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to SECRETO MASONICO
Simbolismo : ZODIACO Y MASONERIA.
De: 1575Monje (Mensaje original) Enviado: 14/06/2006 08:31 p.m.
ZODIACO Y MASONERIA.
Algunas de las aspiraciones que rodearon el esbozo de este trabajo,
lamentablemente han quedado al débito, considerando, por un lado, que
no hay antecedentes bibliográficos sobre la materia, y por otro,
porque se requiere de un proceso investigativo mas prolongado, que
rebasa largamente los límites de la oportuna entrega de éste trabajo.
En esa perspectiva, no ha sido posible, dentro de los límites de
tiempo de su desarrollo– el verano de 2001 -, poder determinar
documental o bibliográficamente, cuando aparecen los signos zodiacales
en la decoración del templo masónico. Tampoco ha sido posible
encontrar elementos concluyentes que indiquen la relación de esta
simbología en el Templo, con alguno de los grados simbólicos en
particular. En muchas oportunidades, he escuchado debates sobre la
pertinencia de que los signos zodiacales integren la decoración del
Templo del Aprendiz y/o del Compañero.
Obviamente, el uso simbólico de los signos del Zodiaco, tiene que
tener un origen, pero, ante la imposibilidad de tener antecedentes
específicos al respecto, me permito esbozar una teoría, sobre la base
del estudio de la propia evolución de la Masonería, desde sus raíces
operativas hasta su consolidación especulativa.
Como ya sabemos, en la segunda década del siglo XVIII, funcionaban en
Londres cuatro logias: la del Ganso y de la Parilla, que se reunía en
una cervecería cercana al cementerio de la Parroquia de San Pablo; la
Logia de la Corona, cuyas reuniones se efectuaban en una cervecería
ubicada en el Callejón de Parker, cerca del Callejón de Drury; la
Logia del Manzano, que funcionaba en una taberna de la calle de
Charles, en Convent-Garden; y la Logia del Rom y las Uvas, que tenía
sus actividades en la taberna ubicada en Channel-Row, en Wéstmister.
Estas logias serían convocadas para la formación de la Gran Logia de
Londres, considerada como el hito que da cuenta del nacimiento de la
Masonería Moderna o Especulativa.
Todo parece indicar, que, hasta entonces, las prácticas masónicas eran
esencialmente de mesa, no existiendo las prácticas esotéricas como
usos doctrinarios de la Fraternidad. Luis Umbert Santos sostiene la
idea de que, solo a mediados del siglo XVIII, las actividades
masónicas comenzaron a semejarse a las que conocemos ahora. La
práctica de la iniciación esotérica, también parece adquirir
importancia en ese periodo histórico. De hecho, en la medida que se
robusteció el uso de la masonería de iniciación, se fue consolidando
la riqueza simbólica. Ello se verá reflejado en la ornamentación del
Templo, que debió cobijar todos aquellos componentes que dieran
sentido a los contenidos propuestos.
Previamente, los usos pudieron ser otros. Carlos Gayán esboza la
teoría de lo que, seguramente, ocurrió durante la masonería operativa,
donde se construía una logia, antes de comenzar la construcción, la
cual, era "una pieza o barraca que tenía múltiples usos y también era
un lugar de reunión para organizar los trabajos. Pero, en un momento
determinado, esta sala o pieza se convertía en un templo, en el que se
confirmaba la socialización del oficio. Esta transformación se
conseguía dibujando previamente en el piso los símbolos o herramientas
idealizadas, transformadas en virtudes. Al término del trabajo
ritualistico, se borraban estos dibujos y el templo también dejaba de
ser tal". Esta costumbre de dibujar los símbolos en el piso, dice
Gayán, sería reemplazada, posteriormente, por una tela que tenía los
símbolos necesarios para ese efecto, y que se colocaba en el piso o se
colgaba en la pared, costumbre que prevalece en el rito inglés, donde
se cuelga una tela con los elementos simbólicos en la pared, o en el
Rito de Schroeders, que utiliza una alfombra. Tal pues, que, en la
medida que, hacia mediados del siglo XVIII, la Masonería se consolida
y adquiere una condición más institucional, con el uso de sedes
definidas y templos estables la decoración permanente adquiere una
importancia relevante.
