Fuente.- El País, España
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Misión imposible: matar al Führer
'Valkiria' es fiel a los hechos históricos pese a algunas concesiones
fílmicas - Lo peor: Tom Cruise no da el tipo como el complejo coronel
Von Stauffenberg
Por JA - Barcelona - 30/01/2009
Los conspiradores han metido una bomba en una caja con dos botellas de
Cointreau y la introducen en el avión de Hitler en Smolensk. No
explota y los conjurados tienen la sangre fría de ir al día siguiente
a reclamar el paquete al cuartel general del Führer. Es una de las
muchas secuencias del filme Valkiria que parecen salidas de la
imaginación de un guionista de Hollywood, pero que son rigurosamente
históricas. En otro momento de la película, el coronel Claus Schenk
von Stauffenberg (Tom Cruise), que ya ha decidido que matará a Hitler,
es recibido por éste en su residencia en el Berghof. Es el primer
encuentro entre ambos y Hitler toma la única mano del militar mutilado
entre las suyas y le lanza una larga e intensa mirada. Himmler y un
repulsivamente maquillado Goering están presentes y el ambiente es
opresivo y decadente, miasmático, como en una antesala del infierno:
todo lo cual -incluido el que el Reichmarschall llevara maquillaje-
coincide con el relato del auténtico Stauffenberg de aquella
entrevista.
Sorprende en Valkiria, pese a algunas concesiones hollywoodienses -
Stauffenberg-Cruise dejando caer su ojo de cristal en una copa para
presionar a un conspirador dudoso (es cierto no obstante que se lo
ponía y quitaba según la ocasión), su despectivo saludo de Heil Hitler
con el muñón al general Fromm, que parece sacado de La Cruz de Hierro
de Sam Peckinpah; el coronel teniendo la idea de usar el plan de
movilización Valkiria al oír la apocalíptica cabalgata de Wagner en el
gramófono en un ataque aéreo (¡)-, sorprende digo la obsesión por la
fidelidad a los hechos históricos, aunque ello en ocasiones redunde en
una opacidad de la trama para el público que poco o nada conozca de
las circunstancias de la resistencia contra Hitler y del atentado del
20 de julio de 1944.
Para bastantes espectadores ha de resultar exasperante, por ejemplo,
la abundancia de conspiradores, uniformados o de civil, que surcan la
pantalla en las dos horas de película. Ni siquiera el que algunos
estén interpretados por figuras de la talla de Terence Stamp (el
general Beck) o Kenneth Branagh (Tresckow) facilita su seguimiento y
la comprensión de sus propósitos y lealtades. Tampoco es muy
inteligible el diseño del plan de coup d'état: el espectador
estupefacto seguramente comprende muy bien al oficial de
telecomunicaciones que exclama en pleno fregado, a lo 23-F: "¡No sé
del lado de quién estamos!". Lo que queda claro es que, aunque muy
valiente por parte de algunos, el golpe fue chapucero: enviar a un
mutilado con sólo tres dedos y tuerto como ejecutor del atentado, muy
complejo técnicamente, tuvo bemoles pero además las dudas y
vacilaciones de otros conjurados clave -como el pusilánime general
Olbrich, bien retratado, o el corrupto Fromm, o el cobarde Fellgiebel-
hundió toda posibilidad de éxito.
Hubo su punto de mala suerte, sin duda: interrumpido en la preparación
del explosivo, Stauffenberg sólo pudo emplear la mitad; la conferencia
de Hitler se cambió de ubicación a un recinto que disminuyó el poder
de la onda expansiva... Pero lo que acaba pensando el espectador (y no
se equivoca) es que lo realmente extraordinario es que nuestro coronel
pudiera llegar tan lejos. Que llegara a meterse en la Guarida del Lobo
con los explosivos, los hiciera estallar (la película muestra por
primera vez en el cine la explosión desde dentro) y lograra salir.
Stauffenberg era, sin duda, un tipo fuera de serie. Queda claro en los
muchos testimonios sobre él, incluso de sus enemigos. En sus memorias,
Speer dice que era a la vez "poético y preciso", modelado por la
influencia del gran poeta Stefan George y la formación de Estado
Mayor. Y cita el ministro nazi nada menos que a Hölderlin para
describirlo. Y ahí radica el mayor problema de Valkiria. Difícilmente
uno piensa en George, en el Estado Mayor alemán y no te digo en
Hölderlin al ver a Tom Cruise. Ni todo Hollywood ni la cienciología te
permiten meterte en la piel de un ser tan complejo e impresionante -y
sometido a un terrible dilema, demediado entre deber y conciencia-
como el coronel Stauffenberg (recordemos, aunque el filme no lo hace,
que el oficial se carga con la bomba a cuatro personas, entre ellas a
un pobre estenógrafo).
Así las cosas, la fidelidad histórica no impide que durante los
momentos centrales del filme -Stauffenberg en la Wolfsschanze el 20 de
julio- tengamos la sensación, ay, de estar en una nueva entrega de
Misión: imposible. Sólo falta la musiquita: chan-chan, chan-chan-chan-
chan. Sería injusto no reconocerle a Tom algunos, pocos, buenos
momentos Stauffenberg: cuando se esfuerza en el hospital en abrocharse
él solo la guerrera o torturado ante un Cristo crucificado en una
iglesia bombardeada, inmerso en su propio Getsemaní de dudas. Por lo
demás, impresionante la secuencia inicial de la retirada del Afrika
Korps en el paso tunecino de El-Haffay donde Stauffenberg es
ametrallado por los cazas aliados (una de las pocas secuencias de
acción). Conmovedora la escena de los partidarios del golpe en la sede
de la rebelión, el cuartel en la Bendlerstrasse, exhibiendo sus pases
amarillos de conjurados -el puñado de los justos de la otra Alemania-.
El final es algo precipitado, seguramente por causas de metraje. Se
mezclan escenas y prolepsis que contribuyen a aumentar la sensación de
caos histórico del espectador: se nos explica la suerte de algunos
personajes (Tresckow-Branagh se suicida con una granada, así fue),
vemos a detenidos juzgados ante el ignominioso juez Freisler,
ahorcados con cuerdas de piano y colgados de ganchos, y, en paralelo,
a Stauffenberg cayendo bajo las balas del pelotón de fusilamiento la
misma noche del 20-J (el que su asistente el teniente Haeften se
colocara delante es una de las mistificaciones de aquella ejecución).
Cruise queda tendido en el suelo y en su rostro uno puede leer una
expresión, esta sí muy stauffenbergiana, de esforzado fracaso.Es
cierto que el conde tiranicida se ponía y quitaba el ojo de cristal La
película muestra por primera vez en pantalla la explosión 'desde
dentro'
--------- fin ---------
Saludos