El Orden médico 5: La exclusión del deseo

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jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 6:39:1518/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-1
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Sigo con esa importante obra que escribió Clavreul, y que tan bien nos
sitúa en relación a la medicina y a otros discursos sobre la salud
(Jean Clavreul. L'ordre médical, Éditions du Suil. París. 1978. ISBN:
2-02-004763-2. Traducción español: El Orden médico. Argot. 1983. ISBN:
84-85860-05-5)

Una preocupación me asalta ahora, y es comprender bien de dónde le
viene el poder a la medicina. No es la única, pero creo que debe
resolverse esa incógnita después de haberla despejado.

La medicina es un discurso, ya lo hemos visto. Y es un discurso de
poder, que regula y normativiza. Esa normatividad y regulación es
posible por efecto del discurso; y es un discurso que prescribe lo
normal y lo patológico porque en su seno se establece qué es un hecho
patológico en perfecta consonancia y de modo congruente con los
postulados que han dispuesto, desde Hipócrates, lo que son hechos
valorables, a tener en cuenta como hechos de discurso, de lo que son
meras contingencias. Y el ejemplo de la contingencia discursiva lo
encontramos en la aparición de un infarto de miocardio en un momento
clave y determinante de la vida del sujeto. El desencadenantes es
contingente para la medicina en relación al problema de salud
planteado en un infarto. Se hablará de factores de riesgo (tabaco,
hipertensión, diabetes, dislipemias, estrés, ateromatosis coronaria,
etc.) pero no de circunstancias verdaderamente desencadenantes, como
el fallecimiento de un hermano, que, a lo sumo, será tenido en cuenta
como factor desencadenante (para la medicina podría haber sido otro
desencadenante cualquiera) cuando para el sujeto ese "factor" lo ha
sido todo. Entrábamos así en la dimensión del sentido, que se nos
queda, en el artificio de "La puerta del consultorio médico" , afuera
de la consulta, en la "antesala de la consulta médica".

Pero lo que vamos a abordar en este nuevo capítulo creo que da cuenta
de un modo más preciso, de por qué el discurso médico es un discurso
de poder, y el poder médico es un poder efectivo, junto al poder
judicial y los otros poderes del Estado.

Se trata de la exclusión del deseo.

El poder médico es posible porque es un discurso que excluye el deseo.
Y esto determina un efecto de poder que vamos a intentar comprender
analizándolo.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 6:48:0818/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-2
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Y reanudo los comentarios al libro de Jean Clavreul El Orden médico en
el

Capítulo 6



La exclusión del deseo

El capítulo 6 del libro de Clavreul se titula precisamente La
exclusión del deseo. Empieza así:

"Se dice que cuando el joven Hipócrates asumió sus funciones de médico
en el templo de Asclepio de Cos, la primera en consultarle fue una
muchacha de nombre Avlavia, cuya enfermedad se resistía a los cuidados
de su padre, él mismo también médico, y de todos aquellos a quienes
había consultado. Ni los ungüentos, ni las cocciones, ni las plegarias
y ofrendas hechas a los dioses lograron atajar el mal. Después de
examinarla, Hipócrates estimó que era un caso que superaba los
recursos de su arte, y le aconsejó que fuera a consultar al oráculo de
Delfos. La muchacha obedeció. El oráculo le anunció que debía volver a
su país, que se curaría, y que el joven médico que la había examinado
la amaría y se casaría con ella. Y, efectivamente, Hipócrates y
Avlavia se casaron, vivieron mucho tiempo y tuvieron muchos… hijos
médicos."

"… Al parecer, Hipócrates limitó a esa aventura con Avlavia las
interferencias entre la vida profesional y la vida amorosa. En todo
caso, convirtió en regla deontológica la negativa por parte del médico
de aprovechar la situación privilegiada que le da su función junto al
enfermo tanto como a su familia y esclavos. Esta regla no está
decretada para el mayor bien de los interesados, puesto que después de
todo nada prueba (la historia de Avlavia sería un ejemplo) que una
aventura amorosa con el médico no sea favorable en algunos casos a la
evolución de la enfermedad. Esta prohibición protege al mismo médico.
Se trata de establecer los papeles a desempeñar. La pasión está del
lado del enfermo: en efecto, su enfermedad al menos es una pasión, un
sufrimiento. ¿Cómo podría «el enfermo, sufriente todo él, razonar
mejor que el médico»? Por su parte, el médico está del lado de la
Razón."

"Mientras que la clínica médica se termina allí donde empieza la
pasión y el deseo, la aventura psicoanalítica [que no olvidemos que
nos sitúa en la antesala, en la sala de espera de la consulta del
médico, en el inmenso espacio del sentido y de la personalidad y no
del significado] , y también su clínica, comienzan con la
transferencia, esa «puesta en acto del inconsciente» (Lacan) y su
obligado corolario, la contratransferencia del analista. De modo que
la historia de la primera curación de Hipócrates no entra en las
observaciones médicas… [Contrariamente] el psicoanálisis comporta
necesariamente la toma en consideración y el análisis de un hecho: la
pasión que no puede dejar de surgir en el paciente hacia su analista,
aunn cuando no la comparta –cosa que la medicina por su parte rechaza
de antemano, aun cuando no hay nadie que no sepa que esa pasión se da.
La medicina quiere conocer las pasiones solo para desbaratar sus
efectos."