No debemos pasar por alto que, en la época a la cual nos referimos, se
vive una etapa en que la ciencia aún no tomaba su camino segregado de
las demás formas de conocimiento. En el siglo anterior, los grandes
hombres de ciencia, aún basaban su bagaje en elementos que tenían
otros componentes, mas allá de la razón científica, que imperaría en
los siglos inmediatamente siguientes. Anteriormente indicamos, por
ejemplo, la importancia del estudio zodiacal en Kepler. A fines del
siglo XVII e inicios del XVIII, sin lugar a dudas, la figura de Newton
llena un espacio singular.
El célebre matemático, que estableció a ley de gravitación universal y
los principios fundamentales de la dinámica, prestó especial
importancia a algunos estudios que son componentes masónicos de
fundamental importancia, y que se explican en Newton, por su
concepción de la realidad, que veía determinada por el Creador, y
donde el hombre tenía por misión ir desentrañando las pistas que aquel
manifestaba en su Creación. Por eso indagaba en la Biblia, que
consideraba un compendio de sabiduría revelada, y en el estudio
astrológico y alquímico, sosteniendo la teoría de que las grandes
creaciones arquitectónicas del hombre, estaban asociadas a
determinadas conjunciones astrales. De esa dedicación de Newton, surge
su libro "El Templo de Salomón" , que escribiera en 1684, donde es
posible percibir que sostenía la idea de que la Naturaleza es un Gran
Templo del Gran Arquitecto del Universo, y que el propósito de la
religión verdadera es proponer a la Humanidad, mediante la estructura
de los antiguos templos, el estudio de la estructura del mundo como el
verdadero Templo de Dios.
Considerando la condición contemporánea de Newton con aquellos que
promovieron la fundación de la Gran Logia de Londres, y la perspectiva
esotérica que comenzó a primar en su estructuración, después de las
dos primeras décadas, no sería extraño que las tesis de éste
científico, sobre el carácter de la creación, sobre la influencia
astral y sobre el templo de Salomón, haya permeado fuertemente las
concepciones de quienes dieron forma y contenido a la emergente
masonería especulativa.
Si analizamos los nombres de algunos de los primeros líderes de la
emergente Gran Logia de Londres, no podemos ignorar lo que
intelectualmente pesaban. George Payne, segundo Gran Maestro, por
ejemplo, era un anticuario, profesión u oficio que, entonces, gozaba
de gran reputación cultural, pues, se trataba de personas con un vasto
conocimiento, producto de la propia naturaleza de su trabajo. Teófilo
Desagulliers, quien le reemplazará, era un hombre de formación
científica en el campo de la física, además de ser un pastor hugonote.
James Anderson, además de ser un pastor presbiteriano, era un doctor
en filosofía. No estamos hablando de personas ignorantes, ni
seguidores de sectas extrañas, sino, de hombres que estaban vinculados
al conocimiento y la cultura de su tiempo, en el siglo que vio
brillar, precisamente, las luces de la Ilustración.
¿Cuánto influyó Newton, y otros autores que trabajaron abundantemente,
en esa época, en los masones que concibieron la masonería
especulativa?
Esta es una interrogante que rebasa lo estrictamente relacionado con
lo central de esta plancha, pero, que da pie, para sostener que en el
periodo de fundación y asentamiento de la masonería moderna, el
estudio zodiacal tenía una reputación y un valor, que lo hicieron
necesario de incorporar en la simbología del Templo Masónico.
Pero, también, hay otro aspecto que abordaremos en esta parte, y que
dice relación con el hecho que no existe una disposición reglamentaria
o decreto potencial, o algún texto oficial u oficioso de nuestro poder
regulador – la Gran Logia de Chile -, que indique como debe decorarse
un templo constructivamente. Cuando digo "constructivamente" me
refiero a aquella decoración permanente del Templo, que forma parte de
su estructura física, considerando que existen componentes simbólicos
que se incorporan para las necesidades rituales de cada grado.
