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LA SUPERVIVENCIA DEL MÁS APTO

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El Oxito Del Arco Iris

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May 19, 2008, 6:32:38 AM5/19/08
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La teoría moderna de la evolución afirma que las espe­cies evolucionan hacia
otras especies por selección natu­ral. Muy ocasionalmente, una mutación
fortuita en la estructura genética de un miembro de una especie favore­cerá
su supervivencia. Ese individuo y su descendencia son por ello seleccionados
naturalmente para prosperar sobre otros miembros de su especie.

El ejemplo de selección natural que me convenció de su veracidad es el caso
de las polillas de Manchester. En el siglo XIX, las chimeneas de las
fábricas de los alrededo­res de Manchester vomitaban tanto humo que los
árboles se teñían de negro. Una polilla de color gris claro (Biston
betularia) permaneció en su corteza y se valió de su camuflaje para evitar
ser devorada por los predadores. A medida que los árboles se iban volviendo
más oscuros, las mariposas iban «evolucionando» hacia una coloración
progresivamente más oscura.18

Imagínense cuál fue mi decepción cuando descubrí que no se trataba de una
prueba de selección natural. Lo que en realidad sucedía era lo siguiente:
originalmente ha­bía una gran cantidad de polillas grises y unas pocas más
oscuras de la misma especie. Las de color más claro eran devoradas porque su
camuflaje ya no servía, mientras que las más oscuras prosperaron. No había
ningún cambio evolutivo, ni tampoco selección natural, sólo un cambio de
población; algo así como si una enfermedad exterminara a los blancos y no
afectara a los negros. Aunque esta histo­ria evolucionista fuera verdad,
sólo representaría una pequeñísima alteración en una única especie; no
habría nada remotamente parecido al cambio de una especie en otra.19

Los darwinistas pueden protestar diciendo que ellos nunca afirmarían que la
historia de las polillas es una evi­dencia de la selección natural. Sin
embargo, la historia está todavía en libros de texto y enciclopedias; y,
aunque no fuera así, los darwinistas de a pie siguen contando orgullosamente
el cuento de la polilla. Es un tipo de leyenda que no se preocupan de
corregir aquellos que tienen más conocimientos. Más aún que una leyenda:
esta era la teoría oficial al menos hasta 1970, cuando el A Handbook of
Evolution20 del Museo Británico de Histo­ria Natural describía la «melanosis
industrial» de las polillas como «el cambio evolutivo más sorprendente
realmente presenciado» y como «prueba de la selección natural».21 Mi opinión
es que muchas «pruebas» darwinistas se si­túan en ese nivel; dicho de otro
modo, parecen ser una especie de folclore.

Darwin modificó el énfasis de la «selección natural» cuando adoptó la
expresión «supervivencia del más apto», de Herbert Spencer (que también
acuñó el término «evolu­ción»). Esta expresión es más apropiada a su
concepción de la vida como una amarga lucha. Pues lo que sucede, decía
Darwin, es que aquellos animales que son más aptos para su entorno son los
que tienen más éxito y los que tienen más descendencia. ¿Cómo medimos la
aptitud de cual­quier animal? Por su capacidad de supervivencia, dicen los
darwinistas. Por eso los más aptos sobreviven, y aque­llos que sobreviven
son los más aptos. Es dudoso que una simple tautología -que los
supervivientes sobreviven- pueda ser nunca una ley significativa.

Aunque no fuera tautológica, la supervivencia de los más aptos seguiría
siendo dudosa. Es una noción comple­tamente individualista que excluye la
cooperación, el amor y el altruismo que caracterizan a muchas especies
sumamente prósperas, incluida la nuestra. La competición sanguinaria que
Darwin imaginó como la característica distintiva de la naturaleza pocas
veces se encuentra en la práctica. La abrumadora mayoría de las más de
22.000 es­pecies de peces, reptiles, anfibios, aves y mamíferos no luchan ni
matan por comida ni compiten agresivamente por el espacio.22 Además, en el
éxito influye gran cantidad de factores, y la suerte no es el menor; de
hecho, la idea de que un entorno competitivo elimina a los débiles y
ase­gura la supervivencia del más apto ya no es, para ser justo con los
darwinistas, ampliamente suscrita. «Más aptos» ha tendido a ser reemplazado
discretamente por «adap­tados».