"Leyendo a Platón cabe imaginar otro tipo de relación médico-enfermo.
En el Cármides, Sócrates se hace médico para atender a Cármides que
padece dolores de cabeza por la mañana, al levantarse. Pero lo que le
interesa a Sócrates no son los dolores de cabeza, sino la
extraordinaria belleza de Cármides, y tal vez más aún la sabiduría del
joven alabada por su tío Critias, que aquí cumple en cierto modo la
función del mediador, si no del alcahuete. Al ver llegar a Cármides,
Sócrates queda perturbado. «Ardía, ya no era dueño de mí mismo.
Entonces comprendí la superioridad en materia amorosa de Crítias,
quien hablando de un muchacho hermoso le hizo a otro, y no a mí, la
advertencia de que tuviera cuidado, que cuando un cervatillo se acerca
a un león, éste puede arrancarle un pedazo. En efecto, yo tenía la
impresión de haber caído en las garras de un monstruo así». De modo
que la partida no está resuelta de antemano. No se sabe quién ganará,
si el joven ciervo o el viejo león."

"Sócrates prescribirá una hierba y un hechizo, pero dice esto: «sin
duda con algo de pena», porque ahora habrá que llevar a Cármides al
reconocimiento de que no se puede atender una parte del cuerpo sin
atender al cuerpo en su totalidad, y que no puede cuidarse del cuerpo
sin ocuparse del alma: sin esa precaución, el hechizo no tendría
efecto. Para que Socrates se decida a revelar cuál es el hechizo,
Cármides tiene que convencerlo antes de su sabiduría, la que le fuera
alabada por Crítias. Ante la alabanza, Cármides se ruboriza (lo que
pone más en evidencia su belleza) y contesta que no puede ni decir que
carece de sabiduría, porque sería contradecir a Crítias, ni decir que
la posee, porque sería una falta de modestia. Se entabla entonces un
juego de seducción recíproca donde se hacen presentes el deseo de
Cármides de acceder a la sabiduría y la habilidad de Sócrates para
discurrir sobre ella. Ya no se trata entonces de dolores de cabeza,
sino de amor a la sabiduría, de filo-sofía."

"La situación no tiene la simplicidad de la relación habitual médico-
enfermo que conocemos. La pasión está también del lado de Sócrates, y
la sabiduría del lado de Cármides. Diremos que tanto el uno como el
otro están divididos, impulsados cada uno de ellos por un deseo doble,
constituido por el amor a la sabiduría y el amor al otro. Cármides
sólo puede contestar una cosa, y es que está dividido respecto a ese
objeto, el saber, del que puede decir solamente que lo ama. Además,
expresa muy bien que está dividido a causa de su relación con el
discurso, dado que debe ser considerado como sabio porque otro lo ha
enunciado como tal, pero no puede decirlo si es él mismo el emisor de
esa afirmación. Está dividido en razón de un hecho de lenguaje, que lo
divide en tanto que es a la vez sujeto del enunciado y sujeto de la
enunciación a partir del momento en que ha de hablar de su propia
sabiduría. Sólo puede decir que no sabe nada de ella, que no puede
tener saber sobre su propia sabiduría."

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 6:59:4118/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-3
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He preferido dejar todo ese fragmento íntegro, por más que extenso,
porque cualquier fragmentación con los fines que se hubieran querido,
habría sido una mutilación del sentido. Este análisis de Clavreul del
fragmento del Cármides me parece excelente, pues está directamente
involucrada una cuestión médica y su solución.

Además, no sólo tiene este fragmento la virtud de situarnos con
respecto a lo que de verdad ocurre en el trasfondo reprimido de
cualquier relación médica, sino de hacernos ver que ni médico ni
enfermo pueden proponerse inocentes en semejantes circunstancias: el
enfermo hace entrega de su cuerpo a un saber que le es ajeno, pero del
que espera obtener un beneficio con creces: el médico, porque espera
gozar del cuerpo del enfermo de otro modo que un goce sexual, al
convertirse en depositario de sus secretos, tanto morales, de
pensamiento, como físicos. El enfermo le entrega así a la curiosidad
del médico sus intimidades. El enfermo entrega su cuerpo y su alma a
la ciencia, o sea, a la curiosidad insaciable del médico, a su ansia
de saber, a su amor a la sabiduría y a la medida de su propio desafío
y sagacidad "acertando" un diagnóstico difícil, como en un juego. Pero
el enfermo también. El enfermo también quiere saber lo que sabe el
médico sobre sí mismo, que es un saber que al propio enfermo le está
vedado, por lo que se encuentra a sí mismo dividido por efecto del
discurso médico y de ese saber.

El pasaje relatado del Cármides nos sitúa también ante el efecto del
discurso social. Alguien dice de nosotros que estamos enfermos, o dice
sobre nosotros cualquier elogio o descalificación. Por efecto de eso,
nos sentimos divididos con respecto a nosotros mismos: si estamos en
la posición de Cármides, no sabremos decir con claridad si somos
sabios o si no lo somos. Otro tendrá que juzgar eso. Sin embargo,
Sócrates sí que se ubica en la posición de juez: él juzgará si ese
bello muchacho es realmente sabio y, en consecuencia, merecedor de su
propia sabiduría, o no.