En ninguno de los textos propios de la Orden en Chile, se mencionan
los usos simbólicos permanentes en el Templo, aquellos que
corresponden a la universalidad simbólica de los grados,
Lo actualmente en uso, no corresponde a normas establecidas, sino,
esencialmente a la tradición no escrita y al más venerable uso
consuetudinario. Ello da pie, para que surjan interpretaciones que
niegan pertinencia al estudio simbólico de los signos zodiacales en
los grados menores.
En el Libro del Aprendiz, de Wirth, que tiene circulación oficial en
la Gran Logia de Chile, es posible tener una descripción de los
elementos necesarios del templo para el trabajo de Primer Grado. En la
parte final de éste texto, se hace una descripción de los componentes
del Templo del Aprendiz, entre los cuales, está la cadena de unión,
que puede ser hecha con un lazo, el que
debe tener 12 nudos, seis en cada costado del templo, "para
corresponder así a los signos del Zodiaco". No hay mas alusión ni un
tratamiento más extensivo de este símbolo. En tanto, en el Manual del
Aprendiz de Lavagnini (Magister), se citan los signos como componentes
del Templo del Primer Grado, también de un modo discreto, al describir
el cielo del templo, y la ubicación de la cadena de unión, que
descansa sobre los capiteles de doce columnas "distribuidas así: seis
en el lado Norte y seis en el lado Sur, simbolizando los seis signos
ascendentes y los seis signos descendentes del zodiaco" En el Libro
del Compañero, de Wirth se definen los elementos adicionales que deben
incorporarse para los trabajos en Logia de Compañeros. En ninguno de
los componentes se mencionan los signos. Lo propio ocurre con el texto
de Lavagnini.
En el Libro del Maestro, no se indica nada con relación a lo que debe
contener el Templo del Maestro, sin embargo, existe una extensa
interpretación sobre los signos zodiacales, a partir del estudio del
duodenario. En el alternativo Manual del Maestro (Magister), por el
contrario, no se hace alusión a ellos.
Aparte de lo que hemos señalado, en la bibliografía disponible en
Chile, hay pocos antecedentes que nos permitan una definición
específica respecto de la relevancia que pueda tener el Zodiaco
respecto de cada uno de los grados simbólicos en particular. La
información enciclopédica masónica, tampoco arroja luz para indicar,
decisivamente, alguna idea respecto a la relación específica con
alguno o con todos los grados simbólicos. Sin embargo, hay muchos usos
que nos indican en un sentido claro, que los signos del Zodiaco son
parte de aquella simbología que tiene alcance en todos los grados, a
partir del Primer Grado.
Tal pues, que, la tradición y el uso consuetudinario, nos indican que
los 12 signos en las 12 columnas, son elementos permanentes del
Templo, y por lo tanto, parte de su diseño constructivo y de su
decoración básica. Ello porque el Templo es la simbólica
representación del Universo, y todo aquello que decorativamente apunta
a poner en evidencia esa condición, es un componente permanente y
transgradual.
¿Cuales son los otros componentes permanentes y transgraduales, además
de las 12 columnas con los 12 signos zodiacales? Las dos columnas del
pórtico, el pavimento mosaico, el ara, la bóveda celestial, la cadena
de unión, el Sol y la Luna, el Delta Luminoso. Todo otro componente es
parte de la circunstancialidad del o de los Grados.
VALORACION DEL SIMBOLISMO ZODIACAL.
Todos los símbolos que adornan el templo masónico, tienen un antiguo
origen, algunos de los cuales exceden los ámbitos exclusivamente
masónicos. A estos símbolos tangibles, se suman aquellos de carácter
conceptual, que no están físicamente presentes en la ornamentación del
templo, y que son parte de la docencia de cada grado: rituales,
números, toques, palabras, signos, etc. Todos los símbolos, no por
antiguos, no por su data inmemorial, dejan de tener un valor esencial
para nuestras prácticas y doctrinas. No por su antiguo origen dejan de
adquirir, cada día, una vital y nueva significación para el trabajo
cotidiano del hacer masonería. Es que, la Francmasonería reconoce la
sabiduría mas allá de su condición temporal, en los elementos que son
necesarios para que el Hombre alcance una mayor comprensión de su
condición fundamental.