Las teorías de la selección natural, o la «supervivencia de los más aptos»,
no clarifican cómo evolucionan las cria­turas. Es sólo otra manera de decir
que algunos animales viven y se reproducen, mientras otros desaparecen. No
es una «ley», ni siquiera una descripción especialmente pre­cisa de la
naturaleza. De ser algo, es algo más parecido a un síntoma de la visión
enferma de Darwin que otra cosa: su rechazo a reconocer los múltiples
rostros de la naturaleza y su insistencia en un solo rostro, que le devolvía
su mira­da fija como una máscara cruel.

Como la naturaleza le asaltaba con oleadas de náuseas, Charles construía
frenéticamente diques de hábitos y «ru­tinas puntuales, con sus días iguales
como "dos guisan­tes"»,23 y se esforzaba por proteger su vida emocional.
Pero, por supuesto, los muros que levantó para mantener a raya a la
naturaleza se convirtieron en su prisión. «He perdido, para mi desdicha,
todo interés en cualquier tipo de poesía», escribía con tristeza.
Desaparecido el amado Milton de su juventud, perdido su Paraíso, incluso lo
intentó desesperadamente con algo más fuerte: Shakes­peare, a quien había
amado siempre. Pero «lo encontré tan absolutamente monótono que me produjo
náuseas».24 ¿Monótono, de verdad?. Su único placer radicaba en pequeños
experimentos con sus queridas lombrices de tierra y las flores diminutas que
reprendía y alababa;25 y esto era admisible sólo porque podía pasar
clandestina­mente bajo el manto de la ciencia. Sin embargo, los gusanos no
podían salvarle. «Mi mente se ha convertido en una especie de máquina para
procesar leyes a partir de numerosas colecciones de hechos».26 Pobre
Charles, un hombre bueno y amable, que se había pasado la vida negándole a
la naturaleza su alma y que, a resultas de ello, perdió la suya; la máquina
en que quería convertirla acabó siendo aquello en lo que él mismo se
convirtió."

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1. Desmond, Adrian y James Moore, Darwin, Londres 1992, p. 188

2.Wilson, Jason, "Darwin's nausea", en Harvest, vol. 34, 1988-1989, p.
132-141: The Journal for Jungian Studies, Karnac Books, 58 Glocester Rd.,
Londres SW7 4QY, p. 122

3. Desmond y Moore, p. 122

4. Sheldrake, Rupert, The Rebirth of Nature, Londres 1990 p. 55-56. [El
renacimiento de la naturaleza, trad. de J. Piatigorsky, Paidós Ibérica,
Barcelona 1994]

5. Ibid.

6. Desmond y Moore, p. 119

7. Wilson, p. 136

8. Ibid., p. 141

9. Wilson, p. 134. Desmond y Moore, p. 187

10. Wilson, p. 135

11. Desmond y Moore, p. XVI

12. Ibid., p. 191

13. Ibid., p. 261

14. Ibid., p. 635-636

15. Ibid., p. 251

16. Wilson, p. 139

17. Desmond y Moore, p. 283

18. Milton, Richard, The Facts of Life, Londres 1994.

19. Ibid.

20. De Sir Gavin de Beer

21. Citado en Milton, p. 156

22. Milton, p. 159

23. Desmond y Moore, p. XIX

24. Wilson, p. 133

25. Desmond y Moore, p. 631

26. Wilson, p. 132

http://cabalgandoaltigre.wordpress.com/2007/04/09/evolucionismo-i-los-animales-que-miraron-fijamente-a-darwin/

ElOxitoDe...@69.es


--

http://www.apologeticspress.org/espanol/creacionvsevolucion/

http://www.harunyahya.org/other/evolucionismo/evoluc.html

http://bloomerfield.com/category/la-hipocresia-cientifica/

http://bloomerfield.com/2007/10/09/la-ciencia-oficial-la-peor-de-las-religiones/#more-7

http://www.centrorey.org/tema_religion_falsa.htm

http://www.centrorey.org/tema_religion_falsa2.htm

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