ADIOS WARHOL, HOLA DAMIEN HIRST
Alberto Rodríguez Barrera
Lo que siempre habían temido las galerías de arte sucedió: una casa de
subastas, Sotheby´s, por primera vez en la historia, vendió una gran cantidad
de obras salidas directamente del estudio del artista. Esto sucedió el pasado
septiembre, en Londres. Las galerías fueron "bypaseadas", cortándoles
su parte, generalmente la mitad del precio de venta, y el negocio se fue a la
casa de subastas, donde la parte del subastador es pagada por el comprador por
encima del precio de venta, y el artista recibe cada centavo de su obra
martillada.
Quien logró esto es el inglés Damien Hirst, uno de los más ricos y
famosos artistas del mundo. ¿No lo sabías? Se calculaba que las ganancias del
artista en esos dos días de subasta serían de alrededor de $120 millones, paga
diferente a cualquier cosa jamás vista por un artista vivo. La estrella de la
subasta fue "The Golden Calf" (el ternero de oro), toro castrado
preservado en un tanque de formaldehido que está montado en un plinto de mármol
de Carrara, con cascos y cuernos de oro 18 kilates y la cabeza coronada por un
disco solar egipcio de oro. (Para ver aspectos de la exhibición vaya a time.com/hirst.)
Visto de frente, es un ídolo falso que es simultáneamente tonto e
hipnotizador. Hirst asume que se conoce la historia bíblica sobre adorar un
falso dios, justo como éste. Pero la bestia se ve mejor de perfil, donde su
gravedad hierática permite ver la abundancia de sus genitales. Cuando Hirst es
bueno, es bueno, y su The Golden Calf es una ingeniosa mescolanza, diseñada
para seducir, halagar y parodiar.
Y cuando Hirst no es bueno, sigue siendo una vaca de dinero. Desde hace
dos décadas, con obras de calidad fluctuante, Hirst tiene un valor neto de $364
millones. Tiene una granja en Devon donde vive con su pareja Maia Norman y sus
tres hijos, con una casa gótica que piensa convertir en un museo privado; y una
casa en Mexico donde pasa tres meses al año para que Maia surfee. El dinero
paga sus muchos estudios y un pequeño ejército de asistentes; 120 empleados en
6 lugares de Inglaterra. Muchos asistentes ejecutan lienzos económicamente muy
beneficiosos pero artísticamente insignificantes: "spot paintings"
(círculos multicolores), "spin paintings" (disco girador que escupe
pintura), y "butterfly paintings" (mariposas muertas en pigmento y
resina). De esta y de otras maneras, Hirst ha estado encontrando el color del
dinero.
El don de Hirst, cuando está con él, está en la comedia negra, obras
que son parte chistes impasibles y parte muy serias expresiones sobre
mortalidad y descomposición. La primera pieza que lo hizo famoso fue un tiburón
de boca abierta en un tanque titulado "The Pshysical Impossibility of
Death in the Mind of Someone Living", una gran bestia de presa como correlativo
beligerante para una universalmente reprimida ansiedad. "A Thousand
Years" es una gran caja de vidrio en la que gusanos reales empollan moscas
que parecen alimentarse con sangre en la cabeza cortada de una vaca, para luego
ser muertas por un aparato eléctrico: el trágico ciclo de la vida y la muerte
interpretado en farsa baja por las especies más bajas. Y hay algo de hilarante
y escalofriante en sus series "Lullaby", gabinetes de medicina de
acero y vidrio en que pastillas coloridas se organizan meticulosamente en
brillantes relicarios. (Para ver un video de Hirst con sus obras vaya a
time.com/hirstvid.)
La carrera de Hirst tiene la amenaza de remontarse a un núcleo de
inventiva genuina interrumpida por una vasta penumbra de mercantilismo. Cuando
se le pregunta por sus más tempranas influencias no surge el nombre de un
artista sino el de Charles Saatchi, el ex magnate de publicidad y coleccionista
que en 1985 creó su propia galería para mostrar su colección. El gran tamaño
del lugar hizo que Hirst pensara en grande. Para los 1990s Saatchi estaba entre
los más grandes coleccionistas y promotores de Hirst, y creó lo que, junto a
Sarah Lucas, Marc Quinn y otros, se llamó Jóvenes Artistas Británicos. Hirst
fue el líder de la paca y el muchacho malo al centro de cada fiesta. Tomaba
mucho y conocía todo sobre el otro lado del pitillo de cocaína.
En este camino conoció a Frank Dunphy, genial hombre de negocios
irlandés de 70 años que llevaba la contaduría de acróbatas, malabaristas y
bailarinas exóticas, y quien le prometió enseñarle a Hirst cómo hacer dinero.
