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“Me dejaré de llamar Hugo Rafael Chávez, si dentro de un año hay un niño abandonado en la calle”

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TORREBLANCA®

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Sep 11, 2009, 10:50:33 PM9/11/09
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Contradicciones revolucionarias:
Esplendor con Hambre
Andrés Simón Moreno Arreche

Viernes, 11 de septiembre de 2009

Por la calle del medio
Alerto a mis lectores sobre la orientación punitiva de este escrito.
Por primera vez me aparto del estilo de ‘denuncia genérica’ y del
‘humor negro’ para convalidar con esta nota la denuncia de la
violación específica de los Derechos Humanos de los niños de la calle
en Venezuela, violación que el innombrable Presidente de la República
ejecuta por su propia ineptitud y la de sus funcionarios con
responsabilidades directas en el caso. El hambre es el más cruel de
los escarnios a los que se puede someter a un ser humano; pero es una
crueldad que se multiplica groseramente, cuando se trata de niños.
Nuestros niños venezolanos, esos que viven en diariamente la paradoja
de pasar hambre y abandono sobre las calles de un país con un Gobierno
inmensamente rico.

Los niños de la calle acusan al Presidente Estamos frente a una de las
contradicciones revolucionarias más grotescas del rrrrégimen que
encabeza el Héroe del Museo Militar. Más grotesca aún que el seguir
llamándose como lo inscribieron al nacer, luego de aquella famosa
promesa: “Me dejaré de llamar Hugo Rafael Chávez, si dentro de un año
hay un niño abandonado en la calle” Han transcurrido diez largos años
desde esa amenaza revolucionaria que asombró a todos, pero que ha sido
incumplida a pesar de contar con los recursos económicos y una Ley de
Poderes Especiales que lo facultaba para corregir esta situación sin
ataduras legislativas, pero su incumplimiento ha llegado al punto que
el incremento nominal y porcentual de los niños abandonados en la
calle ha crecido exponencialmente, justo a partir de ese día. Por eso
media Venezuela también le conoce como ‘El Innombrable’.

Porque las estadísticas de las Naciones Unidas son lapidarias:
Muestran que en América Latina los niños de la calle tienen edades que
oscilan entre 8 y los 17 años. Las niñas constituyen aproximadamente
un 10 y 15%, ya que tienen más posibilidades de elaborar estrategias
alternativas (cuidados de hermanos menores, trabajo doméstico,
prostitución). A partir de datos obtenidos por UNICEF, tomados por
ellos de informantes clave en el año 1991, se pudo estimar que en
Venezuela habían 6.000 niños viviendo en la calle, es decir sin
vínculos familiares o con vínculos débiles. La gran mayoría (80%)
varones y su distribución etárea para la fecha de la investigación era
la siguiente: 15% menores de 8 años de edad, 50% entre 8 a 14 años y
35% entre 15 y 18.

La cantidad de niños indigentes se ha elevado, desde 1991 a niveles
tan escandalosos, que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha
tenido que maquillar las cifras de la investigación 2007 con
ejercicios estadísticos fatuos. Entonces, por arte de magia de una
matemática mística e irreal, resta 11.000 de un solo plumazo a los
17.950 niños de la calle contabilizados en el censo de ese año, porque
esa es la cantidad de niños que en algún momento del día son
‘afectados’ por cualquiera de los ‘programas de inclusión’. Es decir,
que según el criterio del señor Eljuri, (Director del INE) dejan de
ser ‘niños-de-la-calle’ porque en algún momento del año, algún
funcionario los censó y los ‘incluyó’ en alguno de los programas
sociales; léase: los anotó en una planilla y les dio un pan o un
ticket.

Y como el papel aguanta de todo (incluyendo las excrecencias
intestinales) ‘El Innombrable’ se auto-engaña con esa mentira
estadística e insiste en hacerse llamar como solían hacerlo antes de
la famosa promesa. Cada día que pasa hay más niños viviendo en la
calle, abandonados por padres irresponsables, o sin trabajo que
deambulan con ellos, y esto es así, señor Presidente, porque sus
políticas de inclusión han fracasado estrepitosamente. Porque olvidó
la sentencia bíblica aquella del “No le des un pez... Enséñale a
pescar”. Porque su visión de Gobierno mesiánico ha convertido al
Estado en un ente menesteroso, mientras usted dispone
personalísimamente de los fondos del Gobierno y dilapida miles de
millones de dólares que regala a países ‘aliados’ del ALBA, a la par
que interviene, cierra o ‘espanta’ a las empresas privadas que son las
fuentes de empleo que necesitan esos padres para salir de la
indigencia y vivir y educar a sus hijos con dignidad.

Señor Presidente, cada uno de los 17.950 niños que hay actualmente en
las calles venezolanas lo acusa a usted. Y lo acusa con motivo y razón
de ser un incapaz. De populista. Lo acusa de mentiroso y de inmerecer
el título, no ya de Presidente, sino de ciudadano venezolano, cuando
ven su redonda y abotargada figura, al lado de Oliver Stone en
Venecia, caminando sobre la alfombra más capitalista de la humanidad,
gastándose los dólares que ellos necesitan para comer este día y tener
un futuro promisor, como se merecen.