¿Y el dolor de cabeza, ese del que se queja Cármides a Sócrates para
que éste se lo resuelva? Pues la cura se hace depender de dos
circunstancias: de unas hiervas, es decir, de un medicamento, pero
sobre todo de un hechizo. O sea, del poder de la palabra, del poder
del discurso.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 7:12:4018/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-4
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"En medicina no se trata de considerar dividido al Sujeto [prosigue
Clavreul]: el hecho de tener pene ha de bastar para designar a un
hombre como tal, y por consiguiente establecer el objeto de su deseo.
Cualquier falla ante ese imperativo sólo puede remitir a un
acontecimiento fortuito al que se designa como enfermedad. Lo
normativo en cuanto al deseo sólo puede venir del cuerpo mismo, no del
discurso. Por ello el médico está obligado a buscar cualquier
causalidad en hechos materiales. Sabemos que la ambición de la
medicina es prolongar esta causalidad exclusiva hacia todo lo que se
presenta como anormal, incluso en el terreno de la psiquiatría, donde
siempre espera encontrar algún aminoácido faltante o algún gene que
funciona mal" Lo que no obsta que, efectivamente, falte algún
aminoácido o algún gene funcione mal, lo que plantea otras cuestiones
deontológicas en el ejercicio de la psiquiatría.

"Sócrates no toma el dolor de cabeza que sufre Cármides como un hecho,
esto es, no se sitúa desde el comienzo en el vocabulario
específicamente médico, que lo designaría «cefalea» o
«jaqueca» [nosotros diremos ahora que Sócrates no significa el
síntoma, sino que lo mantiene como un significante] para señalar que
el mal ya no le pertenece a Cármides, sino al médico. Al apoderarse
del mal, el discurso médico necesita encontrar otros elementos de
lenguaje con los cuales articular el síntoma, por ejemplo: trastornos
digestivos, frío, manifestaciones oculares, erupciones cutáneas, etc.,
y si estamos en la época actual, alteraciones de la tensión arterial,
signos de hipertensión intracraneal, signos paraclínicos diversos,
sanguíneos, radiológicos, electroencefalográficos, etc. La cefalea es
atrapada de entrada en un sistema epistémico que puede dar cuenta de
ella. El acto de dominio en que consiste el acto médico del
diagnóstico consiste en afirmar que el lenguaje médico dará cuenta de
la enfermedad… Dará cuenta de la enfermedad descubriendo sus «causas
naturales», las únicas que forman parte del discurso médico, así como
habrá constituido otros síntomas [devenidos signos por la acción
médica] en hechos. La situación instaurada así coloca el saber del
lado del médico y el deseo (al menos de curar) del lado del enfermo."

Al estar formalmente excluido el deseo del discurso médico, no cabe
decir desde la medicina, de Sócrates y de su deseo, más que era
homosexual, porque al poseer pene su objeto de deseo ya está
previamente asignado: una mujer o, por sublimación, el amor a la
sabiduría. Evidentemente, Sócrates no era homsexual. Es más: no parece
que esa identificación sexual estuviera tan siquiera presente en él,
adelantándose 25 siglos al movimiento "queer".

Sin embargo, desde mi punto de vista el encuentro entre Cármides y
Sócrates hay que situarlo en otro escenario discursivo que el de una
sexualidad normativizada. Ese escenario está regido por una
complejidad en cuanto al deseo. Unos deseos se involucran con otros y
dan lugar a determinada situación que bien podríamos denominar
"terapéutica" en un sentido muchísimo más amplio que el que le
podríamos atribuir desde la medicina o desde la psicología o cualquier
otra ciencia establecida de la salud. La situación "real" que se da en
ese singular encuentro se parece mucho a la situación "real" del
encuentro psicoanalítico, donde lo que está en juego como principal
motor y causa del encuentro, es el deseo que hay que dilucidar,
esclarecer, comprender, tanto en cuanto al deseo del "paciente" hacia
el encuentro, como del psicoanalista hacia el paciente. ¿Qué deseo es
ese que reúne a dos a hablar de uno? En este sentido, la mayéutica
podría pensarse como un dispositivo que permitía, después de todo,
reconocer el deseo del sujeto tras el camino de la verdad.

Para responder a esa pregunta, Lacan inventó un dispositivo que fue un
fracaso, y que se llamó "el pase". Esta cuestión tan espinosa es la de
intentar definir cuál es el deseo del psicoanalista y si es posible
"nominar" a alguien como "psicoanalista" en función de haber alcanzado
él mismo ese deseo, y no en función del saber adquirido en una
Facultad de Medicina mediante estudios reglados.

Se trata de que lo que convierte a alguien en psicoanalista no es el
título logrado después de haber dado cuenta de que se sabe el saber
que debe saber, sino que debe dar cuenta de algo muchísimo más
complejo e imbricado en múltiples cuestiones, como es si ha logrado
definir cuál es su deseo de ser analista, o sea, si logra dar cuenta
en su propio análisis, de su deseo.

