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 Palabra de Dios y salvaguardia de la Creación

El compromiso en el mundo requerido por la divina Palabra nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,2). En efecto, como creyentes y anunciadores del Evangelio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación. La revelación, a la vez que nos da a conocer el plan de Dios sobre el cosmos, nos lleva también a denunciar las actitudes equivocadas del hombre cuando no reconoce todas las cosas como reflejo del Creador, sino como mera materia para manipularla sin escrúpulos. De este modo, el hombre carece de esa humildad esencial que le permite reconocer la creación como don de Dios, que se ha de acoger y usar según sus designios. Por el contrario, la arrogancia del hombre que vive «como si Dios no existiera», lleva a explotar y deteriorar la naturaleza, sin reconocer en ella la obra de la Palabra creadora. En esta perspectiva teológica, deseo retomar las afirmaciones de los Padres sinodales, que han recordado que «acoger la Palabra de Dios atestiguada en la sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia da lugar a un nuevo modo de ver las cosas, promoviendo una ecología auténtica, que tiene su raíz más profunda en la obediencia de la fe..., desarrollando una renovada sensibilidad teológica sobre la bondad de todas las cosas creadas en Cristo».[352] El hombre necesita ser educado de nuevo en el asombro y el reconocimiento de la belleza auténtica que se manifiesta en las cosas creadas.[353]