Regina, la reina de México, viaja a Japón

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Tecolote

no leída,
4 jun 2008, 14:14:234/6/08
a mexicosagrado
Cuatro querid@s herman@s:
Antonio Velasco Piña, testigo de Regina
Alberto Ruz Buenfil, heredero del cargo de testigo, guerrero del Arco
Iris, fundador de la ecoaldea de Huehuecoyotl hace más de tres
décadas, e incansable caminante por las rutas sagradas de los cinco
continentes.
Chieko Nakajima Takenishi, quien tradujera Regina al japones.
y Mónica Ygotoku Velazquez

partieron hacia el Japón semanas atrás para llevar el mensaje de
Regina, del despertar de
Mé Xihc Co y del planeta.

Embajadores de México con un propósito, un sueño, colaborar con
herman@s de esas tierras, para poner nuevamente en escena el musical
de Regina
http://reginamexico.blogspot.com/
ahora en Japones.

Estos guerreros olmecas del nuevo milenio, llevando la encomienda de
Regina, en su caminar, tejen "un puente arcoírico entre Tenochtitlán y
el Monte Fuji-san"
He aquí la histórica reseña

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COMUNICADO del Subcoyote Alberto Ruz
Centro ecopedagogico, Bicho do Mato
Recife, Pernambuco, Mayo del 2008

PEREGRINAJE A LAS CUATRO DIRECCIONES


“Saludo a la tortuga negra y la serpiente del Norte: GEN BU
Saludo al fenix rojo del Sur: SUZAKU
Saludo al dragón azul del Oriente: SEI RYUH
Saludo al tigre blanco del Poniente: BYAKKO ”


Fue solamente en medio de un vuelo, el día 14 de abril, entre São
Paulo y el
DF, que me cayó el veinte de que estaba iniciando, sin antes darme
cuenta, un
peregrinaje sin igual, que me llevaría en menos de una luna de
duración, a
las cuatro direcciones de la Pachamama, con el propósito de contribuir
a crear
puentes-arcoiris entre cuatro grandes centros de poder, cada uno un
santuario de
una de las cuatro culturas madre en el planeta.

Asumido desde hace varias décadas como un chaski, un chakaruna,
mensajero o
ser puente entre pueblos y naciones, me di cuenta que la vida me
estaba
poniendo en frente, sin haberlo antes previsto o realizado, el reto,
el honor y
la responsabilidad de realizar cuatro ceremonias en cuatro sitios de
poder,
lugares magikos, en las que el énfasis principal era la co-creación de
una
cultura cada vez más planetaria y ecuménica de paz, visión y misión
que
viene guiando mis pasos desde ya hace una veintena de anos.

Después de pasar tres años en Brasil, dos de ellos colaborando con
el
Ministerio de la Cultura en el fortalecimiento de una red biorregional
y
nacional de “puntos de cultura viva” tradicional y emergente, viajar
por
diez estados y de una frontera a otra de este sub-continente
brasileiro, y
habiendo visitado más de setenta comunidades rurales y urbanas, afro
descendentes, indígenas, permaculturales, favelas, barrios y
capitales, la
Caravana Arcoiris por la Paz se encontraba a mediados de abril, a
punto de
cerrar nuestro ciclo de trabajo, precisa y sincrónicamente en Olinda,
capital
cultural del estado de Pernambuco, a su vez corazón espiritual del
nordeste
brasileño.

El cierre de ciclo fue planeado como una celebración de una semana de
actividades con los distintos puntos carnavalescos de Pernambuco, y
con una
gran fiesta de dos días en nuestra “Aldea temporal de Paz”, a ser
montada
en la céntrica e histórica Praça do Carmo. Esta es una linda, pequeña
y
magika ciudad colonial de Olinda, a la que convidamos a la mayor parte
de los
grupos afro-brasileños que son el bastión que sostiene la tradición y
la
identidad étnico-cultural y religiosa de los descendientes de los
esclavos y
príncipes africanos que desembarcaron en las costas americanas entre
los
siglos XVI y XIX.

La ceremonia de cierre fue planeada como la culminación de una serie
de
encuentros, rituales, fiestas, talleres y presentaciones que estuvimos
realizando los últimos dos meses con las comunidades de las naciones
Xambá,
del Coco de Umbigada, Alafim oyó, preservadoras de manifestaciones
como el
maracatu, la ciranda, el afoché, las danzas de caboclino y serpiente
marina,
focos de resistencia de los terreiros o templos de candomblé y
umbanda, dos
expresiones religiosas mas o menos sincréticas, que sirven como “pega”
para mantener la identidad y unidad de los quilombos urbanos que
mantienen su
resistencia cultural desde los tiempos de la esclavitud en Brasil,
hasta
nuestros días.

Y junto con ellos, juntar también en la roda de toreh, la danza
circular
sagrada de despedida, a los representantes de los locales pueblos
indígenas
Funé, del grupo Fetxha, que con sus maracás, atabaques y flautas
marcaban el
paso y el ritmo de nuestra unión sin fronteras. La ceremonia tendría
lugar en
la tarde-noche del 27 de abril del 2008.

