Tras casi un año lejos de casa su vida ha dado un giro de 180°. Aun tiene un par de empleados que mantienen un ojo sobre sus actividades e informan a los ancianos sobre los riesgos que deben ser controlados. Pero en general es libre de ir y venir por la ciudad y relacionarse con muchas personas.
Vivir en la ciudad y entre demasiada gente ha sido uno de los cambios que han requerido más esfuerzo para adaptarse, Albert estaba tan acostumbrado a la soledad de sus clases que, oír los murmullos y los movimientos de los muebles, lo distrae. Hasta en las bibliotecas que deben ser lugares de silencio hay toda clase de sonidos. No es la ciudad en sí lo que le desagrada, salir a tomar el té, caminar por las calles, descansar en los parques, asistir a eventos son cosas que muy pocas veces tuvo la oportunidad de hacer y eran como un premio, ahora las puede hacer cada vez que se le antoje. Pero extraña la naturaleza, la universidad tiene grandes espacios verdes pero no se compara a la tranquilidad y el sentido de inmensidad, sin que todo parezca demasiado hacinado y constantemente los transeúntes se tropiecen unos con otros.
No puede moverse con libertad hacia las campiñas ya que no se le ha permitido poseer un automóvil, despertaría muchas sospechas que poseyera uno sin dar mejores explicaciones sobre su origen. Albert Andrew no levanta tanto las antenas de los cazadores de pedigríes como William Andrew y es como ahora se identifica.
En medio de su proceso de adaptación la universidad ha sido lo menos retador, estaba más que preparado para las materias que ahora está tomando, tanto que pudo llevar la carga de primer año sin problema y asistir de oyente a clases de biociencias en el Real Colegio de Veterinaria.
Necesitaba un escape de ese tipo ya que, si bien sus clases no eran abrumadoras, sus compañeros si lo eran. Lo llamaban el americano y resentían que su dinero "poco noble" le hubiera arrebatado su lugar a un británico de apellidos con más abolengo. Lo que era irónico, en casa lo trataban como si fuera a ser el próximo representante de lo mejor de la sociedad y acá era tratado como un advenedizo. Sus antepasados se revolcarían en su tumba de saber que uno de ellos es tratado así, pero confirmaba lo que Rosemary decía que ese tipo de cosas creaban su valor artificialmente, la verdadera nobleza estaba en el comportamiento no en los bienes ni la antigüedad a la que remontar un apellido.
Aun así logro entablar relaciones de amistad con algunos de sus compañeros y ganarse el respeto y la estimación de sus profesores gracias a sus conocimientos y su diferente visión que estimulaba a sus demás compañeros a enfrentarlo como un desafío para saber quien lleva la razón.
La competencia le era un poco desconocida a Albert, siempre se le exigía hacer lo mejor, pero nunca tuvo ante quien compararse. Por fin llegaba esa lucha entre iguales para la que Georges lo preparó y tal vez no eran de los que iniciaban una pelea, pero era de los que la terminaban.
Sus vacaciones de verano iniciarían después de su cumpleaños 19, algunos de sus compañeros al enterarse de la fecha lo arrastraron a un bar y bebieron hasta muy tarde. No fue la fiesta más divertida que haya tenido pero recuperaba la noción de lo que debían ser, con compañía, bromas, juegos y abundancia de comida y bebida.
Durante el verano no iba a regresar a casa ni a Escocia, se le había preparado un itinerario para complementar su educación y consistía en la visita a 3 países, Alemania, Suiza e Italia, donde perfeccionaría sus conocimientos de música, esgrima y arte, ademas de practicar idiomas, con el pequeño agregado de que lo llevaría por un recorrido a través de los Alpes. No era lo que un joven esperaba de unas vacaciones y confiaba poder regresar en otra ocasión a esos países para disfrutarlos como turista.