No hay exámenes teóricos, no hay doctorados. Hay declaración de deseo
tras su reconocimiento, y el deseo es la causa del psicoanalista,
entiéndase en el sentido que se quiera.

Está ahí bien marcada la diferencia entre el psicoanálisis, la
medicina y la psicología. A los médicos no se les pide que den cuenta
de su deseo de médicos. Basta que quieran estudiar medicina y que
obtengan una nota muy elevada en los exámenes de selectividad. Para
ser médico hay que demostrar que se tiene una buena capacidad de
retener, que se es un buen estudiantes y que se es capaz de repetir
fielmente lo que se ha enseñado, sin importar nada el porqué se quiere
ser médicos, qué le ha movido a alguien a prestarse a ese sometimiento
en los estudios y en la disciplina de la medicina, entendida ésta como
disciplina militar o carcelaria. Para ser médico, en nuestra sociedad
actual basta haber dado pruebas suficientes de sometimiento y
capacidad de repetir lo que se les impone desde un discurso de poder.
Hay que dar pruebas de sumisión y retentiva y de haber asimilado el
saber que hay que saber. Nada más. El deseo corre de cuenta de no se
sabe quién. Más bien, no importa, Está borrado, suprimido. No se habla
del deseo en medicina.

Si no se habla del deseo personal, de lo que a uno le mueve a ser
médico, de lo que espera de su profesión y del contacto con la
enfermedad y con los enfermos, eso queda ahí dado por supuesto, y no
es nada seguro de que esos deseos individuales respondan a la
exigencia normativa aceptada. La prueba se consignó con los médicos
nazis. El humano es carne de ciencia para comprender eso que le
importa al médico. Lo mismo que al psicoanalista, pero debe hacer un
manifiesto de su deseo, como en la aduana al pasar la frontera.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 7:20:0118/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-5
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"En cambio Sócrates plantea el problema del saber [prosigue Clavreul].
La sabiduría está tanto de su lado como del lado de Cármides, y
Cármides se ve incitado a mostrar su «sabiduría», o al menos a
discutir sobre ella. En cuanto al deseo, está tanto del lado de
Sócrates como del lado del «enfermo». Y ese deseo, que es deseo de
curarse, es además deseo de enseñar sabiduría y de aprenderla. Plantea
el problema de qué es la sabiduría, especialmente de qué es la
sabiduría del cuerpo. Sócrates considera que corresponde apelar a la
sabiduría de Cármides porque ésta es inseparable de la sabiduría del
cuerpo."

"Esta no es una cuestión médica propiamente dicha; más bien es una
cuestión previa a toda medicina. Implica el presupuesto socrático de
un saber que preexiste al hombre, siendo la función del filósofo
ayudar al hombre a reencontrar las ideas que lo constituyen. Sócrates
no puede dejar de comprometer a Cármides en una mayéutica donde podrá
encontrar la sabiduría perdida de su cuerpo, gracias a su deseo de
sabiduría que se confunde con su deseo a secas."

"¿Cabe considerar que aquí se propone una especie de alternativa al
discurso del médico que conocemos, una especie de medicina
psicosomática? En todo caso, un discurso psicoanalítico no podría
desarrollarse sobre esa base. Lacan propuso el término de
«epistemosomática» en lugar de «psicosomática», señalando así que
quien quiera referirse a algo más preciso que a consideraciones sobre
la «psique» y a las ideas de las que de todos modos sólo se conoce lo
que de ellas se dice, necesita comprometerse en un análisis
epistemológico sobre el cuerpo."

El planteamiento que hizo Clavreul sobre la epistemosomática en Lacan
mueve a reflexión. Efectivamente, en el planteamiento médico llamado
"psicosomática", independientemente de que quienes se acerquen a él lo
hagan desde una perspectiva médica, psicológica e incluso humanitaria,
lo que se pone de manifiesto es que hay ciertamente un saber sobre el
cuerpo distinto del saber médico. Es el saber que se entrega a la
escucha de quien lo quiera oír, porque es un relato que hace el
enfermo. Es la sabiduría que Cármides le tenía que mostrar a Sócrates:
¿Qué sabes? ¿Cuál es tu sabiduría? ¿En qué consiste? De últimas, ese
saber del cuerpo es un saber sobre el goce, el placer y el deseo, y
ahí remite la "epistemosomática" que, en cierto aspecto, pervierte el
orden médico.

El saber que se encuentra en la "antesala del consultorio médico" es
un saber que posee el paciente, sólo él, y que puede ser enunciado
como "ÉL NO SABÍA". De momento, retengamos que el saber del enfermo es
un saber que no se sabía. Espero que más adelante, este enunciado
quedará clarificado.

Entonces, desde una perspectiva epistemosomática, lo que importa es el
saber implicado en el cuerpo, o sea, tanto el saber del médico como el
saber del sujeto, que sabe sobre lo que le aflige más de lo que él
mismo puede llegar a admitir. ¿Por qué al sujeto que le dió el infarto
tras la muerte de su hermano, le dió el infarto precisamente en ese
momento, y no antes o después?