Venezuela, desnutrida y con más hambre Según la FAO, el término
desnutridas se aplica a aquellas personas que, de forma permanente,
consumen una cantidad de alimentos insuficiente para sus necesidades,
desde el punto de vista de las calorías ingeridas. Por ello, podemos
afirmar que en Venezuela existe una situación de inseguridad
alimentaria, no únicamente porque no producimos lo que el país
requiere, sino porque hay personas que carecen de acceso a una
cantidad suficiente de alimentos inocuos y nutritivos y por lo tanto,
no consumen los alimentos que necesitan para un crecimiento y
desarrollo normales para una vida activa y sana. La inseguridad
alimentaria en Venezuela es crónica estructuralmente y por eso produce
una desnutrición generalizada en el país.

En Venezuela, la inseguridad alimentaria es crónica hace más de 10
años pero se ha incrementado en gran parte por la incapacidad de las
políticas agroalimentarias de este rrrrégimen para la recuperación
sostenida de la agroindustria de alimentos y de la ganadería de doble
propósito, que son dos de los muchos segmentos productivos que han
sido golpeados severamente, tanto por los controles de precios y el
control cambiario como por la invasión a los predios productivos y la
inseguridad jurídica y personal que se vive en el campo. Sólo por
esto, la desnutrición se atornilla en el estómago de los venezolanos y
se muestra, en las estadísticas de consumo y en el rostro de la gente,
como una realidad inocultable que amenaza a la población, comenzando
por los grupos más vulnerables: los más pobres y entre éstos, los
niños de la calle.

Es inevitable volver a las cifras, pero no a cualquiera, a las más
confiables, las de la UNICEF de las Naciones Unidas. Según sus
investigaciones más recientes, uno de cada cinco niños sufre algún
tipo de desnutrición en Venezuela, mientras que 24 de cada 100 mil
murieron por causas violentas. Nadya Vásquez, representante de Unicef
en Venezuela, indicó que se ha registrado un aumento en los homicidios
de niños de más de diez años de edad, y además, según esta
representante de Unicef, el 20% de los bebés en Venezuela son hijos de
madres adolescentes, que nacen ‘prematuros de peso’ por descontrol
prenatal de sus madres y por la desnutrición crónica que ellas
manifiestan.

Y mientras el señor Presidente ‘payasea’ en Venecia y gasta para sí y
su abrumadora comitiva ‘chorrocientos’ de dólares todos los días, la
desnutrición infantil se afinca en Venezuela y amenaza con
transformarse en una epidemia social de proporciones inimaginables. No
lo afirmo sin referente oficial, lo reflejan las cifras del Ministerio
del Poder Popular para la Salud: De los niños menores de cinco años,
3,7% sufre de desnutrición aguda, 11,7% de desnutrición crónica y 4,6%
de desnutrición global. Estos porcentajes son tomados del reporte más
reciente del Ministerio del Poder Popular de Planificación, y
corresponden al año 2005.

Según datos de mortalidad de este Ministerio del Poder Popular (¿para
la Salud?) 13 de cada 100 mil niños fueron asesinados en 1999, pero en
2006 esa cifra se elevó a 24 de cada 100 mil y además constituyó la
principal causa de muerte en adolescentes varones. Y de acuerdo con
las declaraciones de la presidenta del Instituto Nacional de
Nutrición, Marilyn Di Luca, el índice de prevalencia del hambre o
desnutrición en Venezuela llegó a 8% entre 2006 y 2007.

Señor Presidente, la desnutrición crónica que padecen nuestros niños
no es cuento ni una ‘percepción mediática’. Es una triste realidad en
la cual las reservas orgánicas en el cuerpo de nuestros 17.950 niños
de la calle se agotan dramáticamente, día a día, debido a una carencia
calórico-protéica. Esto implica que en sus organismos se está
sucediendo el sacrificio de una función o el mal desarrollo de un
órgano para realizar otra más inminente: subsistir.

Señor Presidente, interrumpa ese viaje ominoso y regrese de inmediato.
Usted tiene la obligación constitucional de poner en práctica ¡Ya! un
plan coherente, sustentable y de largo aliento de ayuda social que
ataque el hambre de nuestros niños de la calle (recuerde: son 17.950)
pero que vaya más allá de lo coyuntural: que llegue a todos los
necesitados del país, sin tanta burocracia ni tanta corrupción. No
tenga miedo político en reactivar mecanismos ‘de la Cuarta’, como los
comedores populares, los albergues para niños y personas de extrema
pobreza para que allí se les brinde, diariamente, un plato de comida
balanceada y sirva de enlace para la inclusión social de los
menesterosos y necesitados.

Señor Presidente, pare la gastadera en esos viajes y la regaladera a
gobiernos extranjeros, y al regresar siéntese con los productores del
campo, con los ganaderos, con los industriales. Escúchelos y acuerde
medidas inmediatas y de largo aliento para incentivar la producción de
alimentos en el país. Reactive la reunión con los Gobernadores de los
Estados, con todos, en un marco de venezolanidad y escúchelos. Óigalos
y acuerde con ellos, sin distingos ideológicos, planes contingentes y
acciones a futuro para iniciar, desarrollar o incrementar la
producción de alimentos.

Señor presidente, si consideramos que en Venezuela hay más de 27
millones de habitantes, y que según el Instituto Nacional de
Estadística, el 8% de la población que tiene problemas de
desnutrición, estamos hablando de más de 2,1 millones de personas que
hoy no comieron lo suficiente. Si usted no se regresa ¡Hoy mismo! para
gerenciar con eficacia y eficiencia este oprobioso problema social,
entonces no quedará otra que darle la razón a aquellos que afirman que
usted es “Candil de la calle y oscuridad de la casa”, y que privilegia
el esplendor de las marquesinas vienesas por encima del hambre de su
pueblo.

andresmor...@gmail.com

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