Hay dos preguntas que
parece importante formular sobre las secuelas de esta terrorífica elección:
¿quiénes son las personas que votaron por Trump y por qué nadie se esperaba
realmente que llegara a esos números? Aquellas personas que vivimos y trabajamos
en entornos urbanos y progresistas no leemos demasiado acerca del populismo de
la clase trabajadora blanca y las vías por donde conducen su rabia. Bernie
Sanders entendió que la rabia es lo más importante. En todo caso, ahora nos toca
hacer algunos esfuerzos para entender cómo las formas de privación de derechos
económicos especialmente cuando se trata de hombres blancos se convierten en
xenofobia, racismo, homofobia y misoginia. Por un lado nos debemos plantear cómo
nuestras propias posiciones son difamadas como las opiniones de una élite
educada. Por otro, debemos volver a la pregunta básica de la democracia: ¿cómo
m… son las personas? Es fácil desdeñar a todos esos votantes como irracionales y
viles racistas. Lo son. Pero debe haber un modo de quebrar nuestro propio
círculo y examinar esa rabia, sus fuentes y nuestras propias prácticas de
autoaislamiento. De modo que mientras nos preguntamos quién m… son esas
personas, también debemos preguntarnos cómo somos nosotros y cómo hemos
restringido nuestro campo de visión para no haber visto venir lo que vino. Tal
vez los trumpistas mintieron a los encuestadores o tal vez eran invisibles para
los encuestadores. Probablemente debamos volver a la pregunta de por qué Bernie
eligió hacer su llamado como lo hizo: dejando en claro que entendía las
condiciones económicas de esta impredecible porción del electorado.
Las formas de racismo, xenofobia, homofobia y misoginia
que estamos viendo no son nuevas. Las crueles campañas contra Obama nos
recordaron que estaban allí. La simpatía hacia los policías que mataban personas
negras desarmadas ha sido otro signo muy claro. El horrible tratamiento de los
migrantes que vienen del sur y el ardor de la islamofobia también lo fueron.
Pero todo esto parecía para muchos de nosotros tan irracional y aberrante que no
era posible imaginar que la mitad de la ciudadanía surfearía esa ola de
podredumbre. Trump modeló un racismo y una misoginia desvergonzados y enorme
cantidad de personas se acomodaron a ellos para votar por él. Otro enorme grupo
de personas fueron tocados y conmovidos por su discurso racista y se sintieron
por fin liberados del superego censor de los movimientos feministas y
antirracistas. Las denuncias públicas acerca del racismo de Trump lo único que
hicieron fue llevar ese odio a la clandestinidad. Trump logró emancipar una
pasión racista que siempre había estado ahí expresada, por ejemplo, por lo que
conocemos como cultura policiaca. El discurso amoroso de Hillary sólo ayudó a
alentar la furtiva vida del odio. Y Trump pudo monopolizar la rabia de los
hombres blancos de la clase trabajadora.
Un punto más:
la educación. Muchos de estos votantes no están bien educados y desconfían de
las instituciones educativas, incluidas las universidades. Las consideran caras,
elitistas e innecesarias. La división de clases en este punto es brutal.
Mientras más se aleje el acceso a la educación más formas de odio atentarán
contra nuestras vidas políticas. Trump es una persona que no lee y no considera
que deba hacerlo. Desde la izquierda, perdimos la oportunidad de conectar esa
rabia con la privación económica y con una agenda política progresista. Ahora
tenemos que pensar seriamente en las perspectivas de un partido socialista en
Estados Unidos, uno que se sustente en fuertes alianzas de solidaridad con otros
países. La degradación económica y la aceleración de la inequidad fueron
oportunamente nombradas por Occupy Wall Street y otros movimientos
antiglobalización del mismo modo que Black Lives Matter pudo identificar y
mostrar fuentes abrumadoras de sufrimiento contemporáneo. Pero cómo esas mismas
condiciones pueden llevar -y lo han hecho- a políticas reaccionarias que incluso
atentan contra nuestros preceptos constitucionales más básicos es lo que tenemos
que estudiar ahora. Eso significa cambiar nuestro propio marco y terminar con
nuestro propio aislamiento en la izquierda para que algo así no nos vuelva a
sorprender tanto. Las minorías sexuales, de género y raciales -y los
indocumentados- estaremos entre los más vulnerables a la acción de este poder de
policía recargado. Deberemos organizarnos y luchar con toda nuestra
pasión.
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El principal problema es creer que la elección de Trump sólo se debió a cuestiones emotivas e irracionales.
Saludos,
Hernan
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