El fuego del corazón de la Aldea y del circulo, encendido y mantenido
por mi
compañera Verónica, y en torno a ese fuego latiendo fuerte, guerreros
y
mães e pais de santo, sacerdotisas de las naciones afro-brasileras, de
la
nación arcoiris y piajes de la cultura Funé, indígena, se unieron en
un solo
batir, un solo ritmo y un solo corazón, en el sitio de poder donde el
corazón
negro de Olinda, simbolizando con ello la siembra de las semillas del
arcoiris,
con la bendición de Oxumaré, orixá del Arcoiris y de los demás orixás
del
panteón afro, fortaleciendo con gran AXE, la unión en diversidad de
los
pueblos hijos e hijas del maíz preto-negro, uno de los cuatro colores
con los
que los primeros y primeras diosas, crearon a la humanidad.

Me encontraba pues volando el día 14 de abril rumbo al DF, más que
nada para
pasar unos momentos con mis hijos Odin y Solkin, y con mi hija Mayura,
para
abrazar a mis nietos Arún, Sebastián y Amaya, y a mi gente querida, y
para
una breve pero significativa parada en las tierras del Anahuac, adonde
fui
convocado para participar en una marcha silenciosa para pedir permiso
a los
guardianes y guardianas de las tradiciones mexica-azteca-tolteca-
chichimeca. En
una discreta ceremonia que se llevaría a cabo en el corazón sagrado de
la Gran
Tenochtitlan, hoy Distrito Federal de México, en el bosque de
Chapultepec, a
las orillas de los estanques del tlatoani-guerrero-poeta
Netzahualcóyotl, y a
los pies del viejo y los nuevos Sargentos-ahuehuetes, mudos vigilantes
del
acontecer histórico de los pueblos del altiplano mexica.

Conducía la marcha, cuando llegué al Bosque, mi compadre el taita
Antonio
Velasco Piña, depositario a su vez del legado de Regina, abriendo y
limpiando
el camino con la ayuda de varias sahumadoras y caracoleras, y quien
había sido
conminado para realizar esa ceremonia, para solicitar permiso y
bendiciones para
iniciar un peregrinaje. Este histórico evento, que fui honrado a
acompañarlo,
tuvo como motivo principal el de juntos, mi compadre y yo, contribuir
a
consolidar un puente arcoirico entre Tenochtitlán y el Monte Fuji-san,
en el
legendario, enigmático pais de los samuráis, los shogun y las geishas:
Nipón, Japón, el archipiélago japonés en medio de los mares de
oriente,
cuna de los hijos e hijas del Sol naciente.

Con mi hijo Odin y re-encontrándome con nuestras dos compañeras de
viaje,
Chieko y Mónika entre otras personas, caminamos junto al grupo,
ofreciendo
copal, velas y flores a los altares naturales, honrando a los cadetes
que
cayeron en la defensa de la nación mexicana, conectando en silencio
con el
espíritu invisible de los grandes jefes que crearon la nación
azteca-tlaltelolca entre los siglos XII y XIII, e invocando la figura
de Regina
y de los mártires de la masacre de la Plaza de Tlaltelolco, el
inolvidable y
trágico día del 2 de octubre de 1968.

Terminada la marcha, nos dirigimos a la casa de Alumnos 30, hogar de
la
familia Velasco-Piña, donde viven hasta la fecha la madre y hermana
del taita
Antonio, y adonde por pequeños grupos, los participantes fueron
entrando al
cuartito donde Regina vivió los meses previos a su sacrificio. Este
sitio,
sencillo y humilde, se ha convertido en un santuario donde se celebra
la unión
espiritual entre el pueblo meshica y el pueblo tibetano. Odin y yo
acompañamos
esos momentos de recogimiento con el batir de un tambor tarahumara, y
al
terminar, dimos por concluida esa pequeña gesta, que nos permitía
iniciar el
peregrinaje hacia la Tierra del Sol naciente. El segundo fuego sagrado
había
sido prendido, y un invisible puente arcoírico circunpolar comenzaba
con ello
a manifestarse. Los pueblos hijos del maíz colorado, rojo, estábamos
tendiendo nuestras redes invisibles hacia los demás pueblos de la
tierra.

Conocer el Japón había sido un sueño que llevaba guardado en lo mas
escondido de mi ser desde mi más lejana infancia, y que solo ahora,
con 62
años de edad, podía finalmente cumplir.

En esa etapa de mi vida, a los cuentos de los dragones y guerreros de
un pais
con nombres de personajes y lugares pronunciados con sonidos casi
guturales, y
escritos en caracteres incomprensibles, se fueron sumando conforme fui
creciendo, los guiones y las imágenes de las películas de quien
consideré
como uno de mis grandes maestros, un verdadero genio y el legendario y
más
reconocido director japonés en la cinematografía mundial, el
incomparable
Akira Kurosawa.

Después de Kurosawa, fueron las novelas de ficción-histórica, que
siguieron
inspirándome con las gestas de los grandes samuráis y shogunes de las
varias
dinastías de gobernantes japoneses, y de quienes copiaba las maneras
de
caminar, de combatir, de llevarme por el mundo, sintiéndome un
desplazado
guerrero oriental, nacido en un lugar y en un tiempo equivocado.

Más adelante fueron las películas clásicas del erotismo japonés que
hicieron bullir mi sangre, La Mujer de Arena, El Imperio de los
Espíritus,
Pillowbook, y que crearon mi fijación en esas mujeres orientales que
dominan
como ciencia, las artes del amor en esa cultura milenaria. E incluso
la gran
producción hollywodense Del Ultimo Samurai, mantuvo viva esa llama de
atracción hacia al pueblo japonés en mi, esperando el momento de
poderla
vivenciar algún día.