En consecuencia, si el médico ha comprendido bien esta cuestión del
saber sobre el cuerpo, que, insisto, nos sitúa del lado de la antesala
del consultorio médico, donde existe el síntoma, se interrogará junto
al enfermo qué puede decir él sobre lo que le aflige, a la búsqueda de
ese saber todavía no sabido, pero que suponemos que está en algún
lugar en el enfermo..

La cuestión está, acaso, en cómo va a manejar el médico su saber
frente al saber del enfermo. En el ejemplo de Cármides, Sócrates sabe
más que el muchacho, luego, entonces, ¿qué quiere Sócrates de Cármides
más allá de su cuerpo y de su amor? A mi juicio, el momento del
encuentro entre médico y enfermo, entre Sócrates y Cármides, está
presidido plenamente por el deseo, cada uno el suyo, sosteniéndolo
frente a sí y frente al otro.

La epistemosomática nos vuelve a introducir la cuestión del deseo en
la relación médica, sin exclusiones.

Pero si el discurso médico se instaura por la supresión del deseo
¿cómo se va a poder compatibilizar lo que el sujeto tiene que decir,
como su saber sobre su deseo, y el orden médico establecido?

Ese es el punto en el que nos sitúa la epistemosomática lacaniana,
según mi entender.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 7:29:0118/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-6
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"Es con razón, aunque no siempre a conciencia, que la medicina
desconfía del deseo y de la búsqueda del placer [concluye Clavreul].
Esta búsqueda es un camino que conduce hacia la muerte, aunque no sea
directamente. La finalidad de la medicina es prologar todo lo posible
ese camino…"

Es sabido que el deseo sin freno conduce a una muerte pronta. Todo el
desarrollo de la civilización puede ser tomado como la lucha de la
humanidad como especie, incluso la lucha individual, contra el deseo
bien sea suprimiéndolo, como en numerosas religiones (que más que
religasrse con la divinidad consisten en dotar al sujeto de argumentos
para controlar sus deseos), bien sea encauzándolo, regulándolo
mediante leyes, castigos y amenazas. El deseo humano conduce a la
destrucción rápida de lo que hay y de uno mismo. Es salvaje, egoísta,
inmediato, despiadado, plenamente satisfactorio y sin cálculo. El
ejemplo más inmediato que tenemos para captar la dimensión destructiva
del deseo lo tenemos en los niños. Sin regulación, sin freno, el deseo
se muestra despiadado con el sujeto y con quienes o con lo que le
rodea. Todo en la cultura previene del desenfreno al que conduce el
deseo dejado libre y sus terribles consecuencias para la especie y
para el individuo. Pocas cosas más elocuentes que ver al pequeño/a
berreando y bramando contra su madre porque no le permite satisfacer
su deseo inmediato. Ciertamente mueve a piedad el comprobar contra qué
se las está viendo ese pequeño humano en lucha sin cuartel contra el
deseo: se pelea ni más ni menos que con su madre, se enfrenta a
quienes más quiere y a quienes más le quieren, insulta, pega... Eso es
el deseo humano y su exigencia de satisfacción. Toda la cultura
(representada y condensada en el esfuerzo individual de la madre por
controlar eso), arrima el hombro con sus represiones y castigos para
refrenarlo.

El Orden médico no introduce ninguna innovación con respecto a la
represión o supresión del deseo, que se ve sustituido por un discurso
cualquiera, pero cuya efectividad se instaura a partir de ciertas
acciones sobre la realidad del discurso del sujeto.

Pero si bien la dimensión del deseo debe ser controlada, y hasta ahora
se han mostrado efectivos en el sentido del control del deseo tanto la
educación como la religión y el poder judicial, la medicina es quizás
uno de los poderes represores del deseo más efectivo sin necesidad de
ejercer un exceso de violencia. Porque a mi juicio, el elemento
represor del deseo más efectivo en el discurso médico no es el hecho
de que se suprima del discurso del "enfermo" lo que no pueda ser
retenido en el discurso médico, sino que introduce la muerte como
elemento de cambio y, en consecuencia, el deseo de vivir como el
elemento represor de primera magnitud.

El saber médico, entonces, es un saber sobre cómo mantener la vida, y
sostiene que para mantener la vida, en primer lugar es preciso
suspender o contener el propio deseo y en segundo lugar, someterse a
los dictados de un discurso sobre la salud y la enfermedad.

No hay más poder médico que el que deriva del propio deseo del sujeto,
y éste se nos presenta aquí prevalente como deseo de vivir, que se
ensalza como el valor supremo, excepto cuando se trata de dar la vida
por la patria o por sandeces parecidas.

El orden médico no es un orden policial ni jurídico. Tampoco ejerce su
función mediante la educación ni sobre la creencia, aunque todo esto
pueda estar puntualmente presente en alguna época histórica o en algún
momento de la relación del médico con su enfermo. En cualquier caso,
es contingente. Al no ser un orden policial ni tener capacidad de
ejecución o forzamiento sobre el sujeto, el control del deseo, y su
supresión, ha de efectuarse mediante otras vías, y estas son, según
yo, aprovechando la misma dimensión del deseo: en esta ocasión, deseo
de seguir vivo.

