Hola hermosas.
¡Ay, Fran! la inspiración que cosa tan escurridiza. Muchas ideas se me revuelven en la cabeza, ya no sé si lo dije, pensé, soñé, leí o escribí antes, bueno de entre la revoltura, surgió este guiño navideño. Espero les agrade.
Candy deseaba tanto encontrar a Albert que,cuando vió de espaldas, aquel hombre alto y rubio corrió emocionada a su encuentro, no reparó en la bella chica que iba muy feliz tomada de su mano. Al darse cuenta del error, se sintió avergonzada por cortarles el paso de forma tan intempestiva, llamando con júbilo al joven, por el nombre de Albert.
Albert, ¿Dónde estás, dónde te encuentro?
Taciturna, se dirigió al departamento, ese que ahora, lucía enorme y lastimosamente vació sin la presencia de él. La imagen de la pareja volvió a su mente, fue entonces que se preguntó, si habría alguna mujer enamorada esperando por Albert,¿por eso se fue?, ante esa visión, el corazón le dió un violento vuelco, reaccionó apretando la bolsa de víveres, aún más fuerte contra el pecho. No, no, se dijo, si así fuera se habría ido en cuanto recuperó la memoría, sin embargo, prefirió quedarse a su lado. Una idea le rondaba la cabeza, con la convivencia del día a día, entre ellos había surgido "algo especial", o tal vez, solo era su imaginación. Extrañarlo mucho, era lo normal, ¿o no?, desear verlo de nuevo, de manera tan urgente, es lo habitual cuando se trata de familia, ¿verdad?. A pesar de todas las explicaciones dadas, regresaba al punto inicial, básicamente seguía siendo la misma, o casi la misma Candy de siempre, no obstante, ¿por qué se sentía así, profundamente incompleta sin él?.
Giró la llave en la cerradura de la puerta, el departamento la recibió con un silencio abrumador, en el lugar, la ausencia de espíritu navideño era evidente, nada había que hiciera alusión a la temporada. No pudo retener el hilillo salado bajando por su mejilla, se había prometido dejar de ser una llorona, pero a veces, la intención no es suficiente para cumplir un propósito. Cada vez sucedía igual, pasar la vista en derredor, revivir los momentos compartidos con Albert, verlo de aquí para allá, de la cocina al comedor, de la recámara a la sala, sonriendo, charlando, escuchándola... abrazándola, sumergida en esa mirada azul tan cálida y tierna.
Soltó la bolsa con los comestibles sobre la encimera de la cocina, de pie frente a la estufa, dejó escapar un triste suspiro. Imaginó lo distintas que serían estas fechas si él estuviera allí.
La frugal cena que estaba por preparar, en manos de Albert, se convertiría en un carnaval de olores y sabores de platillos deliciosos. El centro de mesa luciendo flores propias de la estación, velas y la mejor vajilla para dos. Se escucharía la leña crepitar, dejando escapar el calor de hogar desde la chimenea, adornada con la guirnalda de pino fresco, mezclando su aroma con el del jengibre y canela de las galletas en el horno. El tentador pastel de chocolate ya está listo, es el postre y colofón perfecto de una estupenda cena de Navidad. Conforme la atmósfera de ensueño la envolvía, el semblante antes melancólico, ahora brillaba con la chispa de la ilusión infantil.
¡Regalos y un árbol!, expresó en voz alta, sorprendiéndose a sí misma. Decorarían el árbol, a la vez que ella le contaba de sus navidades en el hogar de Pony, él seguramente, aprovecharía las incidencias chuscas del relato, para hacerle bromas. Los regalos compartidos, serán de gran valor sentimental, escogidos pensando en los gustos de uno y otro, pasarán a formar parte de los tantos recuerdos atesorados.

Salió del ensueño, con una sonrisa marca "Candy" iluminando su rostro, el persistente desánimo desapareció, dando lugar al entusiasmo por llevar a cabo una ocurrencia propia de ella.
Se retiró el abrigo y vistiendo el delantal de Albert, puso manos a la obra, prepararía el guiso que él le enseñó a cocinar, de guarnición ensalada y puré de papas con salsa gravy de arándanos, además tarta de manzana y por supuesto pan recién horneado, la especialidad de la casa. Toda una aventura culinaria en honor a Albert, lo hará sentir orgulloso cuando se entere de la hazaña. Ya verá lo mucho que ha mejorado, desde aquella vez, cuando ni siquiera pudo comer lo que ella misma cocinó.

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El doctor Martin insistió en darle la tarde libre, Candy prefería cubrir el día completo, pero ante la tozudez del doctor tuvo que aceptar. Es un buen momento para compartir, lo sorprendería llevando la cena hasta la Clínica Feliz, donde él está de guardía, los percances navideños no pueden faltar, de presentarse, espera que solo sean casos menores, por el bien de todos.
La nieve continuaba cayendo, se abrigó lo mejor que pudo, incluso se calzó los guantes y la bufanda que Albert le regaló durante el frío otoño. Con las viandas y la sidra bien acomodadas en la canasta, la sujetó con firmeza dispuesta a salir. Desde el umbral, volvió a pasar la vista por la estancia; de pie en medio de la sala, Albert le sonreía feliz, ella le correspondió de igual forma, pensando "Nos volveremos a ver ciertamente un día Albert. Feliz Navidad. Te quiero". Cerró la puerta y se alejó tarareando un alegre villancico.
Gracias por leer. Les envío un afectuoso abrazo.
Excelente fin de semana.