Hubo un momento durante mi vida, cuando habitaba en California, que
pasé casi
un año vistiendo como ese samurai vagabundo que encarnaba Toshiro
Mifune en
los filmes de Kurosawa, con el pelo atado en una coleta, con una
yukata rosa,
mis botas de piel de ante y con un sable en mi cinto, mientras mi
compañera de
ese tiempo, Mercedes, convertida en la geisha de mis fantasías, con su
kimono
usado, conseguido en una tienda de segunda de San Francisco, me
preparaba
ceremonialmente el té, sentados en un tatame, en el piso del tipi en
el que
vivíamos en una comunidad hippie en el norte de ese estado
norteamericano
donde la locura, la fantasía, la realidad y la ecotopía se funden en
una
misma realidad.

El día 18, acompañados de nuestras dos guías japonés-mexicanas,
Cheiko y
Monika, Toño y yo volábamos del DF a Vancouver, BC, y de ahí seguíamos
la
ruta del sol poniente, para dirigirnos al primer sitio de nuestro
peregrinaje:
el aeropuerto de Narita, y para ahí ser recibidos por una comitiva
para
acompañarnos en esa primera noche al Kurimoto Earth Village, una
comunidad y
centro de producción agroecológica, fundado por el Sr. Sato-san, para
primero
darnos un baño ceremonial en onzen, las aguas termales tradicionales
del
Japón, y de ahí ser conducidos a una mesa donde docenas de platos que
nunca
antes había visto, nos esperaban para nuestro banquete de bienvenida.

Los siguientes siete días y noches, fueron una de las semanas más
intensas,
mágicas y maravillosas de mi vida, una existencia en que nunca han
faltado
precisamente ninguna de esas cualidades.

Toño y yo, con nuestra comitiva siempre presente y atenta, fuimos
conducidos
literalmente de la mano, para ir pasando las cuentas de un verdadero
rosario de
ceremonias, desde el primer amanecer en el domo de Kurimoto, ante un
lindo altar
de flores dedicados a la memoria de Regina, donde hicimos nuestro
primer
contacto con las formas tradicionales y religiosas del Japón
milenario, y a
las que fuimos convidados también a compartir nuestras propias
manifestaciones, para hermanarlas con las de nuestros encantadores y
amables
anfitriones.

Hacer un recuento detallado de cada día que pasamos en Japón, daría
para
escribir un pequeño libro, que en el contexto de este comunicado,
seria
seguramente intolerable para la mayor parte de ustedes, mis amig@s,
compadres,
comadres y caminantes que nos seguimos las pistas desde hace muchos
giros del
sol y de la luna.

Baste entonces un breve recorrido y algunos comentarios, para esta
primera
historia, y que quede lo demás para quienes quieran saber más, para
próximos
comunicados tan solo de esta parte del peregrinaje.

Recorrimos en esa semana, a bordo de una moderna van y dos
camionetas,
acompañados de una comitiva de trece personas, más de 1200 Km. a lo
largo y
ancho de las islas de Honshu, la mayor del archipiélago y de Shikoku.
Atravesamos varias provincias y nos detuvimos en las ciudades de
Tokyo, Nara,
Osaka, Kyoto y Kagawa.

Hicimos ceremonias en las faldas nevadas del Monte Fuji-san,
principal y
milenario guardián del Japón, para celebrar la unión de nuestros
volcanes
sagrados de las Américas con los de las islas del lejano Oriente.
Visitamos
las maravillosas cascadas de Shiraito, (sitio de los hilos blancos)
con sus
aguas pintadas de arcoiris, con el Fuji-san en el horizonte y pasamos
una noche
en el santuario de Shiznoka Kawane, (Casa de los Padres) en un sitio
llamado las
raíces del río, hospedados por su guardiana, Mayumi-san y sus dos
encantadoras
hijas Yurika y Sarika.

Nos detuvimos para un picnic en las orillas de los lagos Motozú (casa
original) y Hamana, y visitamos ceremonialmente los templos de
sintoístas
Kurama mountain y el santuario centenario de Kifune (barco de los
placeres).
Pidiendo permiso en cada estación, tocando las campanas,
bendiciéndonos con
las aguas de sus fuentes sagradas, saludando y agradeciendo con
genuflexiones y
Arigatos cada una de esas pausas en el peregrinaje que realizábamos
con gran
devoción de parte de todos nuestros acompañantes.

Cada noche, antes o después de las copiosas cenas, pasábamos una hora
o hora
y media en los onzens, aprendiendo de la sutil etiqueta que acompaña
la
ceremonia del baño tradicional entre el pueblo japonés. La primera
ducha, los
estanques de aguas termales, la sauna de vapor, el estanque de aguas
frías, y
las duchas personales, con sus banquitos, sus shampus, sus gels para
restregar
con cuidado y delicadeza cada una de las partes del cuerpo. Hombres y
mujeres
en salas separadas.

Pasamos largas horas en el palacio Nijohjoh, sede de los grandes
shogunes y
los samuráis en Kyoto, y en el espectacular, impresionante templo
Tohdaiji de
Nara, Gran templo del Este, para contemplar con las bocas abiertas los
gigantescos Budas, sus feroces guardianes y sus acompañantes, entre
ellos la
diosa de la misericordia Kan-Non, fuerza divina femenina, hija de
Tara.

Recorrimos alucinados las calzadas bordeadas de nichos de piedra con
veladoras
y figuras de ciervos, que nos llevaron al santuario de Kasuga (Sol de
primavera), y a las ruinas de la antigua capital Heijo y el templo
budista
Kouyuji (amplio arrozal de la prosperidad) donde se encuentran docenas
de
imágenes de Buda y de las deidades del Botisatva, el Buda de la
misericordia,
Avalokiteswara, donde los dos invitados mexicanos recibimos nuestras
yukatas
tradicionales, de manos de nuestra gran anfitriona, Suga-san, gran
arquitecta y
principal productora de todo nuestro peregrinaje, y directora de las
reconocidas
escuelas de danza Izanai.