Así que, según mi punto de vista, la medicina es un ejercicio de poder
por cuanto ejerce su acción sobre el deseo del sujeto y pone en juego
la muerte a través de un saber enunciable y efectivo. En concreto, ese
saber letal se reviste de diagnóstico y de pronóstico. En tanto sabe
sobre la vida y la muerte, la medicina normativiza el deseo, lo regula
o, más bien, tiende a suprimirlo.

En ese sentido, entiendo que la medicina es un discurso de poder.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 8:24:2418/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-6
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"[La medicina] se propone [sigue Clavreul] sobre todo impedir que el
organismo encuentre en la muerte el circuito más corto que le permita
la resolución de la tensión cuando ésta es particularmente viva, como
en las enfermedades agudas y los traumatismos graves… Más allá de las
enfermedades agudas el médico desconfía del enfermo, «que prefiere lo
que le hace agradable la enfermedad a lo que es conveniente para su
curación». Incluso entre los sujetos sanos la medicina introduce su
orden, que tantas veces se superpone al orden natural, y del que se
distingue radicalmente en el hecho de que no dicta sus prescripciones
en función de lo que es más agradable, sino en función de lo que ha
podido ser científicamente analizado. Así es como la comida se juzga
en función de su contenido en calorías, vitaminas, sales minerales, y
no en función de su sabor. En última instancia , es preferible que una
comida no sea demasiado sabrosa porque tanto el enfermo como el sano
abusarían de ella."

"… La madre participa del orden médico cuando tiene que imponerle algo
al bebé, con el riesgo de quitarle el gusto por la vida. ¿Acaso no se
impone ella misma un régimen desagradable para engordar o para
adelgazar, que por otra parte viene a compensar lo que le impone el
régimen de vida social, que no es menos coercitivo ni menos natural?"

"En cuanto a la vida sexual, está encauzada en la observación de las
normas decretadas a veces con precisión. El coito practicado
regularmente forma parte de la higiene sexual, con el riesgo de
transformar la vida amorosa en una prestación de servicios, en un
deber conyugal. Pero ¿qué no se haría para evitar los desenfrenos? La
«liberación sexual» preconizada por Reich, o por otros más oscuros,
sigue perteneciendo al orden de la prescripción médica. En ella, las
relaciones sexuales forman parte de la prevención de las neurosis. El
orgasmo forma parte de la prescripción. ¿Es de extrañar que en estas
condiciones se acceda al orgasmo tan excepcionalmente?"

"Al sustituir el orden del deseo por el suyo, la medicina se vuelve
moralizante. El médico no juzga la enfermedad del mismo modo cuando su
paciente ha contravenido explícitamente el orden médico. Como el orden
del deseo es diferente del orden médico, y por consiguiente muchas
veces viene a contradecirlo, todo lo que atestigüe una vida «disoluta»
del enfermo será generalmente mal recibido por el médico."

Invocaríamos aquí en apoyo y testimonio de este párrafo lo mal vistas
que están ciertas enfermedades, como la cirrosis de Laennec, el SIDA,
la sífilis, las ETS, las sobredosis de drogas, los incumplimientos
terapéuticos, etc. Todas ellas enfermedades contraídas por la falta de
control del deseo, enfermedades y trastornos atribuibles a un exceso
de deseo o a un deseo muy poco juicioso.

"La medicina no puede aceptar la derogación de su orden salvo que
quepa invocar otro orden. Por ejemplo, garantiza con su presencia las
pruebas deportivas, porque el deporte constituye un ideal convencional
admitido. Se conforma con criticar el uso de las drogas, pero no
critica el espíritu de competencia que es su causa. Asimismo,
proporciona alternativas sedantes y estimulantes a los ejecutivos y a
los obreros agotados. Los fármacos se ponen al servicio del orden
social en cuanto la coartada invocada baste para que el médico no vea
dónde encuentra el sujeto su placer. Se admite el riesgo vital por la
patria o la revolución, o por cualquier otra causa considerada noble,
pero se condena la imprudencia cometida por la sola búsqueda del
placer."

"Intercambio de buenos procedimientos, el moralista agita el riesgo de
las enfermedades para incitar a sus administrados a la vida honesta. Y
el médico, por miedo de ver oponerse al orden médico el orden del
deseo, aconseja también una vida ejemplar. El enfermo y el futuro
enfermo tienen que estar preparados para doblegarse ante el orden
médico, es decir, para participar de ese orden. Y si se deja abierta
la brecha del deseo ¿no se alterará el juicio mismo? «En tanto que
función del conocimiento, un juicio tiene que ser siempre objetivo, es
decir, tiene que ser emitido sin considerar lo que puede desear el
sujeto que lo emite» [dice Kelsen en su obra Teoría pura del derecho]
Los juristas no dicen nada diferente a los médicos. Las histéricas son
casi las únicas en contradecirlos. Atestan las sales de espera de los
médicos, pero nunca consiguieron otra cosa que las regañaran con
aspereza."

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
18 oct 2008, 8:31:2418/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-8
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El mensaje anterior, numerado como 5-6, es un error. Debe decir 5-7.
_________________________________________________________

Así acaba el capítulo que Clavreul tituló La exclusión del deseo.