La contemporización es un factor necesario para que el hombre sepa
vivir en al condición propia de su tiempo. El masón, por cierto, debe
ser un hombre que vive su tiempo, lo que requiere un denodado esfuerzo
de contemporanización, ergo, una expresión secular de su integración y
comprensión del mundo en que se desenvuelve.
Por ejemplo, si quisiéramos contemporizar, de acuerdo a los niveles de
conocimiento que el hombre del 2.000 tiene a su disposición,
resultaría absurdo que hablemos de los 4 elementos- agua, tierra, aire
y fuego, doctrina sostenida por Empédocles, 250 años A. de C.-, cuando
la ciencia actual considera que los elementos son mas de 100. Pero,
ello no constituye una condición excluyente para saber acoger
benéficamente, melioristamente, el sentido fundamental del relicto del
ayer.
¿Y, acaso, una natural contemporización no iría en contra de la
significación, que para nosotros puede tener, por ejemplo, la idea de
dualidad representada por el Sol y la Luna en el Oriente? ¿Y, acaso,
no resultan innecesarias, desde ese punto de vista, muchas de las
costumbres, usos y contenidos masónicos, frente a la complejidad y
sofisticación del mundo actual? Precisamente, el prurito de lo nuevo
cuajó en la modernidad hasta un nivel paroxismático, al punto que, lo
anterior, lo viejo, lo ancestral, lo vernáculo, quedó siempre cercano
o equivalente a la obsolescencia. Si contemporizamos, si nos
desarrollamos en la idea de la innovación, ¿qué categoría ocupa en
nuestras preocupaciones el relicto vivo de las antiguas simbologías,
de los antiguos ritos, de las antiguas prácticas y doctrinas? Debemos,
pues, ser cautos y saber buscar el equilibrio necesario entre aquello
que recibimos como herencia y lo que constituye lo fundamental de lo
nuevo. Tengamos presente que, contemporizar nuestro conocimiento a
ultranza, es una circunstancia que, muchas veces, en muchos aspectos
de la vida, termina por erradicar muchas de nuestras acendradas
visiones.
¿Acaso, como un reflejo de contemporización modernista, los signos
zodiacales que adornan el templo, no provocan muchas veces una sutil
irritación, que se esconde en la acidez de un comentario liviano,
tenuemente ácido, planteado de modo de no ofender cierta idea sacra de
los componentes masónicos?
Desde luego, la tendencia de no abordar decididamente el estudio
zodiacal, en nuestros talleres, tiene una explicación que podemos
relacionar con la influencia cultural occidental cartesiana y
modernista.
Como ya hemos planteado, hasta hace poco, en el mundo intelectual
occidental, bajo la influencia de las visiones empíricas y
reduccionistas, se hizo anatema de la religión, de la astrología, de
la sabiduría vernácula de los pueblos originarios, de la filosofía.
Desde esa visión se aseveró que los únicos problemas genuinos eran los
problemas científicos. Se afirmó que la metafísica carecía
estrictamente de sentido, y que a la filosofía no le quedaba mas
camino que la práctica del análisis dirigido hacia las teorías y
conceptos que impone la ciencia.
Desde la óptica modernista, la ciencia ha revelado las formas, los
números y las leyes que instauran el Universo, que es una máquina
perfecta, una armazón matemática, que se mueve perpetuamente, de
manera autofundante y autosuficiente. Esta visión ha despreciado a
aquellas que no tengan un asidero empírico, que no sean evidentes a
través del método científico, minusvalorando las manifestaciones de
búsqueda de la verdad sustentadas en premisas eminentemente
espirituales.
Tal concepción, típicamente occidental y profana, permeó a la F\ M\ de
los países europeos y americanos, y, en consecuencia, a la chilena,
pues, la intelectualidad que ha nutrido las filas de la Orden, desde
el siglo XIX, ha sido, de un modo muy significativo, influida por
ella. La compresión de muchos masones, entonces, ha estado determinada
por el culto a la verdad científica, donde todo sustento teórico ha
descansado en las "evidencias científicas de la naturaleza y del
progreso humano". En la consolidación de esa visión han influido
también dos concepciones ideológicas, que han estado también presentes
en los masones chilenos: la liberal y la socialista.