En el templo donde las fuerzas duales femenina y masculina coinciden,
Izanami
e Izanaji, el bajo mundo y el cielo, mi compadre Toño realizo una
ceremonia
para entregar a Suga-san la palabra de Regina, y concederle el derecho
a
producir una nueva versión del musical de Regina, que la talentosa
directora,
con sus espectaculares hijos y danzantes, Yuichiro y Shinnonsuke,
intentará
montar en los próximos meses.

En Kyoto, fuimos alojados por una familia del antiguo clan de los
Kumiko
Matsukawa, en una típica casita de madera, donde dormimos por tres
noches, en
nuestros impecables futones, sobre los tatames de nuestro cuarto. Cada
mañana,
antes de emprender nuestros paseos, nuestra grácil y encantadora
anfitriona
Kumiko-san nos esperaba con un desayuno de productos crecidos por su
esposo en
los campos familiares, como se acostumbra en casi todas los jardines,
huertos
del campo y de las orillas de las ciudades del Japón.

En la isla de Shikoku, pasamos un día viajando por sus colinas,
laderas,
bosques espectaculares, para llegar hasta el Monte Tsurugi, (monte de
la
espada), para ascenderlo en un funicular, y después caminar por un
monte de
nieblas, bajo una llovizna helada, hasta el sitio donde nacen las
aguas, para
hacer una pequeña ceremonia de agradecimiento a la fuente principal de
la
vida. El espectáculo, con laderas nevadas, árboles secos, musgo,
niebla,
parecía salido de un cuadro de alguno de los grandes maestros del arte
japonés, y fue sin duda uno de los momentos más emotivos de nuestro
peregrinaje, a pesar del frío y de la humedad.

Como nuestra contrapartida a todas estas innumerables atenciones, y
como
muestra de agradecimiento a su generosidad y regalos, que nos
abrumaban cada
día, mi compadre y yo teníamos programadas tres charlas y
audiovisuales en el
Japón, organizados por las distintas agrupaciones que nos invitaron a
este
peregrinaje: 000Plenum Activation Federation, la Global Univer-City,
coordenadas por Mayumi-san; el Global Human Bridge Center y la Global
School,
coordenadas por Kazo-san, y las escuelas de danza Izanai, de la señora
Suga-san.

La primera serie de nuestras charlas, antecedidas por excelentes
presentaciones de danza de la escuela Izanai, con Suga-san y sus dos
hijos,
tuvo lugar en el corazón de Tokyo, en el Ginda center (Asiento de
plata), la
segunda en Osaka, en el teatro ERU-Osaka-Temambashi (Puente de
realización
celestial), y la tercera en el domo del grandioso hotel Reoma de Mori,
donde
fuimos hospedados las tres ultimas noches de nuestra estancia en el
Japón.

Los temas de nuestras presentaciones, en el caso del taita Toño,
fueron los
antecedentes históricos del 68 en el mundo entero, del significado de
ese año
de cambios planetarios, y los pasos que dieron lugar al 68 mexicano,
el papel de
Regina, las grandes ceremonias y marchas del silencio que anunciaron
el
despertar de la conciencia de Meshico, y el sacrificio y masacre del 2
de
octubre. También nos habló de las repercusiones que esos eventos
tuvieron y
tienen hasta nuestros días.

En mi caso, realicé tres charlas diferentes. Una con el tema de la
historia
del Pueblo Maya, de ayer, hoy y mañana, incluyendo al movimiento
zapatista y
las grandes ceremonias de reapertura de sus centros ceremoniales, como
dos
manifestaciones contemporáneas de de fuerza de resistencia social y
espiritual
que está surgiendo en México, específicamente en la zona Maya, y que
se ha
ido extendiendo como fuego de pradera por muchas regiones de las
Américas y
del planeta.

La segunda presentación audiovisual también, tuvo como foco el
despertar de
la conciencia femenina, de las sacerdotisas-guerreras, de las energías
de
sanación de la Tierra, y del papel de las mujeres en ese proceso,
tomando a
Regina como el arquetipo de la nueva mujer de estos tiempos, y con
ejemplos de
diversos movimientos que atestiguan ese despertar en el mundo.
Incluyendo las
eco-comunidades y las luchas ecológicas por doquier.

En la tercera, conté historias y las ilustré con testimonios
fotográficos,
de los diferentes movimientos sociales y espirituales que están
surgiendo
desde los años 90´s en las Américas, especialmente vinculados a los
pueblos
indígenas, y a la conciencia y profecía de los guerreros del arcoiris,
y del
papel profético-real que la Caravana Arcoiris por la Paz está llevando
a cabo
en su peregrinaje de ya 13 años, a través de 17 países de las
Américas, y
actualmente en el Brasil desde el 2005.

Para esta tercera ocasión, Suga-san nos tenía preparada una hermosa
sorpresa. En el gran domo del hotel Reoma, desde temprano se habían
dado cita
más de trescientos danzantes provenientes de las cinco ciudades donde
se
encuentran las sedes de su escuela de danza Izanai, para presentarnos
durante
toda la mañana, cerca de 20 espectaculares coreografías de danza,
integrando
los más diferentes géneros, tradicionales japoneses y modernos. Para
agazajarnos y mostrarnos esa síntesis artística tan original, que es
ya la
reconocida y respetada “marca registrada” de la escuela de nuestra
talentosa anfitriona.

