres primeras, pero todavía no había llegado a la cumbre. Aspiraba a eso.

Tan concentrada estaba en conseguir ese logro que no se dio cuenta cómo su cuerpo empezó a cambiar. Más alta, te vino el estirón decía la madre, sus senos se lanzaron a desafiar la ley de gravedad de manera sorprendente y veloz. Te hiciste señorita casi sin saberlo le decía la maestra. Nada de esto la preocupaba, hasta que su padrastro la empezó a mirar de otra manera. La nueva situación donde su cuerpo de crisálida a mariposa trajo unas riñas inesperadas entre el padre de sus hermanos y su madre.

Ya al comenzar el tramo final del concurso iba en primer lugar con mucha ventaja sobre las otras competidoras. Pero empañaba su éxito que Carmen, su madre, dejó de animarla como había hecho hasta el inicio de la primavera. Negrita lo observó y no supo bien a qué atribuir los enojos y reproches que le hacía bien si hacía mal el barrido. En lugar de estimularla empezó con una serie de hostilidades que a la muchacha le resultaban difíciles de entender. –Vos sos fea y vas a tener que hacer las cosas muy bien para que te quieran. Otras veces le desarmaba el montículo con rabia quejándose de su falta de empeño. –Así nunca vas a conseguir novio, feíta y vaga nadie te va a querer.

Negrita lloraba durante las noches y no entendía qué había pasado para que su madre cambiara tanto. No encontraba razones, y para peor cuanto más se empeñaba en hacer las cosas bien más se irritaba Carmen.

Pese a la adversidad Negrita ganó el concurso, dejó muy lejos a la segunda y a la tercera. La misma noche en que se dio el veredicto el padrastro la arrinconó en el galpón, la estuvo esperando en la penumbra, sabía que tenía que pasar por allí para buscar el maíz para darle de comer a las gallinas. La tomó entre sus brazos y buscó esos senos que desde no hacía mucho eran su obsesión. La niña era escurridiza y logró huir. Sin pensarlo mucho  se marchó al monte donde pasó la noche arriba de un árbol. Al volver a su casa su madre la castigó severamente. Negrita aguantó los golpes por el hambre que tenía. Cuando su madre se cansó de pegarle se levantó y abalanzó sobre la galleta de campo. Sollozando se hizo un café con leche con el que calmó los ruidos de su estómago. Con el segundo tazón ya sabía lo que tenía que hacer.

Pese al temor esa tarde se reunió a sus amigas en el claro del bosque. Les contó la situación y varias de sus amigas contaron que vivían situaciones parecidas. Esto reforzó su decisión. Huiría a la casa de su madrina, que distaba unos treinta kilómetros hacia el sur. Necesitaba un caballo o una mula, abrigo y alimentos dado que tenía que andar casi un día por los senderos del monte.

Las amigas se juramentaron, se organizaron y distribuyeron las tareas para que la fuga fuese exitosa. A la mañana siguiente cada una había robado en cada una de sus casas los alimentos, la frazada, luna linterna y un caballo petiso muy aguantador que nadie usaba en la casa de Natalia y que era considerado un estorbo dado que comía mucho.

Negrita trajo consigo un osito de peluche y un libro con los cuentos ilustrados de los hermanos Grimm. Sintiéndose una bruja que montaba una escoba voladora se despidió de sus amigas. Conocedora del camino lanzó al petiso hacia la brecha angosta que tenía adelante. La escoba que tantas veces había aferrado para practicar la limpieza de la vereda era ahora un petiso tobiano panzón. Relativizó el concurso al que había dedicado los tres últimos años de su vida y marchó tratando de sacarse de su cuerpo las manos gruesas y transpiradas de su padrastro. Iba a tarde en llegar, pero si escapaba de la persecución familiar estaría a salvo. Lo que nunca supo fue que después del escándalo su madre suspiró aliviada, la huida estaba convencida que traería una mejoría en su familia. Negrita, finalmente con su desarrollo, se había convertido en un peligro para su matrimonio y era parte de un pasado repudiado.


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