Evidentemente, no se trata de que el médico individual restituya ahora
el deseo allí donde lo suprime el discurso médico, sino que es
necesario conocer qué clase de orden es el orden médico, pensarlo y
comprender sus efectos. Como vemos, no es demasiado diferente de
ningún otro orden social que tiene como fin controlar o suprimir el
deseo. Y ya he dicho que el poder efectivo de la medicina está en
oponerse al deseo del sujeto para imponerle el orden de su discurso, y
que este poder es efectivo por medio de hacer suponer al sujeto que el
médico sabe sobre la muerte y cómo mantenerla a ralla. El orden médico
es efectivo suprimiendo el deseo, precisamente operando sobre el deseo
favoreciendo un deseo todavía más egoísta que el de considerar al otro
como un puro objeto. El orden médico prolonga la vida, y se supone que
ese deseo ha de someter a todos los demás, logrando así el triunfo de
la medicina. Cuantas más enfermedades se curen, cuanto más se
prolongue la vida, más se fortalece el discurso médico y su poder
sobre el deseo del sujeto. Más moralizante se hace la medicina. De
hecho, cuanto más sometidos al discurso médico, cuanto más controlado
el deseo, más vive la gente.

No es que deba derogarse el poder médico, sino que conociéndolo, puede
regularse mejor. Regularse no quiere decir una regulación por ley,
porque cambiaríamos el orden médico por el orden jurídico, y ambos
tienen en común la exclusión del sujeto y de su deseo. Regulación
quiere decir control de su poder efectivo o discursivo, mediante una
dialéctica.

Tomo, para concluir y a la vez abrir nuevas posibilidades de seguir
ahondando sobre el Orden médico, unas palabras del final del capítulo
17 del libro de Clavreul, titulado "Los efectos del discurso médico:
una ética en cuestión":

"El discurso médico instaura un orden de cosas, y este orden es tan
jurídico y normativo como el orden jurídico común. Me parece
inevitable pero fecundo que haya conflictos. Quien lo niegue, se niega
de antemano a comprender nada de lo que es un principio fundamental
del fascismo y también de la medicina: hacer el bien a los demás,
eventualmente a pesar de ellos, y a la fuerza..."

"... La ética médica es portadora de sus propios callejones sin
salida. La separación del hombre y la enfermedad, esa operación
implícita en el acto fundador del discurso médico, tiene un resto. Ese
resto es el hombre [porque en la operación de constitución del
enfermo, el hombre queda fuera de la cualquier consideración
discursiva en el seno de la medicina] abandonado a los filósofos, a
los sacerdotes y a los gobernantes que se apresuran a copiar el modelo
médico. Queda por esperar que los psicoanalistas no hagan otro tanto
[convirtiendo el psicoanálisis en una ciencia al uso, en una
psicología, en una psicoterapia o en una ciencia de la salud y de la
curación], Sin embargo, es lo que harían inevitablemente si no
tuvieran el cuidado de desmarcarse de un discurso médico, en sí mismo
perfectamente respetable, pero al que no podemos secundar en el
imperialismo del que es portador".

Y es que cuantas veces entramos en la dimensión del signo clínico,
estamos ya en el campo del discurso médico, y en este campo se entra
cuando los síntomas se significan en un discurso de saber, sea el que
sea.

Ese campo del signo, "la consulta del médico", está regido por una
determinada ética. Sería impensable que no estuviera regido por el
imperativo de imponer una cura a quien penetra en el espacio médico.
Esa ética sigue y es perfectametne congruente con una lógica que emana
de la disposición inical de la medicina: la división que establece
entre el hombre y el enfermo por efecto de su discurso.

En consecuencia, también es impensable que la persona, el sujeto, el
sentido de los síntomas, logren entrar en el discurso médico por la
misma puerta que entra el signo.

Pero ¿por qué ha de entrar el sujeto en medicina? Pues porque cuenta,
está, interviene como un elemento clínico más.

Es sin emabrgo una exigencia de discurso que el sujeto entre en la
medicina en su discurso propio, en el que nace como sujeto, como
sujeto de deseo, y que ese discurso derogue al del médico, que se
depone en su favor. Es esa la dificultad que encontramos para la
entrada del sujeto en la medicina, tal como nos propusimos hacer
después de leer y aprender de Laín Entralgo.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
19 oct 2008, 6:46:5719/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-9
==========================================

Y por mi parte, acabaré este hilo de discusión con una reflexión.

Es posible que las religiones representen cierto fracaso para ayudar
al sujeto a controlar sus deseos. Esta represión del deseo se
fundamenta en la creencia de un ser imaginario cuya realidad se
intenta hacer creer efectiva en supuestos hechos de origen
sobrenatural que la racionalidad proveniente de la ciencia explica
mejor, cuando no desmiente claramente. Una vez demostrado que los
fenómenos tomados por sobrenaturales, son naturales (no olvidemos, no
obstante, que en ambos casos, tanto desde la religión como desde la
ciencia, estamos en el orden del discurso), la efectividad represora
de la religión cae junto con su prestigio.

