Las piedras iniciadas.

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♣♥SEÑOR♥♣

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Nov 11, 2008, 7:44:00 PM11/11/08
to SECRETO MASONICO
Las piedras iniciadas.


De: INVISIBLEMASON (Mensaje original) Enviado: 16/11/2006 10:04 p.m.
“El tiempo altera y borra la palabras del mismo Dios, pero lo que Dios
confío a las piedras perdura indefinidamente...”
Todo lo que nos ha llegado del Antiguo Egipto esta registrado en
piedras, sin las piedras nada hubiera subsistido. Se hace preciso
retroceder nuevamente en el tiempo para tratar de hallar dónde se
habrían gestado las conexiones directas entre el antiguo Egipto, el
Temple y la Masonería.
La abolición de la Orden del Temple fue decidida por el Concilio de
Vienne, en el valle del Ródano, en el año de 1311. Para la
historiografía oficial, éste sería el inicio de un prolongado final,
cuyo desenlace se materializaría definitivamente con el suplicio del
último gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay y Geoffrey de
Charney, Preceptor de Normandía, ardiendo “a fuego lento” en una
hoguera de la isla de los Judíos de París, frente a la gran catedral
de Nôtre-Dame. Era un fatídico lunes, 11 de marzo de 1314 (según el
calendario juliano, 18 de marzo según el gregoriano), víspera de san
Gregorio.
Cuando pensamos en la actitud pasiva con que generalmente los
templarios asumieron la disolución, salvo en algunos casos aislados en
España en que se resistieron con las armas a la orden de arresto, no
podemos por menos que preguntarnos cómo es posible que esta orden de
arresto en Francia tomase por sorpresa a los mandatarios de la Orden.
Por fuerza, algunos oficiales reales tuvieron que advertir
discretamente a miembros de su familia que profesaban en el Temple
sobre el golpe de mano que urdía el rey Felipe IV “el Hermoso”. Esto
no es algo que se prepare de la noche a la mañana, y resulta imposible
concebir el desconocimiento absoluto por parte de las más altas
instancias templarias. Del mismo modo que este sobreaviso podría
explicar las pocas cosas que se incautaron en las encomiendas tras el
arresto, cabría pensarse con lógico fundamento que entre la inmensa
mayoría de templarios que permanecieron libres en el resto de Europa,
hubiese quienes se reuniesen para decidir cómo afrontarían su futuro
tras las decisiones pontificias que habrían de fijar su destino
definitivo. Tal como señala el historiador francés Michel Lamy en La
otra historia de los Templarios, el Temple, en buena parte, permanecía
en libertad, sus comendadores se reunían cuando lo estimaban oportuno,
los freires vivían en sus castillos, celebraban sus capítulos e
incluso mantenían contactos entre los miembros de los distintos
Estados. A pesar de estar descabezados por la prisión de su Gran
Maestre Jacques de Molay, resulta evidente que la vejez de éste tenía
por fuerza que haber planteado ya la necesidad de un sucesor
inmediato. Es por todo lo expuesto que estudiosos como el mencionado
Lamy, con las debidas muestras precautorias, consideran que existen
múltiples razones para creer en una transmisión de la herencia
templaria.
Diversas órdenes militares y monásticas de toda Europa, e incluso las
hermandades laicas de la Fede Santa italiana, fueron los herederos
“oficiales” de la Orden del Temple, aunque en ningún caso cabe pensar
que hubieran recibido igualmente la herencia espiritual y los diversos
secretos que dimanan de la tradición templaria.
Sobre una continuidad clandestina de la orden del Temple mucho se ha
venido escribiendo incluso desde su misma supresión en la segunda
década del siglo XIV, y especialmente a partir del siglo XVIII. Como
ya hemos dicho, resulta indudable que, si no como tal Orden del Temple
estructurada y organizada, muchos fueron los templarios que
sobrevivieron, que tuvieron diferentes destinos, e incluso es un hecho
que gran parte de ellos ingresaron en nuevas órdenes militares creadas
ex profeso para recibir los bienes y caballeros templarios, tal es el
caso de la orden de Montesa en el reino de Aragón y la de Cristo en
Portugal. Pero independientemente de estas evidencias “prolongatorias”
del Temple, lo que mayores controversias suscita es la posibilidad de
una continuidad ininterrumpida y secreta de la tradición templaria,
transmitida hasta nuestros días.
Para no entrar una vez más en este sempiterno y complicado debate,
sobre el que se han vertido ríos de tinta, diremos únicamente que a
tenor de un manuscrito recientemente hallado en la Biblioteca Nacional
de Madrid por la documentalista Gloria de Válor, resulta innegable que
en el siglo XVII, cuando menos en España, existía un denominado “Prior
del Temple”, de nombre Fr. Pablo Inglés, que recibe de la reina doña
Mariana de Austria “doscientos escudos, por cuenta de los doscientos
ducados de pensión, que tiene situados sobre algunas Rectorías y
Prioratos de la Orden”... Este documento, sobre el que no existe la
más mínima duda de autenticidad, se halla actualmente en estudio, y
resulta ya por sí mismo una prueba fehaciente que demuestra una
continuidad templaria. Pero no es la única; además de ésta, de entre
las muchas y variopintas ramificaciones prolongatorias que se
proponen, estaría también la de la masonería.
Un detalle significativo al respecto lo encontramos incluso durante el
largo proceso inquisitorial al que se sometió a la Orden, cuando y el
traidor y delator Squieu de Floyran fue apuñalado por miembros de las
guildas de constructores inmediatamente después del arresto del Gran
Maestre Jacques de Molay y de los Caballeros para ser sometidos a la
infame parodia de juicio por todos conocida.