Chicos y chicas de todas las edades, vestidos impecablemente con
trajes
tradicionales del Japón, cada grupo con colores diferentes, nos
mostraron lo
que han aprendido en esa escuela, donde no solo integran estilos de
danza
diferentes, sino que mantienen una alta calidad espiritual, que
acabamos
aplaudiendo y ovacionando, especialmente entre los grupos más
avanzados, y que
acabaron emocionándonos hasta las lágrimas, con una coreografía de
unos 40 o
50 chiquitines, en un numero de hip-hop súper contemporáneo, pero con
una
temática totalmente ecologista y espiritual, y que tienen como nombre
“Los
niños del Arcoiris.”

Finalmente, para cerrar este ciclo de peregrinajes, convoqué para un
círculo
final, la noche del 27 de abril, en sincronía con la roda de cierre de
la Aldea
de Paz en Olinda, para compartir con nuestros trece acompañantes, una
ceremonia
de mi pipa sagrada, ese instrumento de poder que me fue entregado en
el año
1988 por un Consejo de Abuelas de las Américas en Chichén Itzá, y que
solo
prendo en ocasiones muy especiales. Esta, sin duda lo era.

Sellamos pues con esta hermandad a través del rezo, la oración y del
tabaco,
a la manera de los antepasados, agradeciendo a todos los elementales,
a los
guías de todos los tiempos, a los guardianes de todas las tradiciones,
por
bendecirnos con tantos regalos a lo largo de este peregrinaje sagrado.
Por la
hermandad espiritual y afectiva que se creo entre todos nosotros, y
que cerré
con una rueda de abrazos que acabo por diluir hasta los más leves
restos de
“formalidad” y protocolo, para encontrarnos como hermanos y hermanas,
más
allá de las diferencias culturales y de las mismas tradiciones. Gente
de una
nueva humanidad, la humanidad arcoiris. El tercer fuego, puente con
los hijos e
hijas del maíz amarillo, se había sin duda prendido en esa noche tan
especial
y emotiva.

Un día después, estábamos volando desde el aeropuerto de Takamatsu
al de
Narita, despedidos con más regalos por todos nuestros increíbles
anfitriones,
hermanos y hermanas de este maravilloso pueblo, ejemplo del respeto,
el orden y
la conciencia espiritual, para de ahí reemprender el vuelo al DF, vía
Vancouver, como a nuestra ida. Dandonos a Tono y a mi una última
oportunidad
para recapitular, evaluar, comentar, analizar cada uno de los pasos de
nuestro
inolvidable aventura y de este singular peregrinaje.

Sin tiempo de respirar, pocas horas después del arribo al DF,
emprendía de
nuevo otro vuelo, esta vez para São Paulo, y de ahí para Recife, para
dejar
algunas cosas, reencontrarme con Verónica, y a la mañana siguiente,
emprender
la cuarta parte d esta odisea, esta vez con dirección a Europa, a
Londres,
adonde ya nos estaba esperando un acompañante, Mark Elmy, para
llevarnos del
aeropuerto a la ciudad mítica de Glastonbury.

Glastonbury es el corazón de Avalon, el reino de Morgana y Merlín, el
último enclave de resistencia de la Antigua Religión, esa que fue
llamada y
perseguida como pagana, religión de la Madre, de las Diosas, de las
sacerdotisas y las brujas de ayer y de siempre. Llegamos justo el día
dos de
mayo, víspera de las celebraciones del encendido de los Fuegos de
Beltane, esa
fiesta pagana en la que de nuevo los seres de los bosques, los
hobbits, los
entes, los orcos, los elfos, las hadas, los duendes, los gnomos y los
magos
vuelven a salir de las nieblas, para hacerse presentes y recordar al
mundo que
la antigua cultura celta, y sus guardianes los druidas, no han todavía
desaparecido de la faz de la tierra.

Verónica y yo llegábamos como invitados especiales a un evento que
por
tercera vez se reunía en estas mismas tierras. “El Festival Dreamtime
2012”, que este año intentaba salirse del esquema “maya” de los
anteriores, para hacerse más continental, y abarcar a otras voces de
los
pueblos de las Américas. Voces de Abya Yala, de los ancianos y de los
nuevos
chaskis y chakarunas de esas tierras.

Ya en el año 1998 o 1999, yo había participado de uno de esos
festivales.
Pero se habían interrumpido, pues sus organizadores habían dejado las
tierras
de Albión, para crear su sede en el sur de Hispania. Ahora, casi 10
años más
tarde, lo intentaban de nuevo, y me convidaban, y conmigo a Verónica,
para
llevarles noticias de los acontecimientos más importantes que están
marcando
los nuevos capítulos del acontecer histórico de las Américas.

En las anteriores ocasiones, el evento habia atraído a figuras como
José y
Lloydine Arguelles, Aluna Joy, Mary Jenkings, y en esta ocasión, los
principales ceremoniantes y conferencistas éramos el Chief Sonne de la
nación
yaqui; Lionfire, gran conocedor de toda la literatura relacionada con
el año
profético 2012; los coordinadores ingleses Mikhail y Patrícia Mercier,
un
grupo de músicos andinos; Verónica, llevando la voz de los Andes; y yo
como
ser puente, intentando unir las profecías y los eventos sociales que
mayor
impacto han tenido en las últimas décadas en el Nuevo Continente. Y el
papel
que la Caravana Arcoiris ha tenido por un ciclo de 13 años, en la
elaboración
de este gran tejido multicolor que simboliza el despertar de los
pueblos de Abya
Yala.