Dunphy llevó el porcentaje de las galerías de 50% a 30%. Y aunque Hirst
continúa trabajando con dos intermediarios de galerías (Larry Gogosian y Jay
Jopling), el negocio de las subastas venía aumentando el precio del arte
contemporáneo, con compradores de Rusia, Asia y el Oriente Medio, donde una
nueva clase de coleccionistas billonarios surgía. La familia real de Qatar pagó
$19.2 millones por Lullaby Spring, gabinete-médico de Hirst.
Pero los artistas generalmente no recibían nada por la venta de sus
obras, todo iba para los vendedores y la casa subastadora. No existía una regla
para que el artista no pudiera vender sus obras en una subasta. Y el primero
que podría hacerlo sería Hirst, por su capacidad de producción para suministrar
una gran venta, el reconocimiento de su nombre y una relación con Sotheby´s que
comenzó hace algunos años con una subasta en Londres de todo lo que no estaba
clavado al piso de Pharmacy, un restaurante de celebridades del cual Hirst era
co-dueño, que perdió su magnetismo y cerró. La venta trajo $20 millones por
todo, incluyendo obras de arte y vasos de martini diseñados por Hirst.
Volvió a trabajar con Sotheby´s en Nueva York pidiéndoles que 100
artistas donaran obras para una organización (RED) de interés social cofundada
con su amigo el rockero Bono. Se captaron $42 millones. A la subasta en
Sotheby´s se le puso el título de "Beautiful Inside My Head Forever"
y se le hizo una campaña de ventas global, con Hirst dándole un tratamiento de
pre-venta con Boeing y Airbus, dejando ver las piezas en los Hamptons, Nueva
Delhi, Kiev, y entre billonarios privados.
Pero Hirst también tiene un problema de sobre-producción. Y el futuro
de su mercado también ha sido afectado por el inconcluso destino de su más
publicitado proyecto, una calavera de platino manufacturada a nivel de lujo
estratosférico, utilizando 8,601 diamantes y llamada "For the Love of
God".
Como alegoría de la locura y la codicia humanas, no se puede ir más
lejos que una resplandeciente cabeza de la muerte. Y ofrecérsela como manzana
envenenada a los billonarios por $100 millones, además de hacerla la obra más
cara de un artista vivo, es la culminación del chiste conceptual de Hirst sobre
la locura en el recalentado mercado del arte. Al igual que The Golden Calf, la
calavera de diamantes saldría al mundo para probar su propio argumento sobre
los valores falsos. Al menos, así se supone que debía funcionar la cosa. Pero
se la lograron vender a ellos mismos (Hirst, Dunphy y Joling), aunque después
de pasearla por varios museos del mundo (estará Amsterdam por seis semanas desde este
noviembre), prometen que la revenderán, por el doble del precio.
Aunque el irlandés Dunphy pareciera ser la figura paternal de Hirst,
parece haber una segunda: el pintor Francis Bacon, que murió el 1992. Con la obra
desolada y tumultuosa de Bacon, a quien quiso simular desde temprano,
"sólo logré malas copias, y lo dejé." Pero encontró un equivalente en
su propia obra para el leit motif de Bacon: figuras torturadas retorciéndose
dentro de un espacio brillante, clínico. Algo de eso hay en los meticulosos
tanques de vidrio, en los encierros sanitarios para algo amenazante (ese
tiburón), visceral (el bisecado ternero) y hasta en lo pútrido (esa cabeza de
vaca).
En años recientes, Hirst ha venido absorbiendo el imaginario de Bacon
en sus tanques. Hace dos años mostró una obra derivada de uno de los
angustiados trípticos que hizo Bacon después del suicidio de su amante George
Dyer. Hirst también ha estado comprando Bacons, incluyendo un autorretrato por
$33 millones; también ha vuelto a pintar, con mano propia, sin asistentes, y
como si Bacon estuviera asomándose por su hombro. No hay evidencia de que sepa
qué hacer con un pincel. Aún no ha exhibido nada de estas pinturas. Está
descubriendo qué tipo de pintor es. Hasta ahora ha evitado enfrentarse al
lienzo.
Mientras tanto, aunque quizás no lo sepa, ya ha producido su
autorretrato. Es The Golden Calf, rey de la colina del mundo del arte, adorado
por ser dorado, y agobiado por eso también. Quizás cuando el toro castrado se
venda y se vaya, Damien Hirst podrá moverse hacia otra etapa de su carrera.
"Se va a la una, se va a las dos y…"