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Dibujar para no pensar. Reseña de Wendy Ann Greenhalgh

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Cayetano Lupenna [NR]

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Jan 16, 2018, 3:29:32 AM1/16/18
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Dibujar para no pensar. Reseña de Wendy Ann Greenhalgh
https://elpais.com/cultura/2018/01/12/actualidad/1515769982_990518.html

Como personas modernas de sociedades industrializadas y altamente
tecnológicas no existe duda de que nuestra mente está expuesta a la
hiperactividad: salta de una cosa a otra, estimulada de forma constante
(incluso sobreestimulada) por una lluvia torrencial formada por los
medios de comunicación, las redes sociales, la televisión, Internet, el
tráfico, aglomeraciones, el trabajo y las activas vidas sociales y
familiares.

La verdad es que para la mayoría, a no ser que hagamos un esfuerzo
extra, hay muy pocos momentos de silencio, tranquilidad o paz en el día
a día. Es más difícil que nunca encontrar un espacio en el que calmar y
acallar la mente, para ser sin más; y, sin embargo, quizá tengamos más
necesidad de lograrlo que en ningún otro momento anterior de la historia.

Mihály Csíkszentmihályi, un catedrático húngaro de Psicología conocido
por sus trabajos sobre la creatividad y la felicidad, propuso por
primera vez la idea del fluir (que a veces se llama zona) hace más de 20
años, y lleva mucho tiempo investigándolo y escribiendo sobre ello. Pero
el concepto de Csíkszentmihályi de ser uno (estar completamente absorto
en una actividad) es algo que los artistas y quienes practican la
meditación conocen desde hace muchos cientos e incluso miles de años. Y
la atención plena en el dibujo ha sido la actividad meditativa que a mí
personalmente me permite acceder a este estado de la manera más fácil.
Cuando estoy en ese fluir no habito ya mi mente que piensa; de hecho, en
gran medida pierdo mi sentido del yo. Me descubro, en cambio, abriéndome
a la sencillez de solo ser, de solo dibujar.

¿Qué es lo que pasa cuando dibujamos? ¿Y cómo y por qué tiene el
sencillo acto de dibujar tanto impacto sobre nosotros? Durante mucho
tiempo no obtuve respuestas, ni tampoco las busqué especialmente. Me
satisfacía tan solo ser creativa y disfrutar de dejar trazos sobre el
papel; pero en la veintena, tras varios años dibujando, e incluso
después de trabajar un breve periodo de tiempo como ilustradora,
descubrí la meditación y el mindfulness, y poco a poco lo que había sido
un misterio se fue aclarando.

Nuestra mente está expuesta a la hiperactividad. Quizá tengamos más
necesidad que nunca de encontrar un espacio en el que calmarla

Lo que descubrí fue que la práctica de la meditación con atención plena
evocaba en mí las mismas respuestas que dibujar. El estado mental en el
que entraba durante la meditación no difería en nada, desde un punto de
vista cualitativo, del estado en el que me encontraba cuando estaba
absorta en el dibujo.

La práctica de la atención plena y de la meditación, como muchas otras
tradiciones meditativas, proporciona a los meditadores un punto de
atención donde concentrar la mente. En la práctica de atención plena
este centro lo suelen constituir las sensaciones corporales y el
movimiento de la respiración que fluye hacia dentro y hacia fuera. En
otras tradiciones meditativas tal vez usen un mantra, la llama de una
vela o una imagen. Lo que hacen todos estos puntos de atención es darle
a nuestra atareada mente pensante algo sobre lo que posarse, un espacio
que habitar, algo a lo que volver cuando el flujo de pensamientos,
recuerdos, fantasías, asuntos del futuro o del pasado, emociones,
atracciones, aversiones o deseos amenace con llevarnos lejos del aquí y
el ahora.

Ser creativo y dibujar es algo que nos resulta natural a todos. Sin
condicionamientos ni instrucciones, en cuanto somos capaces de sostener
una cera, empezamos a explorar el trazar líneas, queremos expresarnos y
disfrutar del acto de dibujar. No hay ni que pensárselo. El problema
aparece cuando interviene la mente que piensa.