Estos contenidos, sin duda, han generado una dicotomía fundamental en
la F\ M\ , que ha estado presente desde los orígenes de la Orden en
Chile: aquella que se manifiesta entre el verbo cientifiquista, de una
parte de sus miembros, y la conminación esotérica – desde luego,
acientífica, esencialmente subjetiva – de su simbología. El trabajo
masónico, por excelencia, se basa en el estudio de símbolos, en el
cual, se manifiesta la relación entre el simbolizante, es decir, la
imagen del elemento perceptible, y lo simbolizado, lo no perceptible,
lo que para cada individuo constituye el significado. Para Jung, el
símbolo representa algo mas que su significado inmediato y obvio,
"tiene un aspecto inconsciente más amplio que nunca está definido con
precisión". Es más, cuando hay cosas más allá del entendimiento
humano, dice Jung, "usamos constantemente términos simbólicos para
representar conceptos que no podemos definir o comprender
completamente".
A partir de elementos simbólicos, el masón construye alegorías y
conceptos, que corresponden a interpretaciones singulares, que son
coincidentes en los aspectos formales, con las que expresan los demás,
pero, que, íntimamente, son una construcción personal, en la cual se
conjugan las funciones afectivas y valorativas, es decir, su
emocionalidad. Y es, a partir de nuestras emociones, como construimos
nuestras ideas del mundo, de la realidad, de lo que nos rodea. Ellas
nos permiten hacer inteligible lo que percibimos, desde nuestra
singularidad como personas.
Las distintas opciones del conocimiento humano – la filosofía, la
ciencia, la religión -, si bien ofrecen posibilidades para responder
las grandes interrogantes del masón - ¿Qué somos?, ¿De donde venimos?,
¿Para donde vamos? -, no le permiten una respuesta mas allá del ámbito
de sus propias creencias, de su recursividad, de su construcción
autopoiética.
Ergo, si el trabajo masónico se funda en la especulación - filosófica,
axiológica, epistemológica, metafísica – sin duda, un conocimiento
especulativo, como es la astrología, es compatible con lo que
regularmente determina nuestras prácticas y doctrinas, pues, ésta se
liga, en lo fundamental, con lo que constituye el ser y el hacer
masónicos: conocer al hombre. De tal modo, que, la valoración del
simbolismo zodiacal que planteo, descansa en la convicción de que, los
signos del Zodiaco en el templo masónico, ponen en evidencia un
conocimiento que busca relacionar al hombre de una manera más integral
con el Cosmos del cual es parte, y que, como todos los seres vivos,
estamos determinados por ese Cosmos de un modo definitivo.
Pero, la Masonería también nos plantea que hay diversas lecturas que
podemos hacer, para comprenderlo, porque el Cosmos, la Naturaleza, la
realidad, son escrutables, desde la visión que cada cual tiene, porque
cada observador, cada conciencia, es un observador singular,
individual y único. Esto es muy importante, en la postura del
empirismo, la relación entre el observador y lo observado nunca fue
planteada como un problema radical, puesto que la realidad era
considerada como una entidad en si misma, y el observador debía
mirarla tal cual era, desde el ángulo de un simple testigo, de un modo
neutral. Sin embargo, la visión que impone el pensamiento complejo y
las visiones post-racionalistas, es que la realidad es multiprocesal y
multidireccional. La observación de un observador depende de un orden
que él introduce, y de la cual él es parte integrante.
Al estudiar el simbolismo zodiacal, desde el punto de vista masónico,
ambas alternativas - la empírica y la compleja - tienen un espacio en
la especulación iniciática. Sin embargo, a mi modo de ver, el
empirismo tiende inevitablemente al reduccionismo, y como dice Edgar
Morin "la tendencia a la reducción es la que nos priva de la
potencialidad de la comprensión". Como masones, debemos buscar
respuestas más amplias, mas integrales que la sola asimilación de
información. Debemos buscar una comprensión mayor del Universo del que
somos parte, o del Multiverso, la complejidad que surge de muchos y
distintos observadores. Somos buscadores de la Verdad, a partir de
nuestra individual capacidad cognoscente, y, según una antigua máxima
masónica, el mejor templo de la Verdad es el Universo. El estudio
zodiacal, es una perspectiva de gran alcance en ese sentido.
