Muerte en Singapur - Capítulo 2

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Eduardo - hombrelobo.com

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Dec 21, 2009, 7:39:53 AM12/21/09
to hombrelobo
Introducción:
http://groups.google.com/group/hombrelobo/browse_thread/thread/fc1b56d37b0da1b0

Capítulo 1:
http://groups.google.com/group/hombrelobo/browse_thread/thread/7bbd1627dfbd035d


Capítulo 2:

¡ Estaba eructando ! ¡ El taxista estaba eructando ! Alberto no se
lo podía creer. Con el dolor de cabeza que tenía y el taxista que le
llevaba a la oficina de Zango estaba eructando sin parar. Todavía no
lo sabía, pero esta costumbre asiática de celebrar la digestión con
eructos sonoros le iba a revolver las tripas más de una vez.

Situadas en la costa Este de Singapur, la oficina de Zango estaba
en un edificio bastante humilde enfrente del Parkway Parade, un
centro comercial sin pretensiones. Docenas de chiringuitos de comida
se agolpaban en los alrededores, dando al conjunto un aspecto entre
cutre y siniestro. Al bajar del taxi, los olores mezclados con el
calor sofocante le golpearon como un mazo. Al menos, no tendría que
aguantar al taxista ni un minuto más.

Al entrar en el edificio, su impresión no solo no mejoró, sino que
se empezó a preguntar si estaba en el lugar correcto. Docenas de
pequeñas tiendas dentro del edificio se agolpaban e intentaban llamar
su atención. Incluso mientras se dirigía al ascensor, un viejo chino
se le acercó para ofrecerle su servicio de reflexología: un masaje en
los pies por tan solo unos pocos dólares de Singapur. Ignorándole,
entró en el ascensor y subió hasta la oficina de Zango.

¡ Que diferente esta zona con Orchard Road, la calle central donde
estaba su hotel !

Aquí no había edificios majestuosos y llenos de cristal. Esta zona
estaba llena de edificios funcionales y repletos de gente y tiendas
por todos lados.

Al menos, la oficina de Zango era bastante amplia, contrastaba con
el amontonamiento que había en los chiringuitos y tiendas a la entrada
del edificio.

Le recibió una chica preciosa, una mujer china menudísima y con una
voz muy suave que le preguntaba algo en inglés. Todavía no se había
acostumbrado al acento de Singapur. Esa era su excusa al menos.

– ¿ Le puedo ayudar ? – decía la chica.

– Sí, hola, perdona, soy Alberto, de Madrid, venía por el tema de Chai.

– OK-lah – respondió la chica.

– ¿ OK-lah ? – preguntó Alberto sin saber qué era eso de OK-lah ... ¿
eso era que sí, que no o una frase en clave ?

– OK-lah significa que de acuerdo. En Singapur añadimos el "lah" al
final de muchas palabras, es una terminación que viene del Malayo para
enfatizar las cosas – dijo Lina mientras hacía una entrada triunfal,
con el cabello negro suelto y sus ojos brillantes. Frente a ella, la
chinita casi desaparecía para Alberto.

Con esta explicación, Lina se dio media vuelta y le dijo que le
siguiera. Alberto hizo esfuerzos titánicos para no mirarle por debajo
de la cintura. No por pudor, pues tenía poco de pudoroso, sino por no
parecer un pervertido delante de la recepcionista. Pero su mirada
periférica detectaba perfectamente unos pantalones vaqueros blancos
ajustados que le daban mareos.

El equipo de Zango era relativamente pequeño. Chai era el que se
encargaba de contabilidad. La jefa de marketing era Lina, que llevaba
un equipo de tres personas, todas mujeres y todas delgadas. Aparte
había una par de secretarias y el director de la oficina, un español
llamado Fernando con pocas ganas de trabajar y muchas de disfrutar de
su tiempo en Singapur. Más mujeres que hombres, aunque eso era lo
normal en una empresa de bisutería. Menos en Madrid, donde eran casi
todo hombres.

Pero lo que más sorprendía a Alberto era la variedad de tonos de
pieles. Había varios Malayos como Lina, varios Chinos, un par de
Indúes, incluso una rubia platino que parecía Escandinava. Y luego
estaba Fernando, el típico hispano con barriga y sudoroso.

Tomaron un café todos en la cocina de la oficina haciendo las
presentaciones y Fernando le invitó a su despacho a charlar sobre lo
que tenía que hacer en Singapur.

– Mira Alberto, lo que necesitamos es que averigües todo lo que puedas
sobre los papeles que llevaba Chai. Este es una año muy bueno para
nosotros y queremos cerrarlo de la mejor manera posible. Chai no da
señales de vida, no se puede fiar uno de estos chinos, que a la
primera de cambio le dejan a uno en la estacada – dijo Fernando,
dejando claro con estas palabras que era uno de esos jefes
insoportables y racistas que por desgracia tanto abundan.

– No hay problema – dijo Alberto – con entrar a su PC puedo repasar
todos los asientos y las cuentas y ponerlo al día en unas horas.

– Bueno, claro, verás ..... es que ese es parte del problema. No
tenemos un servicio informático muy avanzado ... de hecho, el PC de
Chai está protegido con una clave que sólo él tiene, se fue sin decir
nada y no tenemos copia de seguridad de lo que hacía – dijo Fernando
sin parecer demasiado preocupado por el desbarajuste.

– Pero, entonces …. ¿ cómo puedo hacer mi trabajo ? – preguntó Alberto
sin poderse creer la desfachatez de Fernando.

– No te preocupes chaval, que no pasa nada, tenemos copia de todo en
papel. Bueno, de todo todo igual no, pero de casi todo, sólo hace
falta que le pongas ganas y en unas pocas horas seguro que lo tienes
todo resuelto. Tú ponte a ello lo antes posible y me cuentas mañana
cómo va todo, que ahora mismo tengo una reunión en la Embajada
Española – dijo Fernando mientras salía del despacho.

¡ Chaval, le había llamado chaval !. Alberto se daba cuenta cada
vez más de que le habían enviado a Singapur para cubrirse las espaldas
todos ellos; desde Fernando, el manager grasiento de la oficina de
Singapur al Sr. Rodriguez, su jefe en Madrid. Menuda panda de
incompetentes.

[Continuará]

Eduardo
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