Por tres días, en el Assembly Room, una sala de un antiguo edificio y
monumento histórico en el corazón de Glastonbury, en las mañanas y en
las
tardes, unas cincuentena de personas nos reunimos para seis sesiones
intensas
de conferencias, audiovisuales y ceremonias. Una de las noches, fue
programada
para poder también disfrutar de la música andina y latinoamericana y
sus
danzas.

Compartimos cada uno lo mejor de si mismo, de sus experiencias y sus
conocimientos. Nos nutrimos, uno y outro, del saber de los demás.
Levantamos
un maravilloso y poderoso altar en el centro de la sala, que mantuvo
encendido
nuestro fuego interno, y fue el receptáculo de todos nuestros objetos
mágicos. Calaveras de jade china, de cristal mayas, pipas ceremoniales
indo-americanas, caracolas tibetanas e indús, plumas y cristales, la
efigie de
Kuan Yin, para simbolizar la fuerza femenina, sonajas, velas de los
siete
colores, agua sagrada de la fuente del Cáliz, en fin, toda esa
parafernalia
que se ha vuelto parte de nuestros respectivas “bolsas de medicina” y
que
nos acompañan a todas las ceremonias.

Banderas de los clanes y escuelas místicas presentes, fotos de
mestres del
saber de los mayas y de eventos pasados y la wipala de los Andes,
cubrían
todas las paredes, y fue así que, en la semi-penumbra de la sala,
logramos
crear una burbuja mágica, fuera del tiempo, donde conseguimos bajar de
la
mente a nuestros corazones, parar los diálogos internos, abrirnos a
nuevas
experiencias y a dinámicas de unificación, propias de los rituales que
acomunan a la humanidad en todos los tiempos y en todas sus culturas.
Danzas
circulares y cantos de poder. Invocaciones y rezos. Charlas amenas,
conferencias eruditas y enseñanzas de vida. Un poco de todo. Alimento
para la
mente, el cuerpo, para el corazón y para el espíritu.

Encuentro de los herederos de las culturas rojas de Abya Yala, hijos
del
águila, el quetzal y el cóndor, y los de los pueblos celtas del Norte,
hijos
e hijas del cuervo y del maíz blanco. Fiestas de Beltane en los
montes,
bosques y sitios de poder de Avalon, y construcción de las bases de un
puente
espiritual entre las tierras del antiguo imperio británico y las
tierras de
los antiguos imperios americanos. Caminando viejas y nuevas profecías,
y
aprendiendo del pasado, para sabernos hijos todos del mismo padre y de
la misma
madre, el Sol y la Tierra, y para no tener que volver a sufrir las
consecuencias
de ser dominados por ningún tipo de imperio, especialmente del imperio
global
que intenta hoy en día, acabar con la diversidad natural y cultural
del
planeta.

Uma vez más, como en muchas otras celebraciones y encuentros, tanto
la
ceremonia de apertura como la el cierre, nos correspondió convocarlas
a
nosotros, los embajadores de la Nación del Arcoiris. Para la primera,
pedí a
seis personas que cada una asumiera un elemento y una dirección, para
realizar
la invocación a los cuatro vientos, el corazón de la tierra y del sol,
y el
sitio donde todas las direcciones convergen en un mismo corazón
arcoírico,
con palabras, expresiones y voces todas diferentes. Para de entrada
crear un
sentido de unión, sincretismo e inclusión entre todos los presentes, y
para
romper con cualquier indicio de esas actitudes fundamentalistas y
protagonismos, que aun entre nosotros aparecen en cuanto nos
descuidamos.

Para el cierre, tres días después, tuvimos un cruce de nuestras dos
pipas,
la del Chief Sonne y la mía, para simbolizar la unión de los pueblos
del
norte y del sur, y para bendecir a todos los presentes con el copal
prendido en
el sahumerio de Verónica, y con el tabaco y knikekike de nuestras dos
chanupas.
Y para agradecer de nuevo, por todos los momentos mágicos. Por todo lo
compartido. Por la oportunidad brindada por nuestros anfitriones para
juntarnos
de nuevo. Por la posibilidad de unirnos en nuestras diferencias. Por
lograr
trascender siglos de separatividad y volver a re-encontrarnos, con
gran
respeto, reconocimiento y agradecimiento, precisamente porque siguen
existiendo
todas esas diferencias.

El humo se llevó nuestras peticiones. No se si para contribuir a la
contaminación global, o si para elevarlas al gran Misterio. Quisiera
creer que
para lo segundo. Quisiera creer que nada de lo hecho es superfluo,
innecesario,
y que algunas semillas fueron sembradas, que espero un día, se
conviertan en
flores, en campos de vegetales orgánicos, en bosques y florestas.

Nos faltaba tan solo salir de la sala cerrada y llevar la ceremonia a
los
sítios sagrados de las antiguas tierras de Avalon. Antes que las
nieblas
volvieran a cerrarse por otro año, hasta el encendido de los próximos
fuegos
de Beltane.