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De: ♣♥SEÑOR♥♣ Enviado: 17/11/2006 07:42 p.m.
Mi muy apreciado Invisible masón un fraternal triple abrazo. La
frase:

“El tiempo altera y borra la palabras del mismo Dios, pero lo que Dios
confío a las piedras perdura indefinidamente...” me hace pensar que
las piedras somos nosotros los hombres que buscamos la Gran Luz y que
lo que Dios confía a los hombres que buscan la Gran Luz perdurara por
siempre. <o:p></o:p>

Felicidades Invisible masón

Fraternalmente Vicente Alcoseri.
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De: <NOBR>INVISIBLEMASON</NOBR> (Mensaje original) Enviado:
16/11/2006 10:04 p.m.
“El tiempo altera y borra la palabras del mismo Dios, pero lo que Dios
confío a las piedras perdura indefinidamente...”
Todo lo que nos ha llegado del Antiguo Egipto esta registrado en
piedras, sin las piedras nada hubiera subsistido. Se hace preciso
retroceder nuevamente en el tiempo para tratar de hallar dónde se
habrían gestado las conexiones directas entre el antiguo Egipto, el
Temple y la Masonería.
La abolición de la Orden del Temple fue decidida por el Concilio de
Vienne, en el valle del Ródano, en el año de 1311. Para la
historiografía oficial, éste sería el inicio de un prolongado final,
cuyo desenlace se materializaría definitivamente con el suplicio del
último gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay y Geoffrey de
Charney, Preceptor de Normandía, ardiendo “a fuego lento” en una
hoguera de la isla de los Judíos de París, frente a la gran catedral
de Nôtre-Dame. Era un fatídico lunes, 11 de marzo de 1314 (según el
calendario juliano, 18 de marzo según el gregoriano), víspera de san
Gregorio.
Cuando pensamos en la actitud pasiva con que generalmente los
templarios asumieron la disolución, salvo en algunos casos aislados en
España en que se resistieron con las armas a la orden de arresto, no
podemos por menos que preguntarnos cómo es posible que esta orden de
arresto en Francia tomase por sorpresa a los mandatarios de la Orden.
Por fuerza, algunos oficiales reales tuvieron que advertir
discretamente a miembros de su familia que profesaban en el Temple
sobre el golpe de mano que urdía el rey Felipe IV “el Hermoso”. Esto
no es algo que se prepare de la noche a la mañana, y resulta imposible
concebir el desconocimiento absoluto por parte de las más altas
instancias templarias. Del mismo modo que este sobreaviso podría
explicar las pocas cosas que se incautaron en las encomiendas tras el
arresto, cabría pensarse con lógico fundamento que entre la inmensa
mayoría de templarios que permanecieron libres en el resto de Europa,
hubiese quienes se reuniesen para decidir cómo afrontarían su futuro
tras las decisiones pontificias que habrían de fijar su destino
definitivo. Tal como señala el historiador francés Michel Lamy en La
otra historia de los Templarios, el Temple, en buena parte, permanecía
en libertad, sus comendadores se reunían cuando lo estimaban oportuno,
los freires vivían en sus castillos, celebraban sus capítulos e
