Educación y orden social
A veces mi otro yo adopta la personalidad de un extraño visitante. ¿Quién no ha subido a una montaña? Cuando él mira el horizonte de la superficie de la tierra percibe un orden social incierto. La tierra no ha estallado, las ruinas ancestrales permanecen, los humanos son millones. Algo los protege de manera increíble a sabiendas de la sofisticada agresividad que han desarrollado. Y han creado instituciones a las que le delegaron poderes para dictar normas que regulen su quehacer, y que se comprometieron a cumplir. Todo bajo el supuesto de que vivir en completa libertad sería el caos.
Decidieron este acuerdo, quizás, por el respeto atávico de la sabiduría de los ancianos, cuyo dominio de las pasiones fue un regalo de la experiencia de los años: estos que enseñan más que las palabras.
Todo humano recién nacido está sometido al poder de la autoridad de sus mayores, sean creyentes, ateos, libre pensadores, cultos o ignorantes, libres o esclavos. El lugar, el medio en donde se nace está enlazado con la calidad de sus progenitores, que detentan la autoridad, que elaboraron su propio concepto del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. Algunos lugares se llenan de flores.
Desde tiempos remotos los actos cotidianos se hicieron costumbres; estas, reiteradas por años se transformaron en hábitos, que finalmente devinieron en destinos. Tanto una comunidad pobre como una rica, (en el más amplio sentido), dominada o dominante, desde el punto de vista de su influencia cultural, puede ser comprendida aplicando esta línea de desarrollo histórico. Aquí el tema es el de la educación temprana.
Los hombres del mañana son los niños de hoy. Nosotros, los niños de ayer, lo sabemos, pero los de ahora no. Mediante esta ventaja, aprovechando que ellos no lo saben: ¿Podemos cambiar la educación refleja, esta cotidiana, de la fanfarria de los medios de comunicación y del cine, en que se entregan mensajes que enturbian la mente, paralizando la reflexión, motivando sólo al placer inmediato? ¿Esta que se hace bajo el principio de la libertad de expresión?
La élite social se preocupa más de sus finanzas y de su imagen que de la salud del planeta. El tema de los valores les incomoda, porque enlaza con lo político, con el sensible tema de la libertad en el mundo globalizado. No sea que se cuestione a la democracia y la sociedad de libre mercado, pilares de la masa cautiva. Y responden:” No, no se puede censurar, corregir los programas de televisión, y menos la producción cinematográfica y literaria. ¿Quién lo haría? Sería aberrante, cavernario. Esto es problema privado, de los padres, de cada familia, de la escuela, de los maestros, en fin, de otros, que no saben educar a sus hijos, pero no es del sistema.”
Es por esto que el extraño visitante queda absorto al ver a los niños aprendiendo, desde una pantalla de televisión o de cine, cómo consumir droga, cómo luchar matando, cómo su ídolo parece monstruo, como desobedecer a la autoridad. La anarquía ronda en su mente como algo regalado, extraordinario, la caída de las torres gemelas les resultó fascinante.
Hoy, pocas veces nos cuestionamos si nuestro destino hubiera sido diferente, si hubiéramos tenido otros actos cotidianos, desde la niñez, para conformar nuevas costumbres y, tal vez, llegar al hábito virtuoso; si hubiéramos enseñado mejor de aquello elevado y de otra manera, si tal vez…, si tal vez…, pero mi amigo visitante ya ha partido. Me advirtió que cada meta es el comienzo de otro camino, y que él avanza en el verdadero, pero según sean mis propios pasos. A lo mejor este orden social incierto, extrañamente aceptado, siempre será el tema vital para las nuevas generaciones.
Carlos Adam