El 13 de abril de 2029 un asteroide de unos 300
metros de longitud, bautizado Apophis, pasará tan cerca de la Tierra
que rozará la órbita donde se alinean los grandes satélites de
comunicaciones, a 36.000 kilómetros de altura. Descartada la
colisión en ese pase, los últimos cálculos, siempre provisionales,
indican que existe un riesgo de choque con el planeta siete años
después. Mientras los astrónomos y las agencias espaciales vigilan
continuamente el asteroide, la ONU y otros organismos discuten,
todavía de manera informal, la posibilidad de hacer algo para
desviarlo.
El asteroide Apofis es de los pocos que han merecido un nombre,
entre los centenares que los astrónomos vigilan sistemáticamente por
resultar incómodos para la Tierra por su proximidad. Apofis es el
nombre griego del demonio egipcio Apep, que representaba el caos y
atacaba a Ra (para los egipcios el dios Sol), causando los eclipses
solares. El nombre se lo han puesto sus descubridores, astrónomos
estadounidenses que lo vieron por primera vez en 2004.
Los últimos cálculos sobre el acercamiento de Apophis en
2029 los han hecho los científicos que mantienen Neodys, un
sistema pionero de vigilancia de los objetos celestes cercanos a la
Tierra. El asteroide pasará el 13 de abril de 2029 a unos 38.000
kilómetros del centro de la Tierra (la Luna está 10 veces más lejos,
a 384.000 kilómetros), con riesgo cero de impacto. En 2036, a causa
de la perturbación producida en 2029 por la proximidad de la Tierra,
la probabilidad de impacto aumenta a una entre 50.000.
Apofis da la vuelta al Sol en una órbita muy parecida a la de la
Tierra. Por eso se encuentra con ella periódicamente. Se han
calculado sus acercamientos y antes de 2029 lo hará en 2013 y 2021.
Si un asteroide de este tamaño chocara con la Tierra, es muy
probable que provocara una gran destrucción localizada y que
afectara también al clima. Los científicos han realizado incluso
simulaciones de tsunamis tras el impacto en el Pacífico.
La generación actual tuvo ocasión de observar el choque del
Cometa Shoemaker-Levy con Júpiter en 1994, lo que hizo que se diera
cuenta más claramente del riesgo que representan los asteroides y
cometas. Aunque está en contra del tratamiento sensacionalista, "el
caso del Apophis es extraordinario" explica, "porque la órbita va a
cambiar en 2029". Sin embargo, para calibrar el riesgo, se tiene en
cuenta el tiempo que falta para la posible colisión ya, que,
"con unos años de preaviso se pueden desarrollar nuevos recursos
tecnológicos".
El Observatorio Astronómico de Mallorca colabora con Neodys en el
seguimiento de los cuerpos cercanos a la Tierra. Su director,
Salvador Sánchez, comenta que las últimas observaciones de Apophis
se hicieron en septiembre desde Mauna Kea (Hawai) y que el
observatorio está intentando fotografiarlo estos días. Apophis le
parece importante, pero cree que puede haber un susto mayor antes de
2029. "No se están siguiendo los asteroides de entre 100 y 300
metros y hay muchísimos". Recuerda que un cuerpo en ese rango de
tamaño fue la causa del espectacular suceso de Tunguska (Siberia) en
1908, aunque, de todas formas, el 20% del riesgo no corresponde a
los asteroides sino a los cometas, que pueden dar mucho menos
preaviso.
El Congreso de Estados Unidos ha pedido a la NASA que
establezca medios para detectar y rastrear estos pequeños cuerpos.
Hasta ahora el objetivo eran los asteroides de más de un kilómetro.
Dentro de unos días, se espera que la NASA presente sus planes en el
II Congreso de Defensa Espacial en Washington. Los demás países
dedican mucho menos dinero a la amenaza espacial, que en Europa
podría integrarse en el futuro en las actividades de seguridad.
Neodya, por ejemplo, a pesar de ser la referencia y de que de él
surgió el sistema paralelo que posee ahora la NASA, no tiene todavía
financiación estable.
Mientras tanto, la Sociedad Planetaria, fundada por el famoso
divulgador Carl Sagan, ha convocado un concurso para obtener datos
más refinados de la órbita de Apophis e ideas sobre cómo hacer que
deje de ser una amenaza para la Tierra. En este terreno se mueve la
Agencia Europea del Espacio (ESA), que seleccionó el proyecto Don
Quijote, presentado por la empresa española Deimos. Andrés Gálvez,
que gestiona el programa de la ESA.