El poder judicial y policial son mucho más efectivos que el religioso
para el control del deseo, pero no son omnipresentes, y el control del
deseo puede escapar al control policial y a la acción de la justicia,
que no es más que la acción sancionadora por haber transgredido el
umbral del deseo. Además, ese poder judicial puede ocasionalmente
llegar a ser tan arbitrario como el propio deseo, de modo que, aunque
mantiene un peso efectivo sobre el individuo, no es infrecuente que
sea burlado dadas sus condiciones mismas de garantóia de derechos y su
prestigio está cuestionado justamente por las arbitrariedades e
injusticias (a pesar de la apariencia de ciertas garantías) de las que
es causa. Se cree en el poder judicial lo mismo que se cree en el
poder divino, o sea, con reparos y sospechas.

La ciencia, y en particular la ciencia médica, parece más adecuada
para imponer un control al deseo mediante un discurso efectivo. Por
ejemplo, cuando lo amenazado es la vida, el orden médico la puede
devolver de un modo más efectivo que esperando el milagro de la
resurección o la justicia de un juez. Es cierto que el Orden jurídico
se impone como discurso de control del deseo operando sobre el deseo
de libertad y de vivir que impulsa al sujeto; en la medida en que
puede privar de libertad o puede incluso quitar la vida, se muestra
efectivo, con las limitaciones que ya he comentado. Pero el Orden
médico es mucho más eficaz para imponer un control al deseo en la
medida que lo normativiza promoviendo la salud; pero no sólo la
promesa de un bien lejano (la salud), sino que introduce un placer
inmediato como el obtenido en el deporte. Es un discurso mucho más
efectivo porque posee un aspecto positivo del que carece el Orden
jurídico, que es simplemente represor, o el discurso de las
religiones, que prometen una felicidad después de la muerte de la que
muchos sospechan o juzgan más que incierta o lejana.

Así que, tras esta reflexión, cabe pensar que el discurso de la
ciencia, y de la ciencia médica en particular, se muestra mucho más
efectivo para controlar el deseo que los discursos basados en la
acción punible de un Juez, sea Eterno o temporal. Este poder médico
sobre el deseo tiene lagunas, porque no regula, por ejemplo, la
delincuencia. La medicina no tiene nada que decir sobre la salud de la
delincuencia. Para poder tener alguna capacidad sobre el delito,
tendría que considerarlo como una patología y aunque no han faltado
intentos, se ha mostrado muy poco efectiva en la realidad. La
magnífica película de Stanley Kubrick "La naranja mecánica " (A
clockwork orange) es un intento de mostrar esa ineficacia, y sus
razones, utilizando la realidad humana del deseo reprimido pero no
controlado (el violento delincuente, Alex, se torna, tras el
tratamiento médico, en un pacífico corderito, mientras que los
pacíficos ciudadanos se tornan criminales violentos y vengativos,
dando rienda suelta a su deseo reprimido, que se muestra imparable
hasta el logro plenamente satisfactorio de su designio). Aunque en la
película Kubrick no recogió el capítulo final del libro que la
inspiró, el protagonista Alex, tras librarse del efecto del
tratamiento médico y volver a sus fechorías, llega un momento que
decide someterse voluntariamente al orden social del acatamiento a las
normas. Según este final, si lo aceptáramos como solución a la
represión del deseo y su encauzamiento, habría un momento crítico,
natural, en el que el sujeto "maduraría", entendiendo esta maduración
como la aceptación de la represión del deseo. Con esta película
Kubrick nos llevó al umbral de la reflexión sobre la acción combinada
de dos discursos represores (el Orden jurídico en combinación con el
Orden médico) cuando el Orden de la religión ha fallado en el control
del deseo. ¡Lástima que no nos ofreciera el final de la novela y
dejara las cosas en el punto en el que las dejó!

Pero es que es más que probable que en el momento que el sujeto acepta
someterse voluntariamente a las normas sociales sin desafiarlas o, lo
que es lo mismo, en el momento en que acepta someter vountariamente su
deseo y logra no sufrir demasiado por ello, porque probablemente haya
encontrado una satisfacción o goce más pacífico, sea ese momento
también el que, si derogarlo, logre sobreponerse al Orden médico en
tanto un discurso de poder, y acepte llevar su deseo a sus
consecuencias.

JM Gasulla

jmgasulla

no leída,
19 oct 2008, 7:04:2019/10/08
a La enfermedad
El Oden médico 5-10
==========================================

Una apostilla más para remarcar que el poder del discurso médico le
viene, como al poder jurídico del castigo efectivo de privación de
libertad o de vida y al religioso de la salvación eterna, de su
sanción o castigo por violar sus normas. El castigo en el Orden médico
es el efecto de la propia naturaleza, que se vuelve implacablemente
persecutoria contra el sujeto de deseo. No hay escapatoria: si
transgredes el Orden médico, te espera una muerte cierta, porque esa
muerte está en la naturaleza de la acción misma que viola la norma.
Violar el orden médico tiene una consecuencia mortal y en
consecuencia, es un orden que sanciona al llevar en su dispositivo
mismo, sin necesidad de ejecutores externos como la policía en el
Orden jurídico, la sanción a la violación de sus principios.

Se puede burlar a la justicia incluso cuando te han atrapado
cometiendo una fechoría, se puede no creer en dioses ni en vidas
eternas, pero no se puede eludir la enfermedad como castigo a una vida
disoluta.


JM Gasulla
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