CONCLUSION.
Al concluir esta plancha, quisiera sintetizar algunas de las ideas
expuestas, en términos de poner énfasis respecto de ciertos criterios
vertidos en su desarrollo. En primer lugar, creo conveniente insistir
en que el simbolismo zodiacal merece una preocupación mayor, que la
posible de observar en los actuales planes docentes de las logias y
del gobierno superior de la Orden. En cuanto exista una recurrencia
mayor del estudio de este símbolo, sin duda, permitirá una perspectiva
más amplia en las concepciones individuales, respecto de los orígenes
de la F\ M\ , en relación a sus objetivos, así como una comprensión
mayor respecto de las visiones del pensamiento que emergen frente a la
crisis de la modernidad.
Considero, frente a lo expuesto en el desarrollo de este trabajo, que
la lectura del simbolismo que nos plantean las doce columnas,
adornadas por los doce signos, nos propone que la Gran Obra es
imposible de sostener sin una profundización en la búsqueda de
respuestas frente al enigma de la vida, de tal modo que, de manera
esencial, el Zodiaco simboliza la búsqueda del hombre - su esfuerzo
cognoscente -, la búsqueda tras las claves de la vida, del Universo y
del hombre mismo, por lo cual, se hace necesario su estudio desde el
momento mismo en que la impronta del "Buscar y encontraréis" determina
la conducta del Iniciado.
Pero, también es importante tener presente que los signos zodiacales y
las columnas, así como todos los símbolos que ornamentan el Templo,
son una creación humana. La bóveda de la logia, que representa lo
infinito, lo inconmensurable, descansa en las columnas. Ello nos dice
que cualquier visión que tengamos del Universo, descansa en nuestros
conceptos, en nuestras
limitaciones, en nuestras fortalezas y debilidades. Por lo demás, no
debemos olvidar que los conceptos de finitud e infinitud, han sido
creados también por el hombre, en su propósito de interpretar la
integridad cósmica.
Otra idea expuesta es que, los signos zodiacales en el templo
masónico, nos hacen notar que hay un conocimiento que está simbolizado
de modo coherente, en consecuencia, con una percepción humanista del
Cosmos. Este conocimiento implica una cosmovisión, una forma de ver la
realidad, de ver el Universo centrado en el Hombre. Desde sus orígenes
auténticos, la astrología es una manifestación del pensamiento
humanista, porque su preocupación esencial es el Hombre, al dedicarse
al estudio del eventual influjo de ciertos astros en las personas.
Obviamente, también es una forma de conocimiento, una forma de
desarrollo de las perspectivas cognitivas, que permite tener una
comprensión del individuo, respecto de su rol en la vida y en la
realidad.Esa forma de ver el Universo implica un reconocimiento, una
valoración, una comprobación de la relación entre el Hombre y el
Universo, que debemos entender de manera holística, en toda su
complejidad.
El conocimiento zodiacal se asocia con la filosofía, desde un punto de
vista metafísico; se asocia con la ciencia, desde un punto de vista
metodológico; con la religión, desde un punto de vista paradigmático.
Pero, por sobre todo, se asocia con el complejo esfuerzo de tratar de
entender el Universo y la Naturaleza, desde su particular método
interpretativo de los fenómenos que pueden determinar la vida del
hombre. Cuando observemos, entonces, los doce signos en las doce
columnas, sosteniendo la cadena de unión, y sobre el friso, la bóveda
celestial que se abre hacia la inmensidad cósmica, démonos el tiempo
para pensar que la Gran Obra es inconmensurable en su proporciones y
alcances, y que nos falta mucho que aprender de ella, por lo cual,
nuestras concepciones y convicciones mas arraigadas, solo son un
minúsculo esfuerzo por tratar de comprender el Universo.
Démonos, pues, tiempo para indagar, con libertad, libre de prejuicios,
en torno a lo que la sabiduría de los masones o los sabios de otros
tiempos nos dejaron como herencia, porque solo en verdadera
conciliación con el pasado, podemos darle un sentido real a lo nuevo,
y a nuestra marcha entre columnas, bajo las constelaciones del
firmamento.