Fueron escogidos dos sitios celtas de poder. La primera noche,
encendimos una
hoguera en las faldas del cerro que se encuentra coronado por el Thor,
ese
edificio que se eleva como un faro espiritual entre las llanuras y
colinas que
curcundan los alrededores de Glastonbury. Había un viento y un frío
glacial.
Las ofrendas que se habían preparado para el abuelo fuego y la madre
tierra,
estaban listas para ser entregadas a los elementales. Levantamos con
cierta
dificultad de nuevo cantos y danzas para calmar el frío, y poco a
poco, el
espíritu se hizo presente y la magia se apoderó del círculo para
acallar la
mente, los lamentos, las incomodidades. En un agujero preparado
especialmente
para ello, fuimos depositando nuestras ofrendas, y en la cabidad,
vientre de la
Madre, quedaron enterrardos sus regalos: alimentos, tabaco, chocolate,
bebida,
dulces y frutas. Una vez esa parte de la ceremonia concluida, pasamos
a
ofrendarle al abuelo fuego, a quien se
le entregaron la otra parte de nuestras deliciosas ofrendas.

Fue un momento especial y memorable. Las nieblas cubrían la ciudad, y
nos
encontrábamos de improvisto, como en la isla legendaria de Avalon. Al
terminar
los ritos, subimos ya casi al anochecer al Thor, para hacer sonar las
caracolas,
un toque en cada uno de sus ángulos, y el quinto, en el interior de la
torre,
bajo la cupula milenaria, tanto del edificio como del firmamento. Los
espíritus antiguos se hicieron presentes, para darnos sus señales a
los
nuevos druidas que estamos aprendiendo a levantar y despertar los
antiguos
centros de poder. Es una buena tarea. Seguiremos en ella.

Y así, en menos de un mes, estábamos ya prendiendo una cuarta hoguera,
completando con ello el círculo de las cuatro direcciones, los cuatro
vientos,
las cuatro humanidades, hijas de los cuatro maíces originales. Los
primeros y
las primeras diosas podían estar satisfechas, habíamos cumplido con
las
tareas encomendadas. Sin habernoslo propuesto, guiados por la mano de
la
intuición, las señales y las sincronías, estábamos contribuyendo a
crear un
puente arcoiris entre nuestras cuatro culturas madres.

Nuestra última ceremonia en las tierras de Albión, tuvo lugar en el
círculo
de grandes piedras de Avebury. Viajamos por un par de horas desde
Glastonbury, y
nos encontramos ahí, no solo con la gente que participó del encuentro,
sino
con representantes de otros movimientos: del Rainbow inglés, de los
círculos
paganos de sacerdotisas célticas, y varios otros que se enteraron que
estaríamos ahí, y que se acercaron a traer sus ofrendas y sus
visiones.

A pesar de las dificultades de que este antiguo círculo de poder se
encuentra
dividido por dos carreteras rurales, por el paso de cientos de
vehículos,
tractores y turistas, por la presencia de rebaños de ovejas que pastan
entre
las piedras y dólmenes, y de que el principal polo de atracción local
es una
“pub” inglesa con su inigualable cerveza ale, que atrae a la gente con
más
fuerza que las ceremonias y los cantos, conseguimos levantar una
bandera
tibetana, y bajo ella un altarcito. Con ello, la gente comenzó a
aproximarse.

Tímidamente, poco a poco, el círculo se había establecido. Se prendió
el
copal, sonaron las caracolas, y entonces pedí a la gente que nos
ayudaran a
parar la tremenda distracción con la fuerza de nuestro intento
colectivo. Y lo
conseguimos. Se creó un círculo mágico de poder, se paró por un
instante la
maya de la ilusión y dispersión material, y surgió una voz unificada,
un
canto unificado, una danza del mundo unificada, que permitió que
nuestro
cierre fuera de verdad ceremonial y no tan solo social. No fue fácil,
pero lo
logramos.

Solo quedaba despedirnos, una vez más, agradecer por todo lo vivido,
darnos
citas posibles e imposibles para el mañana, y separarnos, para cada
quien
seguir con su propia caminada. Intentamos todavía llegar a tiempo a
Stonhenge,
donde años atrás había logrado dirigir una ceremonia bajo las
imponentes
piezas monolíticas de ese templo mítico y milenario, pero no lo
logramos. Ya
habían cerrado el acceso a los turistas. Solo pudimos mirarlas desde
la
carretera, tras las rejas, y sentir su energía y mandarles la nuestra,
antes
de dejar el mundo de los espíritus antiguos, para entrar a la
babilónica
Londres, para pasar unos días de visitas a museos, sitios históricos,
a las
orillas de Thamesis, y disfrutar el inicio del verano y de la flores
en sus
parques. Misión cumplida. Era tiempo de iniciar el retorno a “casa.”

Hoy, a apenas dos semanas de nuestro regreso a Recife y a la
Caravana, tengo
el grato placer de contarles que el Ministerio de Cultura, una vez más
nos ha
solicitado de aceptar un nuevo término de convenio, para pasar un año
más en
estas tierras, y para continuar con la labor que hemos estado
realizando por
estos dos últimos años en Brasil. Así que estamos ya cerrando todos
los
ciclos pendientes, para prepararnos para este nuevo capítulo, que
incluye
entre nuestros planes, levantar la mayor Aldea de Paz que hasta la
fecha hemos
levantado, en el mes de diciembre-enero, en el marco del Foro Social
Mundial
amazónico, que tendrá lugar en la ciudad de Belén de Pará, norte del
Brasil, durante la segunda mitad de enero del 2009.