En el budismo zen existe un término, shoshin, que se traduce como “mente
de principiante”. Cuando practicamos esta mente de principiante vivimos
siempre la experiencia como si fuera la primera vez. Cuando dibujamos
con mente de principiante podemos permitir que el proceso de dibujo sea
nuestro amigo, nuestra guía, nuestro compañero de juegos. Cuando
dibujamos con mente de principiante no tenemos la expectativa de ser
competentes, de ser un Miguel Ángel o un Leonardo da Vinci; no somos más
que principiantes; solo estamos dibujando. La mente de principiante nos
permite centrarnos en el proceso de dibujar y dejar de preocuparnos por
el resultado final. Cuando digo “resultado” me refiero a algo terminado.
Me refiero a esos dibujos que se supone que han de compararse
favorablemente con otros que hayamos hecho, o que cualquiera que haya en
la sala haya hecho, o incluso que cualquier persona del mundo haya hecho
nunca. El resultado: ¿quién lo necesita? Cuánta presión del todo
innecesaria y absolutamente falta de alegría.

Los pensamientos no son más que hábitos. Los pensamientos habituales
crean caminos neuronales en el cerebro. Los pensamientos que pensamos
con frecuencia son como grandes autopistas. Si tienes un crítico
interior fuerte, los pensamientos asociados con él recorren esos caminos
de tu cerebro a toda velocidad, como si fueran autovías de cuatro
carriles. Pero, gracias a algo que los científicos llaman
neuroplasticidad, podemos, de forma literal, cambiar de ideas.

Cuando estamos dibujando con atención plena, nos estamos encontrando con
el mundo de una forma que resulta muy íntima

Si nuestra práctica se extiende en el tiempo, la atención plena nos
permitirá interrumpir el flujo habitual de pensamientos negativos de tal
forma que vayamos abandonando poco a poco esas autopistas mentales hasta
que, por el poco uso, se degraden, se vayan convirtiendo en senderos
campestres llenos de maleza de un solo carril y finalmente, esperemos,
en pleno campo. Y si mientras todo esto ocurre, mientras permitimos que
esos pensamientos críticos se disuelvan hasta la nada, seguimos
dibujando, estaremos desarrollando nuevas habilidades, permitiéndonos a
nosotros mismos descubrir que en realidad dibujar está bien, y que está
bien tener atención plena y conectar de esta manera. Cambiaremos.

En su hermoso libro La magia de los sentidos, el filósofo y fenomenólogo
David Abram escribe sobre la reciprocidad como algo del cuerpo, de la
mano y del ojo, y no solo del cerebro. “Mi mano”, escribe, “es capaz de
tocar cosas solo porque mi mano es en sí misma una cosa tocable. De
manera parecida, los ojos, con los que veo las cosas, son en sí mismos
visibles”.

Dibujar para no pensar

Cuando estamos dibujando y viendo con atención plena, pues, nos estamos
encontrando con el mundo de una forma íntima que tal vez nunca
experimentemos en ningún otro sitio, o de la misma manera. La conexión
que formamos con lo que estamos viendo, lo que estamos dibujando y dónde
lo estamos dibujando va más allá de lo intelectual, más allá de las
palabras y el lenguaje, o incluso de las marcas. Va más allá incluso de
la mente pensante. Es la relación de dos cuerpos en el espacio, una
relación intuitiva del espíritu, en la que empezamos a percibir la
naturaleza de las cosas, su mismidad, su ser. Y cuando esto ocurre
podemos, sencillamente, ser con ellas en nuestra propia finitud.

Wendy Ann Greenhalgh es escritora, artista y profesora de meditación.
Este extracto está tomado de ‘La meditación y el arte de dibujar’, que
será publicado por la editorial Siruela el 15 de enero.

Traducción de Eva Cruz García.

Dibujar para no pensar. Reseña de Wendy Ann Greenhalgh
https://elpais.com/cultura/2018/01/12/actualidad/1515769982_990518.html

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