incluso mantenían contactos entre los miembros de los distintos
Estados. A pesar de estar descabezados por la prisión de su Gran
Maestre Jacques de Molay, resulta evidente que la vejez de éste tenía
por fuerza que haber planteado ya la necesidad de un sucesor
inmediato. Es por todo lo expuesto que estudiosos como el mencionado
Lamy, con las debidas muestras precautorias, consideran que existen
múltiples razones para creer en una transmisión de la herencia
templaria.
Diversas órdenes militares y monásticas de toda Europa, e incluso las
hermandades laicas de la Fede Santa italiana, fueron los herederos
“oficiales” de la Orden del Temple, aunque en ningún caso cabe pensar
que hubieran recibido igualmente la herencia espiritual y los diversos
secretos que dimanan de la tradición templaria.
Sobre una continuidad clandestina de la orden del Temple mucho se ha
venido escribiendo incluso desde su misma supresión en la segunda
década del siglo XIV, y especialmente a partir del siglo XVIII. Como
ya hemos dicho, resulta indudable que, si no como tal Orden del Temple
estructurada y organizada, muchos fueron los templarios que
sobrevivieron, que tuvieron diferentes destinos, e incluso es un hecho
que gran parte de ellos ingresaron en nuevas órdenes militares creadas
ex profeso para recibir los bienes y caballeros templarios, tal es el
caso de la orden de Montesa en el reino de Aragón y la de Cristo en
Portugal. Pero independientemente de estas evidencias “prolongatorias”
del Temple, lo que mayores controversias suscita es la posibilidad de
una continuidad ininterrumpida y secreta de la tradición templaria,
transmitida hasta nuestros días.
Para no entrar una vez más en este sempiterno y complicado debate,
sobre el que se han vertido ríos de tinta, diremos únicamente que a
tenor de un manuscrito recientemente hallado en la Biblioteca Nacional
de Madrid por la documentalista Gloria de Válor, resulta innegable que
en el siglo XVII, cuando menos en España, existía un denominado “Prior
del Temple”, de nombre Fr. Pablo Inglés, que recibe de la reina doña
Mariana de Austria “doscientos escudos, por cuenta de los doscientos
ducados de pensión, que tiene situados sobre algunas Rectorías y
Prioratos de la Orden”... Este documento, sobre el que no existe la
más mínima duda de autenticidad, se halla actualmente en estudio, y
resulta ya por sí mismo una prueba fehaciente que demuestra una
continuidad templaria. Pero no es la única; además de ésta, de entre
las muchas y variopintas ramificaciones prolongatorias que se
proponen, estaría también la de la masonería.
Un detalle significativo al respecto lo encontramos incluso durante el
largo proceso inquisitorial al que se sometió a la Orden, cuando y el
traidor y delator Squieu de Floyran fue apuñalado por miembros de las
guildas de constructores inmediatamente después del arresto del Gran
Maestre Jacques de Molay y de los Caballeros para ser sometidos a la
infame parodia de juicio por todos conocida.





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