¡Ay, Consuelo!
César Hazaki
¡Ay, Consuelo!
Recuerda, qué otra cosa puede hacer un Viernes Santo en que ha decidido no pensar en nada. Dejarse llevar se había dicho la noche anterior luego de ver la temporada tres Breaking Bad, no ponerle ni una cachito así de pila se reafirmó casi cuando ya estaba dormida. Será solo un día feriado.
Pobre consuelo para Consuelo que creció en una familia cargada de seres religiosos, con crucifijos, rosarios de carey, cruces, comidas rituales y rezos en la media tarde. Ropas oscuras, agradecer a Dios antes de comer, diálogos en sordina y rezos nocturnos.
Pasó la mañana leyendo, esperando el diario, hasta que se dio cuenta que en la Pascua pasada también esperó un diario que no iba a llegar. Viernes Santo no hay diario, se dijo la misma frase que hace un año cuando la cuarentena comenzaba. Después comió frugalmente verduras hervidas con un poco de crema.
Hacia las cinco de la tarde, esa hora tan lorqueana, empezó ha atormentarse por el tiempo perdido. Si sus padres vivieran estarían preparando el pescado, ese guiso de garbanzos con bacalao y papas, para la cena. Ella en cambio no había hecho absolutamente nada, esto la condujo al recuerdo de sus hermanas: Soledad y Rosario. Ya hacía mucho que habían partido, ella viuda y sin hijos era el consuelo para que sus sobrinos recordaran a sus madres. Y ella tan sola, con un nombre tan alejado de las personas reales que habitaban en la ciudad. Era como las Guadalupes y tantas otras que se habían perdido de la bitácora de nombres posibles para traer un niño al mundo.
Consuelo estaba por lo tanto nominada al olvido como su nombre, nadie recordaría su paso. Por si esto fuera poco ni creía, ni no creía en Dios. Una situación ambigua que le impedía ser católica practicante o agnóstica. Mucho menos atea convencida.
Para no agobiarse corrió al televisor y buscó escenas de amor, pasiones desenfrenadas y violentos asesinatos. Crímenes pasionales y estafas, lo hacía mientras comía emparedados de jamón y queso en pan negro. Comía muy lentamente, tenía su vaso de vino cerca y bebía un sorbo cada vez que terminaba un sandwiche. Se daba cuenta que era su manera de vengarse del Creador. Casi a medianoche ya con los ojos rojos y doloridos se va a la cama, para no sentirse tan sola intenta rezar pero abandona enseguida, se da cuenta que es imposible.
Para darse ánimo y poner algunas palabras sobre ese departamento vacío dijo en voz alta: Mañana Sábado Santo.
C.H.
Ada Fanelli
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