Y así, me despido una vez más de tod@s ustedes, enviándoles todo tipo
de
bendiciones en sus propias caminadas; mucha luz en los tiempos de
oscuridad;
mucha fuerza en los tiempos de apatía; mucho centro, en los momentos
de
dispersión; mucha armonía, en momentos de gran confusión; mucha paz,
en
momentos de duda y temor; mucha paciencia, en tiempos de ansiedad y
acelere; y
mucha alegría, en momentos de tristeza y de dolor. Y no se olviden,
que en
Belén de Para, los estaremos esperando!!!

OBRIGADO,
ARIGATO GOZAIMASU
GRACIAS
THANK YOU
para tod@s


CON TODO MI AMOR, y POR TODAS NUESTRAS RELACIONES, siempre.

El Subcoyote Alberto

Aquarius

no leída,
2 jul 2008, 14:47:142/7/08
a mexicosagrado
Compartiendo un texto enviado por Mónica Ygotoku:

A continuacion les compartimos el Programa de las Conferencias "El
Renacimiento de las Fuerzas para Vivir", traducido por Chieko a quien
agradecemos infinitamente el haber provocado tres eventos claves para
este año; la visita del Dr. Emoto a Mexico en Febrero, el viaje de Don
Antonio y Alberto Ruz a Japon y la puesta en escena del Musical de
Regina, tambien en Japon.

SERIE DE CONFERENCIAS:
“EL RENACIMIENTO DE LAS FUERZAS PARA VIVIR”
De una nación del Sol a la otra nación del Sol

Celebración de conferencia en Tokio, Osaka y Kagawa

Lic. Antonio Velasco Piña:
Autor del libro “REGINA”, el Testigo de la Verdad.

Sr. Alberto Ruz Buenfil :
Promotor de Eco-aldeas y el enlace
entre Continentes Americanos y el resto del mundo.

Comité Ejecutivo Amor Cósmico- Pruebas del Tiempo/Espacio
26 de Febrero de 2008

Prólogo

Acabo de encontrarme con un libro, como un fruto de los vínculos
humanos que he venido tejiendo hasta ahora. Se llama “REGINA” (escrito
por Antonio Velasco Piña, publicado por Editorial Naturalspirit).
Durante la década de los 60s en medio de grandes tumultos que ocurrían
en varios lugares del mundo, una mujer joven actuó con toda su alma
para conducir un movimiento trascendental que tenía como objetivo
despertar la conciencia de los seres humanos y de esta manera crear un
mundo mejor para las futuras generaciones. Esta historia también será
llevada al teatro en “REGINA: Un musical para una Nación que
despierta”.

Completamente absorbida por la asombrosa historia de Regina hojeé
rápidamente el libro. Japón es un país del Sol y México también es
otro país del Sol. Tuve la impresión de qué México relevó su papel a
Japón.
Regina, quien con su extraordinaria pureza del alma luchó
incansablemente para realizar los importantes rituales en México, nos
dejó una huella imborrable y he podido comprender claramente los
mensajes que nos quiso transmitir, sobre aquellos que realmente
importantes para el futuro de la humanidad.
Como una mujer, yo también estoy luchando cada día a través de nuestro
arte de danza para lograr un mundo mejor. Las similitudes que existen
entre ella y yo me impulsaron a viajar hacia México. Como si la misma
Regina nos ofreciera guiar nuestro camino, ocurrieron varios
encuentros maravillosos.
Sentí y experimenté por mi propia carne y hueso la vida que vivió
Regina hace 40 años, quien al final tuvo que ofrendar su vida para
lograr el propósito.

“Pero nuestro tiempo es diferente. ¡Ahora nosotros tenemos que vivir y
crear un mundo mejor a través del Movimiento que promueve y expande la
creatividad y el arte de todos los índoles!”

Aún después de 40 años, el mundo se enfrenta con situaciones caóticas
como destrucción del medio ambiente, guerras y discriminaciones.
Cuando mi anhelo de hacer algo para cambiar esta realidad creció tan
grande, nació en el fondo de mi corazón un ferviente deseo de realizar
en Japón otra obra musical basada en el libro “REGINA”, y este
proyecto ya está tomando forma.

Junto con la producción de la obra musical, he decidido invitarle a
Lic. Antonio Velasco Piña, el autor del citado libro, y al Sr. Alberto
Ruz Buenfil, un destacado activista por la paz mundial quien promueve
Eco-aldeas y trabaja arduamente para establecer enlaces entre
Continentes Americanos y el resto del mundo, con la finalidad de que
nos hablen la verdad sobre REGINA.

Se llevarán a cabo en tres ciudades de Japón, la presentación de la
DANZA IZANAI, un nuevo género del arte de danza creada por nuestra
compañía de danza y las conferencias de los ilustres invitados de
México.

Estoy segura de que a través de estas actividades nos permiten lanzar
vibraciones poderosas para renacimiento de las fuerzas para vivir
hacia todo el territorio de Japón.

Cuando lo visité por primera vez a su casa pregunté tímidamente al
Lic Antonio, “¿Es verdad todo lo que cuenta el libro??”
Y él me dijo, “REGINA sí existió y yo soy su ¨testigo¨.”

Así que existe gran expectativa para oir de su boca la historia de
REGINA y espero con todo mi corazón que a través de estas conferencias
se expandan grandes olas de entusiasmo capaces de recuperar dentro de
nosotros las fuerzas de vivir para crear juntos un futuro radiante
compartiéndonos la amabilidad, valentía y lazos de la unidad.

Por último, expreso mi profundo agradecimiento a la Sra. Chieko
Takenishi, la traductora del libro REGINA, por sus esfuerzos para
realizar esta primera visita a Japón de Don Antonio y Sr. Alberto Ruz.

SUGA
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